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Arquitectura

Metodología del diseño interior de casa habitación desde el bienestar a partir del diseño industrial y la arquitectura

Por Liliana Naranjo Merino.–

Introducción

El desarrollo de proyectos de diseño interior de casa habitación es un problema complejo de resolver, pues, al ser la materialización de la cultura, costumbres, sueños y expectativas de sus habitantes, va más allá de solamente lo estético, del buen gusto o de la intuición. Es la creación de espacios funcionales, que por medio de su forma arquitectónica y de todos los elementos dispuestos en él generan emociones y cambian el estado de ánimo de las personas, convirtiendo, así, al diseño interior para casa habitación en una herramienta que aporta al bienestar físico y mental del ser humano.

Los profesionales que desarrollan proyectos de diseño interior de casa habitación, identifican como punto de partida el análisis del cliente, sin embargo, no tienen una metodología definida que los apoye para lograr, de manera certera, dar soluciones integrales a las necesidades físicas y emocionales de los usuarios.

En este texto, se propone una metodología integral para el diseño interior de casa habitación. Primero se partirá de los conceptos de metodología y método y con base en ello, se hará una comparación y análisis entre diferentes metodologías del diseño industrial y la arquitectura, ya que, hasta el momento, no existen referencias teóricas desde el bienestar para el diseño interior.

Hacia una metodología de diseño integral

La humanidad a lo largo de su evolución siempre ha buscado el fundamento científico en su quehacer cotidiano, y generalmente lo encuentra en la aplicación de metodologías como proceso detallado y de profundo análisis para la resolución de problemas como lo comenta Gabriel Simon Sol: “la metodología, como parte de la lógica, estudia los procedimientos utilizados en la adquisición, exposición y aplicación del conocimiento (Sol, 2009, pág. 26).”

Sobre las metodologías, a diferencia de método, Luz del Carmen Vilchis señala que es una “forma sistemática de pensamiento”. (Vilchis, 2019, pág. 43). El método por su parte es el desarrollo de una serie de pasos establecidos que, al plantearse de una manera rígida, no siempre se puede aplicar a todo problema de diseño, es por esto que resulta adecuado el uso de una metodología, que se enfoca al desarrollo del pensamiento en relación con la solución del problema.

Es así como los diseñadores con el uso de metodologías buscan dar respuestas a los problemas de diseño que, por medio de un proceso lógico, relacionan el pensamiento abstracto y su materialización, para transformar el ambiente del hombre para su comprensión y uso.

La metodología para el diseño interior de casa habitación, busca dar soluciones a las necesidades físicas y emocionales del usuario, las cuales son el resultado de la cultura, historia, gustos y el estilo del momento, relacionados a su vez con los recuerdos y emociones. De esta manera la metodología se convierte en una herramienta para el desarrollo de espacios que impacten de manera positiva y contribuyan al bienestar del ser humano.

Para el desarrollo de la metodología que se propone en esta investigación, se analizan varias metodologías del diseño industrial y la arquitectura, disciplinas que intervienen en la creación del espacio interior, desde el contenedor y todos los elementos dentro de él.

En diseño industrial en los años 60 del siglo XX se encuentran varios representantes, entre ellos Morris Asimow[1], Bruce Archer[2], Hans Guglelot[3], Christopher Alexander[4] y Bernhard Bürdek[5], quienes presentan métodos como procesos científicos, posteriormente, Alexander en 1971 anota a estos procesos que se debe considerar la creatividad del diseñador como proceso inconsciente, y Bruno Munari[6] y Giu Bonsiepe[7], plantean el uso de metodologías integrales.

Munari y Bonsiepe, coinciden en que la metodología de diseño parte de un método científico que describe determinados pasos, los cuales se deben de adaptar al proyecto según las necesidades particulares. La estructura general de la metodología que plantean se desarrolla en tres partes: definición y estructura del problema; proyección, y realización del proyecto. Cada una de las partes la desglosan en diferentes puntos que analizan de manera detallada el problema a resolver.

Imagen 1. Conceptos de las Metodologías de Munari y Bonsiepe. Elaboración de la autora.

En la arquitectura, se toma como referencia la metodología realizada por los académicos Mariela Gaete-Reyes, Paola Jirón Martínez y Ricardo Tapia Zarricueta[8], quienes toman como referencia la metodología de Edwin Haramoto[9] e incluyen métodos cualitativos en las primeras etapas de la metodología como entrevista abierta, observación etnológica[10] y fotografía y video para el desarrollo de proyectos de viviendas.

Imagen 2. Metodología de Mariela Gaete-Reyes, Paola Jirón Martínez y Ricardo Tapia Zarricueta. Elaboración de la autora.

Tanto las metodologías del diseño industrial como de arquitectura se desarrollan a partir de una serie de pasos que parten del reconocimiento del problema de diseño teniendo en cuenta sus necesidades particulares, del desarrollo del proyecto de diseño y de la materialización.

En este reconocimiento del problema, en donde se refleja las necesidades del ser humano; es el punto de partida para la generación y materialización adecuada de las soluciones, en donde hace parte las necesidades tanto físicas como emocionales, dando así espacio a la arquitectura y diseño emocional.

En la arquitectura sus principales representantes han sido Mathias Goeritz[11], Juhani Pallasmaa[12] y Peter Zumthor[13], quienes mencionan que el espacio es percibido por el usuario por medio de los cinco sentidos, los cuales todos se encuentran relacionados y al interactuar de manera equilibrada con el espacio se genera una experiencia sensorial en el ser humano.

Y en el diseño industrial, se analizaron diseñadores clave como Donald Norman[14], Patrick W. Jordan[15] 1967 y Pieter Desmet[16]. Para Norman, las emociones del ser humano son un elemento básico para comprender el entorno, siendo “el objetivo del Diseño Emocional: hacer que nuestras vidas sean más placenteras (Norman, 2007)”, para Jordan el diseño puede generar una experiencia positiva en el ser humano, y Desmet plantea que los objetos provocan emociones y desarrolla un programa para medirlas, PrEmo.

Deyanira Bedoya[17] en su libro “Emociones y diseño”, presenta diferentes métodos para evaluar las emociones, que consisten en software que relacionan por medio de gráficos, el uso de adjetivos e indicadores fisiológicos, las emociones generadas en el ser humano al interaccionar con algún objeto. Los métodos que usan gráficos son 2Des, PrEmo, SAM, LENTOOL, métodos por medio de adjetivos son: PAD Emotion Scales, DES (Differential Emotions Scale), y los métodos con indicadores fisiológicos son: Emo2, FaceReader Computer Program, Emotion Toll 2.0, Emoscope Kit.

Si bien es cierto que la mayoría de estos métodos nos ayudan a entender las reacciones emocionales del ser humano, no generan una interpretación holística de las emociones de las personas, por lo que los resultados no son visibles.

El Diseño emocional y la Arquitectura emocional, muestran el interés de integrar al proceso de diseño elementos que apoyen al diseñador a entender las emociones del ser humano, determinan conceptos a considerar en su percepción, teniendo en cuenta que las emociones son un tema subjetivo como lo menciona Bedoya, “una emoción es algo que ya sucedió y muchas veces sucedió de manera completamente inconsciente para los individuos” (Bedoya, 2018, pág. 79), sin embargo, no generan una metodología como tal.

En la actualidad, tanto el diseño como la arquitectura crean nuevas ramas con la neurociencia[18]: el neurodiseño y la neuroarquitectura, que nacen de la inquietud de conocer cómo funciona el cerebro en el momento que las personas interactúan con los objetos y el espacio.

La Neurociencia utiliza diferentes técnicas[19] para el análisis de la actividad cognitiva, lo adecuado es mapear por medio de varias técnicas para ser asertivos, sin embargo, estas técnicas son especializadas y se necesitan de equipos tecnológicos que no están al alcance de todos los diseñadores.

Si bien la evolución de las metodologías de la arquitectura y del diseño industrial se han desarrollado en caminos paralelos, coinciden en la búsqueda de un fundamento por medio de métodos científicos, que avanzan con la inclusión de las necesidades particulares del cliente, luego incluyen un enfoque emocional, y en la actualidad el desarrollo de manera interdisciplinaria junto con la neurociencia.

Imagen 3. Evolución de las metodologías y sus variables. Elaboración de la autora.

Ahora, la metodología que se propone para el diseño interior de casa habitación se plantea como un proceso holístico, que a partir del estudio del ser humano se desarrolla el proyecto, para cumplir con las necesidades físicas y emocionales.

Imagen 4. Metodología para el diseño interior de casa habitación. Elaboración de la autora.

Se compone en seis partes agrupadas en tres segmentos, que son elementos relacionados de manera permanente y adaptables según el contexto particular de cada proyecto. En esta metodología se hace énfasis en los análisis previos, ya que tanto el desarrollo del proyecto como la presentación y entrega final, son las soluciones técnicas bien aprendidas por los diseñadores.

Los análisis previos son el inicio fundamental del proceso del que depende el desarrollo de las siguientes fases y la posibilidad de llegar a la mejor solución. Para ello se deben desarrollar herramientas que permitan conocer e interpretar integralmente al ser humano, esto, mientras que paralelamente las neurociencias evolucionan y generan diferentes técnicas accesibles para el empleo de los diseñadores.

Conclusiones

La metodología para el diseño interior de casa habitación, crea un fundamento científico, da orden al proceso creativo en donde converge la experiencia y el conocimiento del diseñador para el momento presente, que obligadamente se debe adaptar con el paso del tiempo a las nuevas necesidades sociales. ¶

[Publicado el 8 de mayo de 2023]
[.925 Artes y Diseño, Año 10, edición 38]

Bibliografía

  • Bedoya Pereda, D. (2018). Emociones y Diseño, Sensaciones, percepciones y deseos. Ciudad de México: Designio.
  • Bonsiepe, G. (1993). Las siete columnas del diseño. Ciudad de México: Editorial UAM – Unidad Azcapotzalco.
  • Cañada, J. y van Hout, M. (2005). Donald Norman y el diseño emocional. Visual: magazine de diseño, creatividad gráfica y comunicación, ISSN 1133-0422, Vol. 17, Nº 113, 2005, págs. 74-77.
  • Gaete-Reyes, M., et al. (2018). Metodología de Diseño Arquitectónico Edwin Haramoto. Adopciones y Adaptaciones. Santiago de Chile: Adrede Editoria.
  • Gutiérrez, L. (2018). Neuroarquitectura, creatividad y aprendizaje en el diseño arquitectónico. PAIDEIA XXI, 19, Vol. 6, Nº 7, Lima, enero 2018, pp. 171-189
  • OMS. (1996). WHO Quality of Life Assessment Group. ¿Qué calidad de vida? Foro mundial de la salud 1996; 17(‎4)‎: 385-387 https://apps.who.int/iris/handle/10665/55264
  • Pallasmaa, J. (2006). Los ojos de la piel. Barcelona: Gustavo Gili.
  • Pérez, F. J., et al (2002). Recorrido histórico en la metodología del diseño. XIV Congreso Internacional de Ingeniería Gráfica, Santander, España, 5-7 junio de 2002.
  • Pérez P. M., et al (2016). ¿Cómo el diseño puede utilizar las neurociencias? Arquitectura y urbanismo. https://www.redalyc.org/pdf/3768/376846860007.pdf
  • Porro, S. P. y Quiroga, I. A. (2012). El espacio en el diseño de interiores: nociones para el diseño y el manejo del espacio. Buenos Aires: Nobuko.
  • Sahagún Angulo, R. (2012). Evolución de los métodos en el Diseño Industrial. Taller Servicio 24 Horas, Revista de Investigación en Diseño, Vol. 8, núm. 16 (2012).
  • Sol, G. S. (2009). La trama del diseño. Porqué necesitamos métodos para diseñar. Ciudad de México: Designio.
  • Vilchis Esquivel, L. C. (2019). Metodología del diseño, fundamentos teóricos. Ciudad de México: Designio.
  • Zepeda, A. Q. (2017). Método de Diseño para arquitectos. Ciudad de México: Arquinza.
  • Zumthor, P. (2006). Atmósferas. Barcelona: Gustavo Gili.

[1] Morris Asimow (Milwaukee, 1906 – ¿?, 1982). Profesor de Ingeniería de Sistemas norteamericano.

[2] Leonard Bruce Archer (Londres, 1922 – Londres, 2005). Ingeniero mecánico británico.

[3] Hans Guglelot (Makassar, 1920 – Ulm, 1965). Arquitecto y diseñador industrial aleman.

[4] Christopher Alexander (Viena, 1936 – Binsted, 2022) Arquitecto y profesor universitario británico-estadounidense de origen austriaco.

[5] Bernhard E. Bürdek (1947) Diseñador industrial alemán.

[6] Bruno Munari (Milán, 1907 – Milán, 1998). Artista y diseñador italiano.

[7] Giu Bonsiepe (Glücksburg, 1934). Diseñador industrial, teórico y docente del diseño alemán.

[8] Académicos del instituto de la Vivienda de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo FAU de la Universidad de Chile, editores del libro “Metodología de diseño arquitectónico Edwin Haramoto. Adopciones y adaptaciones”.

[9] Arquitecto chileno japonés, decano de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile entre 1990 y 1994.

[10] Viene de la etnografía, según la RAE es el estudio descriptivo de la cultura popular.

[11] Werner Mathias Goeritz Brunner (Danzig, hoy Gdansk, 1915 – Ciudad de México, 1990). Escultor, poeta, historiador del arte, arquitecto y pintor mexicano de origen alemán.

[12] Juhani Uolevi Pallasmaa (Hämeenlinna, 1936). Arquitecto y profesor finlandés.

[13] Peter Zumthor (Basilea, 1943). Arquitecto suizo.

[14] Donald Norman (1935). Profesor norteamericano de la ciencia cognitiva de la Universidad de California, principal exponente del Diseño emocional.

[15] Patrick W. Jordan (Londres, 1967). Consultor en Diseño, Marketing y Estrategia de marca norteamericano de origen británico.

[16] Pieter Desmet (Rotterdam, 1983). Profesor neerlandés de “Diseño para la experiencia” en la Facultad de Ingeniería en Diseño Industrial en la Universidad Tecnológica de Delft.

[17] Deyanira Bedoya, Doctora en proyectos de innovación tecnológica por la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) en Barcelona España, maestra en Diseño y Biónica por el Instituto Europeo di Design en Milán Italia y Lic. en Diseño industrial por la UAM – X.

[18] Ciencia que estudia el sistema nervioso.

[19] Pruebas psicológicas (prueba que estudia el tiempo de reacción del individuo en hacer una tarea), la exploración neuropsicológica (prueba que estudia ejecución de una tarea en pacientes con áreas del cerebro afectada), estudios electrofisiológicos (electroencefalograma EEG, tomografía por emisión de positrones TEP, resonancia magnética nuclear funcional RMNf) y técnicas de imagen.

El dibujo y el croquis como herramientas de comunicación

Por Isaac Estrada Guevara.–

Hoy en día, gracias a los adelantos tecnológicos, se dispone de una gran cantidad de herramientas digitales para representar ideas, particularmente en lo relacionado al dibujo y al croquis. Programas de diseño, dibujo asistido por computadora y aplicaciones para tabletas y celulares hacen parecer que el dibujo es una actividad fácil, para la que no se necesita adquirir algún conocimiento, o requerir un adiestramiento previo. Estos programas poseen características que facilitan a una gran cantidad de personas la posibilidad de expresarse a través de ellos y de las representaciones visuales que generan.

Para hacer uso de estas herramientas, basta con disponer de una laptop o un dispositivo electrónico móvil así como de una cierta familiaridad, o intuición en el uso de las distintas herramientas que ofrecen los softwares de diseño para generar imágenes resultonas[1] de objetos desde diferentes vistas, perspectivas e incluso imágenes tridimensionales que hacen parecer que en realidad, no se requieren conocimientos previos ni de habilidades particulares para, a través del dibujo, expresar nuestras ideas.

Y es respecto a este fenómeno que me interesa reflexionar. No me considero un profesional de la vieja guardia, enceguecido y negado a las nuevas tecnologías, no es, tampoco, que la sencillez con la que se dispone hoy en día de estas herramientas esté mal, ni una cosa, ni la otra, pero sí me parece necesario establecer un sano equilibrio entre la vieja escuela y las nuevas tecnologías. Estas reflexiones, basadas en mi experiencia, buscan defender la utilidad y ponderar los dones del dibujo a mano, sin restar la valía, aportaciones, beneficios y devenir futuro de las nuevas tecnologías en materia de dibujo.

Para demostrar mi postura me permito explicar algunas cosas: Me formé académicamente como arquitecto, sin embargo, esa formación no inició el día que entré a la universidad, sino algunos años antes, mientras fui alumno del sistema de secundarias técnicas, donde era primordial formar a los estudiantes a través de talleres que permitieran a los alumnos desarrollar habilidades prácticas. El taller que yo elegí fue el dibujo técnico, así que desde la educación media básica me empecé a familiarizar con el dibujo a mano, ya que en ese entonces las computadoras personales eran algo impensable y ajeno a la cotidianeidad promedio de los alumnos y los profesores. Después continué mi educación media superior en un Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (C.E.C.yT.) del Instituto Politécnico Nacional[2] donde, por las propias características de los programas educativos del Politécnico, mi formación incluyó a lo largo de tres años clases de dibujo. Para cuando inicié mi formación profesional como arquitecto ya contaba con amplios conocimientos en materia de dibujo: dibujo técnico, representación gráfica, geometría descriptiva, perspectiva, dibujo constructivo y dibujo artístico. Junto a todo este conocimiento adquirido previamente, contaba con algo que solo pude adquirir a lo largo del tiempo: una mano habituada a dibujar, una mano/lápiz acostumbrada a seguir las órdenes que le enviaba el cerebro después de recoger información con los ojos.

Detalle de basamento de las pilastras de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Dibujo a lápiz.
Detalle de basamento de las pilastras de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Dibujo a lápiz. © Isaac Estrada Guevara

Mi acercamiento a las herramientas digitales se dio sólo hacia el final de mi formación profesional y de forma muy superficial, ya que las incipientes clases de dibujo asistido por computadora eran en ese momento, una asignación opcional en una fase muy incipiente, con un software que funcionaba por sistema operativo. Si bien hoy en día estoy familiarizado con ellos, creo que el dibujo a mano ha tenido múltiples beneficios en mi desempeño profesional.

Con base en toda esta formación, así como en mi experiencia profesional en el ámbito de la arquitectura y como docente de esta, considero que el dibujo a mano debería tener un lugar preferente en los planes de estudio dedicados a formar profesionales del diseño y de todo aquel que requiera del dibujo como un medio para expresar sus ideas.  Antes de iniciarse con las herramientas digitales, el dibujo a mano puede ofrecer una experiencia más enriquecedora. Implica, entre otras cosas, habituarse a conectar lo que estamos pensando o viendo con el lápiz en la mano y eso no siempre resulta fácil, porque implica, sobre todo cuando queremos representar algo que sólo está en nuestra mente, que aquello sea lo suficientemente claro –y aquí hay un sinfín de aspectos que tienen que ver con la enseñanza del diseño, cómo formulamos un diseño en nuestra mente y el modo que aquello que estamos pensando sea transmitido al binomio mano/lápiz– y que finalmente se refleje correctamente en el dibujo.

Si lo que queremos expresar con el dibujo no está del todo claro en nuestra mente, tendremos deficiencias técnicas para dibujarlo, no sabremos cómo dibujarlo/representarlo y además de todo esto tendremos una mano poco o nada habituada a dibujar. El resultado será un dibujo que no reconoceremos como aquello que habíamos imaginado y esto podría traer como consecuencia la frustración de la persona que se está formando como profesional. Lo mismo sucede si lo que queremos es dibujar algo que estamos viendo, si no estamos habituados al ejercicio de ver y de transmitir lo que vemos al binomio mano/lápiz, difícilmente podremos representar correctamente lo que nos interesa.

