Por Ricardo González Cruz.
Hace unos meses decidí asistir a una sesión de análisis en la Cineteca Nacional. La película analizada fue 2001: Odisea del espacio1, de mi adorado Stanley Kubrick, y dado que es la que considero la mejor obra de quien me parece el más talentoso director de cine de todos los tiempos, no pude perderme la oportunidad. Era interesante porque, después de haberla visto en repetidas ocasiones, sigo sin entenderla completamente (o tanto como es posible “entender” una obra artística). El análisis de una película puede abordarse desde distintos ángulos, todos ellos relevantes por muy variadas razones.
En el caso específico de 2001, un análisis técnico puede ayudarnos a comprender los aspectos de realización que hicieron legendario el perfeccionismo de Kubrick: la construcción de los escenarios, la dirección de fotografía, el manejo de la música… Sin embargo, la mayoría de los análisis se centran en aspectos más abstractos, lo cual es de esperarse con una obra tan llena de significado como esta.
La sesión de análisis tuvo una duración de aproximadamente dos horas, y en ese tiempo solo fue posible revisar los primeros veinte minutos de la película. Probablemente suena excesivo, pero quienes la han visto sabrán que incluso es poco tiempo. Esta secuencia inicial, titulada “El amanecer del hombre” (The dawn of man), muestra la vida cotidiana de un grupo de homínidos en un ambiente desértico, enfrentándose a depredadores y a una tribu enemiga. Culmina con la aparición del famoso monolito, un elemento externo que de alguna manera provoca en los homínidos la capacidad de crear herramientas, que inmediatamente utilizan para cazar alimentos y derrotar a la tribu enemiga.
La secuencia termina con una escena icónica y frecuentemente parodiada y referenciada: en su momento triunfal, un homínido lanza hacia arriba el hueso con el que rompió la cabeza de su enemigo, y mientras esta arma improvisada gira en el aire, un corte abrupto la convierte en una nave2 que flota en el espacio, avanzando cuatro millones de años en un instante. Esta secuencia inicial plantea los temas que explorará el resto de la película, incluyendo el papel de la violencia en la supervivencia humana y su desarrollo tecnológico3.
Sin embargo, lo que me pareció más interesante de la sesión, y que me impulsó a escribir acerca de esta experiencia, fue darme cuenta de que incluso una obra tan esencial y analizada como 2001 puede seguir teniendo interpretaciones no tan conocidas, y quiero agregar una que me parece interesante y que no he visto formulada en su totalidad.
Voy a hablar específicamente de la escena inicial. No me refiero a la famosa composición en la que se alinean el sol, la luna y la Tierra, mientras suena “Así habló Zaratustra”4. Hablo de la primerísima escena. Tampoco es la de los créditos, con el logo de MGM sobre un fondo azul. Me refiero a la que va antes de eso, cuando suena una pieza de Ligeti5 durante unos tres minutos mientras la pantalla se queda completamente en negro y el público se pregunta qué está pasando y por qué no se ve nada. Esa es la verdadera escena inicial que muchas veces se olvida, pensando que fue solo una extravagancia sin sentido, una locura antes de empezar la película. Al empezar la proyección durante la sesión de análisis, intencionalmente omitieron esa escena, lo cual me decepcionó un poco pero no me sorprendió. Recuerdo que la primera vez que vi la película (sin contar la ocasión en que, de niño, por accidente capté algunos fragmentos cuando la pasaron en canal 5) también omití esa escena, no sé si porque el arcaico VHS que conseguí no la incluía o porque no entendí nada y se me olvidó. Pero recordaba haberla visto varias veces en el Blueray porque incluso le encontré un significado (que mencionaré más adelante). Al detener la proyección, el moderador nos preguntó si habíamos notado algo raro en esas escenas iniciales, y varios mencionamos la ausencia de la pantalla en negro. Él aclaró que su omisión intencional era parte de la experiencia que quería que tuviéramos y entonces volvió a ponerla, ahora sí desde el principio. Habló de cómo esa escena servía para provocar incomodidad en el espectador, una sensación de no saber dónde está ni qué va a pasar. Creo que alguien más mencionó cómo ese significado puede cambiar cuando la película se vuelve a ver, habiendo experimentado el viaje a Júpiter, y pensé que le había asignado el mismo significado que yo, pero conforme fue elaborando su teoría vi que no tenía nada que ver. Después compartí mi versión, que explico ahora también en este espacio.
