Los antimonumentos: un nuevo discurso en la política cultural

5 mayo, 2022

Por Rosa Maribel Rojas Cuevas.–

El modelo económico en el que vivimos, regido por un sistema hegemónico, ha planteado nuevos límites o definiciones de los conceptos de identidad y de identidad cultural en un contexto global. Sumado a esto, el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ha borrado –por su ubicuidad– los límites de tiempo y distancia, por lo que el concepto de identidad cultural, lejos de relacionarse con el sentido de pertenencia socio-territorial y de permanencia en el tiempo, ha transmutado en un concepto mucho más global, en el que el uso de los medios digitales se ha encargado de representarla como una identidad cultural mediatizada y consumista.

En este sentido, las identidades culturales que forman parte de América Latina y en particular de México, se han adaptado a este nuevo modelo para intentar sobrevivir y dejar de ser excluidas de la cultura dominante. Los significados y simbolismos que forman parte de su memoria colectiva y a la vez de su identidad social son validadas a través del Estado y de los poderes públicos en el orden de la cultura. Sin embargo, ante esas instituciones algunas minorías se han hecho notar mediante actos simbólicos y objetos de significación que pretenden visibilizar sus condiciones de vida como una forma de evidenciar sus problemáticas, y con ello transformar las acciones y estrategias que persiguen las políticas públicas de Estado en beneficio de la comunidad.

Partiendo de este hecho se puede deducir que toda acción política manifestada por cada individuo puede entenderse bajo un significado cultural, pues si se analizan a profundidad cada una de esas prácticas, se puede observar que cualquier objeto de significación o acto simbólico que se produzca dentro del entorno cultural de la comunidad también formará parte de su cultura sean o no trascendentales, o no formen parte del patrimonio cultural. Como lo menciona Benjamín Valdivia:

Cultura no es todo lo que se hace en una comunidad en el sentido histórico, sino solo aquellas formas que identifican a una comunidad […], la cultura no es todo producto o proceso humano que perdura en una comunidad, sino solo aquello que confiere identidad a una comunidad en determinados aspectos […], cultura es el conjunto de actos y símbolos de identidad en las comunidades. La política cultural estribaría en apoderarse de las perduraciones simbólicas mediante el impulso de actos y procesos identitarios y la negación de los opuestos[1].

Ahora bien, considerando que la cultura también funciona como un aparato ideológico en el que un conjunto de personas comparten valores, creencias e ideas, cualquier forma de representación que los individuos utilicen para manifestar su ideología constituye una nueva política cultural dentro o frente a las limitaciones o legislaciones que el Estado promueve, de modo que cuando un individuo elige una forma de representación –mediante actos y símbolos–, ésta se manifiesta como el ejercicio de su poder o como la elección de una política cultural ante el poder del Estado.

Una manifestación cultural que puede considerarse como un ejemplo de arte socialmente comprometido es el primer antimonumento relacionado con la problemática del feminicidio en México, instalado en la plaza Hidalgo de Chihuahua frente al Palacio de Gobierno del estado. Se trató de la primera Cruz de Clavos que, con la inscripción ‘¡Ni una más!’, remitió a los cientos de mujeres asesinadas y desaparecidas desde enero de 1993 en ese estado. La instalación fue realizada por el Grupo Feminista 8 de Marzo y por las familias de las afectadas por los feminicidios en Ciudad Juárez[2]. La estructura de madera que desafió el espacio público para intervenir la realidad se hizo presente al construir una memoria constante sobre la problemática de género.

Cabe mencionar que cuando la pieza se instaló en la plaza Hidalgo fue incendiada y robada por el gobierno del estado de Chihuahua, por lo que tuvo que hacerse una segunda versión para el mismo lugar y una réplica para el puente internacional de Santa Fe de Ciudad Juárez, que colinda con la frontera que divide México de los Estados Unidos [Véase imagen 1]. Ambas estructuras fueron realizadas por el Grupo Feminista 8 de Marzo, el colectivo Mujeres de Negro y por las familias de las asesinadas y desaparecidas durante la administración del gobernador Patricio Martínez García[3]. Sin embargo, cuando se instalaba la segunda cruz en el puente de Santa Fe con el apoyo de los trabajadores de la empresa siderúrgica Aceros de Chihuahua S. A. (actualmente desaparecida), un grupo armado y enmascarado aprovechó la noche para intimidar a la comunidad. Siendo ésta la segunda ocasión en que el gobierno intentaba destruir la pieza simbólica[4].