Levantamiento arquitectónico de la Parroquia de Santa María de la Asunción. Dibujo a lápiz.
Levantamiento arquitectónico de la Parroquia de Santa María de la Asunción. Dibujo a lápiz. © Isaac Estrada Guevara.

De ahí que los conocimientos en materia de dibujo y la habilidad de la mano para dibujar sean indispensables como herramienta de diseño, el dibujo a mano es una habilidad casi primitiva, muy parecida a la pintura rupestre que los seres humanos hicieron hace miles de años en cuevas, desde entonces y hasta ahora ese ejercicio sigue activando partes del cerebro necesarias para su desarrollo y fortalecimiento.

El dibujo a mano es un ejercicio mental útil en cuanto al análisis y al entendimiento de aquello que se quiere representar, además de su inmediatez: prácticamente todos los que nos servimos del dibujo como medio de comunicación sabemos lo útil que es tomar un lápiz y dibujar o garabatear ideas que, al cabo del tiempo, se convertirán en diseños formales, legibles, ejecutables y premiados que tuvieron un humilde y modesto inicio en una hoja de papel. Reconocemos la utilidad de estos dibujos sobre un papel cuando los usamos para comunicar a alguien una idea o para hacerle comprender algo. Desde un pequeño croquis para explicar cómo llegar a un sitio, hasta como se armará la cubierta para un edificio, esa inmediatez y accesibilidad casi omnipresente pone al dibujo a mano, varios pasos delante de las tecnologías más modernas.

Croquis del portal del Mercado Municipal de Amecameca, Edo. de Méx. Dibujo a tinta y plumón.
Croquis del portal del Mercado Municipal de Amecameca, Edo. de Méx. Dibujo a tinta y plumón.© Isaac Estrada Guevara.

Otro beneficio del dibujo a mano resulta del nivel de concentración que requiere. Cuando nos damos a la tarea de dibujar algo que está frente a nuestros ojos, bien sea para representarlo y a partir de ahí crear algo nuevo o simplemente para registrarlo, requerimos tanto de nuestros ojos como de nuestra mano y de mucha concentración para apreciar las sutiles diferencias en las formas, las proporciones, las distancias y las tonalidades de lo que dibujaremos. El tiempo que dedicamos a este ejercicio nos permite interiorizar ese objeto, tomar posesión de él, hacerlo nuestro desde lo visual, estableciendo una fuerte relación entre nosotros y el objeto.

A manera de conclusión me parece importante señalar que las nuevas tecnologías aplicadas al dibujo son por demás útiles y llegaron para quedarse, aún no podemos vislumbrar cuáles son sus límites, ni cuáles serán sus alcances y por esto y todo lo mencionado arriba es importante que quienes las utilizan tengan también una formación en dibujo a mano, con todo lo que implica. Para disfrutar además de una parte sumamente valiosa y enriquecedora del proceso de dibujo, para que las nuevas generaciones de arquitectos y diseñadores no se pierdan del placer de tomar una hoja en blanco y transformarla, a golpe de trazos, de borrones y de manchas, en el repositorio de aquello que hasta entonces sólo estaba en nuestra mente. 

[Publicado el 8 de febrero de 2023]
[.925 Artes y Diseño, Año 10, edición 37]

Referencias

  • Domínguez, F. (2003). Curso de Croquis y Perspectiva. Libronauta Argentina S. A. Buenos Aires.
  • Pallasma, J. (2014). La mano que piensa, Sabiduría existencial y Corporal en la Arquitectura. Gustavo Gili. Barcelona.
  • Travis, S. (2016). Cómo dibujar bocetos de arquitectura y diseño interior. Gustavo Gili. Barcelona.

[1] Que gusta por su aspecto agradable.
[2] https://www.ipn.mx/

La forma, el algoritmo del diseño: deconstruyendo los fundamentos hacia las nuevas ecuaciones de los sistemas visuales

Por Adriana Paredes Martínez.–

La forma pertenece a un tronco común que establece el factor de conocer y utilizar un lenguaje desde lo general, la taxonomía y posibles usos sólo manejando a la forma por la forma. El diseño gráfico, arquitectónico, multimedia, industrial, y las artes visuales son hermanados por principios morfológicos que se sustentan a partir de los geométricos, dando lugar a la estructura y la manipulación de ella en un binomio geomorfológico. Todos ellos empiezan utilizando un primer “alfabeto” que relaciona mente-imagen; generamos constructos mentales a partir de la observación del entorno y nuestra realidad y tratamos de expresarlos y darles vida, la traducción de lo mental a lo visual se convierte en una cotidianeidad que cada vez exige mayores alcances dentro del vocabulario para desarrollar enunciados, frases y discursos capaces de mantener comunicación no verbal.

Lograr el dominio del lenguaje formal sólo es posible analizando cada una de sus reglas. Referirse al lenguaje geométrico y morfológico determina establecer tres niveles de visualización: formal, simbólico y espacial. Dados los tiempos actuales donde el desarrollo visual delega la mayoría de su materialización en herramientas tecnológicas, se ha perdido el vínculo con el origen, el principio que fundamenta cualquier manifestación no importando su grado de representación. Si bien el ser humano es el actor que funge como creador en el mundo de las imágenes, éstas han sido proporcionadas desde el mundo natural en perfecta armonía y concordancia con todo lo que nos rodea.

La organización de la materia da origen a la definición formal, así mismo la organización de esas formas brindan esquemas definidos que incluso se han llevado hasta lo que conocemos como el diseño de la información y que brindan los esquemas infográficos, diagramas de funcionamiento, árboles de navegación, organigramas por mencionar algunos. Ramificaciones, fractales, apilamientos, son sólo algunos modelos replicados de lo natural a lo cultural y tecnológico, parece que cada vez más pasa desapercibido el ejercicio de abstracción que hace reflexionar que todo aquello que en estos momentos nos hace “amigable” la comunicación, nos ha pertenecido de manera clara y franca desde los inicios de lo que nos rodea sin patentes ni divisiones del conocimiento.

La forma es antes que nada la consecuencia de un proceso de adaptación surge de la cotidianidad sumergida en la concepción de un mundo natural esparcida y que cumple una función; si la misma observación da un manual de uso y comportamiento de la forma, es ilógico pensar que no existe correlación con el comportamiento del ser humano, ya que ese “ser” es el mismo que ha llevado y difundido los principios para continuar con su diseño desde varios ojos y asociaciones. Es la forma natural la que brinda los lineamientos “gramaticales” para la construcción de un lenguaje; interpretado mediante la mímesis que se han adaptado estructuras, mecanismos, organizaciones y diversas disposiciones espaciales en un sentido natural hacia la forma cultural que es aquella que cuenta con la intervención del ser humano.

La forma se presenta como un ente universal y cosmogónico, desde su concepción estructural y su ubicación dentro del espacio ha trascendido a lo sagrado y simbólico. Su origen natural ha conducido el estudio de formas culturales abstractas, geométricas, matemáticas, tipográficas, etcétera. Tan finita e infinita a la vez, su manera de presentarse, modificarse y adaptarse a la realidad que le toca vivir la convierte en el lenguaje idóneo para la comunicación visual. El antecedente de su representación natural hacia la interpretación humana establece una conexión entre geometría y matemáticas. La Geometría Sagrada a través de imago mundis y la concepción del centro como intersección de ejes, crea un vínculo entre lo sagrado y lo terrenal. “La geometría existió́ antes de ser creadas las cosas, es tan eterna como el Espíritu Divino; es el mismo Dios y ha aportado los arquetipos para la creación del mundo de acuerdo con lo expresado por Johannes Kepler en su obra Harmonices Mundi[1], de 1619.

bourtange
La Bourtange, Países Bajos. La fortaleza fue construida por Guillermo I de Orange para defender el camino que unía Alemania con Groningen, en una época en la que la región era controlada por tropas españolas.

Si desde la concepción sagrada existe el punto como referencia de intersección y a partir de ahí se esquematiza el espacio, esa similitud es compartida desde el momento de la creación visual al estipular ejes bidimensionales, ubicación e inicio de la forma; si se empieza a generar el algoritmo, es el 3 uno de los dígitos fundamentales del diseño. El ser humano delimita a partir de un CENTRO, la composición gráfica ve su inicio a partir de un centro y subsecuentemente el uso de cada elemento visual desde su construcción ve su origen desde un centro. La particularidad se extiende y cobra importancia un simple “punto” cuando nos asomamos más allá de nuestro monitor.

En 1923, Kandinsky propuso una correspondencia universal entre las tres formas elementales y los tres colores primarios: el dinámico triangulo es esencialmente amarillo; el estático cuadrado, intrínsecamente rojo; y el sereno circulo, naturalmente azul. Hoy, la ecuación ha perdido su pretensión de universalidad y funciona como un signo flotante capaz de adquirir numerosos significados, entre los cuales está el de representación de la Bauhaus. (Lupton, 2019: 9) Es entonces, que la estructura y sustento de la forma, sus fundamentos estipulados en punto, línea y plano, triángulo, cuadrado y círculo, crea una triada de 3+3. La relación entre ellos es constante pero variable; existe asociación y jerarquía, forma visual y conceptual. La organización de elementos, y definirlos de manera separada y en conjunto, son de los primeros conocimientos que establece el código visual. Refiriéndonos al tres, ¿Será mera coincidencia que nuestro campo de representación está dirigido por triadas?

Las 3 formas como conceptos: Ilustración realizada por la autora.
Las 3 formas como conceptos: Ilustración © Adriana Paredes Martínez.

Cada una de estas triadas tienen su campo de representación desde el uso de instrumentos y herramientas de trazo hasta el manejo digital, corresponden a nuestro A, B, C de la forma para empezar a sustentarla y, queda implícito –más no claro– que quien no domine sus alcances, materialización y uso, por supuesto, trasladará las limitantes “de no hablar”, el campo semántico, no importando contar con la más alta tecnología o el software más avanzado, el lenguaje es universal y debe dominarse.

Desde las diferentes escuelas hasta nuestros días, la forma geométrica es el factor común entre disciplinas, para traducir la idea mental hacia el papel. Gombrich acota perfectamente que el hombre es sensible a percibir de primera instancia las formas geométricas debido a la simpleza que presentan. Así la forma guarda una extrema semejanza con los principios matemáticos. El proceso creativo desde la naturaleza hacia la construcción de formas en el diseño existe por cuatro operaciones universales. Así la forma guarda una extrema semejanza con los principios matemáticos.

Las 4 operaciones: Ilustración realizada por la autora.
Las 4 operaciones: Ilustración © Adriana Paredes Martínez.

Es a través de éstas cuatro operaciones que se generan las más diversas acepciones desde lo complejo hasta lo rebuscado; son estas operaciones una constante del poder creativo y resulta ser más común marcar las diferencias entre saberes que los vínculos; la poca visión del lenguaje formal radica en que el ejercicio de “deconstrucción” parece no ser cercano a nosotros y si tan sólo practicáramos asociaciones multidisciplinarias de manera lúdica nos sorprenderíamos en los resultados.

De acuerdo con Berlo (2000) el lenguaje incluye un sinnúmero de símbolos significantes, pero también algo más. El lenguaje es un sistema que implica tanto los elementos como las estructuras. Como en todo sistema, podemos definir las unidades elementales y estructurales a distintos niveles, según el propósito. A todo nivel, empero, el lenguaje comprende un conjunto de símbolos (vocabulario) y los métodos significativos para combinar esas unidades (sintaxis). Una gramática es la descripción de las características de la estructura del lenguaje (Ríos, 2010: 7). El contexto actual del Diseño necesita establecer varios verbos de acción que sean acordes a los cambios constantes y que a la vez guarden la continuidad del saber en favor de la universalidad que rodea nuestro lenguaje a través del uso de formas y que nos permite hermanar con otras disciplinas.

La génesis o retorno al origen que exige la formación del diseño es un lazo comunicante donde se reclama la fundamentación como un ciclo infinito y renovador. Si nuestros propios códigos surgen de la naturaleza y es el diseñador un ente biológicamente constituido que cuenta con una manera de entender el mundo y a la vez formamos parte de una sociedad, no es descabellado pensar en la forma como el algoritmo del diseño, como conjunto ordenado de operaciones que permite hallar la solución de un problema, que si bien se pueden usar los mismos elementos, cada ser, al momento de diseñar y crear, obtendrá resultados diferentes; estos diversos puntos de vista hablan de la versatilidad del uso del lenguaje visual a través de la conceptualización de la forma.

Definir la forma desde el contexto natural es una visión contemplativa, desde lo general, la observación del fenómeno permite derivar las ramas y diferentes enfoques derivados de la misma observación. Una constante puede ser contemplada con diferentes puntos de vista; la solución del problema presenta “ecuaciones” que prueban una y otra vez diversas salidas, experimentos y versiones de una misma operación. La forma es el ente general que deriva distintos perfiles de estudio en la búsqueda del mejor resultado. 

[Publicado el 8 de febrero de 2023]
[.925 Artes y Diseño, Año 10, edición 37]

Fuentes de consulta

  • Bergamini, D. (1968) Matemáticas. México, Multicolor
  • Gombrich, E. H. (1999). El sentido del orden. Madrid, Editorial Debate
  • Focillon, Henry. (2010). La vida de las formas. México, UNAM
  • Lupton, E. (2019). El ABC de la Bauhaus. La Bauhaus y la teoría del diseño. México, Gustavo Gili
  • Oviedo Fadul, A. (2004) Diseño. Estructurado de Algoritmos. Sincelejo
  • Roob, A. (2006). Alquimia y mística. Barcelona, Taschen
  • Vanden Broeck, Fabricio. (2000) El diseño de la naturaleza o la naturaleza del diseño. México, UAM
  • Bernal Rosales, O. J., & De Hoyos Martínez, J. E. (2012). El mito fundacional de la ciudad. Una visión desde la Geometría Sagrada. Nova Scientia, 4(8),90-109. [fecha de Consulta 29 de Noviembre de 2022]. ISSN: Recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=203324394006
  • Ríos Hernández I. (2010). El lenguaje: herramienta de reconstrucción del pensamiento. ‘Razón y Palabra’, Primera revista electrónica en América Latina especializada en comunicología, 72, 1-25. http://www.razonypalabra.org.mx/N/N72/Varia_72/27_Rios_72.pdf

[1] Harmonices mundi (La armonía de los mundos) es el libro en el que el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler (Weil der Stadt, 1571 – Ratisbona, 1630) expuso la primera formulación de la tercera ley del movimiento planetario.

Vagones musicales de circo y camiones de helado: portabilidad simultánea como generadora de experiencias

Por Gonzalo Enrique Bernal Rivas.–

La arquitectura temporal y portátil se ha abierto camino a lo largo de la historia, mientras, los avances tecnológicos han permitido que el sonido y la música sean grabados y reproducidos en diferentes soportes, cambiando nuestra relación con ella. Daniel T. Neely señala que “La movilidad juega un papel importante en la manera en que las personas vivencian… la música[1]”, y cuando ambas, la arquitectura portátil y el sonido o la música portátil ocurren simultáneamente se producen experiencias.

Existen dos casos, los vagones musicales de circo y los camiones de helado, en los que la portabilidad sincrónica entre la arquitectura y el sonido resultan de interés, especialmente aquellos que desde el siglo XIX se han desarrollado en Estados Unidos. Los dos se distinguen, presumiblemente, por su intención de generar experiencias similares relacionadas con el esparcimiento.

El esparcimiento tiene un vínculo históricamente muy importante con la arquitectura temporal que existe solamente mientras se hace un paréntesis en la vida cotidiana; pero también con su portabilidad, que permite que el sitio de la pausa no sea siempre el mismo. El esparcimiento, existente entre periodos de normalidad, tiene también una relación relevante con la música porque existe solo mientras es interpretada; pero también con su portabilidad, independientemente de todo avance tecnológico.

Según Pedro Azara, el término en griego skenao, era usado para expresar la idea de “dar una fiesta en una carpa”. El escenario de esa fiesta, al igual que en la representación teatral, solamente existía mientras el tiempo estaba suspendido, durante el estado de excepción en el que las reglas se suspendían. También Azara explica que la palabra escena está relacionada con el vocablo griego skene, utilizada antiguamente para referirse a cualquier construcción primitiva de madera o a una tienda de campaña, que nos recuerda la idea de protección, de estar cubierto, en un espacio separado y personal. La escena recrea el hogar y se cierra al espacio exterior que está lleno de peligros.

Portátil, en general, describe algo que puede moverse. Particularmente, desde el campo de la arquitectura, Robert Kronenburg señala que “la arquitectura portátil consiste en estructuras que están destinadas a un montaje fácil en un sitio alejado de su fabricación[2]”.

Por otra parte, en términos de sonido y música portátil, debemos considerar que mucho antes de que el sonido pudiera ser grabado y reproducido, los instrumentos podían viajar mientras eran tocados por ejecutantes que en ocasiones no eran músicos. Fred Dahlinger Jr. señala que, en el circo estadounidense, desde sus inicios en 1793, y hasta la aparición de la tecnología necesaria para reproducir sonidos, era común que se contrataran músicos para acompañar las presentaciones. Y aunque no menciona la presencia de sonidos o música en vivo, sí indica que desde que los circos estadounidenses usaron por primera vez las carpas que viajaban por tierra en vagones y carruajes tirados por caballos, en 1825, incluyeron el uso de sonidos inusuales para anunciar la llegada del circo. Es natural pensar que si se hacía un esfuerzo por transportar pesados órganos itinerantes para acompañar a la caravana que hacía publicidad, anteriormente se incluyeran otros instrumentos cuyos sonidos creados en vivo no representaban un esfuerzo tan importante. [Véase figura 1].

Figura 1. “John Robinson’s 10 big shows combined 75th year of the oldest circus and menagerie on earth.” (Los 10 grandes espectáculos de John Robinson combinan el año 75 del circo y la colección de animales salvajes más antiguos del mundo), 1899. (Bajo licencia No known restrictions on publication. Disponible en: https://picryl.com/media/john-robinsons-10-big-shows-combined-75th-year-of-the-oldest-circus-and-menagerie)
Figura 1. “John Robinson’s 10 big shows combined 75th year of the oldest circus and menagerie on earth.” (Los 10 grandes espectáculos de John Robinson combinan el año 75 del circo y la colección de animales salvajes más antiguos del mundo), 1899. (Bajo licencia No known restrictions on publication. Disponible en: https://picryl.com/media/john-robinsons-10-big-shows-combined-75th-year-of-the-oldest-circus-and-menagerie)

Además, la fecha más antigua señalada por Daniel T. Neely en que se agregaron campanas para anunciar la venta a un vehículo automotor es 1920. Sin embargo, el autor también reconoce que mucho antes, aunque no especifica una fecha, las campanas fueron usadas por vendedores ambulantes que ofrecían sus productos en vehículos no motorizados tan simples como las carretillas.

La simultaneidad en la portabilidad arquitectónica y sonora-musical presente en los vagones musicales de circo y en los camiones de helado ha favorecido la generación de experiencias que no siempre son positivas. Entre ellas señalaremos dos: la experiencia de la sinestesia y la experiencia del racismo.

La experiencia de la sinestesia producida por los vagones musicales de circo y los camiones de helado

Una referencia clásica sobre este rasgo psicológico desde el ámbito del arte, es la teoría propuesta por Wassily Kandinsky[3] según la cual cada tono cromático corresponde a un tono musical, aunque en el contexto de los camiones de helado el propio Neely, menciona que en 1920 la compañía Good Humor[4], usó camiones blancos y uniformó a los empleados de ese mismo color para comunicar la idea de limpieza visual, la cual se hizo coincidir sonoramente con el uso de campanas de trineo, un sonido invernal que iba muy bien con el blanco y que, además, recordaba el timbre de los aparatos, tan populares en las fuentes de sodas durante el siglo XIX, que reproducían música al insertar una moneda. “Usar este sonido agradable para convocar a las personas a la orilla del camino por una golosina congelada ayudó a convertir los camiones de Good Humor en un espectáculo para ser escuchado, después visto y patrocinado.[5][Véase figura 2].

