¿Cómo se cocina una revista?

Por Eduardo A. Álvarez del Castillo.

Introducción o aperitivos
Los soportes editoriales pueden ser identificados de forma básica con un gran apartado que agrupa a los más representativos, a los más reconocidos, pero, primordialmente, a los que cuentan con características esenciales muy claramente diferenciadas: el libro, el periódico y la revista. Estos tres soportes configuran los cimientos sobre los que se sustenta el ámbito editorial, asimismo, es en ellos en donde las piezas del diseño despliegan sus capacidades. Cada uno de esos soportes posee características particulares y sus finalidades están muy claramente delimitadas.

Para comenzar brevemente a describirlos, habremos de iniciar con el libro, cuyo origen se remonta a la época en la que el ser humano ya había hecho conciencia de registrar sus posesiones, sus intercambios comerciales, sus leyes y normas, es decir, cuando ya estaba establecida la necesidad de documentar y preservar información de todo género. El libro, como lo conocemos, surgió en la época en la que se abandonó al papiro como soporte y se eligió al pergamino, pues éste presentaba ventajas mayores sobre el sustrato anterior y siglos más adelante el pergamino dio paso al papel. Uno de los beneficios más importantes que aportó la utilización del pergamino –además de resistencia, durabilidad y mayor facilidad que ofrecía a los escribas para su labor– fue obtener un formato muy cercano a lo que conocemos y utilizamos hoy en día, llamado codex –en singular– o códices –en plural–, “libros cuadrados” por su forma (Igüiníz, 1946)1 y que se convirtió en el antecedente directo del libro contemporáneo.

El proceso a través del cual el libro dejó de ser una pieza artesanal, de lenta confección y de extensos tiempos de producción, es sin duda, la invención de la impresión con tipos móviles fundidos con una aleación de plomo, estaño y antimonio –adjudicada a Johannes Gutenberg, después del año 1450– (Zappaterra, 2008)2, sin embargo, este artificio aun tardó varios años en ser perfeccionado para producir impresos de calidad a costos razonables y dentro de plazos adecuados. Una vez alcanzado el perfeccionamiento de la imprenta, y además de la difusión y producción del papel en Europa, los libros se fabricaron con mayor prontitud, consecuentemente sus costos se amortizaron y la difusión floreció. Tales condiciones favorecieron el surgimiento de otros soportes editoriales en este devenir histórico: el periódico y, más adelante, la revista.

A pesar de que se tiene noticia de que el primer periódico impreso en el mundo es la “Gazzete”, en Nuremberg, Alemania (Zapaterra, 2008)3 en 1457, no podemos considerar que ese fue el surgimiento del periódico dentro de los parámetros que conocemos hoy en día, sin embargo, cabe esta anotación sólo como un rasgo histórico. Para mayor precisión, habrá que considerar que el periódico surgió en Europa como un proceso simultáneo en diversas ciudades: la aparición de un semanario de Estrasburgo, Francia, de nombre desconocido, en 1605 fue el primer soporte editorial destinado a la información de corte noticioso en el mundo. En 1622 Nataniel Butter publicó “Weekly News”, primer periódico impreso en inglés, y en 1631 Théophraste Renaudot publicó también el primer diario oficial del mundo perteneciente al reino francés. Y finalmente en 1650 en Leipzig, Alemania surge lo que si se reconoce como el primer diario a nivel mundial.

A muy pocos años de distancia, en 1663 apareció la primera revista impresa, conocida como “Erbauliche Monaths-Unterredungen” (Discusiones Mensuales Edificantes), un espacio para la reflexión escrita de temas diversos y de interés público.

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Las revistas han sido desde su origen y hasta la fecha, un “mecanismo” para ofrecer al público información vigente de un amplio rango de temas.

