Una creación tiene que proponernos una nueva apertura formal

30 noviembre, 2023

Carlos Oliva Mendoza: Durante mucho tiempo mi actividad principal ha sido la docencia. La UNAM[1] tiene una dinámica, que sólo beneficia a los profesores y profesoras definitivas, en la que mientras uno más tiempo está ahí, más puede dedicarse a temas de investigación. Además, yo escribo ensayo desde muy joven, entonces diría que ahora mi actividad principal es la escritura, sobre todo la escritura de ensayo y la crítica (la crítica en un sentido muy amplio), la crítica cultural de la sociedad actual.

COM: Es muy rutinaria… a la vez que uno va teniendo más espacio en la Universidad, ha ido pasando algo, creo que desde hace 10 años ya es claro, hay una especie de proceso de maquila académica. La carga burocrática es muy alta, trabajamos de manera muy individual, no de manera colegiada, eso hace que la rutina burocrática sea ingente, que tengamos que dedicar muchísimo tiempo a procesos de evaluación, dictaminación… procesos no propiamente académicos, sino mucho más formales y eso nos coloca en dinámicas de rutina radicales. Yo calculo que dedicamos cinco horas a ser nuestra propia burocracia. Yo trato de trabajar por lo menos cinco o seis horas en procesos de escritura y de lectura, es una rutina cotidiana; tenaz y dura.

Estoy pensado en situaciones muy repetitivas, por ejemplo, las evaluaciones tienen una serie de estándares cada vez más cuantitativos y que hay que resolver. Las mismas dictaminaciones, los procesos de evaluación, de dirección de tesis, no se diga los informes institucionales. Los informes para CONACyT[2] y los informes para los sistemas de estímulos que da la UNAM. Son esquemáticos y repetitivos. Además las plataformas van cambiando, uno tiene que adaptarse a la plataforma. Son un gran negocio. Cada vez solicitan cuestiones más estandarizadas, criterios de evaluación externos a nuestro trabajo, que uno publique en determinadas revistas donde lo importante no es el lector o la lectora, sino una medición abstracta que va rankeando a las universidades. Eso sí detiene los procesos de creatividad de manera neurálgica. Veo a mis colegas y me doy cuenta de que uno acaba agotado de hacer ese tipo de trabajo, y hay poco espacio para propiamente hacer lo que deberíamos hacer: trabajar con el lenguaje y trabajar las ideas gestadas en lenguajes particulares.

COM: Sí. Creo que la filosofía va cambiando de plataformas, es decir, durante mucho tiempo la filosofía fue un ejercicio oral, incluso un ejercicio que implicaba despliegues físicos: caminar, reunirse en ágoras. La filosofía era histriónica a más no poder, teatral. Siempre había un cuerpo de representación teatral, pero yo creo que hace tres siglos –ya claramente– nuestra plataforma es el libro, y con todo, el libro es un objeto que no se deja interpretar de manera única o lineal, siempre está demandando que uno coloque una interpretación. El libro es como un animal vivo, cada lectura es diferente.

Sin embargo, el momento de lectura no se está dando las sociedades actuales, porque estamos intercambiando espacios de manera tan rápida. Todos estamos multiconectados, y eso hace que intercambiemos espacios y que el tiempo no acontezca. Si yo estoy de manera fugaz y veloz en cuatro espacios a la vez, lo que no acontece es el tiempo. Sólo hay una sucesión de espacios encadenados y la lectura necesita un espacio de tiempo detenido para insertar una interpretación, una representación. En suma, diría yo, es complicado pero ese momento de lectura que, pese a todo, se tiene que dar en el ejercicio de la filosofía, es un momento potencialmente muy creativo.

Si lo pensamos un segundo, ni siquiera está ahí el interlocutor, pero está el texto que escribió o que legó, –puede ser la tesis, en el caso de la academia– y ese cuerpo de lectura incluso puede llegar a ser más robusto que la misma persona, y tener un potencial de interpretación mucho mayor. El tiempo de lectura es un tiempo de creatividad, explosivo en las humanidades.

