Pintura archivos - Revista .925 Artes y Diseño
Menu

Revista de la Facultad de Artes y Diseño plantel Taxco

Tag archive

Pintura

De lo digital a lo dactilar. La reconversión de la virtualidad al arte tangible

Por Jorge Santana.–

En su carácter experimental, estas líneas buscan ejercer un contrapeso en la inercia que representa la irrupción desmedida de la imagen digital en el arte actual; y, asimismo, esbozar algunas directrices que ayuden a concientizar las dimensiones menos debatidas en torno a la tendencia global de las expresiones virtuales frente al arte visual tradicional. Concretamente, se abordará una de las alternativas estéticas que atienden este desafío, la cual consiste en destacar la materialidad como concepto ante el paradigma de un arte cada vez más tecnológico y des-objetualizado.

En su ensayo Conceptos viajeros en las humanidades, la escritora holandesa Mieke Bal (Bal, 2006) nos revela que los conceptos son la esencia sucinta de las teorías y que contienen un potencial reflexivo en sí mismos; pero no sólo eso, como el título indica, los conceptos son fenómenos humanos que viajan en el tiempo y hacen que su significando se transforme a la par de los paradigmas por los que atraviesa nuestro apercibimiento del mundo. Los conceptos caben a veces en una o en un par de palabras atrevidas, en términos que semánticamente se ven cargados en un contexto preciso, tal como ahora es el caso de la dupla adjetiva elegida para arrancar este breve estudio: ‘digital’ y ‘dactilar’.

En la definición para ambas voces, en el Diccionario de la RAE, es curioso encontrar aún en primera instancia de cada una de sus acepciones una leyenda común: “perteneciente a los dedos” (Real Academia Española, s.f., definición 1). Esta suerte de defensa, de ponderación corporal en el significado, puede resultar tiernamente grata si pensamos que ante la locución ‘digital’, ya casi nadie piensa en los dedos de la mano y en la correspondencia desprendida de ahí, que es la de contar como un niño con un dedo, es decir, el principio de la tecnología que procede del simplísimo hecho de alzar y bajar un dedo, o sea, de generar un mínimo acto binario. También es curioso que la palabra ‘digital’, en el presente, sea justo una analogía contraria al término ‘analógico’, que es otra analogía. Aunque eso es historia aparte (Belting, 2007, p. 51).

Si hace unas cuantas décadas alguien hubiera mencionado el concepto de ‘escritura digital’, o de ‘dibujo digital’ era obvio que se refería a esgrafiar con el dedo alguna superficie para inscribir algo, un mensaje o una figura, ya fuera en la arena de la playa o en un cristal empañado, nada más (Diccionario Etimológico Castellano en Línea, 2022); eso, y no algo como la acción que, por ejemplo, ejerzo ahora en un teclado, tanto digital como dactilar, para registrar estas reflexiones. Nuestra búsqueda conceptual se extendería hacia enormes latitudes si nos detuviéramos a repasar acciones relacionadas, como los cambios que ha tenido el propio concepto de ‘imagen’ o de ‘escritura’ (como en ‘asesoría de imagen’ o de ‘escritura genética’, respectivamente, etc.) Más temprano que tarde, nos daríamos cuenta de que el mundo de las palabras se ha transformado y desfasado del mundo de las cosas y, por supuesto, de su origen históricamente rastreable.

Jorge Santana. iPad Bloqueado de Antonello da Messina (I). (Detalle). Óleo sobre tela. 140 x 105 cm. 2018

Para no desplegar un mero discurso filológico, he de mencionar que, dentro de este ilimitado conjunto de transformaciones, si observamos con detenimiento, es posible identificar algunas tendencias estructurales que nos ayuden a entrar en materia de arte e imagen, como es nuestro caso. Partiremos del ejercicio de una conciencia ordinaria: el hecho de que la presencia de internet ha multiplicado exponencialmente el flujo de las imágenes, de su visión cotidiana y, con ello, ha exacerbado la presencia de la cultura de la imagen digital en el sujeto y en el artista promedio, democratizando su uso a grados insospechados y atrayendo una pluralidad de ámbitos a los que habría sido imposible acceder hace apenas treinta años. Podríamos resumir esta idea diciendo simplemente que nunca el humano había resultado un ente tan visual y tan dependiente de las imágenes, ahora digitales, así sea un artista o no. En ese sentido, la tecnología es atractiva porque, de algún modo, se la ve semejante a la magia (Clarke, 2018).

Ante este acontecimiento, de una injerencia mayor que la cultura del libro, ha ocurrido un fenómeno de fondo; por completo afincado en días recientes, y que conocemos perfectamente como ‘virtualidad’ o ‘vida virtual’; lo cual se potenció al máximo durante la parte inicial de la pandemia de Covid-19[1] con el trabajo en confinamiento. Justamente es la inclusión de este “campo” lo que ha terminado por separar la vida cotidiana en dos modalidades de cognición a todas luces reconocibles: la virtualidad y la presencialidad, extraña palabra esta última que el auto corrector de texto todavía no identifica como tal; pues no es exactamente presencia, sino algo que enfatiza su cualidad física.

Cuanto aquí nos concierne es observar cómo estas tendencias lingüísticas operan precisamente en el espacio y cómo éste se sublima o se extrapola al hecho de la mirada. Digamos que se trata de algo físico y sensible a lo que se le ha restado ciertamente su fisicidad. Se trata también de reconocer que este desplazamiento ha venido presentándose cada vez más acentuado, no sólo en la vida en sí, sino en hechos sociales como la educación y el arte; y como si en las manifestaciones humanas estuviera operando de fondo una disposición a des-objetualizar o desmaterializar muchas circunstancias de la vida misma. Piénsese en los nuevos significados que ahora tenemos para vocablos como: portal, ventana, correo, sitio, red, fuente, nube, navegación, etc.; indefectiblemente encontramos una disposición a metaforizar el espacio físico por una concepción más mental y visual, algo indeterminado en lo tangible, pero afincado en el imaginario, semejante a como se entendía la noción de ‘cielo’ en la antigüedad.

Jorge Santana. Filmes de pintores (Netflix) I. Óleo sobre tela. 100 x 142 cm. 2020.

En lo tocante al arte, es posible notar que, antes de la era de internet, ya se avecinaban algunos conatos de volverlos objetos estéticos-físicos en eventos estéticos-mentales que se desentendieran de su atavío con la materialidad como si su belleza no estuviera en el elemento que encarnaban, sino en el mundo abstracto de las ideas. Una prueba de ello la da el discurso del libro de Lucy Lippard, Seis años: la desmaterialización del objeto artístico, de 1966 a 1972 (Lippard, 2004), en donde se nos habla del proceso de conceptualización (des-objetualización) que el arte ejerció sobre la tradición de la existencia de la ‘pieza’, ahora en favor del ‘evento’ y de la inclusión de los discursos filosóficos en las representaciones del arte; el cual, poco a poco, cambió su sede y se fue acercando a una autoridad que hasta entonces era más propia de la filosofía y el lenguaje escrito, que del espacio y la materia, como lo constata el resto de la historia del arte.

Por supuesto, la naturaleza transpolar de lo tangible del arte hacia lo filosófico se acusa también en la aparición de un nuevo cansancio visual (recuérdese otro libro sobre ello: Ojos abatidos, de Martin Jay (Jay, 1993) venido del consabido hartazgo de la inclusión de discursos en las imágenes y de la apropiación de las mismas en su inabarcable límite y, más tarde, ante su nuevo menú en el lugar común y el cliché tras la aparición de las redes sociales y la estandarización, no sólo de la imagen, sino de los estilos artísticos y los procedimientos para la creatividad, antes ciertamente más individualizados. Y es que era evidente que, entre más se socializara el mundo del arte y la imagen (en este caso a través de internet), más se hallarían por doquier patrones repetidos y estéticas ajustadas a las nuevas modas del hacer; de lo que, por más disidente que se pretenda ser como artista, simplemente no hay escapatoria. En todo caso, es esta un arma de dos filos que empodera rápida y paradójicamente el cliché ante el ímpetu de innovación; llevando, como apuntaba Niklas Luhmann, el arte hacia un rumbo cada vez más social (Luhmann, 2005).

En cuanto a las imágenes, si sumamos el asunto de la desmaterialización de la obra artística y el cansancio visual acusa de los discursos teóricos y de la multiplicación de la imagen digital, estaremos de frente a un escenario del arte visual y de la imagen por completo distinto al de hace apenas unos años. Esto es evidente si reparamos en que hoy en día, aun los que, de uno u otro modo, nos dedicamos al arte contemplamos mucha más pintura en la red que en cualquier galería o museo. Y no sólo eso; sino que, más que nunca en la historia del arte nos enfrentamos a imágenes recicladas y reiterativas que buscan, a toda costa un aura de novedad en estéticas prefabricadas como el cómic, los íconos cinematográficos, la parodia de clásicos, etc.

Jorge Santana. Filmes de pintores (Netflix) II. Óleo sobre tela. 100 x 142 cm. 2020.

Pero dejando a un lado las sobradas y supuestas ventajas de la cultura visual digital, aboquémonos ahora a los desafíos y menoscabos que el curioso de la imagen o el creador en general debe tener en cuenta. La imagen digital está condenada a varios factores. Por ejemplo, a las distintas proporciones de los soportes y a la visualización cromática del dispositivo en que se la aprecie; no tiene escala objetiva, precisa conocimiento del uso de aparatos, es plana, por supuesto, carece de texturas y su disponibilidad exige energía eléctrica (en cables o baterías) para hacerse visible; además de que, conceptualmente, está hermanada al cambio, a la fugacidad y, con ello a ser desechada y olvidada.

En su libro Antropología de la imagen, Hans Belting hace énfasis en la necesidad de elaborar una historia puntualizada de la imagen; de ello, destaca, por ejemplo, la función primordial del propio cuerpo en la apreciación e incorporación cognitiva de las imágenes; en cuanto a las pantallas, Belting observa en ellas un rol de espejo, cuya fantasmagoría relega nuestra presencia física a cambio de la transmisión de un contenido limitado y simbólico (Belting, 2007, p. 7), cuyos intereses se ven fácilmente dirigidos por los agentes que inundan los medios con fines propios. De modo que se vuelve mucho más sencillo acudir a cierto tipo de imágenes digitales y de ciertas fuentes (como las redes sociales) que a otras menos auspiciadas y, en el más extremo de los casos, que no cuentan todavía con un registro digital ni con el aval de su propagación.

Otra de las cosas que son dignas de tener en cuenta es que la imagen digital, a pesar de antojarse por completo virtualizada, depende forzosamente de esa pantalla (o proyector) para ser emitida. Este objeto mitad vivo, mitad inerte cuando está inactivo o apagado, ha sido paradójicamente poco estudiado en el arte a nivel fenoménico. No hace mucho, los estudios del arte a partir de la cultura y la imagen refrescaron una perspectiva que los antiguos griegos llamaban “parergon” (Derrida, 2005 y Ascott 2003); con lo que se referían justamente a todo lo accesorio y ornamental con que el arte parecía venir amalgamado en su manifestación: escenarios, paredes, pedestales, bases, marcos, telas de fondo, etc. Y, efectivamente, ¿qué era el arte sin todo eso que, de alguna forma, le daba lugar?

Contrario a lo fútil que ello parecería, con la evolución del arte en el mundo de las ideas, tal reflexión cobró tintes revolucionarios que nos empezaron a hablar, ya no sólo del contenido o de la forma; sino, más bien, de una anti-forma (Morris, 2000), es decir, una elevación del contexto del arte que, al modificarse él mismo, transformaría igualmente el apercibimiento de lo que es una obra, en el sentido completo del término, admitidas sus fronteras. Encontramos, incluso, un conceptualismo en el arte propio del parergon, como en Eva Hese que, en 1966, muestra una obra llamada Colgadura, la cual consiste en un marco vacío con su cable de colguije en el piso; o bien, la oleada de pintores que pintaron sobre los marcos o los soportes escultóricos, aun sin contenidos en ellos, un tanto a lo Marcel Duchamp, por no citar a los cientos de artistas de aquella época que, precisamente, basaron su conceptualismo visual en la inversión de los soportes y los contextos habituales del arte tradicional, y cimentaron, en este diálogo paródico, todo el sentido de su arte.

Ciertamente, una ausencia de forma no es un vacío en el sentido estricto de la palabra; sino de algo que, por no captar toda la atención, hace patente no obstante un significado, más allá de que se la considere una entidad autónoma o sencillamente se la ignore. Es algo que ocurre en la distancia entre un museo y una bodega de trebejos, del land art al arte miniatura, desde un título hasta aquello que nombra. De modo análogo, podemos entender esto como un ámbito o escenario que subraya la presencia. Por ejemplo, ¿qué serían la escritura sin el espacio, la música sin el silencio y la visualidad sin su consabida abstracción?

En la actual manera de vivir, cada vez más virtual y aferrada a la tecnología, a diferencia de los objetos tangibles del arte, los límites de las imágenes desplegadas en pantallas son de una evanescencia casi cruel. Una pantalla entonces es a un tiempo contenedor y frontera de cuanto emana; el lugar físico en donde se la aloje es indeterminado: un escritorio, un aula, un buró, el bolsillo, etc.… Un libro “acaba” en el librero; una escultura que descansaba en el garaje vuelve a ser obra cuando al fin se le consiguió un soporte adecuado para ser apreciada; una pintura es encuadrada por un paspartú y, a su vez, por un marco que luego se coloca en alguna pared, etc. No obstante, cuando una imagen digital es vista, y por más que se la tome en cuenta, ésta se encuentra latente de morir a cada instante, al cerrar de la computadora, al tomar una llamada en el celular, al cambiar de aplicación, etc. Es como si no fuera nada, un fantasma en el que se cree mientras está enfrente. Pues, como ellos, en un principio cuántico, existe y no existe al mismo tiempo. Es ésta una de las anti-formas de lo digital: una pantalla luminosa no aspira al estatismo, sino apura su cambio, se la quiere deslizar por otra, apagar, etc. Este dinamismo es parte de su verdadera “estética” ontológica, en que la urgencia es clave. Y hasta un bebé de un par de años, ante una pantalla, busca incidir en ella y deslizar sus dedos para poder ver otra y otra imagen.

Es obvio que esta suerte de fantasmagoría se la imputamos a todo lo que la luz muestra y oculta: sombras, reflejos, archivos borrados, aparatos ya sin energía. No obstante, existen otras fantasmagorías propias del mundo tangible que se hallan entre nosotros bajo forma de gestualidad, de otros lenguajes, como cuando hojeamos un libro con algunos atisbos de frases, de los forros al índice, y con sólo unos instantes de lo que supondría su lectura completa, somos capaces de entender sobre él; como si se tratara de un idioma fenoménico, un leer de labios, de apercibimientos con que precisamente nos habla el parergon. Cada vez son más las empresas y galerías de arte que han querido tomar cartas en el asunto al exponer, vender, e incluso, rentar como plan temporal tipo streaming, pantallas con contenidos de arte en gran resolución de imagen, que formen una especie de red, de colección exclusiva. La lista es cada vez más grande Aura y Gear Brain, ArtCast[2] e, incluso el MoMa[3] mismo.

Repasemos la ontología de lo que hasta ahora se conoce como arte digital. La cultura digital, escenario de la actual vida virtual y pandémica, es un fenómeno tan poderoso, que disuelve la realidad a su paso y, con ello, el propio contacto presencial y físico con el arte tradicional. A tal grado es así, que designaciones como “pintura digital” no tienen nada de pintura y todo de digital. Cada vez, tanto museos como políticas culturales presentan a los numerosos usuarios-espectadores nuevos modelos de exposición de arte en donde las pantallas son el soporte principal. Espacios como el emblemático Museo Georges Pompidou[4], en París; o el MoMa, en Nueva York; también como el MUAC[5] y el Centro de Cultura Digital[6] en la Ciudad de México (además de las exposiciones mundiales como Van Gogh Alive[7], etc.), dan prueba de la enorme e irrefrenable tendencia con que la imagen digital se abre paso en el arte, tanto a modo de nostalgia y parodia del arte pasado, como a modo de interacción que incorpora cada vez más las nuevas facultades de la tecnología y las experiencias inmersivas, detonadas por sensores, interacciones, multimedia, mapping, etc.) ¿Hasta dónde, si lo hubiera, el verdadero espíritu del arte puede habitar ahí? No nos equivocaremos al afirmar que, paradójicamente, esta serie de fenómenos ha dispuesto en gran medida el statu quo del arte, en el que el artista puede no ser más el hacedor directo de su pieza, y sí el autor intelectual de su obra, aunque no la toque nunca.

Lo que aquí nos llama la atención es justo otra tendencia, no muy patentizada, que se interesa por revelar, o dejar al descubierto, aquellas hegemonías con que la imagen digital nos ha capturado sin permitir ser cuestionada ni denunciada ante la propia mirada del arte, y estas son, por ejemplo, la forma en que lo digital ha absorbido al arte de la tradición, y cómo demanda una inversión económica para acceder a ello y, por supuesto, la enorme cantidad de mensajes comerciales y marcas con que se la entremezcla, su necesidad de renovación de soportes a causa de su obsolescencia constante, su confinamiento generacional y, con ello, el requerimiento de un constantemente renovado alfabetismo visual, además de la necesidad de conocimientos técnicos, etc. Por otro lado, el internet impuso una ontología cartesiana a la imagen, la colocó en una trama de coordenadas de la cual no se puede escapar, un código alfanumérico: mapa único que deja atrás por completo lo heurístico de la imagen del arte y lo coloca dentro de lo algorítmico; en aras del lenguaje escrito.

Sopesar estos dilemas es tener en cuenta justamente la facultad de resistencia ante el statu quo y proponer que algunos aspectos de la cultura imperante se incluyan en el argumento artístico, sin tener por fuerza que acudir a sus exigencias y a los costes que, en este caso, implica la tecnología digital. De las posibles rutas que cuestionen esta nueva manera de experimentar el arte de la imagen que se va autoimponiendo en los modos de ver, podríamos hablar de una necesidad por “desvirtualizar” los contenidos digitales y, de algún modo, hacerlos notar desde su antípoda, es decir, desde la materialidad. Esto implica abordar esa idea de metaforización de la realidad justo en un sentido de opuestos, es decir: no ya de cómo vida y arte se vienen virtualizando; sino cómo es que lo digital puede buscar, asimismo, una salida hacia lo tangible, para ser reincorporado como un regreso conceptual, sobre todo, a partir de la estética y el arte mismos, cambiando así el flujo habitual de interiorización de lo virtual (lo dactilar por lo digital), hacia la exteriorización que representa la obra de arte palpable; lo cual ciertamente es un fenómeno de resistencia, significativo en sí, y que no implica en absoluto una regresión nostálgica a las artes plásticas y sus parámetros académicos de composición, forma y equilibrio; sino una reconsideración de la propia plástica a modo de actualización, de aire nuevo.

Jorge Santana. Impresiones de Facebook. Mixta sobra papel. 46 x 60 cm. 2021.

Ya desde hace dos décadas, y de modo visionario, en su libro El retorno de lo real, Hal Foster (Foster, 2001) nos habla justamente de esta necesidad innata del arte. El cosmos de las ideas ha penetrado las artes marginalizando muchas exigencias expresivas que ahora piden volver. La presencia del cuerpo es clave en esto; ese es el retorno; como se dijo, no tanto el de la tradición en su estética formal, sino del conocimiento que el arte contemporáneo no dejará de ser a estas alturas un fenómeno de postproducción, en el que reinará la apropiación, la cita y la copia deliberada de imágenes (Bourriaud, 2007, p. 8); el retorno a una vida más biológica que simbólica, que requiere conciencia ante una cultura cada vez más globalizada, la cual se ha propuesto como un no-lugar. Esto supone una contingencia distinta a la añoranza con que lo digital absorbe el pasado; supone, más bien, un retorno de realidad en la que todo convive, con todas sus excentricidades, como la vida virtual, con su banda de correr y su pantalla de Zoom, con su vigilancia digital y su analfabetismo marginador al lado de tantas otras rudezas.

