La enseñanza del arte a los más pequeños es un acto de amor, paciencia y creatividad. La incursión en el ámbito docente, especialmente, en la enseñanza de artes en el nivel inicial, marca un hito significativo en la carrera profesional de todo artista visual.
Con frecuencia, se asume que enseñar arte a niños pequeños es un proceso sencillo e intuitivo, basado en la percepción común que les dice que su experiencia de vida les puede dar la capacidad necesaria para instruirlos en el mundo de los colores, las formas, y la representación gráfica. Sin embargo, la práctica revela rápidamente la complejidad inherente a esta tarea aparentemente sencilla.
Si bien la enseñanza a niños puede ser desafiante, es cierto que también es profundamente gratificante. A través de la comprensión de las necesidades individuales, el reconocimiento de la diversidad de estilos de aprendizaje, así como de los planes y programas de estudio vigentes desarrollados para este nivel educativo, los docentes pueden convertir los momentos de incertidumbre en oportunidades de crecimiento tanto personal como profesional.
En este artículo se pretende reflexionar sobre la naturaleza dinámica y desafiante de esta experiencia inicial en el aula, así como también explorar las complejas interacciones entre las expectativas pedagógicas y la realidad práctica. Desde una perspectiva reflexiva, se examinan los obstáculos comunes encontrados por los docentes novatos, como la discrepancia entre las expectativas y la realidad del aula. Sin embargo, se argumenta sobre las experiencias de aprendizaje fundamentales para el desarrollo de estrategias pedagógicas efectivas y la construcción de relaciones significativas con los estudiantes.
A través de un análisis crítico de la experiencia en el aula, se busca proporcionar una visión profunda y matizada de la enseñanza artística a la infancia, destacando la importancia de la reflexión continua y la adaptabilidad en el proceso educativo. En última instancia, se invita a los educadores a abrazar los desafíos inherentes a la profesión con una mentalidad abierta y un compromiso renovado con la excelencia pedagógica.
Reflexiones sobre la práctica docente
La enseñanza de las artes visuales en la educación infantil es un proceso complejo que requiere no sólo de conocimientos técnicos, sino también de sensibilidad, creatividad y paciencia por parte del educador.
Recuerdo el día en que me invitaron por primera vez a impartir una clase de pintura en una institución educativa. Acepté el desafío con entusiasmo, pero también con cierta aprehensión, ya que carecía de experiencia previa en la enseñanza de las artes visuales y no tenía nociones claras sobre los materiales y enfoques pedagógicos adecuados para trabajar con niños pequeños.
Para ser honesta, ni siquiera tenía formación en artes visuales en aquel momento, y es ahí donde comienza la primera reflexión: históricamente, los niños en edad maternal han sido vistos por la gran mayoría de adultos como seres que únicamente necesitan pasar un momento del día en una guardería que, como su nombre indica, “guarda” a los niños mientras los padres deben ir a trabajar, y no como individuos en pleno desarrollo cuyas necesidades sensibles deben ser atendidas para favorecer las bases de su aprendizaje.
En muchos casos, los docentes o los agentes educativos que trabajan con este grupo infantil carecen de profesionalización y experiencia en el área, lo que dificulta o entorpece el pleno desarrollo creativo en los niños.
Desde el primer día en el aula, me encontré frente a un grupo de niños pequeños, de quienes desconocía el nombre, personalidad, gustos y habilidades. Días antes pasé imaginando la rutina de clase, cómo trabajaría con cada uno de ellos y fantaseaba con los resultados finales llenos de color, llamativos y realizados en completo orden. Para el final de aquel día, terminé llena de hojas manchadas de pintura azul sin sentido alguno, con poco o nada de atractivo visual a los ojos de los adultos, preocupada por cómo iba a quitar las manchas que los niños habían pintado en la pared y con una sensación de fracaso y frustración.
Con el paso de los años, la experiencia en el aula ha hecho que identifique distintos aspectos en los que había quedado a deber a mis alumnos: oportunidades perdidas para fomentar su creatividad, limitaciones en el conocimiento pedagógico y falta de preparación respecto a la selección y manejo de materiales adecuados para su edad y nivel de desarrollo.
Trabajar con niños maternales no es una tarea sencilla, pues se encuentran en un momento crucial de su desarrollo. En esta etapa, los niños comienzan a descubrir su autonomía y luchan cada día por tomar posesión incluso de su propio cuerpo, perfeccionando su andar, tratando de controlar sus esfínteres y dominar el idioma para comunicar sus deseos a los demás, defendiendo así la independencia de sus decisiones. Todo esto ocurre en un ambiente educativo que a menudo está regido por métodos tradicionales donde el papel del niño es obedecer las indicaciones dadas, aprender a permanecer en su sitio y someterse al personal a su cargo en cuanto a cómo “se debe” llevar a cabo cualquier actividad solicitada.