Incluso es más interesante cuando uno entra en un proceso de lectura con una novela, por ejemplo. No sólo se da cuenta que en efecto uno está cambiando con esa lectura, sino que incluso puede hipotéticamente plantear que el mismo libro está cambiando, porque el libro es un lenguaje y el lenguaje es también una materia que se tranforma. No solo como lo planteó Heráclito[3] y su metáfora del río, sino mejor, como ese ejercicio que realiza Borges.[4] Él dice sobre el mismo párrafo de Cervantes[5], lo gloso, miren, cuando lo leemos pensando en Nietzsche[6] este párrafo es terrible. O sea, si lo estamos leyendo a través de la lectura de Nietzsche es un párrafo silvestre, y dice, pero si lo leemos a través de un poeta francés del Siglo XX, el párrafo es muy bueno.

Lo que está diciendo es que no son propiamente los lectores presentes, sino que el lenguaje mismo, a través el tiempo, tiene una capacidad de mutación. Al buscar una palabra que significó algo en el siglo XVI o en el XIX, la palabra muestra otro significado que se reactualiza con la historia de la lectura y el uso, es la propia palabra la que contiene el cambio. Esto es lo que hace fascinante el intercambio a través de la palabra escrita, que deja ahí una entidad que sigue mutando. ¡Como el río! Uno dice: ahí está el agua y el río, la temperatura cambió, la sedimentación cambió, ya nunca puede ser la misma, y sin embargo no es diferente a esa primera agua. De la misma forma, la palabra no es diferente a esa primera palabra, pero no es la misma. Es un proceso es muy poderoso.

Entonces, toda la materia va cambiando, pero la lengua concentra una potencia de cambio muy radical y muy rápida, inclusive es muy difícil preservarla, uno piensa: “la voy a preservar en una gramática o en un diccionario”, y claro, uno va al diccionario pensando: “esta palabra quiere decir esto, pero así no se está usando”.

Esto nos puede conectar con el problema del canon. Kant[7] decía el canon debe de ser creador de formas, el canon no debe de ser jerarquía, sino que canonizamos para crear otras formas. Canonizamos una obra cinematográfica para que a partir de ella se creen otras obras, para poner una especie de índice pedagógico, pero no porque esa va a ser la obra.

Ahora el poder es tan atrayente que pegamos la idea de canon a una estructura económica de poder, pero no, el canon realmente explota y crea otra forma. Ahí es donde creo que, si el momento de lectura se materializa, la gente que se dedica a las humanidades pasa naturalmente a escribir… esa es la respuesta creativa. La interpretación, la traducción en sentido amplio y la escritura. Es tan potente el momento creativo de lectura que hace que uno intente materializar ese proceso de lectura. Eso es la escritura.

COM: Pues en filosofía es muy claro. Es crucial para el campo filosófico no caer en una especie de economía de la repetición, pues eso pasa en las academias latinoamericanas. Las academias de humanidades en Latinoamérica siempre están a la saga de otras academias, como las de escritores, pintoras, músicos, porque esas academias o esos cuerpos sociales son tan potentes que siempre están representando, o sea siempre están perfilando una economía de la representación, mientras que la filosofía participa de una economía de la repetición. ¿Qué quiere decir eso? Que hacen una especie de sacrificio de la interpretación para colocar un nuevo paradigma epistémico occidental, y el problema –por ejemplo, los que hacemos filosofía– es que se coloca, al final, a nuestra academia siempre en una cadena de citación de academias europeas. De ahí se deduce que puede existir un Kant, pero nunca existirá en español un Kant; sin embargo, puede existir un Kafka[8], pero sí existe un Rulfo[9], sí existe un Borges, si existe una Sor Juana[10]. Realmente el momento de creatividad siempre está subsumido en la filosofía, porque se vuelve un cuerpo repetitivo. Y sería crucial que se vuelva un cuerpo de representación. En efecto, es muy importante leer el canon occidental –estamos formados en él–, pero hay que hacer filosofía sobre lo que está pasando en nuestro entorno inmediato. Esa es la lección central de toda filósofa y filósofo, pues lo que piensan es el problema de la casa de al lado, de la economía de al lado, del mundo a partir de un contexto y desde ahí montan grandes sistemas. Mientras no se exacerbe la representación del entorno cotidiano, de México, para ser mucho más específicos, nunca tendremos potencia creativa, y no es que no se pueda, insisto, las academias de arte demuestren que, en el español, en Latinoamérica y en los pueblos originarios, hay una igualdad creativa con cualquier otro pueblo en el mundo. Existen capacidades de representación absolutas, en tanto formas de sentido.

