Por René Contreras Osio.
Etimológicamente Máscara y Persona comparten el mismo significado en su raíz griega πρóσωπον- prósôpon. Por su parte, la máscara y el maquillaje, fueron empleados en el teatro griego por los actores para caracterizarse en otro y así hacerlo personaje, en sustitución de la realidad de aquel; mediante la ficción y el engaño dirigido a un público siempre expectante y cómplice de la mentira, afecto a imaginar, a partir de suplantaciones e identidades transpuestas.
La máscara confiere al actor la posibilidad de diluir, ocultar y transmutar su identidad por otra, en un juego de roles codificados por un guion que versa sobre las cosas y sucesos del mundo en el escenario del teatro.
De la simulación al engaño
Tal parece que la simulación es tan arcaica como práctica humana que se puede rastrear en todas las culturas. Desde el origen mismo del hombre se imita denotando y exagerando los rasgos característicos de alguien o algo; como reflejo en el espejo o la sombra proyectada en la pared, la imitación es el ejercicio de ser-espejo del otro, para ser el otro y de esta manera conocerlo en todas sus dimensiones; la simulación es el acto de apropiación y empatía total, hasta el punto del engaño, donde radica su efectividad, es entonces cuando surte su efecto, en el acto-trance de la interpretación, es decir, la mediación que hace posible entender, sentir y vivir al otro por medio de una actuación; esa es la magia del teatro.
La máscara ha sido recurrente en la escenificación del ritual animista, aquel acto volitivo detonado por la curiosidad, el temor y hasta el terror ante una naturaleza que se le revela y manifiesta incierta provocando la admiración más intensa y arrobadora o el pavor paralizante. Con la máscara se identifica, nombra, encarna y personifica a las fuerzas que operan en ella, las imita, quizás para humanizarlas y ser en ellas; es un complejo juego de trasposición de identidades cuya finalidad es pacificarlas para servirse de ellas.
Con la máscara se accede al dominio del campo simbólico donde habitan las potencias y se ensanchan las posibilidades humanas hasta alcanzar los cielos, el lugar de los dioses, el inframundo, la montaña o el abismo; crear, dominar o emular los atributos del fuego, el aire, la tierra y todo lo que la puebla, incluyendo a las bestias; por eso, cuando se personifica al animal, se conjura su fiereza, astucia, sigilo; el instinto animal se transfiere a lo humano, sea jaguar o águila, bisonte o caballo.
Tiempo de Carnaval
El Carnaval es la celebración calendárica, la parada simbólica en la estructura lineal del tiempo social e individual y es común a todas las culturas agrícolas; se ha estructurado como un paréntesis abierto a otra temporalidad única, como un tiempo fuera del tiempo, donde sucede lo impensable y lo anómalo; la bacanal o el sacrificio. Son como un marcador simbólico de la relación que el hombre ha adquirido con su entorno natural, con los elementos del cosmos; en el carnaval, se celebra el inicio y la culminación de los ciclos de siembra y cosecha, en sincronía análoga con la vida y la muerte. Es la escenificación de la fertilidad de la tierra y la finitud de ella luego de recoger sus frutos. Así, a través de los tiempos, las mismas fechas coinciden, se traslapan y transmutan en festividades religiosas y hasta civiles.Desde la más antigua celebración agrícola hasta el carnaval actual, la máscara ofrece la posibilidad de ser y encarnar a otro en la absoluta libertad permisiva o la estrictamente normada por la tradición; en esos paréntesis, el hombre deviene en el Homo Ludens, aquél que después de un largo periodo de trabajo y espera, celebra alegre o desenfrenadamente el ritual anual con el que anula los códigos de la cotidianidad social, cobra sentido lo cósmico y lo eterno que se hace manifiesto en el ciclo agrícola.
Exotismo y Máscara
Otras visiones de las máscaras de los llamados pueblos primitivos, han despertado la curiosidad y fascinación de los viajeros y expedicionarios de Occidente, desde el siglo XVI hasta el S. XX; en las tierras “descubiertas”; América, África y Oceanía, fueron los nuevos territorios que atrajeron las miradas de conquistadores, naturalistas, coleccionistas, traficantes, antropólogos y artistas; las máscaras han sido valoradas de distintas formas, pero un hecho innegable es que han sido referentes de los pueblos “diferentes” para apuntalar una categoría que denomina y domina desde la clasificación que ha hecho Occidente: La del exotismo, categoría que identifica y jerarquiza las diferencias que hay entre aquellos vistos por la mirada de los otros.
En el afán taxonómico de los rasgos de las otras culturas, Occidente deja de ser una isla al afirmar su identidad y separación del resto del mundo, ejerciendo el predominio cultural y económico con las herramientas de la Ilustración: La razón instrumental enumera, clasifica, ordena, separa y valora según el criterio del progreso y utilidad, dejando a la máscara en el desván del mito, de lo primitivo, y por ende a sus creadores.
Desde la mirada del arte
Los artistas europeos en las postrimerías del siglo XIX y en los albores del XX, “descubren” en las ferias universales, los pabellones de África, Asia y Oceanía, las fuentes puras y originarias con que se plantean renovar el arte; no dejan de ser razones instrumentalizadas y aún impregnadas del pensamiento colonialista y exotizante de lo desconocido. Su visión fue puramente estética y formal, ajena y distante en el tiempo y el espacio de la cosmovisión de aquellos pueblos y culturas quienes las crearon y ejecutaron en una ritualística propia.
En el ejercicio, las prácticas creativas en el arte, al referenciar o apropiarse de códigos visuales y simbólicos, distantes o ajenos, se formulan desde el ámbito de la subjetividad y la generación de códigos tan abiertos que permiten la delectación estética y/o la interpretación simbólica; la lectura y mirada antropológica o la indiferencia.
En esta muestra de grabados, la máscara referenciada es recreada en el mismo territorio de lo simbólico, aunque distante; es el territorio del arte y por esta razón, la posibilidad de que las obras presentadas nos acerquen o induzcan al sentido original de las máscaras de Guerrero, es sólo posibilidad; si no lo logran, al menos nos quedaremos con la bella, grotesca, terrible o atrayente apariencia de aquellas imágenes y objetos, y este hecho por si, ya es un logro; el de acercarnos al misterio. ¶
(Publicado el 25 de noviembre de 2014)