Primero, recordemos algunas escenas importantes a lo largo de la película. El tema principal es la evolución humana, desde el primate con su hueso hasta el “niño de las estrellas”. Los cambios entre estos estados de la humanidad siempre están marcados por dos elementos, uno visual y otro auditivo (pero nunca verbal): la aparición del monolito en toda su majestuosa y negra rectangularidad, y el tema musical “Así habló Zaratustra”. Así, los primates encuentran el monolito y poco después comienzan a usar herramientas mientras suena la música.
Más adelante el astronauta David Bowman, en su camino hacia Júpiter, se encuentra con un enorme monolito que lo lleva en un colorido viaje, para luego depositarlo en una habitación, y ahí vuelve a presentársele al final de su vida para convertirlo en el “niño de las estrellas” a ritmo de Strauss (considero toda esta secuencia como una misma aparición del monolito). Estos son los elementos claros para significar los saltos evolutivos, tomados del Zaratustra de Nietzche (porque con Kubrick nada es casualidad, ni la elección del tema musical). Pero hay otro elemento auditivo relacionado con el monolito: cada vez que se revela6 suena de fondo música de Ligeti.
Pasemos ahora a la escena inicial, viéndola en una sala de cine y no en una televisión, un monitor de computadora o un teléfono. Las luces se apagan, sabemos que va a empezar la película y nos preparamos para ver las imágenes proyectadas sobre la pantalla, seguramente una secuencia de créditos con un fondo musical bastante tradicional. En vez de eso empieza a sonar música de Ligeti. Sobre la pantalla todavía no aparecen imágenes, solo se nos presenta vacía en toda su majestuosa y negra rectangularidad, y nuestra primera reacción es de desconcierto.
Alejémonos un poco y pensemos cómo se ve la situación desde afuera: mientras de fondo suena música un tanto tenebrosa, un grupo de seres parecidos a monos está concentrado frente a un objeto negro y rectangular, observándolo curiosamente sin sospechar que están a punto de recibir una experiencia que puede cambiar su forma de ver el mundo, si son suficientemente receptivos. E incluso inmediatamente después suena “Así habló Zaratustra” (que como mencioné, es un auditivo que acompaña los momentos de “iluminación”). De esta forma Kubrick recrea la famosa escena de su película en cada sala que la proyecta, con la pantalla como monolito y el público como sus homínidos.
Mientras otros aspectos de la película han sido analizados una y otra vez, no he podido encontrar referencias que apoyen mi interpretación de esta escena frecuentemente ignorada. Al compartirlo en la sesión de análisis, otro de los asistentes mencionó que él también lo había interpretado de manera similar, y eso me alegró porque quiero tomarlo como una indicación de que tiene cierto sentido y no es locura mía. Me gusta imaginar que esa fue la intención de Kubrick al incluir esa enigmática escena inicial. No puedo saberlo, pero en realidad es lo de menos.
El análisis y la interpretación son dominio del público y no tienen mucho que ver con el creador de la obra. Si lo vemos objetivamente, en realidad solo estoy escribiendo acerca de una pantalla vacía, y si creo que tiene mucho significado supongo que eso revela más de mí que del realizador. Cuando la obra se “suelta” para que el mundo la vea deja de pertenecer a su creador y cualquiera puede darle el significado que le parezca más apropiado, y yo he decidido pensar que soy un homínido al que le gusta plantarse frente a un monolito muy versátil y dejarse llevar para pensar, aprender, entretenerse y, principalmente, sentir.
(Publicado el 9 de noviembre de 2015)
- Reino Unido/Estados Unidos, 1968. Dir. Stanley Kubrick, guión de Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke.
- Al parecer el guión indica que es una bomba, aunque eso nunca se aclara durante la película.
- Algo que hubiera resultado más evidente si se dieran indicios de que el hueso se vuelve una bomba y no solo una nave espacial.
- “Also sprach Zarathustra”, poema sinfónico compuesto por Richard Strauss en 1896, inspirado en la obra homónima del filósofo Friedrich Nietzsche. También conocida por algunas personas como “la musiquita esa de 2001”.
- György Sándor Ligeti (1923 – 2006), compositor húngaro.
- Además de los dos ya mencionados, hay uno tercero enterrado en la luna. Este no provoca un salto evolutivo pero sirve para dirigir a la humanidad hacia Júpiter, donde encontrarán el último.