Por Eduardo Álvarez del Castillo Sánchez.–
Para seguir siendo relevantes necesitaremos la capacidad de aprender de manera constante y de reinventarnos
Yuval Noah Harari
Ciertamente la conmemoración de un aniversario significa mirar hacia atrás, revisar lo sucedido y rememorar la historia. En esta evocación del arribo de la UNAM en 1992 –con un par de escuelas– a la Ciudad de Taxco de Alarcón, en el estado de Guerrero, en la revista .925 Artes y Diseño hemos decidido tomar el riesgo de visualizar los 30 años que están por delante, vislumbrar el futuro de la institución a la que pertenecemos, tratando de sincronizar tanto nuestras ideas como nuestra ‘bola de cristal’ para imaginar qué sucederá en el trayecto de tres décadas hacia adelante, ¿qué depara el futuro al arribar al ecuador del siglo XXI?
En esta apuesta entorno al futuro, pensemos sobre ¿qué pasará con la humanidad?, ¿dónde estaremos situados en lo referente a tecnología, comunicaciones, vehículos o vestimenta, etcétera? Todo lo que hoy está a nuestro alrededor no será como lo conocemos, sin duda habrá nuevas formas de relaciones humanas, nuevos esquemas laborales, por supuesto, nuevas ideologías. Eso suena tan fascinante, como aterrador. Ha transcurrido un poco más de la quinta parte del siglo XXI, el siglo de la mediación tecnológica, y el vértigo de la actualidad dista de la vida de finales del siglo XX.
La simple idea de pensar en aquello que podría pasar dentro de los próximos 30 años prácticamente sería hablar de incertidumbre. La velocidad de la aparición de los adelantos tecnológicos aplicados en todos los órdenes ha puesto nuestras vidas en una carrera cada vez más apresurada. Es cierto que hoy los autos no vuelan, y también es muy cierto que nos servimos de una pequeña computadora, de altísima capacidad de procesamiento de datos, en nuestros bolsillos. ¡Quién lo hubiera imaginado! Puesto que una computadora era un artículo destinado exclusivamente al uso de los científicos. La tecnología de hoy parece mágica a los ojos de hace pocas décadas.
En esta sociedad que persigue la diversión y el esparcimiento constante, los acontecimientos habituales han vuelto a la cotidianidad inmediata y urgente, cada vez más fugaz. Vivimos a la expectativa de la novedad, de la siguiente maravilla tecnológica, cada vez más poderosa, más deslumbrante y que, paradójicamente, cada vez, nos sorprende menos. Tal velocidad en el acontecer cotidiano provoca la sensación de vértigo, donde la invención se convierte en historia en un parpadeo.
Algunas perspectivas de la ciencia
En vista de los cambios que suceden a gran velocidad, aparecerán eventos que acarrearán consecuencias en distintos órdenes, a saber: los avances en los campos de la biotecnología, la cibertecnología, la robótica, la inteligencia artificial y el atisbo de la posibilidad de la “singularidad tecnológica”[1] influirán directamente en las interacciones humanas y en la extensión de la vida. ¿Acaso podemos pensar que tales avances serán empleados de forma benéfica para la humanidad? No lo sabemos. Por otro lado, y en lo referente a la ecología, habrá que señalar que el medio ambiente de este planeta resentirá cada vez más el impacto de esta sociedad y la explotación de recursos. ¿La emigración de esta especie hacia otros planetas será una realidad?
Antes de pensar en la migración a otros cuerpos celestes consideremos que la estimación de la población mundial para el año 2050 alcance 9,700 millones de habitantes de acuerdo con World Population Prospects 2022 de la ONU[2]. Todo un reto en lo referente a la producción y distribución de recursos para la población.
En otro orden de ideas, los avances de la intercomunicación –aquella que tanto nos favorece– podrían convertirse en enormes vulnerabilidades, la tecnología modificará relaciones laborales, economías nacionales, inclusive, relaciones internacionales. Es imposible imaginar cómo será el estilo de vida o las estructuras sociales, e inclusive los alcances de la modificación genética y la implantación de biotecnologías. ¿Cuál será la línea que divida a la realidad de la ficción?