Pero nos quedan pocas páginas en este recorrido y es necesario ahora plantear algunas posibilidades lúcidas que, al menos, acrecienten nuestra consideración sobre este fenómeno y ofrezcan diálogos y soluciones. Que el arte precise conciencia, es decir, plantear algún grado de desafío a lo establecido es algo que ya no está en cuestión. De mano de la filosofía, no es casual que el arte contemporáneo haya adoptado incluso sus verbos-meta, como cuestionar y problematizar; dejando de lado sus razones ornamentales (Kosuth, 1991). ¶

[Publicado el 8 de mayo de 2023]
[.925 Artes y Diseño, Año 10, edición 38]

Fuentes de consulta

  • Ascott, R. “Behaviourables and Futuribles”, Siles, K. y Selz, Theories of Modern Art (Los Angeles: University of California, 2003).
  • Belting, H., Antropología de la imagen, Katz, 2007.
  • Bal, M. “Conceptos viajeros en las humanidades”. Revista Estudios Visuales 3 (2006): 27-78.
  • Bourriaud, N. Postptroducción, Adriana Hidalgo, 2007.
  • Clarke, A. C. “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, en: https://lab.cccb.org/es/arthur-c-clarke-cualquier-tecnologia-suficientemente-avanzada-es-indistinguible-de-la-magia/, 2018.
  • Derrida, J. De la gramatología. México: Siglo XXI, 1986.
  • Foster, H. El retorno de lo real: La vanguardia a finales de siglo, Madrid: Akal, 2001.
  • Jay, M. Ojos abatidos: la denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX, Madrid: Akal, 1993.
  • Kosuth, J. Art After Philosophy and After, Collected Writings. Cambridge: Institute of Technology, 1991. (Traducción: La Sonora, en: Álbum 1. Es Difícil Arruinar una Buena Idea: Algunos Textos Sobre Arte Conceptual, 1969, http://lasonora.org/pdfs/album1/elartedespuesdelafilosofia.pdf, (consultado el 11 demarzo de 2015).
  • LeWitt, Sol. “Frases sobre arte conceptual”. La Sonora. http://lasonora.org/pdfs/album1/parrafossobrearteconceptual.pdf (consultado el 3 de julio de 2015).
  • Lippard, L. Seis años: la desmaterialización del objeto artístico, de 1966 a 1972. Madrid: Akal, 2004.
  • Luhmann, N. El arte de la sociedad. México: Herder, 2005.
  • “Origen de las palabras”, etimología de ‘escritura’, 2013. http://etimologias.dechile.net/?escritura (consultado el 17 de junio de 2022).
  • Morris, Robert. “Anti-Forma”. La Sonora: textos selectos. http://lasonora.org/pdfs/album1/antiforma.pdf (consultado el 2 de febrero de 2015)
  • Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (22.a ed.) 2013, http://www.rae.es/rae.html (consultado el 215 de julio de 2022).

[1] La COVID-19 es la enfermedad causada por el coronavirus conocido como SARS-CoV-2. La OMS tuvo noticia por primera vez de la existencia de este nuevo virus el 31 de diciembre de 2019, al ser informada de un grupo de casos de “neumonía vírica” que se habían declarado en Wuhan, República Popular China.

[2] https://artcast.tv/

[3] https://www.moma.org/

[4] https://www.centrepompidou.fr/es/

[5] https://muac.unam.mx

[6] https://centroculturadigital.mx

[7] https://www.vangogh.es/es/

Impacto social del Street Art en la Central de Abasto, una visión entrañable desde la Central de Muros. Entrevista con Irma Macedo

Por Manuel Romo Santiago.–

En la Ciudad de México se encuentra el mercado más grande del mundo: La Central de Abasto (CEDA), opera todos los días desde las cuatro de la mañana hasta las seis de la tarde, y alberga una cantidad aproximada de 122 mil toneladas de productos, alimenta a 20 millones de personas y genera 70 mil empleos directos[1], debido a su magnitud también se presentan graves problemas de higiene, seguridad, vialidad, salud y medio ambiente[2].

Con la finalidad de atender estos problemas se creó la Central de Muros, que es un proyecto de arte urbano protagónico en diversos barrios cercados por el grafiti, ensamblajes y stickers, entre otras formas de manifestación espontánea y efímera[3], que pretende ilustrar, mediante murales, el mundo que queremos, convirtiéndose en la galería más grande del mundo[4], con esto se pretende lograr la recuperación y apropiación social del mercado.

Para conocer de cerca el desarrollo del proyecto, sus alcances y su seguimiento, a continuación, se muestra la entrevista a Irma Macedo[5] (2022), quien es cofundadora de Central de Muros, quien habló sobre el impacto del arte en la vida diaria, el poder que tienen los murales para “enchular” conciencias y espacios. La entrevista se dividirá en tres momentos, el primero se basa en las experiencias antes de realizar las intervenciones, el segundo durante las intervenciones, además de mencionar lo que pudieran considerarse casos de éxito por su impacto permanente y el tercero después de realizar la recuperación del espacio.

Primer momento

Manuel Romo: ¿Para ti qué es el arte urbano?

Irma Macedo: Yo soy una purista del arte urbano, el arte que se da en la calle no tiene que ser decoración. Si no tiene una reivindicación de un derecho, una protesta o una propuesta, es decoración.

MR: ¿Cómo fue que se dio el proyecto?

IM: Tengo mucho tiempo dedicándome a la recuperación de espacio público. Me gusta la responsabilidad social, entonces vine a la CEDA, me reuní con el Director y después de exponer nuestro proyecto nos dijo, súbanse al coche vamos a ver dónde empiezan. Sin él no hubiéramos hecho nada. El proyecto se hizo tan grande que ganamos un premio internacional sobre la mejor recuperación de espacios, que nos dio la FITUR[6] en Madrid.

MR: Cuando iniciaste este proyecto ¿te imaginaste el impacto qué iba a generar?

IM: No, nosotras creíamos que con solo ponerle color a la central íbamos a impactar en el tema de inseguridad. Basándonos en la teoría de la ventana rota: algo que se ve en buen estado, la gente lo mantiene de esa manera. También creímos que el tema de basura se iba a resolver, pero pensamos que iba a ser a largo plazo, sin embargo, a los dos meses ya se veía un cambio.

MR: ¿Cómo se hizo el diseño?

IM: Los artistas presentaban su propuesta de trabajo tomando como inspiración a la CEDA y nosotros elegíamos, la segunda parte la pintamos con la ONU y representa los objetivos de desarrollo sostenible de su agenda 2030.

MR: En mi investigación estoy marcando el estudio del arte callejero y el activismo. Si el mural no expresa una idea o sentimiento, ¿ya no se considera arte?

IM: Es decoración. Si no es la reivindicación de un derecho, la propuesta o la protesta de algo, es decoración no es arte. El arte te tiene que provocar, lo que quieras, hasta mal humor, pero algo te tiene que provocar.

MR: Decías algo muy cierto: el principio de estos artistas es mal visto, ¿es un tema de pandillerismo?

IM: Al menos 70% de los artistas urbanos en el mundo empezaron así. Empezaron corriendo de la policía y eso les da calle. La calle es totalmente distinta al interior. Ellos van entendiendo a través de todo lo que hacen desde chavos, que el correr y el trabajar rápido es indispensable. Conocen que es lo que necesita la calle y que es lo que expresa la calle, son cosas que no lo tiene alguien de la academia.

Segundo momento

MR: ¿Cómo pudieron notar ese impacto?

IM: La central de abastos es como una ciudad. Tiene su propio Ministerio Público, un día nos habló el encargado y nos dijo ‘les quiero decir que bajó la prostitución y dejamos de aparecer constantemente en la nota roja’[7]

MR: ¿Después de eso implementaron algún instrumento para poder medir ese impacto?

IM: No, fuimos con el director de la CEDA y a universidades a decirles manden a sus sociólogos, para realizar mediciones del impacto que generaría el proyecto.

MR: ¿Qué beneficios le has visto a este proyecto?

IM: Le dimos una vocación extra al mercado más grande del mundo, que es la turística, a cada rato nos decían tenemos un grupo de extranjeros que quiere ir a ver qué está pasando en la CEDA e incluso también vino la BBC a presentar su documental “México salvaje”[8].

MR: La gente se ha sentido identificada con esto ¿cómo la has percibido?

IM: Bien, el tiempo que estuvimos trabajando aquí, veíamos a los cargadores que en sus momentos de descanso estaban enfrente del mural con una expresión de asombro y admiración. También hay muchos niños aquí dentro de la CEDA. En el mural de Kenta Torii, había un niño: Huguito, que se iba con su mamá a decirle: “¿me puedo subir?”. Y cuando se acabo el mural le dijo a su mamá: “Mamá, ya puedo ser algo más que cargador. Ahora puedo ser artista, ya me enseñaron”. No sé si lo logre o no lo logre, porque hace mucho que no lo veo, pero plantar una semillita es tocar un corazón a la vez.

‘Huguito’. Fotografía del autor.
‘Huguito’. © Manuel Romo Santiago.

MR: ¿Le estas dando otra perspectiva a los jóvenes a través del arte participativo?

IM: Sí, un artista dijo: “yo no voy a pintar el mural, lo que voy a hacer es enseñarle a la gente a pintar”. Entonces hicimos una convocatoria, se inscribieron varios chicos y al final acabaron cuatro, los tres meses de clases de muralismo, e hicieron su propio mural.

Irma Macedo, reconoce que a través de la Central de Muros la recuperación y apropiación del espacio público es necesario en todos los ámbitos, además, el arte urbano es la mejor manera de resignificar la identidad y la pertenencia a la sociedad. Ésta ha tenido impacto nacional e internacional por sus grandes dimensiones y porque logró disminuir las principales problemáticas de un lugar caótico por su propia naturaleza. A continuación, se destacan historias de éxito por la resignificación y el impacto en los usuarios de la CEDA.

El caso de Daniel Gómez Marroquín, “Hielos” que era un diablero de la CEDA platicó con los artistas diciéndoles que le gustaba el graffiti, confesó que inicio “vandaleando” las paredes de su vecina, pero ha aprendido más de graffiti y dibujo[9], pidió un espacio para plasmar su propio mural y actualmente se encuentra becado por el INBA. En una entrevista con Telediario[10] Daniel dice que su propósito es en diez años estar pintando, por eso esta aprendiendo a mejorar su técnica y se ve pintando en otros países. El arte urbano cumplió su propósito, salir de galerías e impactar a la sociedad de manera directa para generar transformaciones permanentes.

“El Hielos”. © Manuel Romo Santiago.

Tercer momento

MR: ¿Cómo le demuestras al gobierno que sí baja la violencia?

IM: Dándoles datos y ejemplos con la teoría de la ventana rota. Cuando busco financiamiento con gobierno, el primer lugar al que voy es a Seguridad Pública, porque ellos ya tienen identificada su aplicación, saben que sí tú cuidas un lugar la seguridad aumenta y la violencia disminuye. Yo pinto y el gobierno dice: “ya pintaron y lo dejaron bonito, vamos a poner un foco”. Así se va haciendo un círculo virtuoso.

MR: Yo hice un bucle en el que iba uniendo las áreas que tendrían que trabajar para este tipo de proyectos: el gobierno, los artistas y la comunidad ¿así se generaría ese círculo virtuoso?

IM: Para hacer arte público sí, el patrocinio que puede venir del gobierno o de una marca que entienda lo que es el arte. Los beneficios sobre la gente, la química cerebral y las formas de vida, pero hay un defecto dentro de ese circulo virtuoso: la continuidad. Tanto nosotros como gestores como el gobierno que es quien paga y quien tiene que estar viendo los indicadores, no le damos continuidad y genera el impacto a la inversa, es decir, si no se cuida el arte urbano, entonces se comienza a vandalizar.

MR: ¿Alguna vez has pensado hacer talleres o capacitar a las personas para que se dediquen a esto, como una forma de vida?

IM: En casi todos los proyectos que tenemos damos talleres de rótulo tradicional y colorimetría, cosas que les puedan ayudar a los chavos, estos talleres son muy bien aceptados y la gente los agradece mucho.

‘Polinizando’. © Manuel Romo Santiago.

MR: Tomando como referencia la intervención de palmitas, ¿qué podrías mencionar acerca de la importancia de que la gente se sienta orgullosa de su espacio?

IM: Los tienes que involucrar, les tienes que dar su historia. Lo que pasó con palmitas es que tiene un exterior muy bonito, pero un interior que no tiene intervención, ni planeación, les diste algo que ellos no ven, porque no están afuera de su casa apreciando la intervención.

MR: ¿Consideras necesario que se involucre a la gente para la apropiación del espacio?

IM: Claro, le puedes preguntar a los “viene-viene”, se saben la historia de cada uno de los murales. También habíamos pensado un producto turístico en donde los diableros fueran los guías.

En conclusión, Irma Macedo afirma que tanto la comida como el arte son nutrición en diferentes niveles[11] y la implementación del arte urbano hace la diferencia cuando tienes una historia que contar, “no estamos descubriendo el agua tibia: el arte es apapachón, purifica el alma”, afirma Macedo. ¶

[Publicado el 8 de febrero de 2023]
[.925 Artes y Diseño, Año 10, edición 37]


[1] Disponible en https://www.gob.mx/agricultura/articulos/la-central-de-abasto-el-mercado-mas-grande-del-mundo Consultado el 19 abril 2022.
[2] Cámara de Diputados. Disponible en http://www5.diputados.gob.mx/index.php/esl/Comunicacion/Boletines/2020/Marzo/17/3503-La-Central-de-Abasto-de-la-Ciudad-de-Mexico-esta-en-graves-problemas-de-higiene-seguridad-y-vialidad#:~:text=%2D%20El%20Centro%20de%20Estudios%20Para,salud%20y%20de%20med Consultado el 17 abril 2022
[3] Disponible en https://www.allcitycanvas.com/central-de-muros-central-de-abastos/#:~:text=La%20Central%20de%20Muros%20es,galer%C3%ADa%20m%C3%A1s%20grande%20del%20mundo Consultado el 19 de abri 2022
[4] Disponible en: https://www.allcitycanvas.com/central-de-muros-central-de-abastos/#:~:text=La%20Central%20de%20Muros%20es,galer%C3%ADa%20m%C3%A1s%20grande%20del%20mundo. Consultado el 19 de abril de 2022.
[5] Irma Eugenia Macedo Palacios (Ciudad de México, 1975). Directora General de Central de Muros. Entrevista realizada el 18 de abril de 2022.
[6] Feria Internacional de Turismo y la feria líder para los mercados receptivos y emisores de Iberoamérica. Disponible en https://www.ifema.es/fitur Consultado el 17 abril 2022.
[7] Género periodístico dedicado a informar sucesos relacionados con la violencia y/o delitos, valiéndose de emociones. Donayre, Lissa. Características de la nota roja y el periodismo escrito-Análisis caso Jimena- “El monstruo de la bicicleta” en el diario Trome. Disponible en: https://repositorio.usmp.edu.pe/bitstream/handle/20.500.12727/8446/DONAYRE_AL.pdf?sequence=1&isAllowed=y Consultado el 17 de abril de 2022.
[8] Disponible en: https://www.publimetro.com.mx/mx/noticias/2018/09/11/discovery-channel-muestra-mexico-salvaje-central-abasto.html Consultado el 17 de abril de 2022.
[9] Disponible en: https://blog.seccionamarilla.com.mx/los-murales-en-la-central-de-abasto-cdmx/ Consultado el 19 de abril de 2022
[10] Disponible en: https://www.telediario.mx/local/historia-daniel-gomez-hielos-estudiante-inba-repartidor-central-abastos Consultado el 20 de abril de 2022.
[11] Castillo, Mariana. Central de Abasto: el arte que está en todas partes. El financiero. 23 octubre de 2018. Disponible en https://www.elfinanciero.com.mx/sibarita/central-de-abasto-el-arte-que-esta-en-todas-partes/ Consultado el 17 de abril de 2022.

Estructuras de poder que nombran o anulan: Angelina Beloff con luz propia

Por Yazmin Rosales Espinoza.–

Introducción

En el marco de los 100 años del muralismo en México, un movimiento que dota al país de identidad y lo llena de orgullo, resulta importante recordar todas aquellas voces, ideas y personajes que permitieron hacer de este movimiento cultural y social uno de los grandes capítulos de la historia del arte mexicano. Pero aún más importante es nombrar aquellas voces y los esfuerzos que vienen de las mujeres que aportaron con su obra al movimiento y a la época; y pensar en sus identidades. De acuerdo con ello, en esta breve nota hablaré de la artista Angelina Bellof.

“Retrato de Angelina Bellof”, Autor: Diego Rivera, Año: 1918, Técnica: óleo sobre tela, Colección: Museo Estudio Diego Rivera.
“Retrato de Angelina Bellof”, Autor: Diego Rivera, Año: 1918, Técnica: óleo sobre tela, Colección: Museo Estudio Diego Rivera.

La creadora

Angelina Bellof fue una artista decidida y con notable disciplina artística, nació en San Petersburgo en 1879. Hija de padre abogado y madre ama de casa, deja ver en sus memorias, redactadas cuando tenía 85 años, datos que revelan lo que su padre representó para ella, considerándolo como de una gran influencia:

Mi padre para asegurarnos la existencia entró a trabajar como empleado en el Senado… llegaba a casa con enormes legajos que estudiaba por la noche mientras nosotros hacíamos las tareas escolares. Casi siempre eran casos de litigio entre campesinos por el reparto de la tierra, y no en pocas ocasiones mi padre nos leía esos expedientes, deseoso de conocer nuestra opinión sobre sus propios juicios. Él fue quien me inculcó ese profundo sentimiento de la justicia que en tantas ocasiones ha guiado mi pensamiento y mi manera de actuar”[1]

En esa época las mujeres tenían restringido el acceso a la educación superior, pero los padres de Angelina deseaban que se dedicará a la medicina, así que hicieron todo lo posible por proporcionarle educación. Ella sabía que quería pintar, así que, siguiendo ambos apoyos, se inscribió a los “Cursos de Estudios Superiores para Mujeres” y tomó diversas clases de ciencias, mientras que por las noches tomaba cursos de Artes. Posteriormente ingresó a la Academia Imperial de las Artes en San Petersburgo, donde su interés por el dibujo creció.

Al principio, acorde a la época –caracterizada por las restricciones que las mujeres padecían–, el acceso a los estudios de dibujo con modelo al natural le fue prohibido, así que primero realizó estudios sobre naturalezas muertas y en yeso de las obras de los clásicos a las que tenía acceso, no sin de dejar de considerar al dibujo como una disciplina que dota, a quien lo practica, de muchas herramientas para el conocimiento.

Otra de las aportaciones que su padre le heredó fue su fuerte sentido de justicia social, esto la llevaría a participar en una huelga estudiantil, un hecho que marcó su estancia en la Academia.

Durante mi segundo año en la universidad se desató una huelga de estudiantes en protesta contra el gobierno por la muerte de una joven estudiante que había sido encarcelada por motivos políticos en la fortaleza de Pedro y Pablo. Decían que se había suicidado echándose encima el petróleo de la lámpara y prendiéndose fuego. La razón, según contaban, fueron los malos tratos de sus carceleros y el atentado de violación. Yo comprendía la indignación que había provocado aquello, pero no entendía por qué la forma de protesta era dejar de estudiar. Consideraba que se podía organizar una manifestación por las calles contra esta iniquidad.”[2]

A pesar de este incidente continuó con sus estudios, pero, posteriormente, sería expulsada, así que comenzó a estudiar en academias privadas. En 1909 con muchas dudas, pero gracias a la herencia (aunque poca) que sus padres le habían dejado, se mudó a Paris y se inscribió en el taller de Henri Matisse[3], en esa ciudad conoció además a Maria Blanchard[4] y a los mexicanos Diego Rivera[5], German[6] y Lola Cueto[7], (estos dos últimos serán la clave para su llegada a México), entre muchos otros.