Figura 2. “Good humor vendor” (Vendedor de Good Humor), GRUBBXDN, 2015. (Bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International. Disponible en: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Good_Humor_Vendor_1966.jpg#file [última consulta el 20 de febrero de 2022])
Figura 2. “Good humor vendor” (Vendedor de Good Humor), GRUBBXDN, 2015. (Bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International. Disponible en: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Good_Humor_Vendor_1966.jpg#file [última consulta el 20 de febrero de 2022])

En el contexto del circo, para que el impacto visual fuera tan grande como el sonoro, la decoración tuvo un papel muy importante. Una muestra de ello es el vagón de órgano, descrito por Dahlinger, del espectáculo Salvaje Oeste de Pawnee Bill[6] de 1904. Dicho vagón, hecho por la compañía Fulton & Walker[7], contenía un órgano de banda militar fabricado por la compañía de carruseles Dentzel[8], la cual también se encargó de la decoración en relieve. Destaca la tubería falsa que tenía a ambos lados [Véase figura 3].

Figura 3. Vagón de órgano del Salvaje Oeste de Pawnee Bill (1904). (Fuente: Dahlinger Jr., Fred. (2000). Mechanical Organs of the American Traveling Circus, Menagerie and Wild West. The Official Journal of the Carousel Organ Association of America, 4, pp.6-15.)
Figura 3. Vagón de órgano del Salvaje Oeste de Pawnee Bill (1904). (Fuente: Dahlinger Jr., Fred. (2000). Mechanical Organs of the American Traveling Circus, Menagerie and Wild West. The Official Journal of the Carousel Organ Association of America, 4, pp.6-15.)

Tanto en los camiones de helado como en los vagones musicales de circo, la unión del sonido o de la música con el color y con la decoración, respectivamente, generó una experiencia de alto impacto. El atractivo de los colores y formas, así como la presencia del sonido más allá de lo que se puede ver, unieron fuerzas para indicar al espectador que un momento de esparcimiento estaba por llegar.

La experiencia del racismo generada por los vagones musicales de circo y los camiones de helado

La segunda experiencia que deseamos destacar, generada por vagones musicales de circo y camiones de helado es la presencia del racismo. Dahlinger explica que los primeros órganos (en la segunda década del siglo XIX), no tenían dispositivos de percusión, por lo que el dueño de la casa de fieras contrataba, además del organista, a un percusionista para acompañar o incluso a alguien que tocara el violín o el clarinete. El organista era generalmente un hombre blanco joven o un negro. Los negros se asociaron tan fuertemente con la acción de dar vuelta a la manivela que algunos fabricantes de carruseles incluyeron figuras mecánicas con ese rasgo en los organillos.

Por otro lado, la compañía Good Humor, líder en la industria del helado en Estados Unidos ha reconocido que una de las melodías más conocidas de los camiones de helado, “Pavo en la paja[9] tiene raíces racistas. En su sitio web, la compañía explica que, aunque esta melodía folclórica, de origen inglés e irlandés, originalmente no hacía insinuaciones racistas, fue usada en Estados Unidos desde los años 1800 con una letra ofensiva en espectáculos minstrel, “un entretenimiento teatral antiguo que consistía en canciones, danzas, giros cómicos, etc., típicamente ejecutado por un grupo de actores blancos maquillados como negros[10].” Good Humor no tiene camiones para venta de helados desde los años 1970, pero como pionero de los camiones motorizados de helado acompañados con sonido, y para celebrar su centésimo aniversario, contrató al rapero RZA[11] para componer una melodía nueva, misma que está siendo distribuida a todos los choferes de camiones de helado del país. [Véase figura 4].

Figura 4. “RZA by Gage Skidmore” (RZA por Gage Skidmore), Gage Skidmore, 2018. Bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported. Disponible en: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:RZA_by_Gage_Skidmore.jpg)
Figura 4. “RZA by Gage Skidmore” (RZA por Gage Skidmore), Gage Skidmore, 2018. Bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported. Disponible en: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:RZA_by_Gage_Skidmore.jpg)

El racismo existente en los vagones musicales de circo y en los camiones de helado nos recuerda que las experiencias de recreación no siempre fueron tales. El sonido del órgano en la caravana de un circo, la reproducción de “Pavo en la paja” en los camiones de helado y la presencia de empleados que giraban manivelas o de autómatas de piel negra era un recordatorio de la segregación y del sitio que debían ocupar las personas afrodescendientes en la sociedad estadounidense del siglo XIX y XX.

Conclusiones

En la práctica, la portabilidad en arquitectura y música se han desarrollado simultáneamente en casos particulares como son los vagones musicales de circo y los camiones de helado, pero teóricamente hemos encontrado poca evidencia de que los caminos que han transitado se han cruzado. Una muestra de ello son las fuentes que hemos revisado. Sus autores se han mantenido al margen de lo que pueda ocurrir en otras prácticas artísticas o se han referido tangencialmente a las aportaciones de las disciplinas diferentes a la suya. Hacen falta estudios en los que se examine la portabilidad en el arte desde una perspectiva transdisciplinar, entendida como un espacio de creación y/o análisis compartido por dos o más disciplinas.

Finalmente, en los dos casos analizados, aunque la portabilidad se ha relacionado históricamente con el esparcimiento y suponiendo que tuvieran la intención de generar una experiencia positiva sobre los usuarios, las vivencias producidas no siempre fueron tales. Un ejemplo es la experiencia del racismo que se favoreció. Esto recuerda el carácter personal y único de la experiencia y la gran diversidad de experiencias que pueden producirse al usar un mismo estímulo. 

[Publicado el 5 de agosto de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 35]

Referencias

  • Azara, P. (2000). Arquitectos a escena: escenografías y montajes de exposición en los 90. Barcelona: Gustavo Gili.
  • Dahlinger Jr., F. (2000). Mechanical Organs of the American Traveling Circus, Menagerie and Wild West. The Official Journal of the Carousel Organ Association of America, 4, pp.6-15.
  • Kandinsky, W. (2008). Du spirituel dans l’art, et dans la peinture en particulier. Paris: Denöel.
  • Kronenburg, R. (2008). Portable architecture. Design and technology. Basel: Birkhäuser Verlag.
  • Neely, D. T. (2014). Ding, ding!: The commodity aesthetic of ice cream truck music. En Mobile music studies (146-171). Nueva York: Oxford University Press
  • –––. (2020). Good humor joins forces with musical genius, RZA. 20 de febrero de 2022, de Good humor Sitio web: https://www.goodhumor.com/us/en/jingle.html

[1] “…mobility plays a major role in how people experience an ice cream truck’s music.” (Traducción del autor). Neely, D. T. (2014). Ding, ding!: The commodity aesthetic of ice cream truck music. En Mobile music studies (146-171). Nueva York: Oxford University Press, p. 159
[2] “Portable architecture consists of structures that are intended for easy erection on a site remote from their manufacture” (Traducción del autor). Kronenburg, R. (2008). Portable architecture. Design and technology. Basel: Birkhäuser Verlag, p.8
[3] Vasily Vasílievich Kandinsky. (Moscú, 1866 – Neuilly-sur-Seine, 1944). Pintor y teórico ruso.
[4] https://www.goodhumor.com/us/en/home.html
[5] “Using this pleasing sound to summon people to the roadside for a frozen treat helped turn Good Humor’s trucks into a spectacle to be heard, then seen and patronized.” (La traducción es propia) Neely, Daniel T. (2014). Ding, ding!: The commodity aesthetic of ice cream truck music. En Mobile music studies (146-171). Nueva York: Oxford University Press, p. 151
[6] Gordon William Lillie (Bloomington, 1860 – Pawnee, 1942). Conocido profesionalmente como Pawnee Bill, actor estadounidense dedicado a espectáculos del Salvaje Oeste.
[7] Fulton & Walker Company fue un fabricante estadounidense de vehículos de motor entre 1899 y 1901, tuvo su sede en Filadelfia, Pa. E.U.A.
[8] G. A. Dentzel Company fue una compañía estadounidense constructora de carruseles entre 1867 y 1928, tuvo su sede en Filadelfia, Pa. E.U.A.
[9] “Turkey in the Straw” es una famosa canción folklórica de los Estados Unidos, que se remonta a principios del siglo XIX. La primera versión musical comercializada apareció entre 1829 y 1834 en Nueva York o Baltimore. Tanto George Washington Dixon, Bob Farrell, como George Nichols afirmaron haber escrito la canción, sin embargo, la autoría nunca ha sido aclarada.
[10] “A former theatrical entertainment consisting of songs, dances, comic turns, etc, typically performed by a troupe of white actors wearing black face make-up.” (Traducción del autor). –––. (s.f.). minstrel show [definición]. 20 de febrero de 2022, de Collins dictionary Sitio web: https://www.collinsdictionary.com/dictionary/english/minstrel-show
[11] Robert Fitzgerald Diggs (Brooklyn, 1969). Conocido como RZA o Bobby Digital es un rapero, productor y actor estadounidense, creador del grupo neoyorquino de East Coast rap Wu-Tang Clan.

La influencia de la Bauhaus en la didáctica, en el diseño y arte contemporáneo: Entrevista a Ingrid Fugellie

Por Carolina Magaña Fajardo y Mónica Puigferrat Novella[1].–

La Bauhaus es aún considerada un referente indispensable en la enseñanza artística del siglo XX, con sus respectivos postulados y aportaciones didácticas a lo largo del siglo XX y XXI[2]. Recordemos que Staatliche Bauhaus (Casa de la Construcción Estatal) fue la primera escuela de artesanía, artes, diseño y arquitectura reconocida mundialmente por su aportación en el diseño. Inició en 1919 en Weimar, Alemania y se cerró en Berlín en 1933. Tuvo tres periodos importantes con tres diferentes direcciones. Raquel Franklin lo expresa de la siguiente manera:

“Tenemos que entenderla como producto de su tiempo, de sus circunstancias y como parte del proceso de transformación del ideal de la Bauhaus. Para la primera época con Gropius estuvo caracterizada por el expresionismo, el ideal era arte y artesanía como una unidad. Para 1923 con Mies Van De Rohe su lema fue “arte e industria: una unidad” y por último en Dessau con Hannes Meyer querían una Bauhaus al servicio de la sociedad (…) por tanto, la Bauhaus más que una escuela fue una idea y eso fue lo que sobrevivió[3]”.

La “casa de la construcción” dejó un gran legado pedagógico y bases disciplinares de una nueva profesión tanto para el diseño (industrial, gráfico, de moda, de joyería, textil), como en la arquitectura, en el diseño de interiores e incluso en el arte. Todas ellas buscaron la conceptualización basada en la teorización sujeta a prioridades económicas y tecnológicas del momento[4].

Si bien a lo largo de este siglo se ha trazado muy claramente la trayectoria de la mayoría de sus miembros en Alemania, así como sus aportaciones posteriores al cierre de la escuela, todavía quedan por estudiar las influencias en México y las aportaciones indirectas de las mujeres de esa generación, pero con el reconocible sello de la Bauhaus tanto en la didáctica como en el arte contemporáneo en México.

Por ello, el objetivo de este documento es exponer la vivencia de Ingrid Fugellie, una reconocida artista visual y académica de la Facultad de Artes y Diseño[5] de la UNAM, quien ha desarrollado una importante labor en gestión cultural y cuyos estudios de licenciatura se vieron influenciados directamente por la didáctica de la Bauhaus.

Antes que todo, comentaremos que Ingrid es originaria de Punta Arenas, Chile, y ciudadana mexicana desde 2009. Como artista visual inició su trayectoria en 1985 exponiendo en espacios culturales, galerías y museos de América Latina y del Norte, África y Europa. En gestión cultural ha colaborado en la organización y coordinación de colectivos artísticos. Destacó su participación como fundadora de Das Kapital, propuesta de galería experimental (2010-2011). Es autora de Palabras que ignoro (2017-2018, Autonomía Ediciones), Reloj de Arena (2016-2018, inédito), Origen y fundación del diseño moderno. Siglos XIX y XX (Fontamara, México, 2015), Estado del tiempo. Relatos mínimos (Publicación independiente, México, 2015), Imagen visual de las adicciones y varias más.

Como investigadora y docente en el campo de la cultura visual ha publicado capítulos, artículos y ensayos en antologías y revistas de difusión científica y artística. En 2018 fue acreedora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz.

 Ingrid Fugellie inició sus estudios en la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas, en 1986 cuyo plan académico era llamado de “materias aisladas”, de tal suerte que el alumno podía hacer la curricula. Fue entonces que Fugellie se interesó en historia del arte en México, en grabado, y en historia del arte latinoamericano. Más tarde ganó el examen de oposición de la asignatura en Psicología del diseño.

Ingrid Fugellie es originaria de Punta Arenas, Chile y ciudadana mexicana desde 2009. Como artista visual inició su trayectoria en 1985 exponiendo en espacios culturales, galerías y museos de América Latina y del Norte, África y Europa.
Ingrid Fugellie es originaria de Punta Arenas, Chile y ciudadana mexicana desde 2009. Como artista visual inició su trayectoria en 1985 exponiendo en espacios culturales, galerías y museos de América Latina y del Norte, África y Europa.

CM/MP: Su formación como artista plástica se ha caracterizado por intuir la pintura, el dibujo, el collage, el grabado, la fotografía, además de la narrativa, la poesía y el ensayo, mismos que en ocasiones se integran también en su obra visual. En la Bauhaus, el estudiante es como una especie de aprendiz, que debe aprender de los oficios que posteriormente podían ser útiles en la decoración o articulación de espacios habitables, ¿qué similitudes encontraste en tú plan de estudios con el de la Bauhaus?

IF: Mucho se ha dicho que el modelo de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ENAP (hoy FAD UNAM), era la pedagogía de la Bauhaus, pero yo no estaría de acuerdo, porque yo tengo una información a posteriori de la Bauhaus. Me parece que es un experimento que realmente valió la pena en su época y que efectivamente buscaba integrar saberes y sobre todo unificar teoría y práctica. Este punto me parece fundamental para hoy en día y creo que es un problema muy grave de todas las escuelas orientadas a la cultura visual.

Creo que tanto en Diseño, en Artes y en Arquitectura –como en cualquier ámbito, digamos, de la cultura visual– hay una separación drástica entre teoría y práctica. Por ejemplo, en la Facultad hay días de taller y hay días de materias teóricas, cuando en realidad en la Bauhaus no se dio así. Digamos que cada asignatura estaba conformada por dos profesores, de forma que se enseñaba la parte teórica y la parte manual al mismo tiempo, como en el caso de los textiles o el trabajo con la madera o con los metales.

Fue una idea fantástica que se trató de implementar hace algún tiempo en la Facultad, pero los profesores tienen generalmente una formación fragmentada en ese sentido, entonces es un poco difícil. La teoría debe ser la sistematización de la práctica, es decir, la articulación de un saber, de un conocimiento; debe dejar constancia de una praxis e irle añadiendo ciertas estructuras teóricas que han existido en la historia y, a su vez, transformarlas dependiendo de la experiencia obtenida.

La Bauhaus tuvo un itinerario complejo, un tanto problemático, porque fue un proyecto insertado en el campo de la política de principio a fin. Aprendían las pautas básicas de diferentes oficios y el trabajo con materiales nuevos para la elaboración de todo tipo de objetos, desde el tenedor hasta un edificio. De esta forma al egresar de la escuela, contaban con una formación completa: dibujo, modelado, fotografía, diseño de muebles, escenografías, danza, tipografía, etc. Por tanto, fusionaban las actividades artísticas y constructivas.

Hacia la fase final de la Bauhaus, talleres que estaban estrechamente vinculados con lo que se pedía en el mercado y fue ahí donde las mujeres tuvieron un papel fundamental. Alma Buscher[6], alumna de la Bauhaus, por ejemplo, logró diversificar la oferta del mercado diseñando material didáctico, juguetes, mobiliario infantil, –hoy todavía utilizados– e incluso publicó algunos ensayos sobre un proyecto de una casa que tuviera diferenciadas las necesidades de los pequeños que vivirían ahí.

CM/MP: Claro, entiendo. El diseño de la Bauhaus retomó y se inspiró en el arte contemporáneo de su momento: en las vanguardias. Y fue reflejo de las necesidades de esa sociedad. Al paralelo cómo ve usted aquí en México, de qué manera cree que el arte contemporáneo se encuentra en alguna propuesta en la actualidad, ¿hay algún símil?

IF: Bueno mira, no creo que fuese su modelo el arte, sino que el arte cambió. Durante la segunda mitad del siglo XIX el arte fue cuestionado. Podemos recordar las ferias internacionales que se celebraron en Europa, curiosamente en Alemania e Inglaterra principalmente, donde expusieron las propuestas de William Morris[7], Arts & Crafts[8] y del movimiento Art Nouveau[9]. Es decir, no fue casualidad que la Bauhaus se haya instalado en Alemania. Siempre existió una gran comunidad de artistas con diferentes posiciones. Por tanto, fue fácil que se transmitiera fácilmente el conocimiento y la forma de hacer la artesanía dado el tamaño territorial de Europa.

Por tanto, yo creo que el diseño de la Bauhaus fue producto de una transformación, de un cuestionamiento del arte oficial; y el arte contemporáneo hoy por hoy es el arte oficial per se. Los temas políticos siempre privilegian una determinada estilística porque tiene algún interés, les sirve a sus intereses.

El arte contemporáneo sirve al capitalismo global, a la etapa neoliberal en la que vivimos. Es decir, lo que necesita este sistema son consumidores y ese es un grave problema del diseño, sobre todo del diseño llamado social. ¿Qué necesita este sistema global? consumidores. No necesita trabajadores porque cada vez más las máquinas se están haciendo cargo de todo.

Entonces, ¿Qué pasa con el arte contemporáneo? que en realidad es el arte conceptual originado en los años de 1960, es un arte que nadie entiende, es fantástico. Porque así tú vas al museo y no entiendes nada y aun así tiene un gran valor monetario si ha estado expuesto en los grandes museos extranjeros como en el Louvre[10] o el Metropolitan[11] o en la Bienal de Venecia[12] por mencionar algunos.

También hay otra variable que se toma en cuenta para valorar la obra de arte y es el material y la técnica que en algunas ocasiones no está obedeciendo cien por ciento la obra del artista que lo creó. Yo creo que lo importante es establecer como una normativa de lo que es arte y diferenciarlo de lo que no es arte que hacen las instituciones. Por tanto, yo sí creo que más bien el arte contemporáneo ha seguido al diseño, porque, el diseñador no ejecuta ni es gestor de su proyecto, sino sólo desarrolla una idea.

El diseño puede ser concebido como arte y el arte puede ser concebido como diseño. Yo creo que son disciplinas que no se pueden definir como absolutos disciplinares, sino que son situacionales. Digamos, un artista puede ejercer una tarea de diseñador, y un diseñador, puede hacer arte.

CM/MP: Mencionó las obras de Alma Buscher, alumna de la Bauhaus. Actualmente ¿cómo ve el papel de la mujer, comparándolo digamos con la Bauhaus, con toda esa época? ¿ha habido cambios en este siglo con respecto a la postura de la mujer en el terreno del arte y el diseño?