Además, pongamos el ejemplo del arte, suelen ser artistas muy inteligentes. Se dan cuenta que el choque frontal no es lo que más reditúa para la creatividad, sino más bien como hicieron los brasileños: una especie de “códigofagia”, tomar el código y fagocitarlo[11], porque también son pueblos occidentales, nuestra lengua es occidental, entonces es un ejercicio muy inteligente: el ejercicio, por ejemplo, de las pinturas y la arquitectura indígena, en lugar de enfrentar directamente a la Iglesia, se dejan colonizar y luego insertan todos sus códigos. Pensemos en el ejemplo de la virgen de Guadalupe. Ahí se muestran estrategias muy importantes de representación y de creatividad.

Ahí la filosofía va un pasito atrás. Tiene que entender que esas son estrategias de sobrevivencia, de sutileza y de silencio. Claro que hay momentos donde las otras estrategias románticas de enfrentamiento son muy potentes en la creación y ahí están y tienen su lugar. Pero insisto en que lo central es una especie de lectura del entorno y de programación a partir del entorno y eso en automático genera una potencia de creatividad muy grande. Yo espero que eso suceda cada vez más.

COM: Yo entiendo tanto al creacionismo, como a la creatividad, como una política de representación. En ese sentido, yo creo que tiene un límite interno pero que está dado por la materia exterior, por la naturaleza exterior. En el momento en que deja de estar representando las formas naturales y las formas materiales, en ese momento tiende a pasar a ser a una economía y política de repetición… tecnologías de repetición. Creo que ahí es donde la creatividad empieza a estancarse como mercancía de cambio.

Es una barrera muy tenue, alguien que está dentro de una máquina de repetición puede ver un cuerpo externo a representar y trocar todo eso. Pensemos es un paradigma como el de Los Beatles[12]. Podemos decir que están adentro de una esfera mercantil y de pronto se mueven hacia la música negra o hacia la música de la India, y vuelven a generar una creación con un límite de representación que deja de ser repetitivo. Lo que quiero decir es que el límite no es del sujeto, sino que está dado por la representación de la forma natural-social, porque si el límite se fija sólo subjetivamente, entonces no hay propiamente nueva creación, hay simplemente repetición de la idea humanista de que el hombre es la figura central y empieza a repetirse y repetirse, y propiamente no crea. Acaso crea espectáculos, crea algo que se vende –y que tiene su lugar en la sociedad– pero es algo que no se sedimenta una representación creativa de transformación, porque lo interesante es eso: una creación lo que tiene que proponernos es una nueva forma, sí, una nueva apertura formal.

En caso contrario, se vuelve simplemente una máquina donde se cree que todo es novedad y al final eso no es cierto. Al final simplemente estamos respondiendo a una especie de espectáculo fatuo y no cambia estructuralmente nada, y lo que vemos en la historia de la humanidad es que los grandes sismas de representación implican nuevas formalizaciones sociales, si no es así simplemente estamos repitiendo. Y no tiene nada de malo repetir las cosas, simplemente que se enganchan a ciertos esquemas de poder.

Y el otro problema claro es que, por ejemplo, si observamos a los animales que tienen un esquema de repetición, son esquemas de reproducción altamente productivos, y finalmente altamente creativos puesto que repiten un ciclo de equilibrio y lo que vemos con los seres humanos es que la novedad no parece ser productiva, sino que tiende hacia esquemas de destrucción.

Ahí hay una especie de contradicción, porque pareciera que cuando uno ve el trabajo de las hormigas, o de los delfines o de las focas, pensamos: “eso es pura repetición” y sin embargo sigue creándose la forma natural de manera equilibrada, ese paradigma de la repetición es equívoco entre nosotros, porque nosotros, en general, repetimos bajo un esquema destructivo y de ganancia, que no es un esquema reproductivo natural. Si el límite para la creación no lo encontramos en las formas naturales, se vuelve muy peligrosa y casi fetichista la idea de la creación.

Deberíamos estar viendo siempre al entorno y sobre todo al entorno natural –que es muy potente–, cada vez es más claro que es un entorno determinante de la forma en que vemos, cómo comemos, por ejemplo, y con ese entorno es con el que nos tenemos que tensar, a veces conflictivamente, pero ése es el que debería de marcar el límite de la creación.