Imagen 1. Cruz de Clavos, Grupo Feminista 8 de Marzo, 2001. Réplica de la primera Cruz de Clavos, puente internacional Santa Fe, frontera entre México y los Estados Unidos. Fotografía de Rosa Maribel Rojas Cuevas.
Imagen 1.
Cruz de Clavos, Grupo Feminista 8 de Marzo, 2001. Réplica de la primera Cruz de Clavos, puente internacional Santa Fe, frontera entre México y los Estados Unidos. Fotografía de Rosa Maribel Rojas Cuevas.

Desde entonces, diferentes colectivos y activistas han decidido honrar la memoria de las jóvenes desaparecidas y asesinadas a partir de la producción de murales, canciones, poemarios, obras de teatro, etcétera. Por su parte, en el año 2012, el Estado mexicano mandó construir una escultura y un memorial por orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH). Esto debido a que en diciembre de 2009 la corte señaló al gobierno de México como el responsable de tres feminicidios en un campo algodonero de Ciudad Juárez. La instancia internacional ordenó al estado pagar a las familias afectadas una indemnización, así como realizar un acto público de reconocimiento de la culpa y construir un monumento.

El memorial, que se inauguró en agosto de 2012, se compone de un conjunto de placas que explican el feminicidio y una escultura realizada por la artista chilena Verónica Leiton[5] y que lleva por título Flor de arena [Véase imagen 2]. La estatua de bronce de cuatro metros representa la flor del desierto, en su centro se encuentra –mirando al cielo en una actitud plena y libre– una mujer que en su mano sostiene un manto que lleva inscritos los nombres de las mujeres desaparecidas hasta el año 2015. La escultura se realizó a raíz de una convocatoria que lanzó el gobierno del Estado de Chihuahua. El costo por el memorial fue de 16 millones de pesos[6].

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Imagen 2. Verónica Leiton, Flor de arena, 2012. Escultura en bronce. Tomada de muyjuarense.com

Por otra parte, los feminicidios, al ser una patología colectiva que es reconocida por el Estado y que es legitimada mediante la construcción de un monumento, corren el riesgo de ser empleados como un referente de identidad cultural más que como una memoria crítica del hecho, pues, como menciona Elia Orrantia, presidenta de la asociación civil Sin violencia, “lo más importante de los memoriales y antimonumentos es crear una memoria colectiva, para que la sociedad no se olvide de estos hechos ‘que nos sucedieron y que nos siguen sucediendo”[7]. Sin embargo, a 30 años de que empezó a ser visible esta problemática social la tasa de feminicidios y la construcción de antimonumentos siguen manteniéndose como parte de la cultura en México y principalmente de Ciudad Juárez. Es el caso del antimonumento instalado en el centro de la ciudad, en lo que era un bar conocido como Hotel Verde, así como todos los memoriales que se han erigido en el Valle de Juárez, Lomas de Poleo, Lote Bravo y el cerro del Cristo Negro, lugares mejor conocidos por las fosas clandestinas en donde los familiares de mujeres desaparecidas siguen buscando sus osamentas o algún indicio de ellas.

Ahora bien, aunque los antimonumentos puedan considerarse como un ejemplo de arte público, de arte político o de arte socialmente comprometido, se mantienen al margen de la institucionalidad dominante, por lo que lejos de ser validadas por el Estado se mantienen activos por el simple hecho de representar a una comunidad social y cultural que se identifica con ellos. Los antimonumentos son imágenes cargadas de simbolismos, como la cruz, los clavos, el color rosa y los nombres de las desaparecidas, por lo que al concentrar un conjunto de significados dirigen el sentido y la interpretación de los hechos [Véase la imagen 3]. Otro componente que se debe destacar es que la comunidad que los construye y quienes eligieron esa forma de representación son mujeres y familias afectadas por la desaparición de un integrante. Su necesidad de justicia, sus valores y su ideología se han mantenido como una postura frente a la problemática de género y al contexto en el que viven, y consideran estas formas de representación como una política cultural en oposición a las que valida el Estado.

Por ejemplo, en entrevista con Notimex, Cecilia Espinoza, coordinadora de incidencia de la Red Mesa de Mujeres en Ciudad Juárez, mencionó que:

Las autoridades municipales en diversas ocasiones han implementado acciones para ocultar la violencia contra las mujeres y los feminicidios, por ejemplo, actualmente no se pueden pegar carteles de búsqueda en el municipio, pues las direcciones de limpieza retiran cada uno de ellos, [y] en los recorridos turísticos nunca se mencionan los memoriales ni el tema de los feminicidios, [además de que] el cabildo propuso mejorar la imagen de la ciudad, entonces para qué poner los rostros de las mujeres que están desaparecidas, dicen, borremos esa imagen y pongamos la bella[8].

Imagen 3. Antimonumenta, Instalada el 8 de marzo 2012 sobre Avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía de Rosa Maribel Rojas Cuevas.
Imagen 3.
Antimonumenta, Instalada el 8 de marzo 2012 sobre Avenida Juárez, frente al Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México. Fotografía de Rosa Maribel Rojas Cuevas.