“Camino de Guanajuato”, Autor: Angelina Bellof, Año: 1950. Técnica: Gouache sobre papel, Colección: Museo Mural Diego Rivera.
“Camino de Guanajuato”, Autor: Angelina Bellof, Año: 1950. Técnica: Gouache sobre papel, Colección: Museo Mural Diego Rivera.

La aventurera: su llegada a México

Angelina Bellof es parte de las mujeres pioneras que llegaron a México, a inicios del siglo XX, para incluirse en su universo artístico, en el contexto de la reinstalación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en 1921, y bajo un ambiente cultural y artístico naciente, que en estos años se nutría de aires socialistas[8]. Bellof se mudó al país en 1932, en ese tiempo se le concedió, en una escuela de la SEP, el trabajo de maestra de dibujo. Es justo a partir de esa labor desde donde realizará una de su mayores aportaciones a la época: la metodología de enseñanza del dibujo, que entrelaza sus concepciones sociales y filosóficas, pero, principalmente, desde la que hará manifiesta la importancia de que sea durante la niñez donde deba incorporarse en las prácticas escolares al dibujo como una disciplina más, en tanto, el dibujar, y la observación del medio que se requiere para ello, potencializa la imaginación y la memoria; su segunda gran aportación fue el teatro de muñecos, que también es conocido como teatro guiñol[9].

Dichas ideas, y otras más, quedaron plasmadas en la revista el “Maestro Rural”[10]. En esta publicación resaltó abiertamente que la experiencia del dibujo daba cuenta de la realidad social y del entorno del ser, considerándola como una necesidad de aprendizaje tanto para el maestro como para el alumno.

Dicho método lo concibe y lo divide en tres momentos, considerándolo como de “distintos grados de dificultad:

  1. Adiestramiento y dibujo exacto de Análisis.
  2. Observación y memorización.
  3. Creación por medio de la imaginación y la memorización.”[11]

La enseñanza en la Escuela Rural y el teatro de muñecos, o teatro guiñol, se convirtieron en la actividad por la que más se le reconocería y recordaría, ya que, durante sus años de vida, Angelina Bellof, realizó traducciones, produjo títeres, escenografías, e ilustraciones, demostrando las grandes posibilidades que este recurso ofrece para el conocimiento y el aprendizaje.

“El teatro de muñecos tiene tres tipos que representan plásticamente tres grados: los planos o de sombra, los muñecos de guante que representan el relieve y los muñecos de hilo, cuyas tres dimensiones evolucionan en un espacio total. Estos tres tipos de muñecos pueden ser utilizados por los profesores de acuerdo con el desarrollo psicológico del niño, por ejemplo, el teatro de sombras se acomoda mejor a los primeros años escolares, por la mayor facilidad que requiere su ejecución, posteriormente los títeres de guante serán utilizados para motivar a los alumnos mayores y los de hilo o marioneta para estudiantes de grados superiores.”[12]

El fuerte trabajo pedagógico que desarrolló Bellof en la enseñanza del dibujo, y a través del teatro de títeres, se visualizó en cada una de las primarias, jardines de niños, escuelas rurales, y en las personas adultas analfabetas de todo el país, que tuvieron contacto con sus ideas. Todos los estudios y el trabajo en el teatro de muñecos, la llevó a ser comisionada para que estudiará de manera más profunda sobre el tema de los títeres, de esta forma escribió el libro “Muñecos animados. Historia, técnica y función educativa del teatro de muñecos en México y en el mundo”[13]. Asimismo, en 1945, después de haber formado parte de la creación de la Escuela de las Artes del Libro, llegó a ser parte de la Sociedad Mexicana de Grabadores.

Angélica murió a los 90 años y en su trabajo como artista encontramos más de 300 obras, entre las que destacan, aproximadamente 163 grabados, 58 acuarelas, 16 tintas y 75 oleos.

“Máscaras y muñecos”, Autor: Angelina Beloff, Año: 1955, Pintura, Técnica: óleo sobre tela, Dimensiones:  60 cm. Alto y 71 cm. Ancho. Colección: Arte mexicano del siglo XX y XXI, Museo de Arte Moderno.
“Máscaras y muñecos”, Autor: Angelina Beloff, Año: 1955, Pintura, Técnica: óleo sobre tela, Dimensiones: 60 cm. Alto y 71 cm. Ancho. Colección: Arte mexicano del siglo XX y XXI, Museo de Arte Moderno.

Angelina Beloff y su hijo Diego Miguel Ángel Rivera Beloff, 1917.
Angelina Beloff y su hijo Diego Miguel Ángel Rivera Beloff, 1917.

Recordando a Angelina Bellof

La historia de Bellof es un ejemplo de cómo se cuenta la historia de las mujeres de la época y en algunos casos de la forma en que se hace mención sobre su trabajo que queda como la única huella de su existencia, la misma que, en este caso, se nutre gracias a sus memorias ya que en ellas se describe aquel ambiente que fue el estímulo de su imaginación a edad temprana. En ellas se narran sus largas caminatas que aprovecha para dibujar su entorno; a través de ellas sabemos cómo se le procuró el acceso a la educación –que en gran medida se debió a las enseñanzas de su padre– y cuáles fueron los aspectos que le garantizaron el contacto con el arte.

Hasta aquí contamos con elementos para creer saber quién era Angelina Beloff; una historia ilustrativa de una mente generosa y curiosa, pero, pese a este encuentro con su obra artística y sus memorias, poco se ha difundido acerca de su trabajo y, o bien, su nombre siempre se pone en función del de Diego Rivera. Resulta relevante a este respecto mencionar que el arte como otra disciplina humana se estudia con diferentes métodos y herramientas, pero el caso particular de Angelina ilustra la diferencia que puede dársele a un enfoque objetivo por el simple hecho de ser mujer y pertenecer a cierta época, por lo cual es de hacer notar la forma en que desde la cultura se le adjudican términos como “la primera esposa de Diego Rivera” o “la otra Frida Kahlo”.

A propósito de estos términos con los que se le ha etiquetado, la historiadora Louise Noelle, relata:

“Finalmente tenemos que concluir con la propia visión que nos queda de esta mujer de origen ruso, que siempre tuvo una vida difícil, llena de privaciones, en un momento histórico poco propicio. Sin embargo, también se puede decir que tuvo la ‘enorme suerte’ de conocer y convivir con Diego durante más de diez años, con todo y sus interrupciones, lo que fue decisivo en su vida, y no así en la de Rivera, aunque ésta haya sido una de sus relaciones más largas. Nos preguntamos aquí cuál fue la razón de esta prolongada unión, sobre todo conociendo la vida apasionada que después mantuvo el célebre muralista, sabiendo que ella no era ni excesivamente guapa, inteligente, genial o rica y que además era siete años mayor que él ¿sería su bondad y dulzura que se trasluce en el texto, su eterno perdón al descarriado, su postura maternal, interés común? Nunca lo sabremos, por lo que tan sólo queda una especie de nostalgia al saber que no se le podrá preguntar y que en su vida nadie se preocupó demasiado por ella…Todo en un texto de amable lectura e innegable interés, en cuya sección gráfica también descubrimos la imagen real de Angelina Beloff y parte de su quehacer de artista”.[14]

Pero ¿Qué determina nuestra identidad realmente?, Estella Serret define la identidad de la siguiente forma:

“Comenzar a comprenderla como un sitio, nunca fijo, siempre fluctuante, resultado del cruce entre la autopercepción y la percepción social. Toda identidad tiene un carácter imaginario, lo cual significa que se integra por un conjunto de significados, constituidos socialmente y organizados por un orden simbólico. Este hecho implica que las identidades dependen de un agregado de ilusiones para preservar la ficción de unicidad. Lo interesante es que esas ilusiones subjetivas, imprescindibles, son llanamente contradictorias con los procesos fácticos que configuran la subjetividad.”[15]

Es interesante pensar en las remembranzas que se han hecho en torno a su identidad. Tras la poca bibliografía que se tiene sobre ella, los estudios historiográficos se han visto nutridos por los escritos de todas aquellas personas que rodearon su entorno, dotando así a Angelina Beloff de “ciertos atributos”, al respecto, rescato dos comentarios más sobre su identidad, el primero de la revista Monograma de 2019, hecho por la columnista Ana Paula Guerrero Olavarrieta, de la Universidad Iberoamericana:

“Angelina Beloff era una mujer tranquila, discreta y a la vez resignada por el desamor que sufrió de Diego Rivera, el único esposo que tuvo. Ella aceptó que, aunque había llegado a México para buscarlo, Rivera ya había creado otra vida con Frida Kahlo, quien lo acompaño durante su trayectoria como muralista.”[16]

El segundo comentario, que rescato como ejemplo de la construcción de la identidad de Angelina Bellof, corresponde a la Mtra. Laura González Matute, Investigadora de la Coordinación Nacional de Investigaciones, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBA:

“Se le identifica, más que como otra artista, como la esposa que Diego Rivera tuvo en París. Era etiquetada como una creadora mediana, de carácter frágil, lastimada por el abandono del muralista y siempre en espera del reencuentro”.

En el libro de sus memorias, originalmente escrito en francés –por lo que no se sabe si en la traducción se perdió algo más que diera cuenta de su carácter y de su identidad–, se puede leer que pasó por momentos de grandes dudas durante su vida, como cuando mueren sus padres y decide mudarse a Francia; o, también, cuando la incertidumbre de la economía cobra peso sobre ella; así como, cuando evalúa si es correcto regresar o no a su país natal, lo mismo le sucede a su llegada a México.

En la introducción y epílogo de sus memorias, se lee que era alguien tranquila y dedicada a su trabajo, y llama la atención que posteriormente la autora Elena Poniatowska[17] relate en su libro, publicado en 1978, “Querido Diego, te abraza Quiela[18]” –inspirado en cartas apócrifas que la autora imagina–, que la identidad de Angelina Bellof es la de la primera esposa que Diego Rivera deja en Francia.

La relevancia de rescatar estos comentarios sobre la identidad de que se va dotando a Angelina Beloff, no solo es para hablar de ella como mujer en una época complicada para las libertades profesionales y personales que le otorgaba la sociedad a las mujeres, sino también para pensar en cómo es que los relatos y la manera en que se construye la historia van dotando de identidad a los sujetos, además de la forma en que estas identidades se ven inmersas en la cultura y se permean a través del tiempo en las prácticas de lo social, reafirmando estructuras que propician desventajas en el ámbito del reconocimiento social. El caso de Angelina Beloff resulta ser importante porque nos deja ver la sombra bajo la que se estudia la obra artística de una mujer.

Pero esa sombra no es Diego Rivera, Linda Nochlin, en los años setenta desde una perspectiva feminista, en su artículo ‘¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?’, definió algunas de las causas por las que, de manera regular, no han existido nombres de mujeres en el arte. La primera razón, por la que no han resaltado estas “grandes artistas mujeres”, se debe al discurso que los historiadores del arte han hecho, en el caso de Angelina Beloff, su figura es relegada a la de “esposa”, “la amante en espera”, “madre”, “artista mediana”, etc.; y, la segunda razón, subyace al hecho de pensar que cada mujer es una mujer de su tiempo y en función de eso actúa, es decir, su identidad radica en lo que se espera de una mujer en cada etapa de la historia.

Sin embargo, vemos que, en el caso de Angelina Bellof, además de reconocérsele su trabajo artístico y sus aportes a la educación con relación a un contexto específico debería, así mismo, reconocérsele el modo de hacer su vida de acuerdo con los rasgos de su identidad, y no solo como una mujer de una época. Se trata pues de forjar la identidad de una mujer que, si bien obtuvo las herramientas para tener acceso a la educación y que, de alguna manera, contaba con cierta libertad económica, experimentó pasajes en su vida, donde hubo dudas, miedo, desconsuelo; momentos en los que vivió absoluta soledad, elementos que están sujetos a su creación artística y que se corresponden de manera más justa con su verdadera identidad.

“Lo importante es que las mujeres se enfrenten a la realidad de su historia y a su situación presente, sin crear excusas o regodeándose en la mediocridad. Las desventajas, ciertamente, pudieran ser excusas. Sin embargo, no son una posición intelectual. En cambio, al utilizar como una posición de ventaja sus situaciones como desamparadas en el reino de la grandeza y forasteras en el campo de la ideología, las mujeres pueden revelar las debilidades institucionales e intelectuales en lo general. Así, al tiempo que destruyen falsas conciencias, pueden tomar parte en la creación de instituciones en las que el pasamiento claro —y la verdadera grandeza— son retos abiertos para cualquiera, hombre o mujer, con el valor suficiente para asumir el riesgo necesario, el salto hacia lo desconocido.”[19]

Angelina Bellof se adentró a lo desconocido con la única idea en su mente de querer pintar, conocer y expandir el conocimiento –como en aquellos viajes que experimentaba en su infancia–, con la certeza de poder comprometerse con aquello que consideraba justo; abriéndole paso a la idea de considerar, como de suma importancia, al dibujo y al teatro de títeres, en la enseñanza integral. De esta forma, Angelina saltó a un país desconocido con muchas dudas, viviendo su tiempo, pero no comportándose como una mujer de su tiempo; dejando en sus memorias el registro de la clara intención que tenía para su vida, considerando que lo importante es ser libre, pero también, dejando en ellas los elementos suficientes para ser reconocida de manera más justa; para que fuese recordada y nombrada bajo una identidad propia, partiendo de los términos y principios con los que ella se identifica.

“Mientras Diego pintaba sus paisajes puntillistas y otros bocetos, yo hacía dibujos del pueblo a mí modo, con los cuales de vuelta a París hice grabados en metal”.[20]

Dejando así la pregunta en el aire, sobre: cómo se configura el imaginario de la identidad de las mujeres desde las estructuras que las nombran, queda decir que el arte, en el caso de Angelina Bellof, aparece como una manifestación de los recursos visuales, relacionados con los procesos cognitivos y de socialización –con los que ella misma contaba. Será esto, tal vez, el susurro de que existió… dejando pistas de lo que fue, pero no certezas. 

[Publicado el 5 de agosto de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 35]

Fuentes de consulta:

  • Beloff, A. (2000). Memorias. México. UNAM, Coordinación de Humanidades.
  • Cabrera Aquino, G. M. C. (Sustentante: Tesina para obtener el título de licenciado en pedagogía, México, UNAM). (1989). El trabajo pedagógico de Angelina Beloff en el contexto artístico e intelectual de México (1929-1946).
  • Cosío Villegas, D. et. al., (1976). Historia General de México, 2 vols. México, Colegio de México.
  • Guerrero Olavarrieta, A. P. (2017). “Angelina Beloff como misionera cultural: una revalorización de su arte”. Monograma. Revista Iberoamericana de Cultura y Pensamiento, n. 1, pp. 177-193. URL: http://revistamonograma.com/index.php/mngrm/article/view/12.
  • Memorias de la Secretaria de Educación Pública, México. (1993). Talleres Gráficos de la Nación. Tomo 1., p. 338
  • Nochlin, L. (2001). ¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?, Crítica Feminista en la Teoría e Historia del Arte, CONACULTA. FONCA. pp. 17-43.
  • Noelle, L. (1987). Memorias, Angelina Beloff. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas 15 (58), pp.261-263. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.1987.58.1350.
  • Riveros Chávez, M. del C. (2000). (Sustentante: Tesina para obtener el título de licenciado en pedagogía, México, UNAM). Angelina Beloff en México (1932 – 1969).
  • Tepichin, A. M. (2018). “Estudios de género”, en Hortensia Moreno y Eva Alcántara (coords.), Conceptos clave en los estudios de género. Vol. 2. México, UNAM-CIEG.

[1] Bellof, A. Memorias (2000), UNAM, pp.19

[2] Op. cit. pp. 26

[3] Henri Émile Benoît Matisse (Le Cateau-Cambrésis, 1869 – Niza, 1954). Pintor francés.

[4] María Gutiérrez-Cueto Blanchard (Santander, 1881 – París, 1932). Pintora española.

[5] Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez (Guanajuato, 1886 – Ciudad de México, 1957). Pintor cubista y muralista mexicano.

[6] Germán Gutiérrez Cueto (Ciudad de México, 1893 –1975). Pintor, escultor, diseñador de títeres, y titiritero mexicano.

[7] María Dolores Velázquez Rivas, conocida como “Lola” Cueto (Azcapotzalco, 1897 – Ciudad de México, 1978). Escritora, dramaturga, pintora, grabadora, diseñadora de títeres, y titiritera mexicana.

[8] Cosío Villegas, D. et. al., (1976). Historia General de México, 2 vols. México, Colegio de México, p.161.

[9] Cabrera Aquino, G. M. C. El trabajo pedagógico de Angelina Beloff en el contexto artístico e intelectual de México (1928-1946). Tesina para obtener el título de licenciado en pedagogía, México, UNAM, 1989, p.43.

[10] Revista dedicada a la mejora de la calidad de los maestros rurales por medio de consejos técnicos de carácter pedagógico, agrícola, artístico, higiénico y social; donde colaboran distinguidos profesores, agrónomos y especialistas seleccionados en las diversas dependencias de la Secretaría. Memorias de la Secretaria de Educación Pública, México. Talleres Gráficos de la Nación. Tomo 1, 1993, p. 338

[11] Cabrera Aquino, G. M. C. Op. cit., p.63

[12] Cabrera Aquino, G. M. C. Op. cit., pp. 70-71.

[13] Además, colaboró en una colección titulada “Libros del rincón” que editó 30 libros, tres de los cuales fueron ilustrados por ella, ‘El caballito jorobado’, cuento ruso del cuentista Sherjov transcrito al español por Angélica y Germán Cueto, ‘Canción para dormir a pastillita’, original de Miguel N. Lira y ‘El zar saltar’ del ruso Alejandro Puchkin, los mismos que en 1990 se reeditaron por el Centro Nacional para la Cultura y Las Artes con 10,000 ejemplares, y que se encuentra a la venta en algunas librerías Educal.

[14] Noelle, L. (1987). Memorias, Angelina Beloff. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 15(58), pp.261-263. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.1987.58.1350

[15] Tepichin, A. M. (2018). “Estudios de género”, en Hortensia Moreno y Eva Alcántara (coords.), Conceptos clave en los estudios de género. Vol. 2. México, UNAM-CIEG., pp. 137

[16] Guerrero Olavarrieta, A. P. (2017). “Angelina Beloff como misionera cultural: una revalorización de su arte”. Monograma. Revista Iberoamericana de Cultura y Pensamiento, n. 1, pp. 177-193. URL: http://revistamonograma.com/index.php/mngrm/article/view/12

[17] Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor (París, 1932). Escritora, periodista y activista de origen francés con nacionalidad mexicana.

[18] Poniatowska, E. (2021). Querido Diego, te abraza Quiela. México. Ediciones Era.

[19] Nochlin, L. (2001)“¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?, Critica Feminista en la Teoría e Historia del Arte, CONACULTA. FONCA. pp. 43.

[20]   Bellof, A. Memorias (2000), UNAM, pp. 43.

Cuídate de los Idus de marzo

Por Ma. del Carmen Lourdes López Rodríguez.­–

Los días de marzo que en la antigüedad romana se marcaban como días de buena suerte, a partir del año 44 a.C. con el asesinato de Julio César[1] marcaron un punto de inflexión al ser considerados como una señal negativa[2] en las fiestas a la diosa del Año (Anna Perenna)[3]. En la actualidad no contamos con un vidente capaz de predecir aquello que pasaría en marzo del 2020, en lo que para mí era una fiesta porque cumpliría un año más. Recuerdo que fue un día que pasé en el hospital por un dolor abdominal, que resultó una insuficiencia renal y que un tratamiento regresó a la función normal.