Como tercer pedestal de este círculo fundamental del diseño editorial hallaremos precisamente a la revista, o “magazine” por su nombre en el idioma inglés. La historia del desarrollo de las revistas es muy particular, y su función muy interesante: las revistas han sido desde su origen y hasta la fecha, un “mecanismo” para ofrecer al público información vigente de un amplio rango de temas, regularmente con apariciones mensuales –entre muchas otras posibilidades de periodicidad–. El nombre “magazine” originalmente se utilizaba para denominar a los almacenes –depósitos o compartimientos– de pólvora, y en 1731, el inglés Edward Cave utilizó el término para denominar a una publicación a la que llamó “Gentleman’s Magazine” sugiriendo que era un almacén de toda la información que un caballero –de la época– necesitaba conocer.

Definición de una revista

Entendamos, por principio, a la revista como una publicación periódica –ya sea semanal, quincenal, mensual, bimestral, trimestral, semestral, etcétera–, que cuenta con ciertas fuentes de financiamiento –publicidad pagada, becas o alguna otra–, editada a lo largo de cierto tiempo y que ofrece al público lector información especializada sobre los temas que son de su interés, caracterizados por la gran especificidad de su tratamiento. Tal característica de particularidad de las revistas crea un lazo de cercanía o familiaridad con los lectores, porque crea vínculos, pertenencia e identidad, como ningún otro medio de comunicación lo puede lograr.

En términos de diseño editorial o los ingredientes

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El nombre “magazine” originalmente se utilizaba para denominar a los almacenes de pólvora, y en 1731, el inglés Edward Cave utilizó el término para una publicación a la que llamó “Gentleman’s Magazine”.

Para establecer convenciones o criterios aplicables a diversas piezas editoriales, este breve apartado tiene como misión identificar y examinar algunas ideas relevantes entorno al diseño editorial, entendiéndolo como la disposición de información textual y visual dentro de una superficie determinada, a través de una disposición intencionada, estratégica y planeada, para que el lector perciba de manera precisa y clara el contenido, en resumen, una estrategia de comunicación ligada estrechamente con la evolución de la escritura y con trascendencia –sin duda– histórica.

a) Elementos constructivos

Como punto de partida es necesario identificar y delimitar el espacio de trabajo (ya sea una página o bien, si es el caso, una interfaz) eligiendo las dimensiones y la orientación del soporte, cabe indicar que el mensaje quedará influido por dicha orientación.

La siguiente decisión será determinar los márgenes de una página donde, sin importar el método de obtención y dimensiones finales, quedará establecida el área de trabajo a la que llamaremos ‘columna’. Si es necesario, o si el mensaje así lo requiere, esta área puede ajustarse a otras posibilidades a través de la inclusión de divisiones verticales y horizontales que generarán columnas y campos. De tal modo tendrá lugar una construcción jerárquica con diversas posibilidades: 1) estructurar la información escrita y visual, 2) dar orden y coherencia, y 3) ofrecer flexibilidad, ritmo y consistencia.

Su función será distribuir adecuadamente las diversas clases de objetos (ya sean morfológicos, tipográficos o cromáticos) dentro del mencionado espacio. A esta estructura invisible destinada para organizar contenidos se le conoce como retícula. Es un sistema de planificación y manejo del espacio en fragmentos manejables y ofrece ubicación, escala y significación entre los elementos mencionados.

Algunas de sus características principales son: la versatilidad de ser –de acuerdo a su construcción– tanto flexible y orgánica, como rigurosa y mecánica, pero con la misión establecida de aportar claridad, eficacia, economía y continuidad a los procesos de diseño, pues facilita la valoración de los contenidos, genera ritmos y contrastes, volúmenes y vacíos con los contenidos y ello permite a la vista desplazarse en la superficie del medio editorial.