IF: Bueno, sí ha habido algunos cambios, pero en algunos casos son sutiles. Si tomamos en cuenta que vivimos en un sistema patriarcal donde la mayor parte de las decisiones son tomadas por hombres, y esto no tiene que ver con que aumente la cantidad de mujeres que participen en el Congreso o que sean directoras de una entidad universitaria, pues eso no garantiza de que ellas tomen decisiones. Yo he visto asuntos que se alejan bastante de eso, digamos muchas veces es como una mascarada, algo más aparente que real. A veces tanto a los hombres como a algunas mujeres les cuesta aceptar que la mujer es un ser pensante, completo, con capacidades reflexivas, propositivas, y, aun así, la última palabra está ubicada en el área masculina y lamentablemente algunas mujeres son reproductoras de esa situación.

Ahora bien, si tú ves la proporción que existe entre los maestros y del estudiantado en algunas facultades, el grosso son mujeres entre profesoras de carrera, investigadoras y alumnas. Lo que te dice es que, a diferencia de la Bauhaus, las mujeres están mucho más integradas y aceptadas en las carreras de la Universidad.

Yo pertenezco a una generación de feministas, pues en los años 70`s defendimos con nuestras vidas nuestras posturas con respecto a nuestra integridad, dignidad y con los años hemos asumido el costo. Digamos que esa actitud de defensa de la propia identidad y de las capacidades propias fue agotador, cansado; pero el hecho de que las nuevas generaciones empiecen a tomar posturas a veces muy reduccionistas y esquemáticas –tal vez son modas–, aunque verdaderas y genuinas, formarán un terreno propicio para seguir avanzando a la total integración y equidad.

Por ejemplo, la cantidad de artistas mujeres que exponen en Bellas Artes[13] y en el Museo de Arte Moderno[14] o en el MUNAL[15], comparado con los hombres, no hay comparación. No conocemos a las mujeres artistas, conocemos a los artistas hombres porque están en todos lados y oímos hablar de ellos y de ellas no. Entonces son cosas que tienen que cambiar. Es decir, que no hubiera una limitante de género para participar en el mundo del arte.

Y lo que pasa es que hay un trasfondo en la formación académica. La educación para las artes y la educación para el diseño, hay una devaluación tácita, no explícita, sutil si tú quieres. Es un tema problemático. Verás: en todos mis años en la Facultad enseñando materias teóricas, noto que los chicos les dan cinco vueltas a las chicas en la capacidad de discutir, en la seguridad con la que hablan. En cambio, las mujeres están más pendientes de sus familias. Si hay un problema familiar, las que acuden, sin dudarlo, son ellas y su preparación y trabajo pasa a un quinto lugar. Hay una devoción a la familia, tanto es así, que las mujeres postergan muchas oportunidades de desarrollo y sobre todo porque no son comprendidas o apoyadas por su familia.

En mi caso personal, tuve que contradecir a mis padres porque no entendían la vida que yo quería. Sin embargo, seguí adelante porque consideré que yo estaba defendiendo algo legítimo e imitando de alguna forma a mi abuela paterna. Ella fue una mujer ilustrada. Se trasladó de Liverpool a la Patagonia, estudió en el Trinity College (aunque no le revalidaron sus estudios), sacó adelante a cinco hijos después de quedar viuda y sin pensión.

CM/MP: Muchas gracias Mtra. Ingrid por tu tiempo y puntos de vista. Entender que el proyecto de la Bauhaus estuvo insertado en el campo de la política desde sus inicios hasta su final y que dentro de su plan de estudios contemplaba la fusión de las actividades artísticas y constructivas, hace una clara diferenciación en el plan de estudios de la Facultad de Diseño que separa las clases teóricas de la praxis.

De igual manera comprender que el diseño de la Bauhaus fue producto de una transformación, de un cuestionamiento del arte oficial, mientras que el arte contemporáneo hoy por hoy es el arte oficial per se, es un claro diferenciador entre ambos contextos.

Y, por último, que el papel de la mujer ha tenido cambios sutiles pero constantes en su participación en el mundo del arte y del diseño a diferencia de lo que sucedió en la Bauhaus, nos da esperanza de que en pocas generaciones habrá mayor equidad de género para el mundo artístico.

[Publicado el 5 de mayo de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 34]

Fuentes de consulta:

  • Campi, I. (2015). El diseño del producto en el siglo XX. Recuperado el 06 de 02 de 2019, de https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/394063/ICiV_1de8.pdf?sequence=1&isAllowed=y
  • Franklin, R. (10 de 09 de 2019). La Bauhaus. (C. Magaña, & M. Puigferrat, Entrevistadores)
  • Salazar, D. (2020). El color y su enseñanza en la Bauhaus. .925 Artes y Diseño. Mayo 2020, edición 26, año 7. https://revista925taxco.fad.unam.mx/index.php/2020/05/04/el-color-y-su-ensenanza-en-la-bauhaus/

[1] Mónica Puigferrat Novella. (Ciudad de México, 1966). Estudió la licenciatura en Diseño Gráfico en la Universidad Anáhuac México Campus Norte, Maestra por el Programa de cursos avanzados de diseño gráfico en la Allgemeine Gewebeshule Basel, en Suiza y del Programa de la Maestría en Diseño Editorial de la Universidad Anáhuac México Norte. Su experiencia profesional se ha desarrollado en diversos despachos de diseño como Salas, Bassani y Ricoy, Frontespizio, Ricoy y Asociados, Drafft Diseñadores, entre otros y en la Editorial Artes de México. De manera independiente ha desarrollado proyectos para el Museo Franz Mayer, el Museo de Historia Mexicana, Conaculta, Bancomext, Centro Promotor de Diseño, entre otros. Es fundadora de Cuevas & Puigferrat Diseño y el Taller 1895; y miembro fundadora de la Asociación Mexicana de Tipógrafos, AMT. Actualmente es Coordinadora General de la Facultad de Diseño de la Universidad Anáhuac México, Campus Sur. Contacto: mpuigferrat@anahuac.mx
[2] Salazar, D. (2020). El color y su enseñanza en la Bauhaus. .925 Artes y Diseño. Edición 26 año 7.
[3] Franklin, R. (10 de 09 de 2019). La Bauhaus. (C. Magaña, & M. Puigferrat, Entrevistadores).
[4] Campi, I. (2015). El diseño del producto en el siglo XX. Recuperado el 06 de 02 de 2019.
[5] https://fad.unam.mx/
[6] Alma Siedhoff-Buscher (Kreuztal, 1899 – Buchschlag 1944). Diseñadora, artesana, carpintero y fotógrafa alemana. Se formó en la Escuela Reimann de Berlín, el Unterrichtsanstalt des Kunstgewerbemuseums Berlin y la Bauhaus.
[7] William Morris (Walthamstow, 1834 – Londres, 1896). Arquitecto, diseñador y maestro textil, traductor, poeta, novelista y activista británico
[8] El movimiento Arts and Crafts fue un movimiento artístico británico, originado a finales del siglo XIX.
[9] El movimiento Art Nouveau surgió a fines del siglo XIX y permaneció hasta los inicios del siglo XX, buscando contrastar con la industrialización después de la segunda revolución industrial.
[10] https://www.louvre.fr/es
[11] https://www.metmuseum.org/
[12] https://www.labiennale.org/it
[13] http://museopalaciodebellasartes.gob.mx/
[14] https://mam.inba.gob.mx/el-museo
[15] http://www.munal.mx/en

Pensando las pintas feministas desde la arquitectura

Por Hanna Hernández Ortega.–

Hablar del espacio como feminista es una cuestión de valorar y politizar lo cotidiano; reconocer que aquello que cada uno de nosotrxs experimenta es de donde se crea el orden productivo y reproductivo, y también de donde surge la resistencia.
Manifiesto para una nueva presencia feminista.

Eskalera Karakola

En los últimos años hemos visto, cada vez con más frecuencia, distintas intervenciones en el espacio público durante movilizaciones feministas. Las pintas han suscitado gran controversia, muchas veces la prensa ha centrado la atención en el estado de la ciudad después de una manifestación, una buena parte de la sociedad se ha mostrado indignada y parece que los argumentos de fondo se cimientan en lo que se piensa que la disciplina arquitectónica defiende. Por ello, en estas líneas me propongo hacer una reflexión que aborde el reciente fenómeno de las pintas feministas desde la arquitectura, pues es una disciplina que no puede comprenderse si no es inserta en su contexto sociopolítico.

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Imagen cortesía de Restauradoras con Glitter. Instagram: @restauradoras.glittermx
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Configuración de los espacios

Dicotomías. Entender cómo se configuran las ciudades que habitamos, desde la escala inmediata hasta las escalas macro puede ser clave para situar por qué las pintas aparecen en el espacio público, en monumentos o estatuas. La distribución del espacio es parte del orden simbólico y no está exento del binarismo masculino-femenino, y tal distribución está inserta en las relaciones que caracterizan al sistema socioeconómico. Muchas veces, el espacio es concebido como un contenedor, independiente de actividades y relaciones humanas que no tienen injerencia en él y en las que supuestamente este tampoco tiene injerencia. En realidad, el espacio es una reproducción del orden social, construido a partir de este y abonando a que permanezca como es; se va configurando de manera simbólica, a la par de los cuerpos, de las formas de vida y de sus posibilidades –o restricciones–. Como menciona la investigadora Paula Soto, en el espacio se expresa de manera tangible la organización del sistema socioeconómico:

…se ha entendido que los hombres son la norma, de acuerdo a ellos se explican los funcionamientos espaciales sin considerar la diversidad de actores y funciones que participan en la vida urbana contemporánea (…) se toma el punto de vista masculino como criterio interpretativo de la localización específica de hombres y mujeres en determinados lugares dentro de la urbe (…) en la estructura urbana hay distintas lógicas patriarcales en las que se sustenta el espacio de la ciudad[1].

El espacio no puede conceptualizarse como un “contenedor” fijo e inmutable, y hay distintas lógicas patriarcales que lo atraviesan y moldean. Por ejemplo, no es aleatoria la dicotomía entre lo público y lo privado junto con sus respectivas asociaciones (lo masculino, lo productivo, lo visible, en contraste con lo femenino, lo reproductivo, lo invisible), siempre tajantemente separadas. Es sintomático de nuestra binaria manera de pensar y construir el mundo que nos rodea.

 Lo privado. Ante las pintas, fue posible escuchar, y a manera de reto, la frase “¿a ti te gustaría que yo proteste pintando tu casa?”. La vivienda pertenece a la esfera de lo privado: una esfera segregada e invisibilizada, con tensiones y potenciales de distinto orden al que tiene el espacio público. En lo doméstico están confinados los cuidados, la reproducción y muchas veces es lugar de violencias normalizadas encubiertas por la familiaridad y la costumbre. Lo doméstico es espacio del trabajo no remunerado de las amas de casa o mal pagado de las empleadas del hogar. Sus configuraciones interiores también se han estructurado por el sistema patriarcal y se hacen evidentes en quién puede hacer uso de ciertos espacios, quién no, quién tiene derecho a privacidad, a un lugar de trabajo, al ocio, entre otras cosas.

Muchas veces el peligro para las mujeres en lo privado radica en la familiaridad, la cotidianeidad y la costumbre, que difuminan la gravedad de algunas costumbres, las vuelven opresivas y difíciles de identificar. La esfera de lo público, que se encuentra separada, es el terreno de lo visible, lo masculino y lo productivo. Las casas, los edificios, la vivienda, lo doméstico, es evidencia mucho más tangible de la reproducción humana que el espacio público, ya que el espacio público está en constante transformación por distintos actores. En cambio, lo doméstico es menos fluctuante. Así, es posible ver que hay un orden que rige cómo o dónde se van a levantar ciertos muros:

El espacio doméstico también es lugar de injusticias espaciales, y todas se pueden pensar en términos de invisibilización, “la casa no pone a las mujeres en posesión de sí mismas sino de los demás (…) Es por lo que Virginia Woolf ya reclamaba una habitación propia[2]. Difundir colectivamente violencias que muchas veces han sido relegadas al ámbito familiar y doméstico también es difuminar en el imaginario la línea que separa a estas dos esferas y subrayar la importancia de lo simbólico. Cuando se pregunta “¿por qué no van y pintan sus casas?” lo que en realidad se está diciendo es “¿por qué no se regresan a la esfera de lo privado y de lo invisible?”. Precisamente quienes protestan saben que regresar a lo privado no es efectivo, porque no incide, porque desde lo privado no necesariamente se construyen las nuevas subjetividades no violentas, o al menos no se logra hacerlo con la misma fuerza o rapidez.

 Lo público. Para hablar del carácter político del espacio público y de las posibilidades que ofrece, retomo el análisis que hace la filósofa Chantal Mouffe[3]. Ella dedica un capítulo a las prácticas artísticas y culturales en el espacio público como medio de resistencia y cambio ante el actual orden político. Vale la pena retomar sus reflexiones en torno al espacio público como agente de cambio y de configuración de subjetividades. Pensar al espacio público desde una mirada agonista[4] implica partir del reconocimiento de la existencia de múltiples espacios públicos y no de uno solo. Esto permite entender que “no existe un principio de unidad subyacente ni un centro predeterminado de esta diversidad de espacios, siempre hay diversas formas de articulación entre ellos (…) Los espacios públicos son siempre estriados y se estructuran hegemónicamente”[5]. Lo que el enfoque agonista desafía es la concepción hegemónica del espacio público, que lo define como “el terreno en el que se busca crear consenso”[6], y lo reconoce, en contraste, como “el lugar en el que puntos de vista en conflicto se enfrentan sin ninguna posibilidad de una reconciliación final”[7]. Mouffe también plantea que las aproximaciones al espacio público de quienes buscan el consenso serán muy distintas a quienes lo reconocen como un espacio con potencial para alterar la hegemonía dominante. Lo anterior se explica si se piensa que el orden simbólico se perpetúa mediante una falsa idea de consenso de la mayoría, relegando situaciones críticas de realidades que resisten en los márgenes, la periferia o por debajo de la superficie. Cuando Mouffe reflexiona sobre el potencial que ofrecen las prácticas artísticas críticas en el espacio público, nos dice que: “su dimensión crítica consiste en hacer visible aquello que el consenso dominante tiende a ocultar y borrar, en dar voz a todos aquellos que son silenciados en el marco de la hegemonía existente”[8].

También, desde el feminismo se reconoce y denuncia el potencial tanto emancipatorio como opresor del espacio urbano y su carácter político. Por ejemplo, el Manifiesto para una Nueva Presencia Feminista de Eskalera Karakola parte de este planteamiento:

El espacio urbano se esconde en una neutralidad opaca (…) nos cuesta ver que este espacio no es neutral en absoluto, sino producto de decisiones y políticas, luchas y demandas, acumulación de historia y encarnación del poder. Nos forma y transforma; somos moldeados por los espacios por los que nos movemos, que estructuran nuestra vida diaria, que determinan con quién nos encontramos y en qué términos. Así, el espacio en el que vivimos es algo íntimo que constituye nuestras subjetividades al mismo tiempo que el espacio urbano –las calles, las plazas– es la parcela pública, precisamente lo que se reconoce como político[9].

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Morfología de la manifestación

La calle. No hay que perder de vista que la mayoría de las pintas se llevan a cabo al momento de las manifestaciones feministas, por lo que son un recurso de protesta. Esto es importante no solo para pensarlas como parte de una manifestación, sino para pensar a la manifestación misma como constructora del espacio público. Parafraseando el análisis que realizan O. Fillieule y D. Tartakowsky[10] al respecto, las manifestaciones se establecen como modalidad de acción política cuando se termina de consolidar la esfera pública y quedan atrás las revoluciones, “…es esencialmente un fenómeno urbano ligado a la invención de la calle como espacio concreto de la protesta política”[11]. Esto posibilita pensar la manifestación como una de las formas sociales de construcción del espacio, reforzando la consolidación de las configuraciones urbanas de las que hablaba anteriormente. De hecho, Fillieule y Tartakowsky mencionan que la misma etimología de la palabra da cuenta de su relación con el espacio público:

La etimología francesa del verbo manifester deja en evidencia los lazos que la manifestación sostiene con el surgimiento y la consolidación de este espacio público, a la vez espacio físico y espacio para el debate. Formada en el siglo XIII a partir de la raíz del verbo latino defendere, “defender, impedir”, y de manus, “la mano”, la palabra expresa desde su origen a la vez la idea de defensa, de reivindicación, y la de una presencia física[12].

La calle se constituye, al mismo tiempo, como un espacio con dos posibilidades siempre presentes: como un instrumento de lucha o como un dispositivo unificador mediante el cual también se procura el mantenimiento del orden público. Desde la geografía política también se puede identificar lo simbólico de ciertos lugares, consolidados como lugares de poder, donde los desplazamientos manifestantes en el espacio urbano se detienen o se dirigen, y donde particularmente se enfatizan algunos modos de acción.

 Los modos de acción. El repertorio de estrategias que acompañan a los desplazamientos y constituyen la acción de protesta no siempre es el mismo y no siempre es igual de aceptado por los espectadores. En la mayoría de las manifestaciones feministas, se suelen encontrar consignas en canciones, gritos, panfletos, pancartas, cierto tipo de vestuario, banderas, entre otros signos reconocibles que expresan las demandas y el carácter de la protesta. Todas estas estrategias se explican cuando se piensan inscritas dentro de un contexto de tiempo y de espacio: “Además, tienen importancia el tiempo de la marcha –el momento elegido tanto como la duración–, el espacio –especialmente por la simbología de los recorridos–”[13]. Las pintas en el espacio público y en los monumentos o edificios patrimoniales también son parte de los modos de acción. De hecho, no es un recurso particular de las protestas feministas; es bastante ordinario. Sería interesante comparar si el rechazo ante este recurso es el mismo cuando la protesta es de otro movimiento, pues en este caso también interviene que rompe con la representación hegemónica de la feminidad y la falta de validación ante el enojo femenino como legítimo.

La conocida feminista y antropóloga Marta Lamas[14] hace un análisis cultural sobre la temporalidad afectiva que caracteriza al momento de auge de la Cuarta Ola en México y las emociones que intervienen en el estallido actual, para discutir cómo puede encaminarse el proyecto político feminista a partir de este momento. Es interesante que su exploración destaca las emociones como el punto de partida de donde han surgido las acciones e ideologías del último par de años. Hay dos que recalca cuidadosamente, que, además, son emociones fuertes o duras y muchas veces son recibidas como algo negativo: el dolor y la rabia. Pone el foco en la expresión política de estas dos emociones en lugar de una categorización homogénea de estos sucesos como violentos. Sobre la rabia señala, entre otras cosas, que es disruptiva cuando es vista en las mujeres, pues no se corresponde con las emociones aceptadas dentro de los mandatos tradicionales de la feminidad:

…indudablemente existe un repertorio emocional diferenciado por el género (…) los mandatos culturales favorecen que los varones expresen su rabia, sin perder masculinidad, mientras que inhiben que las mujeres hagan lo mismo, pues pierden feminidad (…) Las causas por las cuales muchas mujeres ocultan su enojo y lo manejan de manera indirecta son básicamente tres: la socialización familiar, las expectativas culturales de la feminidad y el enfrentamiento con un poder frene al cual se hallan en situación de subordinación[15].

Esta respuesta diferenciada, tanto de la sociedad, de los medios y las fuerzas policiales, también puede ir en función de quienes protestan. El choque provocado por el incumplimiento de los mandatos de la feminidad está en el “no son formas”, aunque también habría que dudar si se trata realmente de las formas. En cuanto a estas ha habido muchas, (activaciones, bailes, performances) que en lo inmediato suelen ser, cuando menos, objeto de burla. En lo mediático, suelen quedar invisibles para la gran mayoría de la población.