Por lo tanto, es nuestra responsabilidad como educadores dentro del área de las artes, garantizar aquella libertad que los niños pequeños necesitan para experimentar activamente su entorno, estar atentos a no caer en prácticas apáticas, monótonas o prohibitivas, pues no es sino en nuestra área de conocimiento en donde deberían encontrar ese refugio seguro donde puedan sentirse libres de ser ellos mismos, donde se les anime a tomar riesgos y a expresar sus pensamientos y emociones de manera auténtica y sincera.
De acuerdo con Alicia Venegas es necesario que la educación artística se base en la libertad y la autonomía del niño. Esto significa que el niño debe tener la libertad de elegir qué quiere crear, cómo quiere crearlo y cuándo quiere crearlo, de tal manera que consigamos así formar estudiantes críticos, capaces de tomar decisiones y de construir su propia manera de ver e interpretar el mundo.
Para ello debemos dejar de lado las ideas preconcebidas, abandonar la meta de entregar trabajos que agraden a los padres o satisfagan las expectativas de los directivos pues, es fundamental que, como maestros, no impongamos nuestras propias ideas al niño, sino que más bien ejerzamos el papel de un agente que lo asiste durante su proceso educativo. El docente tiene la responsabilidad de brindar al niño los recursos y la ayuda necesaria para que pueda explorar y desarrollar su propio potencial creativo sin influir de manera negativa en él.
Durante los últimos años, el estudio del desarrollo infantil ha arrojado luz sobre la complejidad y la importancia de los primeros años de vida. Expertos en psicopedagogía y neuroplasticidad han demostrado que los niños atraviesan etapas críticas de desarrollo en las que adquieren gradualmente habilidades cognitivas y motrices fundamentales para su supervivencia y éxito en el mundo.
Según Jean Piaget, pionero en el campo de la psicología del desarrollo, los niños pasan por una serie de etapas cognitivas bien definidas que influyen en su forma de percibir y comprender el mundo que los rodea. Los niños de primera infancia, específicamente los de edad maternal, se encuentran en un estadio preoperatorio, en donde muestran un aumento significativo en su capacidad para representar mentalmente objetos y situaciones, pasando a ser pensadores intuitivos y simbólicos.
Conforme a lo anterior, la etapa maternal es el momento clave para comenzar a desarrollar en ellos su imaginación y capacidad creadora, tomando elementos propios de las artes visuales como una salida a todo aquello que comienzan a construirse dentro de su mente, por lo que se debe tener clara la importancia del respeto a su proceso de indagación, exploración y experimentación, para lograr potenciar su desarrollo integral.
La experimentación sensorial y la búsqueda consciente de un correcto desarrollo de la creatividad son, por lo tanto, fundamentales para aprovechar al máximo el potencial de los niños en esta etapa del desarrollo. Para ello, es importante la necesidad de adoptar un enfoque transdisciplinario en la enseñanza de las artes a niños maternales. La transdisciplina es un concepto que aquí se entiende como la integración de diversas disciplinas y enfoques pedagógicos con el propósito de enriquecer la experiencia educativa y abordar las complejidades del desarrollo infantil de manera holística.
De acuerdo con Hernández, la transdisciplinariedad nos permite moldear la manera en que enseñamos y aprendemos, sin embargo, es necesario que se haga de una manera dirigida, que permita reconocer la interrelación entre las áreas del conocimiento que han de intervenir para enriquecer el proceso educativo en el ámbito artístico.
Al amalgamar actividades artísticas con experiencias sensoriales, musicales, de movimiento y juego, los educadores contarán con la capacidad de fomentar la imaginación y la expresión creativa de los niños, permitiéndoles explorar y descubrir el entorno que les rodea de manera activa y significativa.
Por último, la adopción de la transdisciplina promueve la adaptabilidad y la flexibilidad en el proceso de enseñanza del arte, aspecto fundamental ante la naturaleza dinámica de la experiencia en el aula. De acuerdo con Morin, “la transdisciplina es una forma de pensar y de estar en el mundo que reconoce la complejidad inherente a la realidad”. Al integrar múltiples enfoques pedagógicos y mantener una actitud receptiva hacia nuevas ideas y perspectivas, los educadores se hallan en condiciones óptimas para responder de manera eficaz a las necesidades individuales de los niños y propiciar un entorno de aprendizaje inclusivo y enriquecedor. ¶
[Publicado el 26 de septiembre de 2024]
[.925 Artes y Diseño, Año 11, edición 43]
Referencias
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