Contando con una retícula consistente se generan, a partir de ella, composiciones tanto activas como pasivas a decisión del diseñador. Y cuando se ha decidido crear una textura estática se le pueden agregar los cambios o variantes y las alteraciones que sean necesarias para enfatizar el mensaje. Una modificación de esta naturaleza será percibida como un énfasis y/o como un signo de importancia informativa. Por tanto, queda asentado que la retícula ha de servir como una estructura que ofrezca coherencia al medio, pero que nunca resulta ser una camisa de fuerza o limitante para el diseño y la comunicación.

b) Elementos de navegación

Como segunda fase de la construcción de la página o interfaz hallamos a una serie de elementos que complementan dicha arquitectura y que tienen como función principal orientar al lector-usuario en su tránsito por la pieza editorial, el espacio de ubicación estará tanto al interior como al exterior del área de trabajo previamente determinado, dichos elementos son: los folios, los reiteradores, las cornisas, las plecas (tanto filetes, como corondeles).

¿Cuáles son sus funciones? los folios han de encargarse de la numeración de las páginas, los reiteradores son los elementos gráficos o textuales que indican la sección, capítulo o segmento en la cual estamos ubicados, la cornisa, ubicada en la parte superior de la página, ofrece las secciones y la fecha, las plecas –en diversa orientación– son signos gráficos formado por una línea de grosor y calidad variable usada generalmente para separar diferentes partes de un texto y diversos contenidos

c) Elementos tipográficos

Al inicio del proceso de confección de una pieza editorial un factor a tomar en cuenta es el referente a la tipografía. Derivada de la elección tipográfica –hecha para dar personalidad propia a la publicación– se debe iniciar con el establecimiento de las jerarquías tipográficas elegidas. La consecuencia lógica es generar una ‘paleta de estilos’ correspondiente. La decisión de utilizar ciertas tipografías en ciertos puntajes, con determinada alineación, puntaje, color, y demás características –y no otras– debe enfatizar la comunicación de determinado mensaje.

En suma, podemos identificar tres dimensiones informativas que intervienen en la construcción de la página: los elementos constructivos, los elementos de navegación y los elementos tipográficos.

Colofón o el postre

Lo que realmente hace relevante a una revista –sea cual fuere su finalidad– son los cocineros y la fina selección de los ingredientes que le darán sazón a su estofado, ello le imprimirá un sabor particular y, lo más significativo, provocará un exquisito gusto en el paladar del lector quien, ávidamente, habrá de esperar el próximo banquete mediante la edición siguiente.

(Publicado el 28 de enero de 2014)

Fuentes de consulta:

  • Igüiniz, J. B. (1946). El libro, Epítome de Bibliología. México. Porrúa.
  • King, S. (2001). Diseño de revistas, Pasos para conseguir el mejor diseño. Barcelona, Gustavo Gili.
  • Leslie, J. (2000). Nuevo diseño de revistas. Barcelona, España. Gustavo Gili.
  • Zappaterra, Y. (2008). Diseño editorial de periódicos y revistas. Barcelona. Gustavo Gili.

1. Igüiniz, J. B. (1946). El libro, Epítome de Bibliología. México. Porrúa.

2. Zappaterra, Y. (2008). Diseño editorial de periódicos y revistas. Barcelona. Gustavo Gili.

3. Zappaterra, Y. (2008). Op. cit.

Licenciado en Comunicación Gráfica (1994); Maestro en Artes Visuales (2017) ENAP/FAD–UNAM; Diplomado en Fotografía Profesional, (UCSJ, 1995). Diplomado en Diseño y Producción Tipográfica (Tipografilia, 2022). Cofundador de la publicación digital 'elcorondel' (2008/2013). Ha participado en 30 exhibiciones fotográficas colectivas y en 10 exhibiciones individuales en diversos foros. En 2002 se integró como profesor a la FAD, además, ha colaborado con la Universidad del Pedregal y la Universidad Anáhuac México Sur. Desde 2013 es editor de la publicación digital '.925 Artes y Diseño' de la FAD–UNAM Taxco. Desde 2016 desarrolla el proyecto 'Unos Tipos en la Calle', estudio de diseño de tipografías procedente del proyecto de investigación del mismo nombre. Es integrante del Laboratorio de Investigación Sonora y del Imaginario (LISI).

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