En el posgrado de la FAD se suspendieron las clases y terminamos el semestre realizando evaluaciones a distancia, lo que, de alguna manera, nos permitió ver algo de las dificultades que se presentarían.

Lo inmediato fue la preparación necesaria de los profesores de mi área: las artes visuales, quienes, a diferencia del área de diseño, estábamos casi totalmente apartados de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Así que fue aprovechado el inter-semestre del periodo 2020-2 para capacitarnos en programas, de los que no teníamos la menor idea, y que en algún momento se volverían imprescindibles si queríamos estar comunicados con los alumnos y mantener un estándar de calidad en nuestro ámbito de enseñanza. Moodle[4], Zoom[5], Classroom[6], YouTube[7], etc., fueron los cursos aprendidos de los cuales tuve que seleccionar los que, de manera práctica, permitieran una comunicación eficaz con mis alumnos en la clase de pintura.

Cyber painting, © 2022, Jorge Santana
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

En lo personal, eludí lo que más tarde me afectaría al contagiarme de Covid-19[8] en los idus de julio[9]. Creí en ese momento que era algo que podía superar, con síntomas inmediatos –que de alguna manera tuvieron solución– y con lo que se veía en los medios de comunicación me conformé, sin poner atención en todo lo que me afectó y que tendría otras consecuencias. No fui consciente del deterioro paulatino en el que me encontraba hasta que las consecuencias fueron irremediables.

Al inicio del semestre descarté impartir la asignatura optativa a distancia de ‘Técnicas con copal para pintura’ por cuestiones de proceso y de control. De tal manera que implementé lo aprendido con las TIC ante tal necesidad y de acuerdo con los objetivos marcados para cada semestre en el programa de la asignatura ‘Pintura’, para procurar una comunicación fluida con los alumnos.

Se eligieron las herramientas que más se adaptaron para utilizarlas de manera práctica y para cumplir los objetivos contenidos en los programas de las asignaturas de Investigación y de Producción de Pintura I al III. El acopio de información disponible fue el primer objetivo.

Mi espacio personal se adaptó a las necesidades de respuesta a las clases virtuales. Aislarlo del ruido y dotarlo de una conexión a internet más eficiente. El trabajo individual implicó otras circunstancias que marcaron mis limitaciones por un déficit de mis funciones vitales. Ante un inicio del semestre en el posgrado, virtual en su totalidad, simplemente me enfoqué en mantener una relación de mutuo provecho con mis alumnos.

Realizar videos de presentación e información de pintores y análisis de obra y además subirlos a YouTube, sustituyó la primera comunicación en el taller con el fin de establecer una dinámica que no alterara la respuesta que se persigue en el primer día: conocernos mutuamente y la ventaja de recibir al primer ingreso a la maestría, permitió establecer la dinámica seleccionada para tratar de cumplir con los objetivos. Zoom se convirtió en nuestra aula virtual en los horarios de clase, complementado con Classroom, que fue el depositario de toda la información recopilada.

Cyber painting, © 2022, Jorge Santana
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

Algo muy importante fue hacerles ver las ventajas que implicaba trabajar en casa, así como el tiempo que habrían perdido en su traslado al posgrado, y que ahora lo podrían aprovechar para terminar su investigación anticipadamente.

No se extraña lo que no se conoce. Esta generación ya tiene tres semestres de manera virtual y no han pisado un aula del posgrado. En lo cotidiano se ha procurado establecer el conocimiento del estado del arte de su área de interés, analizar su proyecto de investigación y, de inmediato, tratar de orientar individualmente la manera más oportuna para conseguir el propósito de conclusión y calidad en ese proyecto, independientemente de si eran mis tutelos o no.

En primer lugar, hubo que elegir y crear contenidos para que los conocimientos fueran un complemento a sus objetivos, y no algo que por rutina tendrían que leer. La meta fue despertar la necesidad de aprender, así que se dieron los pasos para que cada archivo que era subido a Classroom fuera consultado antes, durante o después de la clase y pudieran visualizarlo indistintamente: textos, videos o presentaciones (de las que afortunadamente se cuenta con un acervo sobre la pintura contemporánea, y que, de ser necesario, fueron actualizados debidamente).

En el taller presencial todos los días de clase y de taller procuraba que los alumnos aumentaran su alfabeto visual, viendo y analizando la obra de pintores de todo el mundo y de diferentes épocas, estilos y propuestas.

Suplir esto requirió mi concentración para poder mantener el interés en el transcurso de cada semestre virtual. El desencanto sufrido por los alumnos al no poder estar de manera presencial en la maestría fue algo con lo que se ha tenido que lidiar cotidianamente para evitar la deserción. La información que se canalizaba en cada clase permitió que ello no ocurriera. Detectar y compensar las necesidades individuales se volvió la principal aspiración de mi proceder.

75_jorge_santana_cyber_painting
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

La tensión y el esfuerzo que implicaron la creación y preparación de las clases agotaba mis reservas y me impidió seguir activa en mis trabajos de taller. A veces ocurría de manera impulsiva, aunque la sesión de Zoom y Classroom daban armonía por una hora en los últimos meses. Dotar a cada uno de la capacidad de análisis visual y conceptual, según la expresión individual sobre su obra, determinó sucesivamente los contenidos del programa.

En esta circunstancia fue una ventaja la escasez de alumnos en el posgrado, pero ello no deja de ser preocupante por el número de los que no ingresan. Todo se ha vuelto un círculo vicioso que daña nuestra viabilidad de existencia como posgrado, el que se encuentren profesores que no tienen alumnos. Eso se refleja en los estándares de evaluación que se requieren para hacerlo eficaz para nuestra Universidad, lo cual es preocupante. Por lo menos a mí me incomoda y hace necesario un análisis profundo de las razones por las que la mayoría de los alumnos de nuestra licenciatura son rechazados para ingresar a la maestría, al detectar una falta de conocimientos en las evaluaciones y que a estas alturas tienen esa consecuencia. Hay que rectificar, ya que postulantes de otras licenciaturas –tanto del interior de la República, como del extranjero– cumplen mejor el perfil de ingreso a nuestro posgrado.

Después de un examen de grado virtual en el que participé, tuve que hacer otra visita al hospital de urgencia ya que tanto el riñón como los pulmones se negaban a seguir trabajando, lo que me llevó a un punto crítico que ya no tendría vuelta. Pero al fin fui afortunada ya que la atención que me dieron permitió que continuara con mis labores dos semanas después.

El acopio de información que fue llenando cotidianamente el Classroom fue eficaz, permitió que el alumno aprovechara y pudiera consultar en cualquier momento los contenidos, la bibliografía, resolver dudas. La interacción establecida por medio del Zoom en cada clase, dio resultados para que su dinámica de trabajo no se interrumpiera y se enfocara en la creación de obra independientemente de su forma de titulación, y así, tuvieran resultados que se evaluaron cada mes, previa fecha acordada con una presentación individual que explicara todo su proceso creativo y en principio registrando desde los bocetos hasta el final de cada pintura realizada en ese periodo, creando una bitácora de trabajo que reflejara su capacidad en la exposición y análisis, dando como resultado que, al finalizar el semestre, ya tuvieran registrado e identificado lo que realizaron durante todo el semestre, con sus respectivas cédulas, lo cual facilitó la evaluación final.

Al principio continué con mi pintura, pero trabajar con óleo se volvió prohibitivo ante mi déficit resultado de otra crisis. Opté por el dibujo de la serie de retrato que venía realizando con papel de algodón y carbón comprimido, eso me permitió tener una gran colección y continuar creando.

De cualquier manera, estoy satisfecha con los resultados obtenidos durante su estancia en el taller virtual, lo que me da la seguridad de que conseguirán su grado al finalizar el cuarto semestre. Con la generación previa, la pandemia afectó toda la cadena de titulación ya establecida en años pasados y se retrasó casi tres semestres. El alumnado tuvo que asumir las consecuencias. Cada circunstancia individual ha sido trastocada y muchos de ellos, al no tener una residencia permanente en la ciudad y al comprobar en el tiempo que no habría cambios, tuvieron que dejar el alquiler de su vivienda en la ciudad y regresar a su lugar de origen. De modo que al seguir la enseñanza vía remota les permitió elegir esa opción.

Cyber painting, © 2022, Jorge Santana
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

A estas alturas, el equilibrio de mis funciones fisiológicas se vio alterado y visité de nuevo el hospital, donde finalmente fue detectado todo el deterioro causado por el Covid-19. A consecuencia de ello, mi espacio de trabajo tuvo que ser dotado de ventilación artificial. Hasta cierto punto esta situación se empató con mi estado de salud y me permitió seguir con las clases desde mi espacio frente a la computadora, sin tener que desplazarme al posgrado, situación que en algunas ocasiones habría sido imposible.

Finalmente, así ha terminado el tercer semestre. La reflexión me ha llevado en una montaña rusa sentimental, difícil de superar por momentos. Las afectaciones de familiares y amigos con la pandemia son otro factor que altera el estado anímico general. El apoyo familiar ha sido un ingrediente elemental para superar toda incidencia. Mi circunstancia laboral me hizo programar mi año sabático, que había aplazado un año y no tenía opción de más. Pretender concluir con mis alumnos su cuarto semestre de la maestría fue imposible.

Durante mi año sabático conservaré la tutela de mis alumnos. Considero que la dinámica establecida les permitirá cumplir con los objetivos de conservar sus becas, y concluir su cuarto semestre con su graduación. Cuando regrese en enero de 2023 espero tener salud plena, que todo haya cambiado y que sea nuevo y, en consecuencia, haya prevalecido nuestra resiliencia: Que las circunstancias de la UNAM no se vean alteradas en el resto del año escolar y que los Idus de marzo vuelvan a considerarse días de buena suerte. 

[Publicado el 4 de febrero de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 33]


[1] Gaius Iulius Caesar (100 a. C. – 44 a. C.). Político y militar romano del siglo I a. C.
[2] Los Idus de Marzo (The Ides of March) es una novela histórica escrita por el autor norteamericano Thornton Wilder, publicada en 1948. La obra trata sobre los hechos y personajes involucrados en el asesinato de Julio César, sucedido el 15 de marzo de 44 a.C.
[3] Scullard, Festivals and ceremonies of the Roman Republic, p.90.
[4] Moodle es una herramienta de gestión de aprendizaje, creada por Martin Dougiamas, está basado en las ideas del constructivismo en pedagogía.
[5] Zoom es un programa de videochat. El plan gratuito ofrece un servicio de video chat que permite hasta 100 participantes al mismo tiempo, con una restricción de tiempo de 40 minutos.
[6] Google Classroom es un servicio web educativo gratuito desarrollado por Google. Forma parte del paquete de G Suite for Education, que incluye Google Drive, Gmail y Google Calendar.
[7] https://www.youtube.com/
[8] La COVID-19 es la enfermedad causada por el nuevo coronavirus conocido como SARS-CoV-2. La OMS tuvo noticia por primera vez de la existencia de este nuevo virus el 31 de diciembre de 2019, al ser informada de un grupo de casos de “neumonía vírica” que se habían declarado en Wuhan, República Popular China.
[9] https://canalhistoria.es/blog/que-son-los-idus-de-marzo.

Cuatro paradojas en el final de muchas cosas

Por Diana Eliza Salazar Méndez.–

La mañana de aquel lunes caminé por los pasillos aún somnolientos como era costumbre al iniciar la semana, a paso veloz, porque, como también era costumbre, ya iba con retraso para alimentar mi número de trabajador en la computadora y así acreditar la asistencia del día. El ambiente se percibía aún enrarecido, como cuando la resaca en la playa no define si la ola se aleja o amenaza con derribarte, las miradas de quienes encontraba a mi camino parecían no tener la certeza si podrían encontrarse o era mejor perderse en la evasión. Las amenazas, consignas y reclamos de los movimientos estudiantiles que habían aplazado el inicio del semestre ardían en cada pared, en cada puerta, e incluso en el suelo, no parecía haber espacio donde no clamaran las denuncias y se exigieran las renuncias.

Me apresuré a buscar un par de ejemplares de la gaceta universitaria como parte de otro ritual del albor de la semana, donde primero se hojeaba por curiosidad informativa y posteriormente terminaba siendo reciclada como limpiador de paletas o envoltura de cuadros. El encabezado, que abarcaba toda la página, anunciaba una suspensión paulatina de labores, esta vez las consignas y reclamos eran invisibles, silenciosos y manifestaban el comienzo de un largo periodo de cambios y enfrentamientos.

No es mi intención contener en este breve artículo todas las experiencias personales, artísticas y las que derivaron de la enseñanza de la pintura de manera remota de los últimos dos años, así como tampoco quisiera simplemente volcar aleatoriamente —random, si se quiere un ánimo más actualizado las repetidas nociones y tomas de consciencia que probablemente vivimos la mayoría, a partir de que vimos ralentizada nuestra veloz y sobre-estimulada cotidianidad. Seguramente vendrán incontables tesis, coloquios e investigaciones sobre los efectos derivados de la pandemia en nuestras sociedades, en nuestras manifestaciones artísticas, en nuestra propia mente; aquí se presentan solo algunas consideraciones personales, enfocadas de manera específica a la experiencia docente y práctica artística, bajo forma de paradojas.

Cyber painting, Jorge Santana ©
Cyber painting, Jorge Santana ©

Primera paradoja: el espacio

Una de las frases que comenzó a resonar repetidamente a partir de ese lunes, junto con “cuándo hubiéramos imaginado” y “quédate en casa”, fue: “no estábamos preparados.” Efectivamente no lo estábamos, y no hubiera podido ser de otra manera, porque, como suele ocurrir en la mayoría de los casos, no queremos estarlo. La ingenuidad y desconocimiento se transformaron súbitamente en escepticismo e incertidumbre, mientras los caballetes y las preparaciones de color en el taller quedaron suspendidos en una pausa indefinida. Nos retiramos a una nueva dimensión, desconocida para la mayoría y apreciada por algunos: la soledad y el aislamiento obligados.

La historia de los artistas suele ser un pequeño afluente de la épica cascada que es la historia del arte y de los objetos artísticos. Por lo general, solo sabemos alguno que otro detalle de la vida de un pintor: a qué generación o época pertenece, quiénes eran sus contemporáneos, sus mecenas, sus parejas, o bien si estuvo inmerso en algún suceso pasional que terminó en un duelo a muerte. Seguramente esto también sucede porque las vidas de los pintores suelen ser, en apariencia, muy aburridas: siempre absortos en el trabajo, buscando soluciones a cuestionamientos que, en la gran mayoría de los casos, ni siquiera se pueden identificar, mucho menos articular en palabras; inmersos en las profundidades de sus estudios y de sus mentes, con el susurro del diálogo interno como único acompañante.

Existen también aquellos casos donde conocemos un poco de la personalidad y vida del artista, la cual resulta sorpresivamente y con ciertos dejos de decepción, antagónica a su talento con la pintura o cualquier otro medio, lo que confirma aquella condición que le propuso la baronesa Nadezhda von Meck[1], una excéntrica mecenas, al compositor ruso Tchaikovski[2] a cambio de la manutención completa para la creación de sus obras: nunca conocerse personalmente.

El espacio donde habitamos, el estudio o taller, es donde suceden la mayoría de las dudas, experimentaciones, fracasos y satisfacciones de la cotidianidad. James Elkins en su texto What painting is[3], propone una analogía del estudio del pintor con el laboratorio del alquimista, en el sentido en que ambas prácticas conjuran una transformación de la materia a través de ciertos rituales: de algo inerte a un objeto cargado de emociones, pensamientos y movimientos que misteriosamente cobra una especie de vida. La obligación al aislamiento significó también la oportunidad de atravesar el umbral que separa el mundo externo del mundo interior, es este último al que se puede acceder con el fin de identificar y fortalecer la creatividad, la imaginación y las ideas, se debe recorrer a solas y sus caminos son en ocasiones tan imprecisos y sutiles, que es oportuno acallar el barullo para poder reconocerlos.

Cerré, al igual que el resto del mundo, la salida de escape al exterior y, primeramente, tuve que enfrentarme a mí misma, sin la miríada de omnipresentes distracciones que se vieron reducidas y limitadas bajo una curaduría personalizada, con la posibilidad de una concentración más estable, que pudiese permitir que los cuadros se interconecten de manera íntima con mi vida. Quizás pensemos que para ello es indispensable un gran estudio, con techos altos y luces cenitales, colmado con grandes y variados bastidores, colores y material; paradójicamente, al habitar el mundo interior, donde se encuentra el origen de la imaginación, las dimensiones espaciales pierden importancia y la obra se adecua a ellas: basta ver el universo magnificente que nos compartió Giorgio Morandi[4] en su mesurada y discreta visión, a partir de unos cuantos objetos que fungieron como modelos, en un espacio reducido de su casa en Boloña, con piezas de pequeña escala y una paleta cromática por más abreviada, que bien demuestran la enorme amplitud que puede caber en la reducción.

Cyber painting, Jorge Santana ©
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

Segunda paradoja: el tiempo

La digitalización nos conecta de manera directa y simultánea con los demás, a través de una red y un monitor en donde siempre podemos ver de reojo algún reloj o cronómetro que atestigüe la duración de nuestro encuentro. En sentido opuesto, pintar o dibujar tienen la capacidad de conectarnos con nosotros mismos mediante abstracciones y contemplaciones que rompen la dimensión habitual del transcurrir. El orden convencional del tiempo cronológico, progresivo e inclemente no empata con el tiempo que requiere un cuadro, lo que para empezar es muy difícil determinar, a menos que se tenga un método de producción en serie, o simplemente el tiempo que implica encontrar un color preciso o solucionar una parte de la composición.

El cineasta David Lynch[5] deseaba ser pintor en sus comienzos como artista, en un texto donde expone sus reflexiones sobre las relaciones que encuentra entre la vida artística y su práctica meditativa, menciona al respecto: “Si quieres disfrutar de una hora de buena pintura, necesitas disponer de cuatro horas seguidas sin interrupciones. La vida artística significa libertad de tener tiempo para que pasen las cosas buenas. No siempre queda tiempo para otros asuntos”.

La pintura es una práctica celosa y demandante, en buena medida, de tiempo, seguida de la constancia. El tiempo, en grandes cantidades, repentinamente se presentó como un preciado lujo. Paradójicamente, muy pronto me volví a ocupar. Si bien las sesiones del taller de pintura se volvieron concretas y con algunas optimizaciones temporales, el tiempo dedicado a la preparación y adecuación de los cursos en la universidad requirió ser triplicado, determinado por un entorno antagónico en tantos sentidos. Luego, me vi nuevamente inmersa en un alud de reuniones, juntas, clases y chats, en donde cada plataforma parecía requerir una mayor demanda de atención.

Llegó el afortunado punto de quiebre que obliga a la elección: continuar con la marejada o luchar contracorriente para buscar de nuevo el tiempo de la pintura, alejado del constructo cronológico. La naturaleza del medio, la arquitectura misma de la pintura, demandan procesos necesarios para transformar la materia prima con la que se trabaja, ajena a la velocidad de la virtualidad, en una relación que mora en un estrato completamente subjetivo. Y, si bien la transitoriedad del reloj es inminente, la pintura me permite atestiguarlo de manera que percibo su relatividad y ciertas posibilidades de ralentización.

Cyber painting, © 2022, Jorge Santana
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

Tercera paradoja: la distancia

Ya anteriormente había atestiguado de manera comunitaria la urgente cercanía en un sentido empático y humano; recuerdo con claridad la respuesta de la población a los dos terremotos que devastaron la Ciudad de México. La historia nos muestra repetidamente que las desgracias colosales nos conducen, individual y colectivamente, a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestros hábitos y aspiraciones. Las distancias que me alejaron de los demás, se vieron compensadas por proximidades que se destilaban a través de un chat o una pantalla. El lenguaje se volvió cuidado, sensible y animoso, cualquier tono crítico o incluso serio fue descartado súbitamente de cualquier código social a nivel planetario.