Interacción con los distintos actores. Lo anterior es clave en cuanto a las razones de una manifestación y de ciertos modos de acción como las pintas. La cobertura mediática juega un papel importante en función de la efectividad política, sobre todo en el capitalismo tardío pues el espacio público está dominado por los medios de comunicación. La imposibilidad de ciertos grupos de intervenir en el proceso de definición de la política pública junto con el sesgo mediático, institucional y social, crean un panorama donde no queda más opción, para que las instancias y las personas atiendan o se involucren, que por medio de la expresividad y espectacularidad de ciertas acciones públicas.

Captar el interés periodístico no es poca cosa:

… los medios de comunicación tienen una importancia crucial para todos aquellos que no tienen acceso regular al sistema político (…) al dar a publicidad su causa, los contestatarios pueden esperar obtener un derecho de acceder a tal o cual instancia institucional, es decir que se les reconozca como interlocutores legítimos (representatividad), que se tome en cuenta su propia definición de la situación (instalación de un problema) y de las soluciones que aportar (decisiones políticas)[16].

En estos reclamos particulares, donde gran parte de lo urgente son problemas estructurales como la violencia de género, las intervenciones culturales también apelan a la toma de conciencia y de postura individual. Muchas veces –aunque no siempre– la interpelación no es hacia actores políticos ni instituciones, sino hacia quienes forman parte de lo inmediato y cotidiano; la ciudadanía.

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La escritura viene en muchos formatos, estén culturalmente aceptados o no. Brenda Lozano[17] reúne algunos ejemplos en su texto No adónde va, sino de dónde viene. El caso de Filomela en Las metamorfosis[18] de Ovidio, quien es violada por Tereo, casado con su hermana Progne. Tereo le corta la lengua, la encierra y le dice a Progne que su hermana ha muerto. Un año después, Filomela secuestrada teje unas letras púrpuras que denuncian lo sucedido y le manda el textil a su hermana, a quien le llega el mensaje. Otro ejemplo, el primer registro mítico en la historia occidental: el lamento de Ío. Hija del río Ínaco, Ío es convertida por Hera en una vaca para ser silenciada después de que Zeus la viola. Ío escribe lo que pasó con su pezuña en la arena cuando se da cuenta de que no puede contarle a Ínaco lo que sucedió. Un tercer ejemplo, una menor de trece años se suicida en Puebla después de ser violada y en su cuerpo deja escrito un mensaje con los nombres de quienes la violaron y lo que le hicieron[19]. La escritura también puede ser disidente, escapar de las regulaciones a manera de mensajes que lo que buscan es denunciar. No son mensajes que se puedan entregar de otra manera, de “mejores maneras”. 

[Publicado el 4 de noviembre de 2021]
[.925 Artes y Diseño, Año 8, edición 32]

Referencias

  • Álvarez Enríquez, L. (2020). «El movimiento feminista en México en el siglo XXI: juventud, radicalidad y violencia», Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, núm. 240, pp. 147-175.
  • Blair Trujillo, E. (2009). «Aproximación teórica al concepto de violencia: avatares de una definición», Política y Cultura, núm. 32, pp. 9-33.
  • Collin, F. (1994). “Espacio doméstico. Espacio público. Vida privada”, Seminario Permanente Ciudad y Mujer.
  • Fahs, B. (ed.), (2020). Burn It Down! Feminist Manifestos for the Revolution, Verso, Londres.
  • Fillieule, O. y Tartakowsky, D. (2015). La manifestación: cuando la acción colectiva toma las calles, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. pp. 222.
  • Lamas, M. (2021). Dolor y política: sentir, pensar y hablar desde el feminismo, Océano, Ciudad de México. pp. 263.
  • Lozano, B. (2018). No adónde va, sino de dónde viene. Tsunami, Gabriela Jauregui ed., México, Sexto Piso.
  • Mouffe, C. (2014). Agonística: Pensar el mundo políticamente, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
  • Rosler, M. (2017). Clase cultural: Arte y gentrificación, Caja Negra Editora, Buenos Aires.
  • Soto Villagrán, P. (2014). “Patriarcado y Orden Urbano: Nuevas y Viejas Formas de Dominación de Género en la Ciudad”, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol. 19, núm. 42.

[1] Soto Villagrán, P. (2014). “Patriarcado y Orden Urbano: Nuevas y Viejas Formas de Dominación de Género en la Ciudad”, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol. 19, núm. 42. pp. 199-214

[2] Collin, F. (1994). “Espacio doméstico. Espacio público. Vida privada”, Seminario Permanente Ciudad y Mujer.

[3] Mouffe, C. (2014). Agonística: Pensar el mundo políticamente, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. pp. 146.

[4] Mouffe utiliza el agonismo como una manera de entender y abordar las prácticas democráticas desde el reconocimiento del conflicto y la diferencia, evitando la constante búsqueda de consenso y permitiendo que en la arena política y social no se dejen a un lado los intereses y expresiones particulares de cada grupo.

[5] Mouffe, C. (2014). Op. cit. p. 98.

[6] Mouffe, C. (2014). Op. cit. p. 99.

[7] Mouffe, C. (2014). Op. cit. p. 99.

[8] Mouffe, C. (2014). Op. cit. p. 99

[9] Fahs, B. (ed.), (2020). Burn It Down! Feminist Manifestos for the Revolution, Verso, Londres. p. 515.

[10] Olivier Fillieule es un politólogo y sociólogo que se desempeña como investigador en el CNRS, profesor de tiempo completo en la Universidad de Lausana y director del Instituto de Estudios Políticos e Internacionales. Danielle Tartakowsky es historiadora y profesora en la Universidad París VIII y se especializa en historia contemporánea. Son coautores del libro La manifestación: cuando la acción colectiva toma las calles.

[11] Fillieule, O. y Tartakowsky, D. (2015). La manifestación: cuando la acción colectiva toma las calles, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. pp. 222.

[12] Fillieule, O. y Tartakowsky, D. (2015). Op. cit.

[13] Fillieule, O. y Tartakowsky, D. (2015). Op. cit.

[14] Lamas, M. (2021). Dolor y política: sentir, pensar y hablar desde el feminismo, Océano, Ciudad de México. pp. 263.

[15] Lamas, M. (2021). Op. cit.

[16] Fillieule, O. y Tartakowsky, D. (2015). Op. cit.

[17] Lozano, B. (2018). No adónde va, sino de dónde viene. Tsunami, Gabriela Jauregui ed., México, Sexto Piso. pp. 101-117.

[18] Considerada una de las obras maestras de la literatura latina, Las Metamorfosis es un vasto poema en quince libros, basados en la mitología y en la literatura helénicas. La obra contiene 246 leyendas mitológicas que explican las diversas formas externas que adoptaron los personajes y cosas de la antigüedad, desde el comienzo del caos hasta la transformación de Julio César. Obra del poeta romano Publio Ovidio Nason, terminado en el año 8 d. C.

[19] Lozano, B. (2018). Op. cit. p.106.

La ideología del diseño paramétrico en Zaha Hadid Architects

Por Fabio Vélez Bertomeu.–

Ábrase Hacia una arquitectura de Le Corbusier[1], y léase el argumento. Allí, en efecto, se nos presenta una nueva estética −la del ingeniero− que, mirada de cerca, más bien parece un nuevo renacimiento de lo clásico y, para ser más precisos, un típico revival griego[2]. La fórmula de esta estética es, por cierto, harto conocida: la belleza es medida y proporción, y estas son a su vez, encarnadas en la armonía y la simetría, formas extraídas de las leyes del universo. En este sentido, no hay nada nuevo en este manifiesto clave de la Arquitectura Moderna. He aquí un pasaje para los incrédulos:

El ingeniero, inspirado por la ley de la economía, y llevado por el cálculo, nos pone de acuerdo con las leyes del universo. Logra la armonía. El arquitecto, por el ordenamiento de las formas, obtiene un orden que es pura creación de su espíritu; por las formas, afecta intensamente nuestros sentidos, provocando emociones plásticas: por las relaciones que crea, despierta en nosotros profundas resonancias, nos da la medida de un orden que se siente de acuerdo con el del mundo, determina reacciones diversas de nuestro espíritu y de nuestro corazón; y entonces percibimos la belleza[3].

Entonces, ¿nada hay de nuevo? Pues bien, dejando a un lado la imperiosa necesidad de que el arquitecto reprima sus querencias estilísticas para que pueda aflorar su Superyó ingenieril, lo cierto es que hay más bien poco, al menos en lo que a la estética se refiere.

Aceptado lo anterior, es igual de cierto que hay una idea contenida en un pasaje que podría acaparar aún nuestra atención. Me refiero en concreto a esta: “inspirado por la ley de la economía”. Formulado de otro modo: ¿es la ley de la economía compatible, isomorfa, con las leyes del universo? Nos queda claro que el cálculo podría operar como un lenguaje en el cual podrían encontrar una articulación compartida, ahora bien, todo parece indicar que Le Corbusier está pretendiendo algo más que establecer una mera analogía. Prosigamos: ¿Puede presumirse una armonía en sendos campos −economía y ciencias naturales− y, en el caso de que se pueda, sería extrapolable a la arquitectura[4]? En suma, ¿por qué añade este elemento Le Corbusier, complejizando a precursores tan excelsos como Pitágoras, Aristóteles, Cicerón y tantos otros?

Una respuesta socorrida, de esas que se aventuran para “salir del paso”, podría ser que nunca como antes la economía había sido un factor tan determinante para la arquitectura. Pero no precipitemos conclusiones.

Centro Cultural Internacional Changshá Meixihu, 2011–2019. Fotografía: Virgile Simon Bertrand.
Centro Cultural Internacional Changshá Meixihu, 2011–2019. Fotografía: Virgile Simon Bertrand.

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Hagamos a un lado por un momento este texto. Me importa, de hecho, solo como trampolín a otro. El documento al que aquí realmente me gustaría prestar atención es un artículo de Patrik Schumacher −socio de Zaha Hadid− incluido en el catálogo con el que el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC[5]) acompañó la exposición dedicada a esta importante arquitecta[6]. Casualidad o no, su artículo es homónimo al título de la exposición: “Diseño como segunda naturaleza”.

El texto comienza parafraseando una idea que, dicha sea la verdad, no es particularmente innovadora y que, en buena medida, sería fácilmente rastreable en toda la arquitectura denominada orgánica; dice así: “los arquitectos han imitado insistentemente los entornos naturales, y en este sentido, la noción de arquitectura como segunda naturaleza es tan antigua como la disciplina misma. Lo que ha cambiado es la noción de naturaleza detrás de esta analogía”[7]. A tenor del pasaje citado, es menester reconocer que lo único que autoriza una segunda vuelta sobre este gastado tópico[8], es decir, sobre la idea de la arquitectura como segunda naturaleza artificial, es, sin duda alguna, la reinterpretación que permitiría despejar la frase última. A tal fin, no estaría de más desempolvar los usos ambiguos e ideológicos que, a propósito de la autoridad de lo natural, vienen de antiguo ensayándose para justificar los disparates y las infamias más insospechadas[9]. Holgaría, así pues, preguntarse no solo sobre cuál es la naturaleza que presuntamente estaríamos imitando, sino y, sobre todo, por qué esa naturaleza habría cambiado y, más aún, en qué se habría transformado al cabo.

Pues bien, es necesario que transcurran unas cuantas páginas para que Schumacher nos obsequie con algo más de concreción. El pasaje es todo menos accidental: aparece Le Corbusier por primera y última vez −es necesario batir al padre y, de ser posible, dejarlo atrás− y se retoma la estética clásico-formalista, si bien para darle una nueva interpretación:

Le Corbusier se dio cuenta de que, aunque ‘la naturaleza se presenta ante nuestros ojos en forma caótica… el espíritu que anima la naturaleza es un espíritu de orden’. Sin embargo, su comprensión del orden de la naturaleza estaba limitada a la ciencia de su época (…) La principal limitación de Le Corbusier no radica en su insistencia en el orden, sino en su concepción limitada de orden en términos de geometría clásica. Desde entonces, la teoría de la complejidad −o teoría del caos− en general, y las investigaciones de Frei Otto en particular, nos ha enseñado a reconocer, medir y simular los complejos patrones de orden que surgen en los procesos de autoorganización [en la naturaleza][10]. (cursivas mías).

 La ciencia en la que está fundamentalmente pensando Schumacher no es la fisicomatemática moderna sino, antes bien, en los recientes descubrimientos procedentes del mundo de la ecología y la biología. De ahí que Schumacher advierta de un nuevo orden[11]. No solo; es posible aventurar igualmente que Schumacher está presuponiendo que la ciencia, en su avance normalizado, podría revelarnos no solo inauditos comportamientos de lo natural (al corregir y falsear teorías previas), sino imágenes inéditas de lo que entendemos por naturaleza[12]. Y aunque, según él, en último término siempre permanezca un orden, una cosa es la apariencia de las superficies y los movimientos (a través de esas formas primarias que tanto gustaban a Le Corbusier y a los griegos: “esfera, cubo, cilindro, horizontal, vertical, oblicuo, etc.”[13]) y otra, muy distinta, el dinamismo y la autoorganización de los ecosistemas naturales. La pregunta que surge entonces es la siguiente: ¿cómo se manifiesta estéticamente este orden? Si seguimos de cerca al autor, descubriremos que la mera emulación del funcionamiento de la naturaleza traería consigo –“introduciéndose de forma gratuita”[14], dice Schumacher− la forma estética oportuna. Por consiguiente, podríamos buenamente afirmar, adaptando para el caso el célebre precepto de Sullivan[15], que el biomorfismo no sería sino la expresión necesaria de la biomímesis[16]. Que inmediatamente después Schumacher identifique sin mayores explicaciones, y en una suerte de extraño lamarckismo, el biomorfismo con el parametricismo, es un asunto (y un salto) del que no me puedo ocupar ahora.

Estación de tren de alta velocidad Napoli Afragola, Competencia 2003. Construcción de la primera fase 2015–2017. Fotografía: Hufton + Crow.
Estación de tren de alta velocidad Napoli Afragola, Competencia 2003. Construcción de la primera fase 2015–2017. Fotografía: Hufton + Crow.

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En realidad, todo lo anterior no es más que un pretexto (y una preparación) para abordar el asunto que me parece teóricamente más insostenible del texto de Schumacher. Sea.

Cuando todo el proyecto parecía más o menos claro, a saber, que la propuesta de Schumacher −y, por ende, la de la última Hadid[17]− no era más que un intento para justificar la pertinencia científica y social del diseño paramétrico, en las últimas páginas, Schumacher trata de aterrizar la factibilidad de su proyecto a una escala mayor (urbana) y, para ello, realiza una serie de recomendaciones que no pueden más que desconcertar a un lector mínimamente atento. A la pregunta de si puede haber un urbanismo de libre mercado, Schumacher responde afirmativamente y aporta esta justificación:

El proceso de mercado es un proceso evolutivo que opera por medio de la mutación −ensayo y error−, la selección y la reproducción. Es autocorrectivo y autorregulador, lo que deriva en un orden autoorganizado. Así, podríamos suponer que la asignatura del uso del suelo y la dimensión programática del ordenamiento urbano y arquitectónico deben ser determinados por los clientes privados de la arquitectura dentro de un proceso de mercado que asigne los recursos del suelo a los usos más valorados[18].

Las virtudes que precisamente están detrás de la mirada biomimética −autocorrección, autorregulación y autoorganización− con vistas a una optimización de los recursos, junto al darwinismo evolutivo a través de la mutación y la adaptación (del ensayo y el error), aplicados al mercado, son de una superstición ideológica supina. Asumen, en suma, una naturalización del mercado, además de una falacia naturalista de manual. Basta echar un ojo a los periódicos, o sentirlo en mayor medida todos los días en nuestras propias carnes, para darnos cuenta de que nada de lo anterior coincide con el comportamiento del mercado dejado a su antojo[19].

Por si quedara algún atisbo de duda, el propio Schumacher despeja toda incertidumbre: “la tesis aquí presentada propone establecer una analogía entre un urbanismo paramétrico multiautor no planificado y una ecología multiespecie”[20]. En síntesis, detrás de estas recomendaciones late una estrategia, especiosa donde las haya, para legitimar, so pretexto ecológico, la necesidad (y la libertad) del diseño paramétrico. Para entendernos: un caso más de “capitalismo verde”[21].

Se comprende así también que la advertencia lanzada en el texto no fuera caprichosa, pues el tan temido control, según el autor, podría ser perpetrado por los planificadores-socialistas-totalitarios, etc. A pesar del maniqueísmo caricaturesco evidenciado en la composición de esta estampa, y dejando a un lado el flagrante oportunismo político, lo cierto es que Schumacher pareciera acomodar su conciencia desde una suerte de estoicismo amoral; a su ver, en los años 60, con políticas keynesianas y socialdemocracias en curso, tocaba planificar la urbe y bien estaba que así fuera; pero hoy, tras el giro neoliberal, lo que procede es eliminar cualquier rastro de urbanismo planificador en aras de la flexibilidad y el laissez faire[22]. A pesar del cinismo que lo anterior entraña −los principios cambian con los amos−, la defensa encendida del status quo no deja espacio para la duda: “solo un mercado libre de obstáculos puede facilitar este proceso de descubrimiento y aportar la capacidad y agilidad de proceso de la información necesaria para tejer un orden urbano programático complejo, variado y viable para este nuevo contexto social dinámico”[23]. El enemigo, ahora, es el Estado.

Estamos, así pues, en disposición de poder imaginar el arranque de un hipotético manifiesto programático: Un nuevo fantasma recorre el mundo: el fantasma de la “libertad” y el parametricismo. Todas las fuerzas del viejo mundo se han unido en santa cruzada para acosarlo…

Bergisel Ski Jump, Innsbruck, 1999–2002. Fotografía: Hélène Binet. Cortesía de ammann//gallery.
Bergisel Ski Jump, Innsbruck, 1999–2002. Fotografía: Hélène Binet. Cortesía de ammann//gallery.

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(para escépticos, suspicaces y otros incorregibles)

En el 2016, Alejandro Aravena fue premiado con el célebre Pritzker. Su elección supuso, qué duda cabe, un cambio de rumbo en la tendencia de los premiados en años anteriores. Para decirlo en pocas palabras: lo social se impuso sobre lo espectacular[24]. Patrik Schumacher no desaprovechó tamaña ocasión para pronunciarse al respecto:

La corrección política se ha apoderado por completo de la arquitectura: el Premio Pritzker se ha transformado en un premio humanitario. El papel del arquitecto es ahora “servir a las más acuciantes necesidades sociales” y el recién laureado es alabado por “abordar la crisis global de la vivienda” y por su preocupación hacia los sectores menos privilegiados (…) La innovación arquitectónica es reemplazada por la demostración de nobles intenciones y los criterios de excelencia y éxito propios de la disciplina se disuelven en el vago “buenismo” de la “justicia social” (…) No objetaría la elección de este año, si es que esta validación de la preocupación humanitaria no fuera parte de una amplia tendencia en la arquitectura contemporánea que, en mi opinión, está marcada por una desafortunada confusión, una mala conciencia y una falta de confianza, vitalidad y valentía respecto de la verdadera contribución de nuestra disciplina al mundo[25].

 Poco más se puede añadir[26].

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Comenzábamos estas notas encabalgadas, aupándonos desde un pasaje de Hacia una arquitectura. Allí, Le Corbusier enigmáticamente escribía: “El ingeniero, inspirado por la ley de la economía, y llevado por el cálculo, nos pone de acuerdo con las leyes del universo”. Tocaría preguntarse ahora por el papel de esa economía en ese pasaje clave del libro más influyente de la arquitectura del siglo pasado. Pero eso ya sería otra historia, que dejo para otra ocasión, pero no sin antes dar una pista: el Compendio de lecciones de Arquitectura de J. N. L. Durand (1819). 