Recuerdo esta idea de que cuando más cerca se está de las representaciones más potentes es justamente en el aburrimiento, es decir, en una rutina que me lleva al aburrimiento, ¡ahí está una frontera desde donde va a venir una revelación potente! y eso demuestra que no es tanto la cabeza del ser humano, sino es justamente este ejercicio de repetición, que me puede incluso llevar al aburrimiento, o a la angustia en otros casos, porque está permitiendo que hable una forma externa, que una forma externa me interpela y eso genera el límite interno de los seres humanos.

COM: Y de una forma muy poco creativa, es una forma donde toda esta manera como estamos ahora socializando –a través de dispositivos electrónicos y de redes virtuales– genera abulia y aburrimiento, que no son tan potentes como aquel aburrimiento que era materializado.  Ahora desconectamos  la pasividad material y entramos en una pasividad virtual, que justamente no nos permite hacer tierra, es una situación civilizatoriamente grave.

Es esta chispa que tiene todo el mundo y que por supuesto que dentro de los dispositivos la muestra, y explota, pero generalmente tiende hacia la violencia porque los sistemas de representación y creatividad actuales son muy angustiantes; pero sigue estando ahí, por más que se virtualice hay materia; creo que esa sería la clave: se trata de un aburrimiento que tiene que materializarse y romperse de manera externa, y que en la actualidad eso es complicado.

COM: No… todo es rapidísimo y además con todo un sistema de desconexión interna: los famosos algoritmos, uno diría si esto [un dispositivo cualquiera] puede conectarme con otras redes virtuales y ver que están haciendo lo mismo, que tenemos intereses comunes, podría ser, pero no, porque generalmente entra el algoritmo de la publicidad y de la venta y rompe la posibilidad de socializar. El objetivo del algoritmo realmente es la venta, no es otro tipo de riqueza.  El corazón de la red quiere que se intercambien mercancías, no que conozcas a otra persona, no que abras un espectro epistémico de saber. ¡No, no! El objetivo es que estés conectado a través de una red mercantil.

Pero yo creo que dentro de eso también hay un horizonte de creatividad muy poderoso y que –insisto– en tanto la materia acontezca y se desdoble, eso nos dará una nueva formalización. Realmente el ser humano lo que busca es crear formas de sentido autónomas, de darse sus propias leyes y la única manera de que uno sea autónomo –de que tenga un nomos[13] propio– es abriendo posibilidades formales. Es claro que en la práctica cotidiana ya no tenemos una ley divina, ni una ley natural, estamos condenados a una ley propia e interna y la única manera de no hacerla dogmática, ni autoritaria es formalizarla de manera múltiple. Ahí la creación es el pivote para formar nuevas legalidades.

COM: Sí, la libertad entendida como una posibilidad de criticar la ley establecida y encontrar nuevas legalidades, nuevas formalizaciones legales, y al final eso lo tenían claro los filósofos y las filósofas del siglo XVIII: la facultad central es la facultad de la imaginación, no estamos arrojados a la razón ni al entendimiento ni a la historia, sino a la facultad de la imaginación y ¡por eso la imagen tiene tanto poder! No es sólo casual, ni mercantil, que la facultad que nos rige, como seres modernos desligados de la religión, sea la imaginación. Es la posibilidad de imaginar nuevas ciudades, nuevos entornos, nuevas formas de alimentarnos, nuevas formas de vestir… cotidianamente estamos utilizando esa facultad, como la facultad política índice, ¿cómo nos imaginamos nuestro día de mañana?

Es la facultad central y se traduce en una política de imágenes, y el lenguaje va a la zaga, entonces los que hacemos filosofía en lugar de estar en pena permanente por la desaparición del libro y de su cultura, más bien deberíamos entender que la facultad de la imaginación también está regresando desde sus matrices originales; y que esto tampoco es una novedad. Si muchas culturas prehispánicas no se dedicaron a la palabra escrita, no es porque no quisieran o no pudieran, sino que querían explotar la facultad imagológica; y las culturas orientales por eso tienen ahora tanto poder: porque son culturas gráficas, la gráfica tiene prelación.

[Publicado el 30 de noviembre de 2023]
[.925 Artes y Diseño, Año 10, edición 40]


Dr. Carlos Oliva Mendoza
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