Las distancias fueron impuestas de manera física, y paradójicamente se debilitaron aquellas que pudiesen demostrarse en los ámbitos profesionales. Las revisiones de obra en el taller, práctica obligada dentro de la enseñanza de la pintura, perdieron la solemnidad impuesta por el entorno académico, o tal vez por la propia presencia física, y se transformaron en coloquios virtuales donde el enfrentamiento a las emociones manifiestas fue inevitable. Miedo, desconocimiento, ansiedad, incertidumbre y depresión se evidencian en los trabajos y las piezas que se produjeron en el taller.

En otro sentido, una alumna de Posgrado que investiga un aspecto específico de la pintura de varios artistas contemporáneos, de diversas partes del mundo, no solamente puede tener la grabación de una entrevista remota con una pintora que investiga esas nociones en su propia obra, sino que la distancia en relación a la disposición permite que podamos mandar un DM al Instagram[6] de un pintor en Suecia y muy probablemente responderá a los pocos minutos, algo que anteriormente hubiese sido un proceso sin duda más elaborado. Apenas logré familiarizarme con las reuniones y conferencias remotas, mientras manaban incontables grupos híper especializados en redes sociales; encuentros, entrevistas, charlas y sesiones en donde los artistas pintan un cuadro en vivo, o quizá participar en un debate sobre un texto o presentación de obra que ha compartido una pintora en Nueva Zelanda, o invitar a una cátedra a un curador de Austria. Todas estas reuniones en ocasiones compensan un falso sentido de soledad o aburrimiento, y digo falso ya que, tras el compromiso por derribar primero la distancia que puede existir entre el cuadro y yo, puedo atestiguar que en el estudio nunca estoy sola y, más aún, nunca estaré aburrida.

Cyber painting, © 2022, Jorge Santana
Cyber painting, © 2022, Jorge Santana

Cuarta paradoja: la mirada

Como he mencionado, a lo largo de este periodo de hibernación social, donde han cambiado nuestras relaciones con distintas dimensiones como son los tiempos y los espacios, evidentemente también hemos cambiado nosotros: nuestros procesos y aspectos mentales, como la atención y la concentración, se modifican con cada scroll al infinito que ofrece cualquier red social. No creo que sea demasiado pronto para determinar los efectos a posteriori que ello tendrá en las obras de arte a partir de ahora.

El arte es un instrumento formidable para entregarnos perspectiva, pero no se da de manera automática. Vivimos una época marcada por la obsesión con lo nuevo y novedoso, pero lo cierto es que los problemas que nos ha hecho enfrentar este virus ya estaban ahí hace uno, dos, cinco años. Si buscamos respuestas, existe una multitud de obras que pueden iluminar las vacilaciones que nos aquejan hoy.

Actualmente conocemos más pintores y artistas de todas partes del mundo que en cualquier momento de la historia de la humanidad, podemos ver sus procesos al pintar de manera simultánea, etapa por etapa, vivimos en una constante dualidad entre una mirada analógica y una mirada digital, llegando al punto en que muchas veces tenemos un monitor como alguna referencia o modelo visual al momento de pintar. Estamos condenados a una sobre exposición de información de toda índole con incontables versiones, todas manipuladas. Mantenemos vigente la creencia equívoca, heredada de la Ilustración Francesa, que tener una mayor cantidad de información nos hará más sabios, sensibles, críticos, lúcidos, nobles y empáticos. Esta invasiva exposición paradójicamente nos aleja de esos atributos, ya que la arquitectura misma de la información se ha derrumbado, no existe una jerarquía en la importancia de las noticias que consumimos involuntariamente, de manera que los encabezados que inevitablemente recibimos, ya sea con un mensaje o al abrir un servidor, no son la inminente emergencia climática o el estado real de las hambrunas en Medio Oriente, sino el atuendo que vistió una actriz de Hollywood al ir de compras por brócoli y arúgula.

En el mismo sentido, conocer cientos de pintores, ver de cerca sus procesos y poder “googlear” cualquier dato en cualquier momento no hará que seamos mejores artistas. El efecto del derrumbe de la arquitectura informativa no solamente se evidencia en la saturación de imágenes, noticias y datos sino más perturbadoramente en la homogeneización mental que es precisamente lo opuesto a la mentalidad artística, individual, compleja y libre.

La paradoja en la mirada del estudiante contemporáneo de pintura es que su visión se ha habituado a los formatos y escalas de un dispositivo y no han tenido la oportunidad de ver pintura en su escala, espacio y distancias “reales”. Esto va en contrasentido a la experiencia directa al contemplar una pintura: con sus texturas, brillos, transparencias, impastos, dimensiones, pinceladas… incontables aspectos que podemos percibir al ver un cuadro con nuestros ojos y sentirlo con las demás consciencias sensoriales, y no a través de una pantalla de superficie lisa y brillante que dicta los colores a sus capacidades. La experiencia estética, sensible y fenomenológica de ver pintura se modificó por completo, dejando solo simulaciones brillantes que se confunden con el protector de pantalla.

Bauman[7] refiere a una liquidez que se manifiesta en las múltiples dimensiones de lo humano: el amor y las relaciones, la educación, la cultura, el arte, nuestra propia apariencia; constructos de la mente que definen y mantienen cohesión en nuestras sociedades. Curiosamente, paralela a la concepción de mundo líquido divulgada por Bauman, Yves Michaud[8] elige otro estado de la materia al proponer una visión del arte como gaseoso. En ambos casos ya se anuncia la pérdida de la solidez como un estado relevante en el arte, lo que no solo refiere a una objetualidad o materialidad, también concierne al debilitamiento e hibridación de las posturas artísticas. Los NFT [9]proponen la nueva amenaza en la anunciada muerte de la pintura y las artes tradicionales, la digitalización nos fuerza a la distancia, la inmaterialidad y la pérdida de la arquitectura de conocimiento. Yo prefiero pensar en el poder constitutivo de las manifestaciones artísticas, la íntima relación de lo humano con los objetos que creamos, sin necesidad de una máquina como intermediaria.

Los artistas somos exploradores, curanderos, activistas y visionarios, lo que hacemos es sustancial para hablar con verdad, soñar con nuevas realidades y, en sentido último, cambiar el mundo. Se puede, incluso en cuarentena.

[Publicado el 4 de febrero de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 33]


[1] Nadezhda Filarétovna von Meck (Smolensk, 1831 –Niza, 1894). Aristócrata, mecenas y empresaria rusa.
[2] Piotr Ilich Chaikovski (Vótkinsk, 1840 – San Petersburgo, 1893). Compositor ruso del período del Romanticismo. Autor de algunas de las obras de música clásica más famosa: como los ballets: ‘El lago de los cisnes’, ‘La bella durmiente’ y ‘El cascanueces’, la ‘Obertura 1812’, la obertura-fantasía ‘Romeo y Julieta’, entre muchas otras obras.
[3] Elkins, J. (2000). What Painting Is. Routledge, Londres.
[4] Giorgio Morandi (Bolonia, 1890 –1964). Pintor italiano.
[5] David Keith Lynch (Missoula, 1946). Director de cine, guionista, actor y productor de música electrónica estadounidense.
[6] La función DM o Mensajes Directos de Instagram es el canal de mensajería instantánea de esta red social.
[7] Zygmunt Bauman (Poznan, 1925 – Leeds, 2017). Sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico.
[8] Yves Michaud (Lyon, 1944). Filósofo francés.
[9] NFT (Non Fungible Token) es un certificado digital de autenticidad que mediante la tecnología blockchain, la misma que se emplea en las criptomonedas, se asocia a un único archivo digital.

Del lienzo al celuloide y viceversa

Por Adriana Romero Lozano.–

El cine experimental, en su búsqueda de pureza fílmica está más cercano, no obstante, a la pintura que al cine.
Jean Mitry

Desde los inicios del cine, la relación entre él y la pintura ha sido muy estrecha, sobre todo dentro de ciertos círculos de creadores. Si bien, la técnica fue creada por los hermanos Auguste[1] y Louis[2] Lumiére, fue George Méliès[3] quien vislumbró en los primeros momentos las dimensiones de la narrativa fantástica a través de dicho invento.

Una de sus características asociada, en los inicios del cine, a principios del siglo XX, fue su rasgo silente, por ello, cineastas daneses como Holger-Madsen[4], Benjamin Christensen[5], y Urban Gad[6] concebían al cine como más cercano a la pintura, y por ello, asimismo, consideraban que tenía que leerse como un cuadro. En su libro ‘Historia del cine experimental[7]’, Jean Mitry comenta que los daneses en la búsqueda de su significado lo separan del teatro, justo por ser el cine silente, por lo que debía leerse como un cuadro en tanto se organizaba el encuadre a manera de una composición pictórica, dejando de lado historias mundanas y explorando lo fantástico, los sueños, la muerte, las leyendas, lo sobrenatural, temáticas que fueron consideradas 10 años antes a Fritz Lang[8] y Friedrich W. Murnau[9]. Estos temas permitían la irrealidad en la escenografía, o la estilización de esta.

Durante 1913, el pintor Léopold Survage[10] intentó plasmar de dinamismo a la pintura. Utilizaba el movimiento del cine para plasmar una pintura en movimiento, al menos esa fue la intención, aunque el proyecto no se concluyó, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, pero queda una muestra de ello en “Colored Rhythm: Study for the filme[11]”.

Durante esas primeras décadas del siglo XX, las vanguardias artístico-literarias incidieron en el cine, donde se pretendía plasmar los principios expuestos en sus manifiestos. A partir de ello, se cuenta con ejemplos de cine futurista, cine dadaísta, cine surrealista, expresionista, etc. Exponentes de estas corrientes, como Man Ray[12], Marcel Duchamp[13], (Anemic Cinema, 1926); y Salvador Dalí[14], (colaborador en el guion del filme surrealista dirigido por Luis Buñuel, ‘Un chien andalou’ 1929), intervienen en el mundo del cine aportando obras fundamentales dentro de la historia del cine.

La simbiosis creativa entre el pintor y el cine generan un efecto de boomerang que vale la pena acotar. En el caso del pintor estadounidense Edward Hopper[15], y su gusto por el film noir, se hace patente su influencia en tanto el lienzo permea en la pantalla.

‘Night Shadows’ de Edward Hopper, 1921.
‘Night Shadows’ de Edward Hopper, 1921.

‘The 39 Steps’ de Alfred Hitchcock, 1935.
‘The 39 Steps’ de Alfred Hitchcock, 1935.

Observamos la obra de Hopper, ‘Night Shadows’ de 1921, de una esquina neoyorquina, donde representa a un hombre solitario en un ambiente de sombras pronunciadas, al lado vemos un fragmento del film ‘The 39 Steps’, de 1935, de Alfred Hitchcock[17], director británico del género del suspenso y thriller psicológico, quien se inspira nuevamente en el trabajo de Hopper, en ‘Pysco’ de 1960, haciendo un guiño directo a la pintura ‘House by the Railroad’ que se corresponde con el motel del film. Esa misma obra de Hooper, también Terrence Malick[18] la escenifica, en 1978, en el filme ‘Days of heaven’.

‘House by the Railroad’ de Edward Hooper, 1925.
‘House by the Railroad’ de Edward Hooper, 1925.

‘Psycho’ de Alfred Hitchcock, 1960.
‘Psycho’ de Alfred Hitchcock, 1960.

‘Days of heaven’ de Terrence Malick, 1978.
‘Days of heaven’ de Terrence Malick, 1978.

The 39 Steps’ de Alfred Hitchcock, 1935.
The 39 Steps’ de Alfred Hitchcock, 1935.

‘Compartment Car’ de Edward Hopper, 1938.
‘Compartment Car’ de Edward Hopper, 1938.

Si bien, en ‘39 Steps’, Hichcok, homenajea a Hooper, posteriormente Hooper, por su parte, parece regresarle el favor en ‘Comportment Car’, una pintura de 1938, posterior a ‘39 Steps’, de 1935, en la cual hace una referencia al filme. A partir de ese hecho se da muestra de su mutua admiración.

La obra de Hooper (el representante del nuevo realismo norteamericano) ha sido varias veces referenciada en filmes, donde la noche es protagonista, junto con la soledad, recursos. ambos, de los que Hooper se vale para plasmar escenarios nocturnos, de personajes ambiguos, y llenos de claroscuros, recursos característicos del film noir, género del cual Hooper era un gran seguidor. En 1942, después del ataque a Pearl Habor[19], el ambiente sombrío y nocturno de ‘Nighthawks’, recrea la percepción del autor y el ambiente de esos días, la calle vacía, y, en el interior del establecimiento, tres clientes en sus propios mundos interiores. Esta pintura es escenificada en diversos films: ‘The Killers’ de Robert Siodmak[20], 1946; ‘Profondo Rosso’ de Dario Argento[21], 1976, ‘Pennies from Heaven’ de Herbert Ross[22], 1981; ‘Blade Runner’ de Ridley Scott[23], 1982 (un film neo-noir y de ciencia ficción, cuyo director se valió de mostrar la obra de Hooper, para que la dirección de arte del film, la considerara logrando tal ambientación); y además en ‘The end of violence’ de Wim Wenders[24], 1997.

‘Nighthawks’ de Edward Hooper, 1942.
‘Nighthawks’ de Edward Hooper, 1942.

‘The Killers’ de Robert Siodmak,1946.
‘The Killers’ de Robert Siodmak,1946.

‘Pennies from Heaven’ de Herbert Ross, 1981.
‘Pennies from Heaven’ de Herbert Ross, 1981.

‘The end of violence’ de Wim Wenders, 1997.
‘The end of violence’ de Wim Wenders, 1997.

En ‘Cine en Nueva York’, (1939), de Edward Hooper, la soledad de la mujer del cuadro es un contraste, a saber, con el glamur que el cine representa, y que se conjuga con los destellos del mundo de Hollywood, y del cual el pintor era muy afecto.

Cine en Nueva York’ de Edward Hopper, 1939.
Cine en Nueva York’ de Edward Hopper, 1939.

En ‘Shirley: Visions of reality’ de Gustav Deutsch[25], de 2013 –cuya narrativa fílmica está basada en 13 obras de Hooper, una de ellas la ya citada ‘Cine en Nueva York’–, se moldean, a lo largo del filme, diferentes rostros de la feminidad, en particular, en la escena presentada, plasma el glamur de la femme fatale, en contraste de la protagonista en su cotidianidad. Se exhibe el mundo del cine exterior, el de las multitudes, al lado del interno; el íntimo, el de los individuos solitarios.

‘Morning sun’ de Edward Hooper 1952.
‘Morning sun’ de Edward Hooper 1952.

‘Shirley: Visions of reality’, film de Gustav Deutsh, 2013.
‘Shirley: Visions of reality’, film de Gustav Deutsh, 2013.

Escena del film ‘Shirley: Visions of reality’ de Gustav Deutsch de 2013.
Escena del film ‘Shirley: Visions of reality’ de Gustav Deutsch de 2013.

Mientras que la versión del pintor Jerome Witkin[26], en su pintura ‘New York Movie, 1945’ (2013-2015), en referencia directa a la obra de Hooper, muestra un filme del holocausto judío durante la segunda guerra mundial. La fecha (1945) indica el momento en que el triunfo de los aliados se concretó, en el que salieron a la luz los filmes sobre los campos de concentración, con imágenes desgarradoras, en blanco y negro, pero la tragedia no se queda dentro del formato fílmico, sino que llega a la sala decadente del cine. Pocos observan el filme mientras vomitan y se levantan y se horrorizan de la realidad que les rodea en sus infiernos internos.

‘New York Movie, 1945’ de Jerome Witkin, 2013-2015.
‘New York Movie, 1945’ de Jerome Witkin, 2013-2015.

El trabajo de Hooper también ha influido sensiblemente en la obra del cineasta, exponente del ‘Nuevo Cine Alemán’, Wim Wenders, de quien ya vimos anteriormente el fragmento del filme ‘The end of violence’, de 1997, donde se cita a ‘Nighthawks’. La influencia de Hooper en sus filmes es evidente y ha sido recurrente a lo largo de su trayectoria.

‘Don't come knocking’ de Wim Wenders, 2005.
‘Don’t come knocking’ de Wim Wenders, 2005.

Recientemente el cineasta hace un homenaje explícito en ‘Two o three things I know about Edward Hooper[27]’, un filme instalación en 3D, de 2020.

‘Summer Evening’ de Edward Hopper, 1947. Óleo sobre lienzo.
‘Summer Evening’ de Edward Hopper, 1947. Óleo sobre lienzo.

Fragmento: ‘Two or three things i know about Edward Hooper’ film instalación en 3D, de Wim Wenders, 2020.
Fragmento: ‘Two or three things i know about Edward Hooper’ film instalación en 3D, de Wim Wenders, 2020.

Con algunos de estos ejemplos ilustrados podemos apreciar la relación que se ha establecido entre la pintura y el cine, desde el nacimiento de éste.

Si bien, el encuadrar y componer partieron en un inicio de la pintura, como una contribución al cine, es por propio mérito –gracias a la técnica propia de la imagen en movimiento y a las posibilidades de su lenguaje, tales como: el montaje, los movimientos de cámara, el uso del campo, fuera de campo, la música diegética, extradiegética[28], el guion, la narrativa, etc.–, que el cine tiene la posibilidad de crear mundos propios, y en algunos de ellos, reconoce y homenajea a la pintura, como una parte de la multitud de aportes que le han otorgado desde diversas ramas de la creación artística. 

[Publicado el 4 de noviembre de 2021]
[.925 Artes y Diseño, Año 8, edición 32]

Referencias

  • Mitry, J. (1974). Historia del cine experimental. Fernando Torres Editor, Valencia.
  • https://www.wim-wenders.com/
  • https://www.cpaonline.es/blog/

[1] Auguste Marie Louis Nicolas Lumière (Besançon, 1862 – Lyon, 1954). Coinventor del cinematógrafo.

[2] Louis Jean Lumière (Besançon, 1864 – Bandol, 1948). Coinventor del cinematógrafo.

[3] Marie-Georges-Jean Méliès (París, 1861 – París, 1938). Ilusionista y cineasta francés.

[4] Holger-Madsen (Copenhague, 1878 – Copenhague, 1943). Director, actor y guionista cinematográfico danés.

[5] Benjamin Christensen (Viborg, 1879 – Copenhague, 1959). Director de cine, guionista y actor danés.

[6] Peter Urban Bruun Gad (Korsør, 1879 –Copenhagen, 1947). Director de cine danés.

[7] Mitry, J. (1974). Historia del cine experimental. Fernando Torres Editor, Valencia.

[8] Friedrich Christian Anton Lang (Viena, 1890 – Beverly Hills, 1976) Director de cine austríaco-estadounidense.

[9] Friedrich Wilhelm Murnau (Bielefeld, 1888 – Hollywood, 1931). Director de cine alemán.

[10] Léopold Frédéric Léopoldowitsch Survage (Willmanstrand, 1879 – París, 1968). Pintor francés.

[11] https://www.wikiart.org/en/leopold-survage/colored-rhythm-study-for-the-film-1913

[12] Man Ray, (Emmanuel Radnitzky) (Filadelfia, 1890 – París, 1976). Artista visual estadounidense.

[13] Marcel Duchamp (Blainville-Crevon, 1887 – Neuilly-sur-Seine, 1968). Artista y ajedrecista francés.

[14] Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, ​ marqués de Dalí de Púbol (Figueras, 1904 – Figueras 1989) fue un pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español.

[15] Edward Hopper (Nyack, 1882 – Nueva York, 1967) Pintor estadounidense.

[16] El cine negro o film noir es un género cinematográfico que se desarrolló en Estados Unidos entre la década de 1930 y 1950.

[17] Alfred Joseph Hitchcock (Londres, 1899 – Los Ángeles, 1980). Director de cine, productor y guionista inglés.