Con estos ejemplos podemos ver cómo el Estado es quien manipula sus políticas culturales entre los límites de lo permitido y de lo prohibido, pues, si la cultura es entendida como conjunto de valores y de ideologías que a su vez es transmitida por el ejercicio del poder del Estado, sus políticas culturales deberían atender no sólo el cómo se representan sino el cómo se perciben los valores y la ideología en la educación, en los medios de comunicación y en la sociedad, y reconfigurar así no sólo las políticas culturales con las cuales se mantiene en unidad a la sociedad sino también el impacto de las políticas públicas que hacen frente a este tipo de problemáticas.

Respecto a las políticas culturales y al arte, se debe mencionar a Valdivia[9] cuando dice que si bien hay una política cultural del Estado, cada institución, artista o grupo de artistas, tienen su propia posición política, es decir, su propia política cultural, pues, aunque los monumentos se sigan construyendo por artistas contratados por los gobiernos, a la par seguirán existiendo otros discursos que validados por las acciones de algunas minorías fomentarán nuevas políticas culturales que harán frente a nuevos contextos. Finalmente, en el contexto actual se debe reconocer que no existe una sola política cultural, sino que existen muchas otras que conviven en un sólo contexto. 

[Publicado el 5 de mayo de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 34]

Referencias

  • Álvarez, J., & Favia, L. (08 de febrero de 2018). La huella de una pérdida: antimonumentos y memoriales de crímenes contra mujeres en Juárez. Recuperado de Yo ciudadano: https://yociudadano.com.mx/investigaciones/la-huella-de-una-perdida-antimonumentos-y-memoriales-de-crimenes-contra-mujeres-en-juarez/
  • Campos Madrigal, I., & García Chávez, J. (2011). La cruz de clavos. Ediciones del Azar. México.
  • (07 de noviembre de 2011). Inauguran memorial dedicado a las muertas de Juárez. Recuperado de Excelsior: https://www.excelsior.com.mx/2011/11/07/nacional/781279
  • Valdivia, B. (enero-junio de 2016). Sensibilidad y políticas de la sensación. Revista Humanidades, 6 (1), 1-28.
  • Redacción. (06 de octubre de 2019). Borran memorial sobre feminicidios en Ciudad Juárez. Recuperado de La Silla Rota: https://lasillarota.com/estados/borran-memorial-sobre-feminicidios-en-ciudad-juarez-chihuahua-ciudad-juarez-feminicidios/323698

[1] Valdivia, B. (enero-junio de 2016). Sensibilidad y políticas de la sensación. Revista Humanidades, 6 (1), 1-28.
[2] Campos Madrigal, I., & García Chávez, J. (2011). La cruz de clavos. Ediciones del Azar. México. p 5.
[3] Patricio Martínez García (Chihuahua, 1948). Político mexicano, perteneciente al Partido Revolucionario Institucional que se desempeñó como gobernador del Estado de Chihuahua de 1998 a 2004.
[4] Campos Madrigal, I., & García Chávez, J. (2011). Op. cit. p. 5.
[5] Verónica Leiton (Santiago de Chile, 1964). Artista visual chilena.
[6] JGL. (07 de noviembre de 2011). Inauguran memorial dedicado a las muertas de Juárez. Recuperado de Excelsior: https://www.excelsior.com.mx/2011/11/07/nacional/781279
[7] Álvarez, J., & Favia, L. (08 de febrero de 2018). La huella de una pérdida: antimonumentos y memoriales de crímenes contra mujeres en Juárez. Recuperado de Yo ciudadano: https://yociudadano.com.mx/investigaciones/la-huella-de-una-perdida-antimonumentos-y-memoriales-de-crimenes-contra-mujeres-en-juarez/
[8] Redacción. (06 de octubre de 2019). Borran memorial sobre feminicidios en Ciudad Juárez. Recuperado de La Silla Rota: https://lasillarota.com/estados/borran-memorial-sobre-feminicidios-en-ciudad-juarez-chihuahua-ciudad-juarez-feminicidios/323698
[9] Valdivia, B. (enero-junio de 2016). Op. cit.

Maestra en Artes Visuales por la ENAP/UNAM. Desde 2002 es Profesor Investigador del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Es representante y miembro del CA "Prácticas visuales en el arte actual". Ha desarrollado los siguientes proyectos: "De la imagen gráfica a la imagen electrónica" y "Nuevos planteamientos en torno a la imagen". Actualmente trabaja en la Línea de Generación y Aplicación del Conocimiento: "Estudios y prácticas artísticas en un contexto intercultural: identidad, memoria y género".

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