[Publicado el 4 de noviembre de 2021]
[.925 Artes y Diseño, Año 8, edición 32]

Referencias

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  • Bodei, R. (1998). La forma de lo bello, La Balsa de la Medusa, Madrid.
  • Bhooshan, S.; Echezarreta, P.; Leal, F.; Mazari, M.; Schumacher, P. y Serrano, F. (2018). Zaha Hadid Architects. Diseño como segunda naturaleza. MUAC-UNAM, México.
  • Hadot, P. (2015). El velo de Isis. Ensayo sobre la historia de la idea de Naturaleza, Alpha Decay, Barcelona.
  • Koolhaas, R. (2014). Acerca de la ciudad, Gustavo Gili, Barcelona.
  • Latouche, S. (2019). Pequeño tratado del decrecimiento sereno. Icaria, Barcelona.
  • Le Corbusier. (1998). Hacia una arquitectura, Apóstrofe, Barcelona.
  • Riechmann, J. (2000). Un mundo vulnerable, Ensayos sobre ecología, ética y tecnociencia. Los Libros de la Catarata, Madrid.
  • Salingaros, N. (2006). A Theory of Architecture, Umbau Verlag, Solingen.
  • Tatarkiewicz, W. (2001). Historia de seis ideas, Tecnos, Madrid.
  • Vélez, F. (2021). Arquitectura. Historias de un equívoco. Casimiro, Madrid.
  • Wagensberg, J. (2013). La rebelión de las formas o cómo preservar cuando la incertidumbre aprieta. Barcelona, Tusquets Editores.
  • –––. Frei Otto. Conversación con Juan María Songel. (1997). Gustavo Gili. Barcelona.
Las imágenes presentadas aquí tienen la finalidad de ilustrar este documento, pertenecen al catálogo ‘Zaha Hadid Architects, Diseño como segunda naturaleza’. (2018). MUAC, Museo Universitario Arte Contemporáneo, UNAM. Coordinación editorial de Ana Xanic López, Manon Janssens, Henry Virgin, Woody Yao, Daria Zolotareva y Elena Castaldi; publicado con motivo de la exposición del mismo título, presentada entre el 20 de octubre 2018 y 3 de marzo de 2019 en el Museo Universitario Arte Contemporáneo, en la Ciudad de México.

[1] Le Corbusier. (1998). Hacia una arquitectura, Apóstrofe, Barcelona

[2] Bodei, R. (1998). La forma de lo bello, La Balsa de la Medusa, Madrid. pp. 25 y ss.

[3] Le Corbusier. (1998). Hacia una arquitectura, Apóstrofe, Barcelona. p. XIX.

[4] Es útil recordar esta máxima atribuida a Pitágoras: “gracias a los números todo se vuelve bello”

[5] https://muac.unam.mx/

[6] Zaha Hadid Architects. Diseño como segunda naturaleza (28/10/2018 – 3/03/2019). De esta exposición salió un catálogo: Zaha Hadid Architects. Diseño como segunda naturaleza. (2018). MUAC-UNAM, México.

[7] Schumacher, P. “El diseño como segunda naturaleza” en Zaha Hadid Architects. Diseño como segunda naturaleza, op. cit., p. 39.

[8] Wladyslaw Tatarkiewicz escribe, en su libro clásico sobre conceptos de estética, lo siguiente: ‘La idea de la relación del arte con la naturaleza ha cambiado a través de las épocas como resultado, entre otras cosas, de los cambios que se han dado en la interpretación del arte y en la interpretación de la naturaleza’, Historia de seis ideas, Tecnos, Madrid, 2001, pp. 327.

[9] Riechmann, J. (2000). “La industria de las manos y la nueva naturaleza. Sobre naturaleza y artificio en la era de la crisis ecológica” en Un mundo vulnerable, Los Libros de la Catarata, Madrid.

[10] Schumacher, P. op. cit., p. 57. Si no ando errado, sobre la diferencia entre imitar y emular la naturaleza, Frei Otto da alguna clave en su Conversación con Juan María Songel, (1997). Gustavo Gili, Barcelona, p. 71.

[11] Sobre la emergencia de nuevos órdenes y formas irreductibles entre sí, ya advertida hace década por IIya Prigogine, es iluminador el ensayo de Jorge Wagensberg, (2013). La rebelión de las formas, Barcelona, Tusquets.

[12] Sobre este punto puede consultarse, además del libro ya citado de Tatarkiewicz, este de Pierre Hadot, (2015). El velo de Isis. Ensayo sobre la historia de la idea de Naturaleza, Alpha Decay, Barcelona.

[13] Le Corbusier, op. cit., p. 8. Sobre el fundamentalismo geométrico de algunos arquitectos, puede visitarse Nikos Salingaros, (2006). A Theory of Architecture, Umbau Verlag, Solingen, en concreto el cap. 9.

[14] Schumacher, P. op. cit., p. 44.

[15] Hágase memoria: “form follows function” (“la forma sigue a la función”).

[16] Sobre este particular, cada vez más presente en los debates en torno a la sostenibilidad, puede visitarse el clásico de Janine Benyus, (2012). Biomímesis, Tusquets, Barcelona.

[17] Para distinguirla de su periodo deconstruccionista.

[18] Ibid., p. 62.

[19] La crisis del 2008, y la necesaria intervención del Estado (con los impuestos de todos) para evitar el colapso del sistema bancario, es el mejor botón de muestra a este respecto. Y es que, como han dicho algunos críticos, vivimos en un sistema donde, como en los casinos, la banca siempre gana: se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. No hay, pues, ni ensayo ni error, ni cosa que se le parezca, porque no cabe el error (aunque sí el ensayo, para nuestra desgracia) y, por tanto, no hay en rigor aprendizaje: autocorrección, autorregulación, etc. La tendencia a las concentraciones de poder desde las desregulaciones de los años 80 del siglo pasado así lo demuestran: monopolios, cárteles, trusts, holdings, prácticas dumping, etc. De modo que, todo lo anterior, no son más que milongas repetidas hasta la saciedad con la esperanza de que se conviertan en verdad.

[20] Schumacher, P. op. cit., p. 63.

[21] Sobre las contradicciones irreconciliables que implican el “capitalismo verde”, el “desarrollo sostenible” y demás eslóganes remito a Serge Latouche, (2019). Pequeño tratado del decrecimiento sereno, Icaria, Barcelona.

[22] Sería interesante establecer paralelismos y diferencias con la visión pesimista que presenta del urbanismo. Rem Koolhaas (2014) en Acerca de la ciudad, Gustavo Gili, Barcelona.

[23] Schumacher, P. op. cit., p.53

[24] Tal vez la primera señal ya estuviera enviada en el premio concedido en 2014 a Shigeru Ban por su arquitectura de emergencia. La propia Hadid lo obtuvo en el 2004.

[25] Pueden encontrarse en su cuenta de Facebook, en un post del 13/1/2016.

[26] O tal vez sí; sobre esta polémica me he demorado algo en Arquitectura. Historias de un equívoco, Casimiro, Madrid, 2021, pp. 85 y ss.

¿Existe una arquitectura no instrumental? Una crítica desde y más allá de la obra de Alberto Pérez-Gómez

Por Hanna Hernández Ortega.–

Una de las incógnitas más frecuentemente abordadas dentro de la arquitectura gravita gira en torno a la finalidad de la disciplina. Pareciera que la búsqueda de una resolución ofrece un sinfín de posibilidades que suscitan la misma cantidad de discusiones y propuestas. Algunas más subversivas que otras y cuyos postulados suponen ciertas transformaciones a los modelos establecidos. Por mencionar una de las preferidas –y como retomaré más adelante– recordemos la puesta que defiende a la habitabilidad plena como finalidad y condición intrínseca de la arquitectura. Mas no vamos a inventar aquí la rueda, no es de mi particular interés ahondar en alguna en especial, ni discernir entre las ventajas o desventajas que puedan implicar. Esto debido a que, a mi parecer, todas ellas se encuentran inscritas dentro de una finalidad general, tan poco cuestionada, internalizada y sobreentendida, que su simple mención podría parecer una obviedad innecesaria: hacer edificaciones como finalidad máxima de la arquitectura.

Sin más preámbulo, permítaseme empezar por hacer notar que sus exponentes han cumplido esta máxima con excelencia. Para entrar en materia, me serviré de tres momentos históricos que, sin lugar a duda, significaron un punto de inflexión para la consolidación del entendimiento arquitectónico tanto en sus respectivas épocas como en la actualidad. Pues bien, me atreveré a afirmar la existencia de tres Vitruvios. El primero y original, Marco Vitruvio Polión[1]. Los dos siguientes, también emblemáticos arquitectos y tratadistas, Leon Battista Alberti[2] y Jean-Nicolas-Louis Durand[3].

Si hay que reconocerle algo al ingeniero militar, evidentemente además de la autoría del tratado de arquitectura más antiguo registrado: De architectura libri decem[4], es el impacto tan penetrante que tuvo en los siglos subsecuentes. No porque el contenido ahí expuesto se siguiese religiosamente, sino porque define cómo se va a pensar y concebir la arquitectura. Dicho de otro modo, no se trata de la revelación de procedimientos constructivos con enlucido, cal o polvo de puzol. No se trata de sus afirmaciones sobre la armonía, la simetría o la correcta disposición de las partes. No se trata del diseño de máquinas para la construcción.

El impacto radica en que, a lo largo de diez volúmenes, fragmenta la arquitectura en elementos y tipologías de tal forma que el cumplimiento de su finalidad –crear una guía con determinantes para la óptima construcción– es altamente posible para cualquier iniciado en el tema. Se trata del esquema de pensamiento. Bajo una línea sumamente similar, en el siglo XV, Alberti escribe en De re aedificatoria libri decem[5], una reinterpretación de los tratados vitruvianos adaptada a su época, incluso emulando a conciencia el formato de diez volúmenes. No solamente recupera la tríada vitruviana, sino que ésta rige el esqueleto de su tratado. Firmitas para los primeros tres libros (sobre los lineamientos de las partes que conforman un edificio, los materiales y la teoría estructural); utilitas para los siguientes dos (sobre los tipos de edificios, generales y especializados, clasificación sujeta a su utilidad); venustas para los siguientes cuatro (adecuado nivel de decoro[6] dependiendo de la tipología del edificio, como público o privado). El décimo libro cierra con los lineamientos para la restauración. La aportación albertiana fortalece el esquema anterior –a veces de forma análoga– e incorpora la tipológica edificatoria como un elemento central, cuya clasificación se define por medio de criterios éticos y sociales[7] que imperaron en el Renacimiento. Último, aunque no menos importante: el Vitruvio más cercano a nosotros. A principios del XIX, Durand establece en sus dos tratados más importantes, un método que posibilita el advenimiento de la Modernidad en arquitectura. El primero en ser publicado, Recueil et parallèle des édifices de tout genre anciens et modernes[8], define cómo se estudiará la historia de la arquitectura hasta la actualidad. Se trata de un compendio que recoge los edificios y monumentos icónicos a nivel mundial y los expone a manera de láminas, resaltando los elementos constructivos que los definen y tomando esto último como criterio de clasificación.

El lenguaje utilizado son plantas y alzados en una escala constante. Recueil complementa de manera maravillosa el método propuesto en Précis des leçons d’architecture[9]. Así como Vitruvio y Alberti, a lo largo de diez volúmenes cada uno, presentan criterios, tratados de manera independiente, de aquello que constituiría un edificio adecuado, Durand lo contiene en un único y universal método de diseño. Este método responde a la premisa que rige su ideal de arquitectura: economía y conveniencia que permitan la utilidad absoluta. “La conveniencia incluye la estabilidad, higiene y comodidad, mientras la economía reúne la simetría, regularidad y sencillez. Por tanto, el principio de economía se refiere sobre todo a la eficiencia del diseño y una planificación técnica clara de los métodos de ejecución”[10].

De esta forma, el método de proyección sistematizado consiste en una retícula ortogonal y modular que forma la trama base para los elementos de carga del proyecto. Posteriormente se toman los componentes[11] que conforman un edificio y se ensamblan sobre la trama base. La facilidad técnica y de ejecución incrementa considerablemente. En ese momento, la implementación de un proceso de diseño riguroso propicia la tipificación absoluta de los edificios y el surgimiento de una nueva arquitectura oficial del Estado francés. Sin embargo, a largo plazo, la semilla que deja Durand es la estandarización del pensamiento.

Figura 1: Plano planta de conjunto realizado con los criterios convencionales de la disciplina,  herencia directa de los tratados y método de diseño de Durand. Elaboración propia.
Figura 1: Plano planta de conjunto realizado con los criterios convencionales de la disciplina,
herencia directa de los tratados y método de diseño de Durand. Elaboración propia.

Lo que me interesa resaltar de los tres Vitruvios es que sus obras, de llevar por nombre uno que describiese fielmente el contenido que profesan, no sería éste “tratado de arquitectura” sino el “manual para la construcción del buen edificio”. Y habría que hacer esta distinción lingüística puesto que hay un gran peligro en encontrar sinonimia entre “arquitectura” y “construcción”. He elegido tirar de estas tres hebras conductoras –y no de otras– puesto que los ecos de este esquema de pensamiento conforman el dogma hegemónico que ha adoctrinado y domina actualmente la enseñanza y práctica arquitectónica.

Ciertamente no deja de haber voces que lo han señalado con anterioridad. Alberto Pérez-Gómez[12], reconocido historiador y teórico de la arquitectura, ha dedicado una buena parte de su producción escrita a generar una propuesta sobre aquello que tendría que recuperar la arquitectura y la enseñanza de ésta en nuestros días. A este respecto, me propongo examinar en cuatro ejes sus tesis primordiales, planteadas en los artículos que conforman Tránsitos y Fragmentos y el libro De la educación en arquitectura, dos de sus publicaciones más recientes al respecto.

Fenomenología y conciencia encarnada

Uno de los ejes principales consiste en una relación fenomenológica con nuestro entorno. Con base en la fenomenología de Merleau-Ponty, rechaza que la percepción sea un efecto pasivo y constante, en contraste con una acción sinestésica de los sentidos operando de forma conjunta y “no como la imagina la psicología cartesiana (…) supuestamente ocurriendo partes-extra-partes, a través de nuestros sentidos independientes entendidos como mecanismos autónomos”[13]. Plantea que el significado surge de nuestra relación corpórea con las cosas e insiste en la simultaneidad que da pie a la existencia de una conciencia encarnada. Por lo anterior, ha criticado de manera vehemente la dependencia actual de la arquitectura a las herramientas tecnológicas ya que al ser inherentemente instrumentales atrofian cualquier posibilidad de realizar las acciones mencionadas. A todo este respecto, fijémonos en la siguiente cita, pues parece sumamente reveladora: “… impedirnos comprender efectivamente la especificidad de los lugares: el mundo exterior se percibe reducido a un espacio homogéneo, cartesiano, y cualquier arquitectura puede aparecer donde quiera, mientras esté firmada por Zaha o Calatrava” (cursivas mías)[14]. Pues bien, aquí hay un primer acercamiento de gran solidez hacia nuestra relación por defecto con el mundo y a nuestra incomprensión con la especificidad del lugar, en sintonía con la propuesta fenomenológica. Sin embargo, la segunda parte de esta oración (en cursivas) revela lo siguiente: lo que preocupa al autor no es sobre la especificidad de los lugares, en tanto a su real comprensión, sino a cómo la incomprensión permite que algunas arquitecturas se materialicen –en este caso la arquitectura de autor, posibilitada por la globalización y el mercado–, y otras no.

Figura 2: Croquis en una plaza pública. Elaboración de la autora.
Figura 2: Croquis en una plaza pública. Elaboración de la autora.

Hermenéutica y formación humanística

En polémica oposición se encuentra con el tratamiento actual de la historia como una acumulación de datos dentro de una temporalidad lineal, cuya valoración va en aumento de acuerdo con la cercanía que mantenga con el progreso tecnológico. Atribuye a Durand ser un parteaguas muy profundo –impulsado únicamente por el cumplimiento de la eficiencia tecnológica– ya que “en toda la teoría anterior, encontramos de manera invariable preocupaciones más amplias sobre el significado cultural de la arquitectura…”[15], en contraste con lo planteado, por ejemplo, en el Recueil de Durand. No obstante, se entiende que en una tradición filosófica clásica[16] las preocupaciones rondaran en torno al porqué metafísico de la disciplina, así como se entiende el camino que abrió Durand en el horizonte tecnológico que se vislumbraba en el XIX.

El contenido de los tratados anteriores se explica de acuerdo con el contexto histórico en el que están inscritos y no tanto por el contenido (qué), en este caso la variable, o por la finalidad (para qué), en este caso la constante. Pérez-Gómez, preocupado por la forma que toma la variable en los últimos siglos –con justa razón y con una respuesta cautivadora–, encuentra la alternativa en la ontología hermenéutica donde podamos “modificar los términos de nuestra relación con la historicidad (…) para construir una teoría, generando narrativas a partir de la evidencia”[17]. Ahora bien, para entender la postura de este autor frente a la teoría arquitectónica, conviene citarle en extenso: “Los inicios de la crisis de la arquitectura (…) deben ser vistos en paralelo al inicio de la ciencia moderna y a su impacto en el discurso arquitectónico (…) sobre todo después de Jean-Nicolas-Louis Durand (…) la legitimidad de la teoría y la práctica predicadas por el cientificismo fueron reducidas a mera instrumentalidad” (cursivas mías)[18]. De esta forma, sostiene una reivindicación de la teoría, volviendo a incluir en ella las dimensiones filosóficas y humanísticas de antaño.

El quid de la cuestión es el siguiente: Persigue reivindicar la formación de las y los arquitectos como humanistas, en sus palabras “la teoría no funciona hoy porque se instrumentaliza”[19] y “el valor de las teorías arquitectónicas dependió a partir de entonces de su capacidad de producción”[20] y, sin embargo, toda su propuesta tiene como finalidad construir una mejor arquitectura[21], ¿no es esto una contradicción mayúscula? A simple vista, enjuicia brutalmente la instrumentalización teórica, no obstante, pareciera que en realidad lo que critica es el contenido de los últimos dos siglos.

Dicotomía concepción-realización

A lo largo de sus escritos hace mención frecuente a permitir el desarrollo de los momentos de traducción entre la concepción y realización de la arquitectura, basándose en que es aquí donde “se daba la enseñanza de la arquitectura [en contraste con la] mentalidad tecnológica que quisiera evitar todas las ambigüedades del lenguaje y construir edificios generados por algoritmos”[22]. Evoca cómo para Filarete, el espacio entre una idea (conceptualización) y un edificio (realización) es un momento de maduración aprovechable para la propuesta original: “Para el arquitecto moderno es muy difícil de concebir la idea de que el edificio que uno construye no es igual al que se dibujó y que esos momentos interpretativos (entre dimensiones, entre la palabra, el dibujo, las maquetas y el edificio) representan una oportunidad para hacer nuevos descubrimientos y enriquecer el proyecto[23] (cursivas mías). Es completamente cierto.

Sin embargo, entraña un problema enorme pensar la arquitectura como una dicotomía concepción-realización. Para empezar, porque revela que el pensamiento tiene como finalidad una segunda fase en la cual se materializa en un objeto tangible y, de la misma forma, porque divide tajantemente el pensar del hacer. En arquitectura, ¿el hacer es construir? En el entendimiento hegemónico, en efecto, el hacer arquitectónico está traducido incuestionablemente como producción, pensar en hacer arquitectura es el paso que antecede a la materialización de un objeto arquitectónico o un proyecto construido. Estamos hablando de una dicotomía que reduce la arquitectura a un fragmento de lo que podría ser. Sobre todo, tratándose de un mismo proyecto teórico que anteriormente critica la separación entre el pensar y el sentir.