[18] Terrence Malick (Waco, 1943). Director, productor y guionista de cine estadounidense.

[19] El 7 de diciembre de 1941 se produjo el ataque de la Armada Imperial de Japón al puerto militar estadounidense de Pearl Harbor, en la isla de Oahu, Hawai. Una acción bélica que provocó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

[20] Robert Siodmak (Dresde, 1900 – Locarno, 1973). Director de cine alemán.

[21] Dario Argento (Roma, 1940). Director de cine, productor y guionista italiano.

[22] Herbert Ross (Nueva York, 1927 – Nueva York 2001). Director, productor, coreógrafo y actor estadounidense.

[23] Ridley Scott (South Shields, 1937). Director de cine, productor y guionista inglés.

[24] Wilhelm Ernst Wenders (Düsseldorf, 1945). Guionista, productor, actor y director de cine alemán.

[25] Gustav Deutsch (Viena, 1952 – Viena, 2019). Artista multidisciplinar y director de cine austriaco.

[26] Jerome Witkin (Brooklyn, 1939). Artista estadounidense.

[27] https://www.wim-wenders.com/event/two-or-three-things-i-know-about-edward-hopper/

[28] https://www.cpaonline.es/blog/cine-y-tv/musica-diegetica-y-extradiegetica-en-el-cine/

‘Se me adelantaron’.– Rufino Tamayo y las pinturas rupestres de Baja California

Por Eréndira Meléndez Torres.–

Enigmas delineados con forma humana, así podemos definir las pinturas rupestres de Baja California[1] sobre las que solo nos queda especular. Desde mi formación de artista, recurro a un acercamiento poniéndome en los pies del otro para imaginar qué pensamiento o sensibilidad fue el motor de quienes produjeron aquellos vestigios. Entre los especialistas hay un debate, para algunos es arte rupestre, para otros, expresiones gráfico-rupestres. Para mí, el hecho de encontrarse entre los enigmas visuales que impactan a quienes se acercan a estas manifestaciones y que requieren además de estudios y opiniones de expertos, están en el ámbito del arte. Factura, materiales, miradas que nos comunican con un universo desconocido y un proceso creativo que a todos nos intriga. Dentro de este universo especulativo y fronterizo, valen las asociaciones libres, y también personales –al menos nuestra Academia de Fronteras[2] se encuentra también, en esos términos, en busca de conocimiento sin censurar lo descabellado, lo inaudito; al igual que el arte, construimos desde la cuerda floja, a veces, incluso, a pesar de los límites sistemáticos de la investigación.

Con esta advertencia en mente, seguí una línea muy personal de pensamiento artístico con base en un acervo memorioso –también personal–[3]. Tal vez haya que acotar los tiempos de la obra del pintor al que me refiero, sin embargo, sus personajes (una vez pasada aquella etapa en la que algunos lo ubicaban como el cuarto[4]) tienen un espíritu (rememorando aquello del espíritu de la época, que no por ser lugar común deja de ser espíritu, o acuerdo lingüístico) afín al de las pinturas rupestres. Junto con Carlos Gutiérrez[5], en cuya obra se dan cita cenizas y texturas para abordar temas ancestrales, especulamos sobre los materiales que tal vez se usaron en los muros de Baja California; además, hablamos sobre la similitud que detecté con algunas de las figuras de Tamayo, y fue entonces cuando me compartió la anécdota sobre lo que el maestro exclamó al ver las pinturas rupestres: “Se me adelantaron[6]«.

Los conceptos en juego para abordar el tema traen al presente obras de las que no tenemos certezas, a un cálculo alrededor de una cifra de cuatro ceros de años de su creación, nada es verdad, así como no es verdad la historia, sino a la luz de quien la escribe. Resulta que la pasión por la imagen nos puede decir más cosas en una lectura literal, este tipo de lecturas con frecuencia se vuelven hallazgos, no arqueológicos, pero sí discursivos, personales –creo que requiere mayor precisión–, tal es el caso, por ejemplo, de la fotografía: el desafío que impone el intento por describir lleva a construir certezas personales –que es ya un punto de partida– no con la intención de convencer a los demás sino para ir al encuentro de una idea y su hilo conductor.

Aquí los elementos parecen claros y elocuentes: por un lado, la idea de las sombras proyectadas en las cuevas y algunas pinturas del maestro Rufino Tamayo, asociación libre tal vez, los materiales para esas representaciones que pudieron ser cenizas, los colores asociados a los amaneceres, a la sangre y los blancos extraídos también de las cenizas y de las evidencias de la luz que al mismo tiempo dan pie a la especulación y son fuente de información.

Aquí no es difícil imaginar que Tamayo pintara sus figuras de manera intuitiva, vemos referentes formales en las piezas prehispánicas de la colección que fue formando a lo largo de su vida y que dejó como legado al patrimonio, primero de Oaxaca y luego del mundo. La colección se encuentra en el Museo Rufino Tamayo de Oaxaca[7].

Tal vez acercándonos a su obra, con preguntas acerca de las pinturas rupestres, podemos armar un buen rompecabezas. Lo cierto es que el maestro visitó el sitio y su frase que da título a este ensayo es, al igual que sus personajes, fresca y candorosa.

Sin duda, el maestro pudo llegar a esas representaciones sin conocer las rupestres, de tal suerte que su ideación figurativa nos acerca de lleno a un tiempo ancestral, difícil de captar por más avances científicos que podamos tener.

El dibujo, y sus etapas evolutivas en las obras en Baja California, revela mucho, y la elección de elementos con trazo que podría llamarse infantil, es un legado que también Picasso anheló y que obtuvo luego de mucho trabajo: “En aprender a pintar como los pintores del renacimiento tardé unos años; aprender a pintar como los niños me llevó toda la vida”.

La cualidad de los trabajos de Tamayo que sugieren soluciones infantiles nos devuelve una noción de etapas del pensamiento, de la percepción, que pueden ser parte de nuestra condición humana, generales tal vez si encuentran su cauce.

No creo que los pintores de la cueva estuvieran codificados, o por lo menos no como lo están nuestros dibujantes ante la perspectiva arquitectónica, por ejemplo, o el descubrimiento de los escorzos, que por ahí está, de manera incipiente, en algunas de las pinturas rupestres.

Podemos establecer ciertas similitudes entre piezas de Tamayo y algunas de las pinturas rupestres; visualmente tal vez nos lleven a algunos descubrimientos. ¿Pero de dónde salen esas evocaciones? Otra línea de análisis, además de las etapas de nuestro desarrollo mental, puede ser a partir de los juegos de sombras de su proyección y hasta de la memoria que don Rufino tuvo para construir sus personajes entre degradaciones de color, luces y sombras que guiaron sus trazos.

Personajes definidos por la proyección de su sombra y el detalle de la dimensión

Aunque los testimonios que dejaron a los jesuitas, algunos de los informantes indígenas de la zona, reportan que fueron gigantes los que pintaron las cuevas, no hay ningún dato científico que lo compruebe. Aunque si hubo un grupo étnico de talla más alta que el común, no se puede asegurar la existencia de personajes de las dimensiones que las pinturas definen. Lo cierto es que el contraste de las figuras antropomorfas rígidas, en su rictus icónico, llama la atención por el movimiento que logran en los animales: los venados se mueven plácidamente en el espacio, mientras hombres y mujeres solo están con los brazos en ángulo y las manos hacia arriba. Tal contraste se podría explicar a través de la delimitación de las sombras proyectadas y dibujadas en los muros; y las manos extendidas quizá indiquen un ademán de captura, alguna mueca amenazante o incluso, si nos remitimos a la presencia del agua en la zona, a un movimiento de los brazos para desplazarse dentro de ella. Habría que demostrar, si, por instinto, podrían nadar o bien imitar el desplazamiento de los animales en el agua.

Pero ¿a qué respondía la necesidad de representarse de gran tamaño? Una hipótesis es que a través de las pinturas evocaron su dominio, si aceptamos que era la magia la que definía sus intenciones, escalar dimensiones, también era la representación del ascenso de su poder.

Por otra parte, cabría recordar que año con año, la zona recibe las visitas de los enormes mamíferos marinos, las ballenas grises, que miden alrededor de quince metros de largo.

Al margen de las especulaciones de los lugareños acerca de la autoría de gigantes, es posible afirmar que las escenas de caza que narran las pinturas rupestres tenían una función mágica de acercamiento y apropiación de la inmensidad, y estos animales, las ballenas enormes con sus crías amistosas, tal vez asombraron a aquellos ancestros; incluso podríamos suponer que las consideraron deidades; más aún, tal vez la posición de los brazos emula las aletas de una ballena, adaptadas a los brazos humanos.

Ellos evocaron poder, yo evoco la sensación que me deja tocar uno de esos grandes animales, y me parece un amistoso apretón de mano con algún gigante de cuento y, sin duda, la sensación se parece a la experiencia estética ante la obra de Tamayo, o a la sensación que me dejaría el encuentro con las pinturas rupestres con todo y su tamaño. ¿Cómo explicar esa captación de sensaciones? ¿Cómo describirla?

Una figura mágica acompañaría a los cazadores para dominar animales que por su ferocidad no resultaban ni cercanos, ni amistosos, y serían difíciles de atrapar. Por el contrario, las ballenas enormes que llegan en plan juguetón con sus crías no dejan de ser, además de espectaculares, seres que pudieron causar temor y a su vez una comunicación amable que soluciona el temor mismo.

¿Cómo llegar a esa dimensión?, ¿cómo acercarse siquiera? Entra ahí la magia de la sombra, un recurso para escalar su propia dimensión, gracias a la aproximación que la luz les daba. Imposible demostrarlo, pero sí especular al respecto. Si no soy suficientemente grande, la magia del sol que permite la vida –deidad principal en numerosas cosmogonías antiguas– también permite proyectarme y crecer mi propia imagen; así la protección de una imagen que yo mismo proyecté me permite la bendición solar, el poder emanado de mi propio ser… ¿Qué más se puede necesitar?

@ Ángel Uriel Pérez López.
No es difícil imaginar que Tamayo pintara sus figuras de manera intuitiva, vemos referentes formales en las piezas prehispánicas de la colección que fue formando a lo largo de su vida. Ilustración de @ Ángel Uriel Pérez López.

Tamayo visto desde su sombra

Resulta evidente que la visión crítica sobre Tamayo se centra en la discusión entre su obra y la de los muralistas, los Tres grandes, discuten todos si su obra se oponía o no al mexicanismo, al nacionalismo o si es una continuidad vista desde otra perspectiva, Tamayo el “Indio”, una de sus etiquetas, era un indio elegante, alto. Recurrió según la crítica al primitivismo, pero solo referido a lo indígena prehispánico, también, según la crítica, ubicado en las vanguardias. Sin seguir del todo la línea académica, sin agregarnos al corpus, que así lo cataloga, podemos colocarnos en una perspectiva distinta, para ver que su obra es más ancestral que lo prehispánico indígena[8]. Es notable el asombro que reporta él mismo al ver las rupestres, el proceso creativo de Rufino Tamayo, tal vez inicia con un delineado de figuras, pero no humanas, sino de las figuras prehispánicas de su propia colección. Separar su obra de toda la fortuna crítica y verla desde una perspectiva centrada en el proceso creativo, nos obligaría a estudiar el asunto de la percepción, del inconsciente colectivo, tal vez, el reflejarse en su identidad indígena era ir hacia atrás, o hacia el interior de una sensibilidad ancestral.

Las piezas prehispánicas pudieron haber sido el vehículo para viajar al pasado, a la manera de Plinio que habla de la apropiación del otro a través de delinear su figura y, al darle volumen, tener la magia de la presencia simbólica; con Tamayo podríamos marcar una secuencia inversa, un viaje creativo con la guía de la sensibilidad de un artista en trance creativo, tuvo como resultado obras similares a las de las cuevas. Digamos que la línea del delirio cuántico –el mío, aclaro– no solo está hacia el futuro, sino también al pasado, el tesoro de la apropiación a través de la imagen. Seguramente, Tamayo tenía en su acervo visual las pinturas de Altamira, pero no las que representaban figuras humanas. También, seguramente tenía la colección de sellos prehispánicos, y sin embargo la representación de texturas y contrastes es similar a lo rupestre de Baja California. “Se me adelantaron”, dijo, y ya era octogenario, o tal vez el arte de la representación estableció una liga de comunicación con aquellos pintores, magos, chamanes o solo artistas en busca de reflejos propios y que, hoy por hoy, son universales.

Otra veta posible es tratar de estudiar las pinturas rupestres no como documento histórico, la lupa de la historia puede ser una camisa de fuerza, lo es, porque obliga a concatenar lo que opinaron otros, a excepción de los registros avalados por la ciencia, las conjeturas antropológicas, (aunque sean la base) también pueden limitar otras reflexiones que proponemos desde el arte. Desde esa mirada artística, podemos ver el asunto con una vertiente distinta, abordarlos desde una categoría de documentos creativos, a los que habría que someter a otros parámetros de estudio. Podríamos pensar en una percepción similar de todos los tiempos, y todos los tiempos serían épocas de los procesos creativos, incluso tomarlas concatenadas a la obra de un creador afín a una mentalidad centrada en colores, formas, cosmogonías que construyen resultados gráficos con parentesco alegre, así como este encuentro entre Rufino Tamayo y los anónimos pintores rupestres de Baja California.

[Publicado el 11 de mayo de 2021]
[.925 Artes y Diseño, Año 8, edición 30]


[1] Baja California (oficialmente Estado Libre y Soberano de Baja California), es uno de los treinta y un estados que, junto con la Ciudad de México, conforman México. Su capital es Mexicali, está ubicado en el extremo noroeste del país, limita al norte con el estado estadounidense de California, al este con Sonora y el mar de Cortés o golfo de California, al sur con Baja California Sur y al oeste con el océano Pacífico. Fue fundado el 16 de enero de 1952 tras más de un siglo de ser territorio federal del México independiente.

[2] La Academia de Fronteras del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas fue un espacio de lecturas y discusión, fue integrado por Esther Cimet S., María Elena Durán, Ana María Rodríguez, Alicia Sánchez Mejorada (+) Graciela Schmilchuk, Leticia Torres, Margarita González Arredondo y la autora. En este grupo se publicó “La mirada ante lo invisible”, (2013). Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. México. Disponible: https://drive.google.com/file/d/1_OGQif5iALqlcEcr9enqF82RaXlH8emj/view.

[3] Rufino del Carmen Arellanes Tamayo (Oaxaca de Juárez, 1899 – Ciudad de México, 1991). Pintor mexicano.

[4] José Clemente Orozco (1893–1949), Diego Rivera (1886–1957) y David Alfaro Siqueiros (1896–1974) son las tres figuras más relevantes de la pintura muralista mexicana del siglo XX, formaron parte de la generación postrevolucionaria que traía a flor de piel los ideales nacionalistas, con el arte influyeron en la cultura y reivindicaron principios como la igualdad entre las clases sociales. Fueron conocidos como los Tres Grandes fueron los artistas más renombrados del muralismo gracias a su relación con José Vasconcelos.

[5] Llegué con mi reflexión a platicar con uno de los artistas de mi generación, que trabajan con ceniza, con texturas, con lo ancestral, buen pintor, obsesivo coleccionista de música y vivencias por las cantinas de la Ciudad de México, dos veces baja de su estudio en Huixquilucan a jugar tenis y acude a alguna cantina, a mirar, sobre todo, obra en los museos, personas y también a especular. Lo cierto es que Carlos Gutiérrez Ángulo, acumula los materiales que se le aparecen en la vida cotidiana para pintar

[6] http://www.jornada.unam.mx/2002/12/05/05an1cul.php?origen=cultura.html

[7] http://sic.gob.mx/ficha.php?table=museo&table_id=103

[8] https://icaadocs.mfah.org/s/es/item/759012#?c=&m=&s=&cv=&xywh=110%2C199%2C2133%2C1194

Dinámicas metodológicas en la pintura

Por Francisco Mendoza Pérez.

Dimensión. Jerarquía espacial de los elementos contenidos en un espacio pictórico

Comencemos refiriéndonos a lo que consideramos, primero física y después conceptualmente, como el espacio pictórico en las artes plásticas y lo que contiene.

De manera simple diremos del primer aspecto que es el espacio apto y susceptible para la representación de algo, es decir, el espacio disponible para que ejecutemos la representación, el equivalente a una idea, lo cual implica, en principio, una superficie con un alto y un ancho determinados.

Diremos también que constituye un contexto artificialmente construido –y esto atañe a ambos aspectos que estamos enunciando–, más adelante intentaremos darle explicación. Con las características esenciales que presentan las superficies planas y tal como corresponde a lo que interpretamos de las superficies o soportes que advertimos como bidimensionales, concretamente lo que conocemos como bastidores o lienzos en la pintura de caballete. Se diferencian en cuanto a su forma y superficie de los de las pinturas que son realizadas en soportes que incluyen un factor adicional: la profundidad o el relieve.

La utilización en tales casos ha sido, sobre todo, de carácter experimental, propositivo, y como un modo alternativo de generar un tipo diferente de dinámicas visuales y de sensaciones que derivan en un modo distinto de acercamiento y aproximación del espectador a las obras en donde la experiencia es distinta a los modos convencionales de percepción e interpretación. Lo que establece de entrada, una forma distinta de acercarse a la pintura a la que estamos acostumbrados.

Citemos un caso brevemente, el del muralista David Alfaro Siqueiros[1] en lo que él mismo denominaba escultopinturas, debido a la apariencia que adquirían las pinturas en sentido volumétrico, tras la incorporación de este factor de profundidad, aspecto que no sólo se enfatizaba por el efecto visual creado por la perspectiva, sino porque físicamente se manifestaban las características de los soportes, que consistían en un auténtico bastidor tridimensional.

No ha sido, por cierto, su utilización una variante muy atractiva para otros pintores, quizás porque no es un asunto fácil, ni práctico, armar o estructurar soportes de esta naturaleza, además no resulta fácil su conservación en los casos de su exposición a la intemperie, ni resulta fácil resolver el problema, por la dificultad que implica, de mantener adheridos los materiales pictóricos, ni tampoco superar la dificultad adicional de soportar el propio peso de los mismos, como hemos podido constatar en la reciente y necesaria restauración de la obra del mismo autor junto a la Torre de Rectoría en la Ciudad Universitaria. Sin embargo, el Maestro Luis Nishizawa[2] realizó algunas propuestas con otro tipo de recursos y técnicas como el esmalte o los materiales cerámicos, incluidos en algunas de sus creaciones de tipo mural, en las que se llega a utilizar el color como un elemento pictórico incorporado a la descripción de las formas, a las texturas físicas y visuales planteadas sobre superficies irregulares o con relieve.

"El primer aspecto que es el espacio apto y susceptible para la representación de algo, es el espacio disponible para que ejecutemos la representación, el equivalente a una idea, lo cual implica, en principio, una superficie con un alto y un ancho determinados".
«El primer aspecto es el espacio apto y susceptible para la representación de algo, es el espacio disponible para que ejecutemos la representación, el equivalente a una idea, una superficie con un alto y un ancho determinados».

Superficies también irregulares son, por cierto, las que encontramos, y que fueran utilizadas, en los albores de la descripción pictórica. Nos referimos a las de la pintura rupestre, las cuales se realizaron sobre lo que podemos interpretar ahora, como los incipientes muros que conforman las cuevas.

Tradicionalmente, en muchas culturas que incluyen por supuesto a las de la antigüedad, y con la excepción de las pinturas realizadas sobre superficies ovales, elípticas o circulares, (la Historia del Arte y de la Pintura nos lo demuestran), los formatos más recurrentes y utilizados han sido aquellos –y siguen siéndolo al momento– que se distinguen por ser, no sólo planos, sino porque además presentan características específicas de angularidad.

Suelen ser rectangulares y algunas veces cuadrados, lo cual es menos común, pero en ambos casos contienen en su estructura geométrica, en las esquinas, como corresponde, ángulos rectos (de 90 grados).

Dentro de otras cosas porque permiten un modo de lectura más ordenado, un mejor o máximo aprovechamiento del espacio disponible, y porque suelen atraer, centrar, y concentrar toda la atención del espectador en la imagen que ha sido desarrollada sobre su superficie.

Su forma establece, por sí misma, la delimitación de su propio espacio, exaltándolo y aislándolo de lo que le rodea, quedando separado, en cierto modo, incluso del contexto en el que se coloca. Pudiéndose inferir que adicionalmente se adapta mejor a las condiciones de la percepción bifocal de los seres humanos y ofreciendo mayor comodidad.

Con esto, estaríamos hablando entonces de que un bastidor, con estas características respecto del formato, representa un espacio optimizado o quizás podríamos decir –un espacio depurado–, una prueba de ello es que, la mayoría de los dispositivos incluso digitales, de reconocimiento, captura o reproducción de imágenes, utilizan estos mismos sistemas angulares en forma particular.

Un CCD[3] por ejemplo, incorporado a una cámara de video que, si bien posee una lente redonda, utiliza un dispositivo de registro de este tipo porque es capaz de traducir la información de la luz que recibe, y de convertirla en impulsos eléctricos a partir de un esquema angular, generalmente rectangular, susceptible de contener y acomodar en su contexto digital, la forma típica de los pixeles que todos conocemos.

Lo más probable en el caso de la pintura es que se hayan comenzado a utilizar estos formatos sin la intención previa, es decir, no por una especie de invención o porque se haya partido de su descubrimiento, sino más bien, podemos entenderlo como una extensión o la derivación del hábito profusamente cultivado de la decoración de muros y de paredes creadas en los contextos arquitectónicos, ya que éstas cuentan, en sus estructuras, con formatos y características similares a las que podemos encontrar en lo que se definirá posteriormente como pintura de caballete y cuya producción supera, a lo que conocemos como categoría de la pintura mural, obvias son las razones puesto que las condiciones de portabilidad de los cuadros ofrece muchas ventajas, recordemos que la propuesta y adaptación de lo que conocemos ahora como mural transportable, proporciona como beneficio fundamental que la imagen que lo conforma no esté supeditada a dos condiciones: probable deterioro y a la sujeción de la misma a un espacio inamovible, volviéndola con este sistema entonces, susceptible de abandonarlo, si se prefiere.

Hacemos este breve recorrido histórico y referencial sobre los soportes, para subrayar el hecho de que la naturaleza geométrica de los mismos impondrá condiciones en cuanto a orden y organización de los elementos que participen o integren la imagen, específicamente en el ámbito de lo que denominamos composición: aquello que entendemos como el modo de distribución-colocación de los elementos para construir una imagen que representa una idea.

"Un bastidor con estas características del formato, representa un espacio optimizado o espacio depurado, una prueba de ello es que, la mayoría de los dispositivos utilizan estos mismos sistemas angulares en forma particular"
«Un bastidor con estas características del formato, representa un espacio optimizado o espacio depurado, una prueba de ello es que, la mayoría de los dispositivos utilizan estos mismos sistemas angulares en forma particular»

Esto significa que los elementos que se incorporen, que se distribuyan u ordenen, quedaran sujetos a las condiciones estructurales predeterminadas por el formato, sujetos a la dinámica visual que les imponen las denominadas fuerzas y tensiones, contenidas en el mismo.

A diferencia, en términos perceptuales y de asociación, de lo que se desprende de experiencias ampliamente estudiadas hasta el día de hoy, a partir de fenómenos como el de la visualidad, y de los modos de reconocimiento e interacción con el entorno, en los que se producen efectos visuales y psicológicos distintos.

Sin embargo, algunos de estos efectos, asociados a la lectura e interpretación del espacio se replican, cuando tenemos a la vista, contextos visuales sobre superficies con tales características geométricas. Sobre los cuales, si encontramos elementos gráficos incorporados, éstos actúan como un estímulo adicional y que, llegado el caso, pueden convertir la experiencia simple en una experiencia estética. Dependiendo del modo en que se hayan distribuido, creando entre ellos un código visual o un sistema de significado.

Dicha experiencia difiere del modo, digamos natural o normal de percepción-interpretación que hacemos comúnmente, más allá de nuestros razonamientos, o antes de ellos, en nuestra experiencia inmediata frente al entorno que solemos llamar, “el mundo real”.

Mediante el proceso de acercamiento e interacción con el cuadro se delimita y enmarca un modo nuevo de percibir el espacio ya que ocurre de manera alterna, diferente, como una especie de subproducto, o mejor dicho, como un agregado que se incorpora a nuestras otras experiencias vitales, incluso las de la vía emocional, creando nuevas asociaciones, nuevos circuitos neuronales que se irán estableciendo en nuestra mente, tras la adecuada colocación de recuerdos en la memoria y convirtiéndose –en experiencia trascendente– si se quiere, a partir de lo que hemos descubierto y experimentado.

Descubrimos con ello, un nuevo modo de ver el mundo, que poco a poco va creando su propia red semántica, y esta se amplía con las modificaciones que vamos generando a nuestro entorno, y la creación adicional de contextos mentales, lo que a su vez permite nuevos actos, nuevas ideas, nuevas formas de interpretación, que derivan justamente en lo que entendemos como esquemas de conceptualización. Y es así como entramos en la otra parte señalada al principio: La conceptualización del espacio pictórico.

En este rubro el espacio vuelve a considerarse como un área disponible, pero ahora de una manera distinta, digamos que se convierte en un ámbito en el que pueden desarrollarse o hacerse visibles las ideas, demarcando un territorio en el que podemos hacer una transcripción de la realidad, o que nos sirve para dar cauce a la imaginación, dependiendo de la naturaleza de las ideas.

Si el espacio físico puede albergar una serie de elementos y si éstos aportan suficiente información, pueden entonces ser descritos e incluso enumerados, por tanto, pueden ser reconocibles en términos iconográficos, por lo que representan en sí mismos, mediante su identificación. Abriendo paso al modo siguiente en el que se puede plantear o reconocer, lo que significan, o la intención de su significado.

Lo cual será posible, mediante el sistema de conexión y ajuste de los elementos participantes con el plano semántico. En donde la necesaria coherencia y organización de los mismos, puede hacernos entendible la propuesta de la imagen en su conjunto, es decir, con el uso de la sintaxis apropiada, pasaremos de la descripción previa, al asunto más complejo del significado y con esto el espacio conceptual vendría a mostrarnos su vertiente iconológica, de cumplir con el necesario orden y colocación de los elementos que lo habitan, dicho de otro modo, toda vez que identifiquemos el significado o valor simbólico de los elementos que contiene.

Así que los elementos estarían sujetos no sólo a las condiciones que referimos –lo cual por si mismo, significa un problema– que demandará evidentemente una solución, y es que, llegado el caso, si se realiza un manejo adecuado de las mismas, éstas en lugar de representarlo, podrían convertirse incluso en una especie de solución, pudiendo ser aprovechadas en beneficio, en cuanto circunstancias, para alcanzar las intenciones del creador.

Intenciones que consistirán básicamente, en obtener el máximo aprovechamiento de los recursos pictóricos, que se incorporen a los elementos de la descripción, ya que el esfuerzo, el objetivo final será intentar dotarlos de valor plástico en tanto cualidad expresiva.

Unos llegarán a tener este valor definitivamente más que otros, pero todos estarán participando y dependiendo del conjunto, como corresponde todo sistema organizado.

Usemos un ejemplo simple para ilustrar esta valoracion: la interdependencia que existe en la relación dialéctica entre el fondo y la figura. Ésta establece, por cierto, la necesidad de ciertos criterios para su diferenciación, no sólo para definir la importancia o el valor relativo de lo que cada parte significa, sino para establecer los criterios que nos obligan por consiguiente a su jerarquización. Todos los elementos serán igualmente importantes –incluyendo a los que se encuentren en el fondo, que no son elementos accesorios, o los que representan aquello que entendemos como la figura, y que se distinguen por el hecho de no ser parte del fondo– en relación con el conjunto. Todos útiles, todos necesarios, pero, sólo algunos adquirirán un carácter emblemático, decisivo, fundamental.

Pensemos, para ilustrar un poco más estas nociones, en la definición de sinergia, en que un conjunto o un par de elementos tienen por separado un valor determinado, pero que, si se unen, adquieren uno mayor que el que les corresponde en términos individuales, en términos relativos o en términos de esfuerzo a cada uno. Es decir que juntos o en su combinación, su valor individual se potencializa.

Pensemos que los elementos metafóricamente hablando serian como una especie de sustancia activa, y que su función entonces, tras unirse, sería la de desencadenar una reacción. Equivalente en términos artísticos a la expresión. Como la que se pretende sea percibida o experimentada por el espectador.

Volviendo atrás, si nos referimos a un esquema de jerarquización del espacio pictórico, consideramos que sería prudente ampliar la noción sugiriendo más bien –la jerarquización de los espacios dentro del espacio pictórico– es decir que el espacio total podría estar en forma física, o mentalmente subdividido (si utilizamos una malla o red para la composición), en espacios o áreas más pequeñas, sujetas a su vez a su propio entramado de fuerzas individuales que se multiplican y construyen, o bien articulan un soporte más complejo para la colocación, el posicionamiento o la distribución de los elementos en cuestión.

La intención al utilizar un sistema geométrico compositivo sería establecer orden, armonía o dinámicas visuales, incluso la impresión de caos si así se desea, dependiendo del tipo de necesidades de expresión que la propuesta temática impone o requiere con el fin último de exaltar, cualidades o aspectos de los elementos que la integran.

"Si el espacio físico puede albergar una serie de elementos y si éstos aportan suficiente información, pueden entonces ser descritos por tanto, pueden ser reconocibles en términos iconográficos".
«Si el espacio físico puede albergar una serie de elementos y si éstos aportan suficiente información, pueden entonces ser descritos por tanto, pueden ser reconocibles en términos iconográficos».

Origen, finalidad

Para poner en operación un esquema de valoración y de clasificación cualitativa, de ordenamiento, o jerarquía, es conveniente o necesario metodológicamente hablando, establecer un origen, un punto de partida, que defina de la manera más clara nuestras intenciones, la motivación que supone aquello que queremos decir, considerando que siempre partimos de algo, de una idea en este caso, que nos oriente, en tanto que la creación es un proceso sujeto a modificaciones y a un desarrollo que llegado el punto alcanza un resultado.

Pero, además, como la creación es un proceso incierto, de prueba y error, de tentativas y de aproximaciones, conviene mantenernos con este punto de orientación, punto de origen y de partida.

Para la parte “finalidad” estamos sugiriendo un análisis previo de las opciones que incluyen desde luego la elección de técnicas que mejor se visualicen para el resultado final, anticipando en la medida de lo posible el aspecto deseado de la configuración, y el efecto que se pretende conseguir con ella, por lo que es importante saber o definir en primera instancia, qué es aquello que se busca.

Sería imprescindible entonces considerar: la preponderancia en términos del contenido. La definición semántica, y la focalización de lo que podría considerarse como esencial, definitorio, para poder decidir, a qué elemento corresponde y en dónde tendría que estar colocado. Es un hecho que sería o debería ser –en el lugar más importante– si aplicamos una lógica simple, y ¿Cuál sería el lugar más importante en un formato de los que estamos hablando? Podríamos decir que puede ser cualquiera, que son todos los lugares. O ninguno, intentemos explicar esto que suena a juego de palabras.

No existe en realidad ningún lugar más importante que otros, ni una fórmula que garantice en términos de posicionamiento, mejores resultados, no hay un espacio predeterminado como el mejor, si bien, el uso –por ejemplo– de la sección aurea, podría proveer de subdivisiones y puntos armónicos, que podrían otorgar un aspecto digamos más estético a la composición, o que el utilizar un patrón de repetición a partir de cuadrados podría conferirle o contribuir al hieratismo de las representaciones de las culturas azteca o egipcia. Razón al parecer de la elección de ese sistema constructivo por ambas culturas.

O bien el uso de estructuras dinamizadas mediante el aprovechamiento de las diagonales en la pintura barroca, la búsqueda de ligereza que sugieren las composiciones en las cúpulas pintadas por Tiépolo[4], o los complejos sistemas circulares planteados en algunas de las obras del Greco[5].

Todos los esquemas de composición han sido utilizados con la firme voluntad de resaltar algo. De organizar algo, de equilibrar algo. O de resolver un problema de los que se generan en instancias previas a los momentos de la elección.

La organización de un todo es decisiva para lograr los objetivos que se han planteado y dependerá de ello el resultado, un error de elección podría derivar en el debilitamiento de la fuerza expresiva o incluso conducir a la rigidez o a la confusión, por ello el creador se basa en su experiencia y en el conocimiento que tiene de la manera en que el espacio opera. Lo demás es intuición.

Podemos entonces inferir que la elección de un patrón constructivo posibilita o contribuye al carácter de la obra, pero depende de si lo que se busca es dinamismo, drama, solidez, quietud, estaticidad, monumentalidad, solemnidad. O fuerza expresiva.

Lo que difícilmente se buscará en una composición es rigidez o monotonía. Diríamos que éstas vienen solas. Utilizamos un poco de humor solamente para contrastar lo que ocurre en realidad: es probable que el aspecto compositivo sea el que más dificultades causa en el pintor, más allá de la complejidad del manejo de los otros elementos, éste en particular será un asunto difícil de resolver debido a la incertidumbre que conlleva el hecho de tratar de decidir entre diferentes opciones de posicionamiento, cuál podría ser aquel que represente la mejor elección. Porque los errores implican siempre perdidas de algo, debilitamiento de algo, por ello, esta dificultad podría ser equiparable incluso con la dificultad misma de generar la propia idea.

Esto significa justamente que el manejo de los recursos constructivos, en términos de composición –la arquitectura del espacio pictórico– tiene un carácter decisivo en el éxito o fracaso de la imagen. Es decir, se podría llegar a tener una idea incluso brillante, una propuesta original, pero si no encuentra una apropiada solución compositiva podría derivar en algo caótico, incongruente, y que significaría una perdida –que no es poco– en términos de expresividad.

En este sentido, si no se atienden ciertos principios, algunos elementales, –ahí sí– el fracaso estará garantizado.

Observemos algunos de ellos: Si dividimos el espacio de nuestro formato a la mitad, en forma horizontal, obtendremos automáticamente una línea de simetría y si colocamos justo ahí un elemento (lo que ocurre generalmente con un principiante), por ejemplo, el típico caso de la línea de horizonte de un paisaje, automáticamente nos remitirá a la sensación de monotonía, de ello se desprende la recomendación en técnicas fotográficas de no hacerlo nunca, la recomendación entonces será: ajustar la lente de la cámara para que la línea de horizonte pase por encima de esa línea; o por debajo, en razón de que la circunstancia opere a partir de la alternancia de los espacios y no de su repetición, lo cual está tipificado como un error elemental.

Sin embargo, y aquí aparece lo paradójico del fenómeno artístico, podemos estar seguros de que habrá quien sea capaz de demostrar lo contrario, siendo consciente de ello –claro está–, y que utilizando sus capacidades creativas y (por qué no decirlo), también, su originalidad, se proponga revertir la situación y pueda aprovechar lo que en principio se estima como desventaja, para convertirla en atributo de su composición, especialmente si se lo ha planteado como un reto: convertir al propio problema en su solución.

Vayamos a otro problema que deriva de la división ahora por el eje vertical principal, el que divide el espacio en dos mitades, en sentido vertical, y que por lo mismo se convierte en un nuevo eje de simetría, con los mismos resultados del anterior pero ahora estableciendo un cruce ortogonal, que tiene la característica de resaltar el punto de mayor peso visual: el centro.

Punto en que se concentran y equilibran todas las fuerzas y dinámicas visuales internas que existen en nuestro formato. Y el hecho de que no sean en principio visibles, no significa que no estén ahí, lo que nos permite decir que se encuentran en su forma potencial. Hasta que encuentren, –y esto debido a que se encuentran ocultas o contenidas– su manifestación. Lo cual ocurrirá justo cuando coloquemos algún elemento en ese punto, que coincidirá también, si cruzamos además el formato con líneas en sentido diagonal, partiendo de las esquinas.

Consideramos entonces el área del centro como el de mayor peso visual y por lo mismo de mayor atracción-concentración, situación fácilmente demostrable si observamos el trabajo de un principiante que desconozca estas razones, invariablemente colocará el elemento principal en el centro. Se verá impulsado a hacerlo sin darse cuenta. Toda vez que tome nota de esta circunstancia intentará corregir la tendencia, –digamos natural– lo cual no será un asunto fácil, si consideramos que una buena parte del esfuerzo del pintor será justa y permanentemente dirigida a superar esta circunstancia.

Salvo en algún caso –similar al del ejemplo anterior– de alguien que se proponga, por alguna razón, utilizar conscientemente esta zona para estructurar su composición, incluso resaltando el hecho, convirtiendo igual (como se decía) al problema en su solución.

La ventaja –si lo logra– es que, en vez de generar monotonía o un peso visual excesivo, podría aprovechar la energía de estas fuerzas concentradas en ese punto, para dotar de energía y de fuerza expresiva a la composición.

Así que iremos aclarando que el buen manejo del espacio consistirá entonces en el reconocimiento y comprensión de dos aspectos básicos: lo que en principio no se debe hacer, luego lo que se podría hacer o intentar hacer, cualquiera de las dos opciones podría sernos útil, en términos digamos de administrar el espacio, dándole lugar a cada forma, o a cada aspecto, según el nivel de importancia que represente.

Hablamos de un conjunto de herramientas que permiten darle forma a las ideas, pero es un hecho que nunca podremos estar totalmente convencidos de haber elegido la mejor solución, pero en eso consiste justamente el proceso artístico, en el buscar entre las diferentes alternativas para configurar una imagen, la mejor.

Cualquier imagen o conjunto de elementos operará en función de fuerzas internas, de tensión, de ritmo, de peso visual, apreciables como conjunto de circunstancias que afectan o dinamizan según sea el caso.

Tras el análisis y la reflexión, se han alcanzado a identificar constantes que han permitido incluso la teorización, respecto del comportamiento en el cuadro de uno de los elementos esenciales derivado del reconocimiento de lo visible: La forma, que no sólo describe los límites que interpretamos como contorno, y que define los modos en que se presenta en el espacio pictórico, sino que nos muestra la apariencia visible de los objetos que nos rodean, y las circunstancias en que estos absorben o reflejan la luz, el espacio que ocupan, y que relacionamos luego, con las nociones de escala real, apegada a la noción matemática de dimensiones, junto con la otra escala que consideramos relativa, en cuanto a proporción de tamaño por su apariencia y con la que podríamos denominar finalmente: la escala simbólica. La cual, como podemos entender establece en un sistema de signos, de elementos o de formas, aspectos cualitativos que conviven entre sí, en un esquema de relación jerárquica, en donde algo tiene más peso, o mayor tamaño, porque es más significativo.

Las condiciones del espacio pictórico operan en términos de orientación, posición, dirección, número, como variables básicas o esenciales, que se relacionan y multiplican su acción al asociarse con nociones de posicionamiento o condiciones de referencia, como: derecha-izquierda, arriba-abajo, dentro-fuera, vacío-lleno que derivan de nuestra experiencia vital y que permiten orientarnos, o definir nuestra posición en una circunstancia dada y en una importante medida, al enlazarse con las interpretaciones conceptuales, y psicológicas, devienen teorías, como las que planteó Kandinsky[6] tras descubrir la pintura abstracta con la mejor intención de estructurar la pintura como un lenguaje, lo cual resulta más complicado de lo que se piensa, ya que es un asunto que ha generado toda suerte de aproximaciones, aunque los propios teóricos especializados en el intento de definición se acercan a conclusiones como el hecho de que la expresión artística no sea un lenguaje como tal, sino un medio de expresión.