Globalización y localidad

También se ha posicionado sobre el mundo globalizado. Como he señalado con anterioridad, lo que se critica de nuestra tradición arquitectónica se encuentra en los pasados dos siglos y, particularmente, en lo que éstos han desembocado en la actualidad. Le inquieta la crisis que trae consigo la globalización en la arquitectura; suprimiendo saberes tradicionales de culturas particulares, desprendiéndose de un significado e impulsándose por criterios mercantiles. Describe el estado frívolo de la arquitectura contemporánea acertadamente:

“La producción arquitectónica reciente, (…) de vanguardia, por lo general celebra el uso de computadoras para generar formas inverosímiles (…) en busca de lo novedoso como objeto de consumo (…) asociadas con un supuesto autor genial. Así, éste adquiere el estatus de estrella cinematográfica y contribuye a dejar de lado toda la consideración ética en el proyecto arquitectónico. La atención hacia precedentes históricos y a las condiciones (…) cualitativas del lugar donde echará raíces el futuro edificio son cruciales para lograr a través del proyecto un entorno significativo” (cursivas mías)[24].

Busca devolverle el mérito que le corresponde a lo local; de ahí una de sus tesis características sobre “volver al sitio” y respetar la multiculturalidad[25]. Mi objeción no es sobre retomar los aciertos anteriores a la vida contemporánea, pero los discursos se construyen unos a otros. Sin restarle veracidad al fundamento de la cita anterior, habría que señalar que Pérez-Gómez, lejos de reconocer algún posible equívoco histórico anterior al periodo entre el XVIII y el XIX –apenas un par de siglos–, encuentra las soluciones en un pasado enaltecido. La manera de conceptualizar de Durand no es una creación aislada. Probablemente sea más fácil tapar el sol con un dedo, que adjudicarle la crisis de la arquitectura a un momento tan particular.

* * * * *

Previamente he replicado a algunos puntos que, si bien considero contradictorios, están inscritos en proposiciones importantísimas. Así que, para finalizar, he de decir: lo que se me presenta como el gran fallo de Pérez-Gómez es el conjunto, por aquello mencionado al principio de este texto sobre la finalidad de la arquitectura. Fijémonos en algunas cursivas marcadas en las citas que extraje del autor, ya que manifiestan intencionalidad: “enriquecer el proyecto”; “consideración ética en el proyecto arquitectónico”; “… precedentes históricos y a las condiciones (…) cualitativas del lugar donde echará raíces el futuro edificio son cruciales para lograr a través del proyecto un entorno significativo”. Y probablemente la más importante de todas: “Sin pretender ser prescriptivo, es posible establecer algunos criterios para concebir una arquitectura capaz de construir un mundo emotivo y dado –con significados apropiados– para responder a valores culturales reales que tienen aún raíces en el mundo cotidiano, donde conviven culturas diversas…” (cursivas mías)[26]. Interesantísimo, necesario e insuficiente. La variable (contenido) nos acerca mucho a maneras alternativas de relacionarnos con la arquitectura, pero no es disruptiva, y se quedará corta siempre que siga ligada a la reiterativa constante (finalidad): “manual para la construcción del buen edificio”. Aunque Pérez-Gómez no tenga motivaciones de producción masiva y globalizada, sí que las tiene de producción, aunque sea local.

Propuestas hay, ¿qué duda cabe?, y son condición necesaria, más no suficiente, para romper el paradigma contemporáneo arquitectónico. Y no es suficiente porque abordan únicamente la arquitectura construida. Así es, no podemos ni debemos dar por hecho que la arquitectura sólo es hasta que se construye. La crítica ahora afirma que “no todas las construcciones son arquitectura”, y es verdad. De esto está hablando Pérez-Gómez y tantos más, reclamando principios como la habitabilidad, como el ejemplo que he mencionado al inicio, haciendo pedazos a la arquitectura de autor, planteando distintas relaciones con el entorno. Me sumo a estas tesis, sin embargo, agregaría: así como no todas las construcciones son arquitectura, no toda la arquitectura son construcciones.

La emancipación de la arquitectura de esta crisis podrá plantearse cuando el objeto arquitectónico sea concebido como una de las posibles partes de la práctica, y una de las partes nada más, no como condición sine qua non. El gran fallo de Pérez-Gómez es el mismo que el de la disciplina. Pretende reivindicar la teoría, la representación gráfica, la historia, el pensamiento, la literatura, el multiculturalismo y todas sus posibles articulaciones con el espacio, introduciéndolas en la esfera de concepción, previa a la de realización. En la esfera del pensar, previa al del hacer, cuando estas prácticas por sí mismas ya significan un hacer sumamente complejo. Pérez-Gómez retoma estas prácticas para, una vez más, enriquecer el proyecto arquitectónico y hacerlo mejor de acuerdo con la innegable subjetividad de nuestra época, así como Vitruvio, Alberti y Durand. No reivindica; retoma, ajusta a su época y perpetúa que sus mismas propuestas estén instrumentalizadas y tengan un fin utilitario. Se ha dicho hasta el cansancio que la arquitectura es más que producir edificios, haciendo alusión a la mala praxis dentro del gremio, pero también es más que producir buenos edificios. ¿A qué me refiero con esto? Pensemos que si el producto arquitectónico en tanto objeto construido depende absolutamente de lo que suceda en las prácticas que han sido relegadas, la génesis arquitectónica se encuentra en estas prácticas.

Si estamos plantando que la arquitectura no es sinónimo de construir, se debe a que hay algo mucho más profundo en el habitar que únicamente la edificación. Si lo construido no es lo ontológico del habitar ¿qué es eso que también abarca la arquitectura que no es la construcción en sí? Y en lo que sí sea ontológico del habitar, ¿no se puede encontrar un fin en sí mismo, aceptar otras manifestaciones y no instrumentalizar su estudio con un fin estricto de materializarse en edificación? Bastará con identificar en la alteridad, en culturas no occidentalizadas, en modos de vida que no privilegian el producto arquitectónico como una condición de su pleno habitar para dar cuenta de que, posiblemente, a lo que está respondiendo la arquitectura contemporánea no sea una necesidad humana.

Dicho esto, otra pregunta interesante sería, ¿la arquitectura solamente es para lo humano occidentalizado? O bien, ¿la arquitectura es para todo lo humano siempre y cuando se adapte a los estándares del habitar occidental? El pensamiento occidental no procura únicamente lo mercantil; también aquellos pocos que no son motivados por estos intereses privilegian lo visible, lo tangible y lo material. La reivindicación de la arquitectura podría encontrarse en reconocerle y otorgarle a la génesis de la arquitectura, que está en el pensar y sus derivados, un fin en sí misma y permitir que se desarrollen otros caminos desde ahí, no hacia el producto edificado –­pues la mejora de éste será una consecuencia conveniente– sino hacia la manifestación arquitectónica

(Publicado el 4 de noviembre de 2020)

Figura 3: Pangkapini, Minyipuru, 2007. Por Mulyatingki Marney, Martumili Artists. En Museo Nacional de Australia. Pintura que representa la cosmovisión del territorio en las comunidades aborígenes australianas.
Figura 3: Pangkapini, Minyipuru, 2007. Por Mulyatingki Marney, Martumili Artists. En Museo Nacional de Australia. Pintura que representa la cosmovisión del territorio en las comunidades aborígenes australianas.

Referencias

  • Battista Alberti, L. (1992). De Re Aedificatoria, Akal, Madrid.
  • Fauria, G., Evers, B., Thoenes, C. (2003). Architectural theory: from the Renaissance to the present: 89 essays on 117 treatises. Taschen, Köln.
  • Marco Vitruvio Polión. (1987). Los Diez Libros de Arquitectura, trad. J. Ortiz y Sanz. Akal, Madrid.
  • Pérez-Gómez, A. (2017). De la educación en arquitectura, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
  • Pérez-Gómez, A. (2019). Tránsitos y Fragmentos: Textos críticos de Alberto Pérez-Gómez, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México.

[1] Marco Vitruvio Polion (Marcus Vitruvius Pollio). (c. 80-70 a. C.-15 a. C). Arquitecto, escritor, ingeniero y tratadista romano.

[2] Leon Battista Alberti (Génova, 1404 – Roma, 1472) Arquitecto, secretario personal de tres papas, humanista, tratadista, matemático y poeta italiano.

[3] Jean-Nicolas-Louis Durand (París, 1760 – Thiais, 1834). Arquitecto francés, profesor y teórico de la arquitectura.

[4] Es tratado sobre arquitectura escrito por Marco Vitruvio. Probablemente escrito alrededor del año 15 a. C. Es el más antiguo que se conserva. Despertó un gran interés dentro del mundo de la arquitectura y del humanismo siendo el germen de toda una serie de tratados que vieron la luz durante el Renacimiento.

[5] Es un tratado en diez libros acerca de la arquitectura escrito en latín por Leon Battista Alberti en torno al año 1450, en Roma. Es considerado el tratado arquitectónico más significativo de la cultura humanista.

[6] Aunque los cuatro libros llevan por nombre ornamentum y se le alude en estos términos, se trata del nivel de decoro, en tanto a lo que es apropiado en un edificio u otro. (Véase Fauria, G., Evers, B., Thoenes, C. (2003). Architectural theory: from the Renaissance to the present: 89 essays on 117 treatises. Taschen, Köln, p. 30).

[7] Esta dimensión, siempre presente en su obra, es de suma importancia puesto que, además de clasificar a la edificación, la jerarquiza. Esta escala estará expuesta en términos de dignidad y derecho. Dependiendo del uso del edificio (los edificios eclesiásticos encabezando la escala, seguido de edificios públicos como bibliotecas, escuelas y hospitales para terminar con los privados como casa y villas), éstos tendrán –mayor o menor– acceso o derecho a las partes que los conforman.

[8] Durand, J. N. L. (1799–1801). Receuil et parallele des édifices en tout genre, anciens et modernes.

[9] Durand, J. N. L. (1802–1805). Précis des leçons d’architecture données à l’ecole polythechnique

[10] Trad. propia. Fauria, G. et al., op. cit., p. 324.

[11] Los componentes o elementos de diseño los retoma de los lenguajes arquitectónicos de los órdenes clásicos y haciendo adecuaciones tratando de mantener lo esencial para el cumplimiento de la función. Aboga por una arquitectura desornamentada y critica la decoración por no aportar a la óptima ejecución.

[12] Arquitecto por el Instituto Politécnico Nacional, realizó sus estudios de posgrado en el Reino Unido y fue catedrático en Estados Unidos y en Londres. Fue director de la Escuela de Arquitectura de Carleton University, Canadá, donde actualmente reside. En 1987 fue nombrado a la cátedra Saidye Rosner Bronfman en Historia de la Arquitectura en la Universidad de McGill, donde creó y dirige un programa en Historia y Teoría de la Arquitectura. Dentro de sus publicaciones se encuentran: Architecture and the Crisis of Modern Science; Polyphilo or The Dark Forest Revisited; Architectural Representation and the Perspective Hinge (con Louise Pelletier); y Built upon Love: Architectural Longing after Ethics and Aesthetics.

[13] A. Pérez-Gómez, Tránsitos y Fragmentos: Textos críticos de Alberto Pérez-Gómez, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 2019, p. 123.

[14] A. Pérez-Gómez, De la educación en arquitectura, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 2017, p. 21.

[15] A. Pérez-Gómez, op. cit., 2019, p. 150.

[16] Más adelante, sobre la teoría vitruviana, Pérez-Gómez recuerda la estrecha relación encontrada entre la theoría y la techné, como una articulación fundamental para el saber-hacer de las artes, haciendo hincapié en la importancia de los distintos tipos de conocimiento como eje rector. (Véase ibid., pp. 151, 168-173).

[17] Ibid., p. 164.

[18] Ibid., pp. 157-8.

[19] A. Pérez-Gómez, op. cit., 2017, p. 34.

[20] A. Pérez-Gómez, op. cit., 2019, p. 158.

[21] Entiéndase “mejor” como “más ética” o “responsable”, en palabras de Pérez-Gómez.

[22] A. Pérez-Gómez, op. cit., 2017, p. 18.

[23] A. Pérez-Gómez, op. cit., 2019, pp. 21-2.

[24] Ibid., pp. 231-2.

[25] En parecidos términos con el eje anteriormente mencionado sobre los momentos de traducción, también dentro de la multiculturalidad encuentra una posibilidad. Como lo plantea Steiner en Después de Babel, Pérez-Gómez también la reclama como algo, no solamente posible, sino necesario para la comunicación humana.

[26] A. Pérez-Gómez, op. cit., 2019, p. 231.

¿Existen los paisajes olfativos?

Por Fabio Vélez, Esmeralda Gaona Estudillo, Santiago Echarri Cotler y Sara Laura Díaz Jiménez[1].

¿Por qué solemos identificar el paisaje con esas praderas suizas que suelen utilizar los publicistas para vendernos productos orgánicos? ¿Por qué, en cualquier caso, damos por hecho que la ciudad es incompatible con el paisaje y que éste sólo podría encontrarse fuera de ella? ¿Por qué el paisaje suele gozarse en tiempo de ocio o en viaje turista? ¿Hay sólo paisaje en la “naturaleza”? ¿Y en el campo, en el mundo rural? ¿Son lo mismo? ¿Y el paisaje, puede ser feo? ¿Existen paisajes naturales feos? ¿Y rurales? ¿Y urbanos? ¿Acaso no son casi todas las ciudades bellas en la noche y feas a la luz del día? ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿El paisaje cómo se percibe y aprecia? ¿Con qué sentidos? ¿Vemos el paisaje? ¿Lo escuchamos? ¿Lo olemos? ¿No? ¿Carecen los invidentes de paisaje? Estas y otras preguntas están detrás de nuestra pregunta: ¿Existen los paisajes olfativos?

I. Pero antes: ¿qué es el paisaje? O mejor: ¿qué no es?

Comencemos. Un lugar o espacio considerado desde el punto de vista de sus características físicas no es propiamente un paisaje; tampoco lo es la suma de sus elementos, por mucho que la naturaleza los haya modelado; el paisaje, muy por el contrario, tiene que ver más bien con la relación que establecemos con nuestro entorno. J. Maderuelo lo ha expresado acertadamente al tener que distinguir, para dar cuenta de esta diferencia, entre “paraje” y “paisaje”:

El término “paraje” designa un sitio o lugar dispuesto de una manera determinada. Pero para que esos elementos antes nombrados adquieran la categoría de “paisaje”, para poder aplicar con precisión ese nombre, es necesario que exista un ojo que contemple el conjunto y que se genere un sentimiento, que lo interprete emocionalmente (…) Por lo tanto, la idea de paisaje no se encuentra tanto en el objeto que se contempla, sino en la mirada de quien contempla. No es lo que está delante, sino lo que se ve[2].

El paisaje, por mor de lo anterior, exige a su vez que nuestra relación con el lugar deje de ser utilitaria, para que pueda habilitarse una predisposición a la experiencia estética. Calvo Serraller lo ha ilustrado de manera insuperable:

Alguien que está agobiado por sacar rentabilidad a la tierra no puede contemplar con entusiasmo su belleza; y así nos lo prueba la historia de la apreciación estética de la naturaleza. Hace falta que el hombre se libere de esa carga onerosa y pueda mirar a su alrededor sin la preocupación de que una tormenta o la sequía arruinen su economía para que pueda realmente recrearse en fenómenos como la lluvia, el crepúsculo, la aurora o la variedad de luces y tonalidades que dejan las estaciones a su paso[3].

Sea como fuere, casi todos los teóricos del paisaje han coincidido en el hecho de que no hay mejor prueba para dar con el origen del paisaje que acudir a la lengua. En occidente, por ejemplo, las raíces lingüísticas para nombrar el paisaje ya sean de procedencia latina (paesaggio, paysage, paisaje…) o germánica (Landschaft, landscape, landskip…), han puesto de manifiesto la referencia al territorio en términos de su “aspecto”. Esto, por su parte, guarda perfecto sentido con cómo, en nuestra tradición (aunque no necesariamente en otras), el paisaje y la pintura han ido de la mano. No es casualidad, así pues, que utilicemos la misma palabra para designar tanto un entorno real (como cuando, desde el Nevado de Toluca o el Valle de Guadalupe, decimos aquello de “¡qué paisaje!”) cuanto la representación de ese entorno (piénsese, por ejemplo, en un “paisaje” de Poussin o Velasco). Efectivamente, nos servimos de la misma palabra en sendos contextos y, justo por ello, es crucial valorar en toda su medida el importantísimo papel auspiciado por el arte en general, y la pintura muy en particular. No en vano, esta última nos enseñó a ver y nos permitió apreciar lo que antes simplemente no veíamos; supuso, qué duda cabe, una inmejorable escuela de la mirada[4].

Con estas credenciales, no sorprende que la visión y la mirada hayan permeado el discurso teórico de los paisajistas, pues, no por casualidad, han fungido como puertas de acceso para relacionarnos estéticamente con nuestro entorno[5]. Ahora bien, y a pesar del ocularcentrismo que esta teoría entraña, ¿es el paisaje dominio exclusivo de la mirada o puede darse igualmente en otros sentidos?

Intentar dar una respuesta a esta pregunta nos obligaría, antes que nada, a tener que replantear el uso de los sentidos y su desigual jerarquía; de hacerse esto último, tal vez pudiera despejarse una oportunidad para pensar y escribir una historia distinta a la que comúnmente se nos ha contado.

II. La historia entre la teoría y los sentidos es una historia de múltiples desencuentros y reacomodos. Y aunque por lo común, en esta relación, los sentidos siempre han ocupado un lugar secundario, sólo la vista (y puntualmente oído) parece haber escapado a esta condición ancilar. Que lo anterior es cosa cierta e indubitable se evidencia en el papel que la visión ha ejercido a la hora de modelar metafóricamente el marco conceptual del intelecto y el pensamiento[6].

Sin embargo, es de justicia reconocer también que la visión tiene su historia, y que su prevalencia no siempre ha representado un monopolio sobre el resto de los sentidos[7]. Lo evidente, en todo caso, es que los sentidos denominados vulgarmente corporales –el gusto, el tacto y el olfato– fueron perdiendo presencia en el espectro sensorial, hasta llegar un punto en el que su único reconocimiento legítimo resultaba del goce de placeres empíricos y el refinamiento de su uso.

Esta apreciación no es baladí, pues delata a su vez una diferenciación de los sentidos en virtud de su potencialidad estética. Entiéndase esto: del mismo modo que hay sentidos intelectuales y corporales, es lógico que de estos se sigan, a su vez, sentidos estéticos y no estéticos, artísticos y no artísticos[8]. Pues bien, identificar adecuadamente el entramado de esta taxonomía puede resultar crucial puesto que, en ella, según creemos, se podría jugar la posibilidad de que los “sentidos corporales” pudieran recobrar toda su dignidad estética. Para todo ello seguiremos de cerca los pasos seguidos por Kant en su Crítica del juicio.

Lo primero que conviene tener presente es que, cuando Kant sostiene que lo bello no puede oler, lo que está cuestionando es la legitimidad de los “sentidos corporales” para emitir un juicio estético[9]. La razón, por él esgrimida, es que en el uso de estos sentidos siempre impera, tácita o explícitamente, la satisfacción de un placer o un interés particular y, por tanto, no es posible obtener de ellos más que la mera opinión de algo. Por este motivo, Kant distingue entre “juicios de gusto” y “juicios estéticos”, reservando los primeros para los “sentidos corporales”, habida cuenta de su irreductible parcialidad. La pregunta, entonces, se impone de suyo: ¿cómo alcanzar la universalidad que el juicio estético pretende, desde la subjetividad que toda experiencia comporta?