Así que habría que considerar que el conocimiento, luego del manejo de todas las circunstancias que operan en el espacio pictórico, nos puede permitir un planteamiento adecuado de los temas o de lo que denominamos propuesta plástica, estética, si fuera el caso, pero es un hecho que, todo este conglomerado, lo que nos permite es desarrollar estrategias para dar forma a las ideas, a las intuiciones o que, llegado el caso, nos permite abordar la labor de una manera más directa, inmediata, si así se pretende, hacíendolo de una manera experimental, en donde la mancha, el punto, la línea, o el conjunto de los elementos plásticos puedan alcanzar su máxima expresión.  

(Publicado el 13 de agosto de 2019)


[1] José de Jesús Alfaro Siqueiros (más conocido como David Alfaro Siqueiros) ​ (Ciudad de México, 1896–Cuernavaca, 1974). Pintor y militar mexicano.

[2] Luis Nishizawa Flores (Cuautitlán, 1918–Toluca de Lerdo, 2014). Pintor, escultor y profesor mexicano de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM.

[3] Un charge-coupled device (dispositivo de carga acoplada, conocido también como CCD) es un circuito integrado que contiene un número determinado de condensadores enlazados o acoplados. Bajo el control de un circuito interno, cada condensador puede transferir su carga eléctrica a uno o a varios de los condensadores que estén a su lado en el circuito impreso.

[4] Giambattista (o Giovanni Battista) Tiepolo (Venecia, 1696–Madrid, 1770). Pintor y grabador italiano.

[5] Doménikos Theotokópoulos, conocido como el Greco (Candía, 1541–Toledo, 1614). Pintor del final del Renacimiento.

[6] Vasili Vasílievich Kandinski (Moscú, 1866–Neuilly-sur-Seine, 1944). Pintor ruso.

Lenguaje pictórico. Elementos expresivos de lenguaje en la pintura

Por Francisco Mendoza Pérez.

El lenguaje pictórico, igual que cualquier otro medio de comunicación se basa, en principio, en un sistema organizado de elementos que constituyen una serie de códigos, en este caso, visuales, sensoriales y, en última instancia, sensibles.

Pensémoslo, o definámoslo como un lenguaje sensible. Que parte de una sensibilidad hacia otra sensibilidad, la primera corresponde al sujeto creador, la otra, en el mejor de los casos, al espectador, con la finalidad de comunicar y transmitir sensaciones, ideas, emociones.

La diferencia entre un lenguaje de comunicación y un lenguaje artístico se debe a que los mismos elementos esenciales o básicos que lo constituyen, han sido utilizados de un modo más complejo. Hablamos de un lenguaje que se transforma, crece o se amplifica.

Dependiendo de quién y cómo lo utilice, a partir de la intención de comunicar otro tipo de contenidos, de darles cauce, para alcanzar otra dimensión de la comunicación. Usemos para ilustrar tales sistemas, un ejemplo en otro ámbito de la comunicación: la novela.

"La diferencia entre un lenguaje de comunicación y un lenguaje artístico se debe a que los mismos elementos esenciales o básicos que lo constituyen, han sido utilizados de un modo más complejo. Hablamos de un lenguaje que se transforma, crece o se amplifica"
«La diferencia entre un lenguaje de comunicación y un lenguaje artístico se debe a que los mismos elementos esenciales o básicos que lo constituyen, han sido utilizados de un modo más complejo. Hablamos de un lenguaje que se transforma, crece o se amplifica»

Los más grandes testimonios de autor que registra la literatura, y pensemos en la gran literatura, es decir la que ha alcanzado el reconocimiento –que lo ha mantenido incluso durante siglos–, nos permite reconocer que dichos testimonios han sido escritos en la mayor parte de su extensión con el lenguaje común, el de la época, lo que conocemos como idioma o dialecto incluso, de acuerdo con una serie de reglas que atienden la claridad de los mensajes, para mantener así, el orden de las ideas que se pretendieron comunicar, de tal manera que el resultado cumpla con los requisitos que particularmente vuelven comprensibles los mensajes, la intención, y los contenidos.

De tal modo, podemos entender que el corpus de la novela cuenta, –a decir de los expertos y de los propios autores– con una estructura, es decir que el relato ha sido planificado y obedece a una serie de elementos estructurales que permiten al lector el reconocimiento efectivo y congruente de lo que se ha escrito, de modo que coincida cabalmente, o al menos en importante medida con el propósito y las expectativas del autor.

Imaginemos en este punto que el plan del autor sea llevar al lector a hacer un recorrido, ya sea éste mediante la descripción de escenas y lugares, o a través de los espacios de la imaginación, esto equivale a decir que este recorrido ha sido premeditado, programado, organizado a fondo, estudiado, para clarificar las instancias y los escenarios de la historia que se va a contar.

En importante medida, este recorrido intentará colocar al lector en un estado emocional, más o menos determinado, utilizando para ello el lenguaje, no sólo como medio de comunicación y descripción, sino también como medio de expresión, con lo que la aparición de elementos sensibles –con los que se verá involucrado a través de la lectura, como un principio activo–, a partir de la historia, será fundamental.

En otros casos, dependiendo de la novela, se llevará al lector a vivenciar sensaciones o emociones, la intriga, la tragedia, o el terror. Pero difícilmente será posible generar emoción alguna si no hay un manejo adecuado de lo que denominamos igualmente que en la pintura: los elementos expresivos, dicho sea de paso, que conforman un ámbito de conocimiento, que es necesario conocer para poder implementar su manejo, indispensable si se pretende incorporar a la comunicación ese sector del lenguaje.

Por lo general este manejo se aprenderá mediante el descubrimiento de los recursos que lo posibilitan, después con el hábito de su uso y la disciplina del aprendizaje que se requiere para su mejor comprensión, su eventual desarrollo y depuración.

En el caso de la novela, la identificación de estos elementos expresivos será a partir de la lectura de los grandes autores, de su estudio y reflexión, es a través de la insistencia y la atención que se llega al reconocimiento de esos aspectos cualitativos, y se requiere además de la sensibilidad para interpretar y diferenciar digámoslo así, estas “sutilezas del lenguaje”, lo que es difícil que se logre, como podemos entender, con la lectura de la primera novela. Con el ejercicio de la relectura es posible que hallemos nuevos significados, o una mayor comprensión, una más amplia.

El hábito de la lectura de diversos autores nos permite establecer puntos de comparación, al tiempo que se va desarrollando el rango de nuestra percepción. Nos referimos a lo que comúnmente entendemos como desarrollo del gusto. O de la sensibilidad.

Es probable que en un principio mostremos resistencia frente a una obra, pero si se es persistente esta barrera se romperá y entonces podremos entrar en ese espacio de comprensión que en algunos casos extremos podría llegar a ser total. Lo que es muy difícil, en tanto quizás la interpretación que hagamos difiera respecto de la intención del autor debido a ciertas complejidades que incluyen las limitaciones propias de los sistemas lingüísticos y en tanto no pueden abarcar, de forma precisa o completa, todas las necesidades de comunicación.

"Es probable que en un principio mostremos resistencia frente a una obra, pero si se es persistente esta barrera se romperá y entonces podremos entrar en ese espacio de comprensión que en algunos casos extremos podría llegar a ser total"
«Es probable que en un principio mostremos resistencia frente a una obra, pero si se es persistente esta barrera se romperá y entonces podremos entrar en ese espacio de comprensión que en algunos casos extremos podría llegar a ser total»

Y esto tiene algunas explicaciones. No existe lenguaje alguno que se manifieste de forma natural o que permita ser abordado de manera directa, es decir innata. Los seres humanos no nacemos sabiendo, por lo mismo comprendiendo lenguaje alguno, ¿qué significa eso?, que cuando nacemos no nos podemos comunicar.

Podemos expresarnos, por ejemplo, con el llanto, como lo hace un recién nacido, pero los padres no pueden identificar lo que se está expresando, lo único que se intenta interpretar del llanto es debido a su intensidad, y pensemos las razones básicas de este caso: serán sólo expresiones de dolor, hambre o frío, ¿que pasaría con la expresión de algo más complejo?

No es sino hasta un estadio más avanzado que el niño puede utilizar sus expresiones y hacerlas entendibles, mediante el lenguaje común, el que ha aprendido someramente de los padres, se trata de un lenguaje básico, pero al momento suficiente para comunicar aspectos básicos también.

Ya son para entonces más claras las muestras de alegría o del sentimiento de desprotección, porque aún el gesto en el rostro –si bien sigue siendo un factor crucial de comunicación entre personas– sin los otros elementos de enlace que complementen lo que se quiere comunicar, el asunto se vuelve prácticamente imposible.

Los mensajes que se envían mediante sistemas digitales han demostrado que al no contener la opción que permite mirar la expresión del comunicante pueden conllevar incluso a la confusión o a la mala interpretación, lo cual establece una carencia en cualquier modo de lenguaje o comunicación que pretenda ser efectivo.

Por lo tanto, la comprensión en los lenguajes sucede a través del reconocimiento de algo, pero de algo que se ha visto, o se ha estudiado de forma previa o anticipada, como ocurre con cualquier lenguaje que como corresponde es necesario haberse aprendido. No tiene nada de extraño que, por la misma razón, a la mayoría de las personas les resulte incomprensible un cuadro abstracto.

Si no se está familiarizado con los códigos, ni con las razones históricas que lo definen, y al carecer de semejanza con elementos reconocibles de la realidad, lo único que puede producir es desorientación, más allá de si contiene o no, cualidades o elementos expresivos, no hay manera de dar a éstos una apropiada lectura.

Sin embargo, debido a la banalización de algunos elementos que constituyen la pintura abstracta ha sido posible que las personas se hayan acostumbrado a convivir en cierta forma con algunos de ellos, casi siempre en una modalidad de realidad decorativa que no supone ningún tipo de comunicación. Planos de color, texturas prefabricadas de aplicación simple copiadas de acabados en muros ofrecidas por la industria con la finalidad de hacer más agradables los espacios arquitectónicos, esfumados y degradaciones con colores que “combinan”, generalmente tierras.

Es un hecho que son las mismas palabras de un lenguaje, consideremos en este caso un idioma cualquiera, nos sirven igual para hacer una pregunta básica –como preguntar la hora– que, para escribir un poema o incluso una novela, como referimos en esta digresión.

Las mismas instancias con un sentido y una intención diferentes y que tienen que ver con lo que se quiere comunicar, ¿a qué nos referimos?, a que, al igual que en la pintura, los elementos básicos para la configuración pueden ser simples, un conjunto de materiales y herramientas y soportes que harían posible la comunicación de algo de un orden superior, y para convertirlas en algo como eso, es necesario que sean usados de forma creativa y obedeciendo a una sensibilidad también superior.

Esto no será posible sin la práctica, pero sobre todo sin la comprensión de los elementos que articulan a la expresión artística. Nos referimos por supuesto a la línea, la mancha, el punto, el color, la valoración tonal como conjunto de recursos para la expresión.

Ahora bien, ¿qué define los niveles de expresividad en el caso de la pintura, separándolos de los ejemplos anteriores de lo que sería el lenguaje escrito o hablado?, debido a su carácter estrictamente visual, si bien para la lectura es necesario el reconocimiento de los signos previamente identificados y colocados en la memoria, y que asociados a las nociones semánticas, y a la estructura que otorga la sintaxis nos permite el reconocimiento congruente, en el caso de la pintura nos encontramos con que los elementos se vuelven relativos, particularmente en el caso del color, objeto de amplios estudios precisamente por esta particularidad, haciéndolo un problema complejo, sujeto a variables como su posición, extensión o intensidad, o contigüidad con otros.

Pero a pesar de la dificultad de su manejo sigue siendo quizás uno de los elementos fundamentales para alcanzar niveles altos de expresividad. Sin embargo, no se vuelve menor la calidad o las cualidades diferenciadas de la obra de un pintor valorista que las de un colorista.

En definitiva, los elementos se vuelven expresivos por diversas razones. Lo que nos permite subrayar el hecho de que existen diferentes tipos de sensibilidad y de proyección entre los diferentes artistas, así como existen diferentes habilidades para alcanzar sus objetivos.

En términos generales, todos los pintores han pasado de un modo o de otro, incluyendo a los autodidactas, por el seguimiento de un sistema de aprendizaje, o habrán descubierto el propio, para el reconocimiento y manejo de los elementos que, conjugados, los llevaron a alcanzar el máximo de su capacidad para administrar estos recursos en sus obras.

Conviene aclarar que, para convertir un lenguaje común en un lenguaje sensible, es decir en un lenguaje artístico, es necesario contar con las capacidades para hacerlo, las herramientas por sí mismas no lo propician, depende de en manos de quién estén, claro, esto no lo podemos saber por anticipado, depende de cómo se vaya desarrollando.

Cualidades de la obra pictórica

Pasemos ahora al reconocimiento de cuáles son aquellas cualidades que identificamos en las grandes manifestaciones pictóricas: la fuerza expresiva es una de las principales que solemos referir, y se manifiesta cuando el creador ha logrado alcanzar el punto máximo de intensidad en una obra específica que denominamos artística.

Habría que agregar el nivel de maestría en la ejecución, si lo vemos por el lado de la técnica podríamos asumir que existe un dominio de ella, o que la utiliza con un alto nivel de virtuosismo, lo cual tampoco determina por ejemplo la originalidad de la obra, es decir se necesita un algo más. Digamos que es necesario un manejo de los recursos, de todos: extraordinario. De otro modo no alcanza a convertirse en una obra artística, sino en una expresión, en una manifestación de algo, carente en algún sentido.

Estaríamos hablando de que la obra artística implica una ejecución irreprochable, no sólo en las artes plásticas, –sino también en las otras artes utilizadas para definirla o al menos para aproximarnos a su definición–. Ejecución que no puede debilitarse por deficiencias, circunstancia que hace que se pierda su fuerza expresiva o al menos una parte de ella.

Ahora bien, un cuadro está constituido por un sinnúmero de pinceladas, que son precisas en tanto describen con exactitud el valor lumínico o cromático de lo que se representa en un contexto dado, a partir de la atmósfera o la iluminación que ha sido prevista u observada. En tanto que dan forma a lo que se pretende representar, en tanto modelan, si fuera el caso, la volumetría o dan la sugerencia de tridimensionalidad.

Recordemos que la valoración tonal, los degradados son desde el Renacimiento los recursos apropiados para conseguir los efectos de apariencia de realidad y que transmiten la sensación de corporeidad, sin embargo, habrá que decir que los criterios o mejor dicho los elementos de valoración son distintos, no es lo mismo analizar un cuadro de Holbein[1] que uno de Robert Rauschenberg[2], si bien ambos coinciden en el uso de materiales y de similares herramientas y ambos se mantienen en la misma noción que tenemos de “cuadro”, las intenciones son distintas aunque a veces pueden coincidir, no es lo mismo el trabajo de un pintor figurativo, de cualquier época particularmente interesado en representar la realidad fielmente que la de aquel que a partir de la realidad parece querer reinventarla, cuando menos transformarla, con recursos como la estilización, la deformación o la síntesis.

En el arte ha quedado demostrado que no hay búsquedas más atinadas que otras, pero sí con un carácter distinto. Aún persiste la discusión teórica sobre si es Leonardo da Vinci[3] o Pablo Picasso[4] el mejor pintor de todos los tiempos, en ambos existe virtuosismo, habilidades, ambos usaban pinceles soportes parecidos, probablemente incluso las mismas imprimaturas, pero sus objetivos son distintos. Picasso intenta una nueva forma de interpretar el mundo en cuanto a su apariencia visible, de hecho, lo hace como una forma de desmentir lo que advierte como un engaño a la vista, ampliamente cultivado en el Renacimiento.

El cuestionamiento constante del Arte frente a paradigmas temporalmente aceptados permite que cambie eventualmente nuestra interpretación de lo que consideramos como verdadero.

El encuentro con el objeto

Admiramos características de los objetos representados en los cuadros, por su textura, su color, sus dimensiones. Algunos son naturales, otros creados, llegamos a asociarlos con cualidades, en la medida que les tomamos más aprecio. Podemos incluso encontrarles algún significado. Y nos llevan a la introspección, no se piense cuando se llega al punto de la admiración y posteriormente al culto.

Si volvemos atrás podemos darnos cuenta de que antes hemos visto los mismos objetos, pero desprendidos del adherido emotivo o sentimental, de esa sustancia sensible que ahora parece haberlos impregnado y que nos envuelve, convirtiendo la experiencia en algo trascendente que ha sido posible mediante la contemplación de un simple objeto. Podríamos entonces decir que el pintor ha logrado hacernos ver lo invisible, lo que el objeto esconde. Nos lo ha revelado. Nos ha dejado ver a través de su misterio.

¿Cómo pudimos pasar de largo frente a lo que antes nos pareció indiferenciado? ¿En qué instancia nos ha colocado el cuadro, qué modo de reconocimiento alterno es aquel en que nos ha colocado el arte, qué tipo de fibra emocional toca dentro de nosotros? ¿Qué es lo que necesita el artista para llevarnos a ese lugar? Estrategia.

Por cierto, aquí surge otra discusión: cuando hablamos del artista nos referimos a un ser hipersensible, dotado con capacidades extrasensoriales, que mediante el prodigio de su imaginación o esfuerzo inspirado se vuelve capaz de la creación. O sólo se trata de un ser común que domina los elementos del lenguaje para la expresión, el oficio, y cuyas habilidades ampliamente desarrolladas le permiten sorprendernos y llevarnos a la admiración.

Si observamos un caso como el de Diego Velásquez[5] podremos notar que el asunto no suele ser tan fantástico, –de hecho, sería un error pensarlo–, muchos de sus cuadros nos dejan ver las durísimas pruebas que tuvo que pasar, del descontento al desánimo, y seguramente a lo eventual, la frustración.

"Para convertir un lenguaje común en un lenguaje sensible, es decir en un lenguaje artístico, es necesario contar con las capacidades para hacerlo, las herramientas por sí mismas no lo propician, depende de en manos de quién estén, claro, esto no lo podemos saber por anticipado, depende de cómo se vaya desarrollando"
«Para convertir un lenguaje común en un lenguaje sensible, es decir en un lenguaje artístico, es necesario contar con las capacidades para hacerlo, las herramientas por sí mismas no lo propician, depende de en manos de quién estén, claro, esto no lo podemos saber por anticipado, depende de cómo se vaya desarrollando»

El ejercicio constante y consciente de una disciplina autoimpuesta, para el manejo de los recursos que hemos descrito, con un rigor, que lo llevaría –podemos estar seguros–, la mayoría de las veces, a la insatisfacción, pero ese es el verdadero motor. Una prueba de ello es el sinnúmero de correcciones que podemos advertir en algunos de sus cuadros.

Convivimos socialmente con la fantasía del creador que alcanza el éxtasis creativo, pero su trabajo nos muestra más bien el camino de la perseverancia, la insistencia y, en todo caso, la obsesión.

No es tanto como decir que el oficio sea un andar a ciegas, pero casi, si el objetivo es tratar de llevar en cada caso el cuadro al máximo de su intensidad, por qué una personalidad de alguien como Velásquez no puede permitirse el lujo del error, por el hecho simple de que así no se alcanza la excelencia. Y, por cierto, la exigencia no es para alcanzar la satisfacción de los demás sino la de sí mismo, como confirmación de lo que seguimos llamando el compromiso personal. 

(Publicado el 17 de mayo de 2019)


[1] Hans Holbein (1465 – 1524). Pintor alemán.

[2] Robert Rauschenberg (1925 –2008). Pintor y artista estadounidense.

[3] Leonardo da Vinci (1452 –1519). Fue pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, ​ artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista italiano.

[4] Pablo Ruiz Picasso (1881 –1973). Pintor y escultor español.

[5] Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599 –1660). Pintor barroco español.

ir al inicio