Para salir del atolladero, Kant diferencia, a su vez, entre dos tipos de placeres: lo bello y lo agradable. Pues bien, lo bello, en tanto es entendido por Kant como un placer desinteresado −exento, por tanto, de los sesgos antes señalados−, estaría en condiciones, ahora sí, de cumplir con la pretensión de universalidad que sería esperable de los “juicios estéticos”[10]. Por eso, dirá Kant, cuando declaramos que algo es bello «se exige a los otros exactamente la misma satisfacción; juzga, no sólo para sí, sino para cada cual, y habla entonces de la belleza como si fuera una propiedad de las cosas» (cursivas nuestras)[11]. Lo agradable, por el contrario, representaría la satisfacción de un placer personal, singular y privativo, susceptible de emitir juicios allí donde el placer «se limita sólo a su persona»[12].

De lo anterior podemos inferir por qué el tacto, el gusto y el olfato, en detrimento de la vista y el oído, parecen haber quedado proscritos del pensamiento estético y desterrados de la producción artística. Y esta marginación no sólo se ha expresado en el pensamiento filosófico, es importante subrayarlo, sino también en la historia cultural[13]. Pero ¿es tan tajante esta división entre sentidos, juicios y placeres estéticos? ¿Ciertamente no es posible un uso estético de los sentidos corporales?

III. Hagamos el intento con el olfato. Pero, antes que nada, para replantear cualquier sentido es necesario, como paso previo, entender su funcionamiento. Procedamos, entonces: ¿cómo funciona el olfato?

En la nariz se halla el área de recepción de estímulos químicos olorosos, en el epitelio olfativo, un tejido delgado que recubre los huesos de la cavidad nasal se sitúan las neuronas sensoriales olfativas […] donde ocurre la interacción inicial entre el compuesto volátil y el sistema nervioso[14]

¿Qué pasa después? Pues bien, la energía química de la unión generada por las moléculas de olor, al encajar en los correspondientes receptores olfativos, se transforma en una señal eléctrica que desencadena una serie de respuestas. Pensemos en nuestro olor favorito, ¿somos capaces de reconocerlo? Casi con toda certeza. ¿Seremos capaces de describirlo sin echar mano de las palabras que aluden a los objetos en cuestión (olor a rosa, a naranja, etc.)? Probablemente no y, en todo caso, con suma dificultad. Y es que, a pesar de estar ligado tan íntimamente a nuestra historia personal, pareciera que el olfato es un “sentido mudo”. ¿A qué se debe esto? Pues se debe a la peculiar ruta que recorren las señales olfatorias al transitar, en primer lugar, por la amígdala y tener que lidiar con las emociones, para después, en el hipocampo, tener que hacerlo con los recuerdos; y es que, como dijo alguna vez Helen Keller, el olor es un hechicero poderoso que nos transporta a miles de kilómetros y hacia todos los años que hemos vivido. Lo curioso, empero, es que estas señales pasen de largo por la zona cerebral encargada del lenguaje[15]. ¿Por qué debería llamar esto nuestra atención? Por lo siguiente: al sortear el lenguaje y empaparse al mismo tiempo de emociones vinculadas a recuerdos, ¿no resultarán los olores, al menos los verdaderamente significativos, intransferibles e incomunicables? Y de ser este hermetismo, ¿no se comportarían como los lenguajes privados? Pero ¿todos?

Tal vez no esté de más, en este punto, dejarnos guiar por la historia. Regresemos en el tiempo a 1539, año en el que el rey Francisco de Francia promulgaba un edicto donde se prohibía la basura en las calles de París, y se perseguía en toda vía pública el vertido de restos de animales, heces y orines humanos o cualquier otro desperdicio que contribuyera a degradar el aspecto olfativo de la ciudad. No satisfecho con la letra de la ley, o más bien sabedor de que ésta no se cumpliría por gracia y sin resistencia, se encargó de que una “policía de la mierda” vigilase y castigase a todo aquel que mostrara oposición al cambio de los nuevos usos y costumbres. Ahora bien, ¿la ley “respondió” a un malestar previo, o la ley “creó” ese malestar, extraño a la sazón?[16] Tal vez encontremos respuesta a esta pregunta, siglos más tarde, en palabras del gran cronista del Paris del XIX, Louis-Sébastien Mercier:

Se bebía el agua hace ya veinte años sin prestarle gran atención; pero desde que la familia de los gases, la raza de los ácidos y de las sales aparecieron en el horizonte (…) por doquier se armaron en contra del mefitismo. Esta palabra nueva resonó como un formidable toque a rebato; se advirtieron por todas partes los gases malhechores, y los nervios olfatorios se volvieron de una sensibilidad sorprendente.[17]

Esta anécdota pone de manifiesto, como pocas, la construcción cultural e histórica de los olores. En esta cita podemos comprobar cómo la autoridad de la ciencia, y no la de un rey y su corte, es la que impone ahora un nuevo régimen olfativo. Lo que vendrá después es el relato bien documentado del proyecto higienista: ventiladores de fosas sépticas, mecanismos de combustión, cal, arquitecturas ideadas para la circulación del aire, nuevas normas sanitarias en cárceles y hospitales, y un largo etcétera. Pero sigamos con las preguntas pendientes.

Esos olores, explicitados por la ley e impuestos a la fuerza, ¿serían, siguiendo a Kant, “desagradables” o “feos”? Nosotros creemos y defendemos que son feos. Sí, feos. ¿Por qué? Porque la desodorización que impulsó el higienismo estaba destinada fundamentalmente, aunque no sólo, al espacio público. Y en éste los olores son ineluctablemente compartidos, es decir, los reconocemos porque los hemos previamente normado e interiorizado en un largo, aunque por lo general inadvertido, proceso de socialización. Efectivamente, allí donde los olores dejan de ser desagradables (o agradables), los olores trascienden igualmente las historias personales. Y esto sólo sería posible si compartiéramos alguna suerte de imaginario olfativo.

¿Qué nos revela, entonces, la historia de los olores? Nos descubre una pista, una idea que podría ser fácilmente ignorada, como el que ignora el sol bajo su luz cegadora, pero que ya no puede ser silenciada por mucho más tiempo, a saber, que el olor también es fenómeno cultural. Así pues, digámoslo ya con todas las letras, los olores pueden ser y de hecho son no sólo subjetivos y biográficos, como dictaba la tradición, sino también construidos y sociales; partícipes, en suma, de una intersubjetividad que buenamente podría ajustarse a las estrictas condiciones que Kant imponía a los sentidos y juicios estéticos. Atrás queda, por tanto, el excesivo encorsetamiento que reprimió la posibilidad de un despliegue distinto al acontecido para el olfato y el resto de los sentidos corporales. Para el caso que nos concierne, al liberarse el olfato de sus ataduras restrictivas, nuevas relaciones de apreciación sensible con el espacio emergieron[18]. Y con ellas, y esto es lo importante, la posibilidad también de paisajes olfativos.

IV. Y, aceptado lo anterior, la historia del olfato presenta en su despliegue particular algunos puntos de inflexión desconcertantes que, sin duda alguna, bien merecerían alguna reflexión. Uno de ellos, por ejemplo, tiene que ver con una coincidencia que se nos antoja toda menos casual. En este sentido, llama poderosamente la atención que la división entre stercus (olor en la esfera pública) y screta (en la doméstica), “creada” por el edicto de 1539, coincida en el tiempo con la aparición de la palabra “perfume” como contraparte a screta, sin que la época haya evidenciado la necesidad de inventar una palabra equivalente para stercus (¿perfume público?). Pero esta inquietud, insistimos, la aplazamos para otra ocasión.

© Ángel Uriel Pérez López
© Ángel Uriel Pérez López

En todo caso, allana el terreno para presentar otra flexión capital en la historia del olfato y los olores en la que sí nos detendremos, y con la cual deseamos terminar. Para ello tendríamos que avanzar en el tiempo hasta el siglo XIX. Resulta de interés hacer una parada en estas fechas para considerar seriamente un hecho que, a nuestro juicio, resulta inescrutable: ¿cómo es posible que hayamos tenido que esperar prácticamente al siglo XXI, cuando ya había condiciones en el XIX, para encontrar las primeras teorizaciones acerca del “paisaje olfativo”[19]? ¿A qué se debe, pues, esa dilación inexplicable?

Para tratar de responder a estas preguntas, creemos que es importante volver sobre el 1800 de la mano de Alain Corbin. Según él, en esas fechas acontecen dos hechos importantes que no deberían pasarnos desapercibidos: el primero de ellos está relacionado con la obsolescencia del sentido del olfato, tras el éxito arrollador de la revolución pasteuriana[20]; el segundo tiene que ver con la desodorización efectiva del espacio público y privado, fruto de la implementación sistemática de políticas higienistas[21]. Pues bien, la concatenación de estos hechos, asumible desde otras disciplinas, entraña una auténtica paradoja al ser examinada desde una perspectiva estética. Dicho en breve: se despeja una vía que, al mismo tiempo, se clausura. ¿En qué sentido? En el siguiente: justo en el momento en que el olfato quedaría liberado de sus fines utilitarios, y por lo tanto abierto a otros usos inauditos como el estético, ¡se nos priva de los propios olores!, es decir, de esa materia prima necesaria para propiciar cualesquiera otras experiencias. Hemos pasado, por decirlo así, de un olfato que ya no sirve para nada a una nariz que ya no huele nada. Y todavía hay más y peor: hemos identificado esa ausencia de olor como algo agradable.

¿Cómo se explica esta historia? ¿Cómo es posible que hayamos desodorizado la realidad justo cuando estábamos en las mejores condiciones para habilitar un uso desinteresado del olfato y, por lo tanto, estético? ¿Se esclarece así la demora que hemos soportado en el uso de los olores por parte del arte? En cualquier caso, ¿estaría esta historia detrás del aplazamiento de la conceptualización del paisaje olfativo? Podría ser.

Lo cierto es que tanto en el ámbito del arte como en el del mercado todavía son escasos las obras y los productos que emplean los olores con fines estrictamente, y no espuriamente, estéticos[22]. Y eso ya puede constituir un síntoma. Sea como fuere, lo cierto es que la categoría de paisaje olfativo todavía hoy sigue siendo marginal, incluso en contextos en los que uno esperaría mayor receptividad y apertura como, por ejemplo, en las Facultades de Arquitectura y Arquitectura de Paisaje. Y, probablemente, la promoción y el desarrollo no haya que esperarlos precisamente por estos lares. A este respecto, quizá fuera pertinente apropiarnos de unas reflexiones de A. Roger, si bien en su caso destinadas a ampliar la noción de paisaje bucólico-natural:

¿Disponemos de modelos que nos permitirían apreciar lo que tenemos ante los ojos? Parece ser que no (…) Todavía no sabemos ver nuestros complejos industriales, nuestras ciudades turistas, el poder paisajístico de una autopista. Somos nosotros los que tendremos que forjar los esquemas de visión que nos los conviertan en estéticos.[23]

Pues bien, mutatis mutandis, probablemente también seremos nosotros los que tendremos que modificar y ampliar nuestros esquemas de olfacción y estos, como nos ha dado perfecta cuenta la historia del paisaje (al menos en nuestra tradición), podrían ser suministrados por el arte[24]. Ante el flagrante desamparo in nasu que venimos padeciendo, necesitamos un arte de los olores que nos enseñe a oler paisajes olfativos, de la misma manera que en el siglo XVI nos ayudamos de la pintura para ver paisajes visuales.

Volvamos a las preguntas de nuevo: ¿Podremos algún día apreciar los paisajes olfativos que nos rodean? ¿Y diseñarlos? Sea o no el arte el mecanismo para catalizar estos cambios, algo nos estaremos acercando al día en que empecemos a utilizar el aparato conceptual estético para dar cuenta de los olores (bello, feo, sublime, etc.). Y todavía estamos lejos de que se normalicen estos usos lingüísticos.

(Publicado el 12 de febrero de 2020)

Referencias

  • Calvo Serraller, F., “Concepto e historia de la pintura del paisaje”, en Arnaldo, J.; Ashton, D.; Bettagno, A.; et al. (1993). Los paisajes del Prado. Nerea, Madrid
  • Clair, J., De immundo, Arena Libros, Madrid, 2007
  • Corbin, A., El miasma o el perfume, F.C.E., México, 1987
  • Febvre, L. El problema de la incredulidad en el siglo XVI, UTEHA, México,
  • Henshaw, V., Urban Smellscapes, Routledge, N. York, 2014
  • Kant Crítica del juicio, trad. García Morente, Porrua. México
  • Korsmeyer, C., El sentido del gusto, Paidós, Barcelona, 2002
  • Laporte, D., Historia de la mierda, Pre-textos, Madrid, 1998
  • López Mascaraque, L. y J. Alonso, El olfato, La Catarata, Madrid, 2017
  • Maderuelo, J., El paisaje: génesis de un concepto, Abada, Madrid, 2005
  • Maderuelo en “El paisaje urbano”, Estudios geográficos, Vol. LXXI, 269, 2010
  • Pallasmaa: Los ojos de la piel, Gustavo Gili, Barcelona, 2015
  • Roger, Breve tratado del paisaje, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007

[1] Este artículo no hubiera sido posible si Eduardo Peón, secretario técnico de la Licenciatura de Arq. del Paisaje (FA UNAM), no me hubiera brindado la oportunidad de ensayar un formato de seminario de investigación en una optativa del Plan de Estudios. Last but not least, a mis alumnos Esmeralda Gaona Estudillo, (Estado de México, 1996), Santiago Echarri Cotler (Ciudad de México, 1996), Sara Laura Díaz Jiménez (Ciudad de México, 1996), integrantes del Seminario sobre el Concepto de paisaje (Coordinado por Fabio Vélez Bertomeu) –todos ellos alumnos de la Facultad de Arquitectura, UNAM–, por enseñarme más a mí que yo a ellos. (Nota de Fabio Vélez).

[2] Maderuelo, J., El paisaje: génesis de un concepto, Abada, Madrid, 2005, pp. 37-8.

[3] Calvo Serraller, F., “Concepto e historia de la pintura del paisaje”, en AA.VV., Los paisajes del Prado, Nerea, Madrid, 1993, pp. 11-2. Y, no por caso, como ha advertido A. Berque, esta clase ociosa va a ser urbana y el espacio privilegiado desde el cual se va a potenciar esta nueva mirada no va a ser otro que la ciudad: «Se van a desarrollar ciudades y una clase ociosa apta para contemplar la naturaleza en lugar de transformarla laboriosamente con sus manos (…) Hacer trabajar a los demás fue esencialmente y durante milenos hacerles trabajar la tierra. De ahí surgieron las ciudades y fue, por tanto, a partir de las ciudades desde donde se pudo dirigir la mirada desinteresada al entorno», El pensamiento paisajero, Biblioteca Nueva, Madrid, 2009, p. 40. Esto podría dar lugar a pensar que, en rigor, no podría existir el “paisaje urbano”. Pero no es el caso, como nos ha advertido, por ejemplo, J. Maderuelo en “El paisaje urbano”, Estudios geográficos, Vol. LXXI, 269, 2010, pp. 575-600.

[4] Sobre este aspecto se han demorado largo y tendido Roger y Maderuelo en las obras aquí citadas.

[5] Incluso para un teórico del paisaje como R. Milani, que infravalora el rol del arte y la pintura en la construcción de la mirada paisajística, el sentido de la visión permanece incuestionable, El arte del paisaje, Biblioteca Nueva, Madrid, 2015, pp. 50 y 61.

[6] Como escribe J. Pallasmaa: «el conocimiento ha pasado a ser análogo a la visión clara y la luz a metáfora de la verdad», Los ojos de la piel, Gustavo Gili, Barcelona, 2015, p. 19.

[7] Según L. Febvre, por ejemplo, antes del S. XVII la vista no era lo primero ni el más importante de los sentidos, pues «ante todo, [el mortal común del S. XVI] oye y huele, aspira los oreos y capta los rumores», El problema de la incredulidad en el siglo XVI, UTEHA, México, p. 375.

[8] Korsmeyer, C., El sentido del gusto, Paidós, Barcelona, 2002, p. 63 y ss.

[9] Se entenderá con este ejemplo: ¿acaso decimos de un perfume, una comida o una textura que son bellos (o feos, kitsch, grotescos, etc.)?

[10] Especifica Kant: «Pues cada cual tiene conciencia de que la satisfacción en lo bello se da en él sin interés alguno, y ello no puedo juzgarlo nada más que diciendo que debe encerrar la base de la satisfacción para cualquier otro, pues «no fundándose en una inclinación cualquiera del sujeto (ni en cualquier otro interés reflexionado), y sintiéndose, en cambio el que juzga, completamente libre, con relación a la satisfacción que dedica al objeto, no puede encontrar, como base de la satisfacción, condiciones privadas algunas de las cuales sólo su sujeto dependa, debido, por lo tanto, considerarla como fundada en aquello que puede presuponer también en cualquier otro», Crítica del juicio, trad. García Morente, Porrúa. México, p. 258.

[11] Ibid., p. 260.

[12] Ibid., p. 259.

[13] Probablemente, el primero en advertir y legitimar el tópico (animalidad-olfato) fue Freud en El malestar en la cultura, a partir de la tríada civilizatoria “belleza, limpieza y orden”. Prueba de lo anterior es que todos aquellos que han escrito sobre este particular se han visto en la obligación de pasar por él, ya sea para reafirmarse o para posicionarse en contra.

[14] López Mascaraque, L. y J. Alonso, El olfato, La Catarata, Madrid, 2017, p. 12.

[15] Ibid., pp. 12 y ss.

[16] Laporte, D., Historia de la mierda, Pre-textos, Madrid, 1998, pp. 44 y 52.

[17] Corbin, A., El miasma o el perfume, F.C.E., México, 1987, p. 71.

[18] Habría que decir: pese a los teóricos urbanos. Es por ello, a nuestro ver (y por citar a dos clásicos), que H. Lefebvre se equivoca cuando, en la producción del espacio, relega el olfato en razón a su pretendida “indecodificabilidad”, de un modo parejo al de K. Lynch, cuando en la ordenación semiótica de la ciudad, sólo contempla la posibilidad de un ordenamiento urbano en términos visuales.

[19] Hasta donde creemos, es N. Poiret la primera en presentar, aunque todavía de manera precaria, la noción de “paisaje olfativo”. Inspirándose en el “paisaje sonoro” de Murray Schafer (60’s), señala la autora en un breve articulo: «¿No podríamos inventar nosotros un smellscape, un “paisaje olfativo”? Éste estaría conformado por el conjunto de fenómenos olfativos que permiten, más allá de la visión, una apreciación sensible y estética en el espacio», “Variations sur les paysages olfactifs”, Ambiances architecturales et urbaines, Editions Parenthèses, Marseille, 1998, num. 42/3, p. 186.

[20] Escribe A. Corbin: «La desaparición del papel patógeno de la hediondez reconforta el retroceso de la olfacción dentro de la semiología clínica; el médico ha cesado de ser el analista privilegiado de los olores», op. cit., p. 242.

[21]  Señalamos lo de público y privado, porque en lo referente al espacio público, Laporte ha dado cuenta de los inicios de este proyecto, si bien con un éxito ambivalente, a partir del S. XVI. Corbin nos confirma la consumación del plan con su extensión en la esfera doméstica en el XIX, ibid.., p. 158.

[22] Es el caso de este monográfico de V. Henshaw, Urban Smellscapes, Routledge, N. York, 2014

[23] A. Roger, Breve tratado del paisaje, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007, pp. 121-2. Esta posición ha sido replicada por A. Berque, op. cit., pp. 87 y ss., a nuestro ver con un argumento idealista.

[24] No es producto del azar que la mayoría de las categorías estéticas en nuestra tradición sean visuales. Ciertamente, hemos tenido que esperar a las últimas décadas del siglo pasado para que el arte empiece a operar con olores y sólo así se entiende la aparición de nuevas categorías como la de lo “inmundo”, véase J. Clair, De immundo, Arena Libros, Madrid, 2007.

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