Acerca de la educación y la formación
En las futuras décadas los modelos de la enseñanza serán sometidos a severo juicio, lo más probable es que el mundo sea un lugar vertiginoso. Si las relaciones sociales y laborales son impredecibles, ¿cómo habrá de ser la enseñanza? ¿Será pertinente la repetición de modelos e información de manera monótona? ¿Qué necesita conocer y desarrollar el estudiante en el siglo XXI para conducirse en su vida futura?
La labor de enunciar profecías y enumerar predicciones del futuro han sido un anhelo constante del ser humano, sin embargo, son –valga la expresión– una asignatura reprobada durante centurias. En este siglo XXI serán más inalcanzables que nunca… No tenemos respuestas, sólo pálidas especulaciones. Casi podemos estar seguros de nada. De acuerdo con Yuval Noah Harari[3] es muy fácil que las persones estemos a pocos clics de distancia de cualquier información, y –por cierto– sin seguridad de que sea certera, por lo tanto:
“En un mundo de este tipo, lo último que un profesor tiene que proporcionar a sus alumnos es más información. Ya tienen demasiada. En cambio, la gente necesita la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante y, por encima de todo, de combinar muchos bits de información en una imagen general del mundo”.[4]
Dicho esto, no sabemos qué habilidades concretas necesitará la gente, y de nuevo, de acuerdo con Harari: “… ¿qué tendríamos que enseñar? Muchos pedagogos expertos indican que en las escuelas deberían dedicarse a enseñar ‘las cuatro ces’: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad”.
Con ellas tal vez sea posible dotar al estudiante de herramientas que le valgan para orientarse y salir adelante. El cambio acelerado, la novedad y las variaciones serán la única certeza, ante ello la estabilidad mental y emocional ha de ser el mejor instrumento a su alcance. Actitud renovada, velocidad de aprendizaje y capacidad de reinvención constante, puesto que cada vez habrá menos periodos de estabilidad de la existencia y la actividad profesional seguramente será extraordinaria en su enfoque y cambiante en su temporalidad. Habrá eventos, situaciones, personas, artefactos que nadie ha podido siquiera imaginar, sintámonos cómodos con lo desconocido.
La incertidumbre y el caos
Cuando se acercaba el tan temido año 2000 algunas personas figuraron en sus mentes el cataclismo final. No fue así, este planeta siguió en su órbita como cada mañana clara. Sin embargo, la amenaza de que el futuro estaba dando la vuelta a la esquina había llegado, es decir, la sensación de desorientación había llegado con el advenimiento del nuevo siglo. ¿Por qué?
La sonada Guerra Fría[5] del siglo pasado culminó, sin embargo, el riesgo del surgimiento de nuevos conflictos bélicos dotados de armamento radicalmente destructivo no ha cesado. Diferentes naciones cuentan con suficiente poder nuclear –no olvidemos la posibilidad de armamento biológico– para destruir este planeta varias veces… Dicho riesgo no ha desparecido, permanece latente.
Alvin Toffler[6] cita en su obra El shock del futuro[7] a personajes que hacen mención del significado del advenimiento de una nueva era y de las implicaciones que tendrá. Entre ellos veamos a Sir George Thomson[8], quien manifestó que el momento actual podría compararse con la profundidad de “la invención de la agricultura de la edad neolítica”. Así de resonante, así de trascendente.
La agricultura fue la primera fase del desarrollo económico de la humanidad, una era de diez mil años; la segunda ha sido la industrialización con casi dos siglos; de modo que hoy podemos situarnos en la actualidad en una tercera fase. Estamos ubicados en la industrialización digital, las hiper-comunicaciones, la mediación tecnológica ¿Qué nos depara el futuro?
A manera de desenlace
En resumidas cuentas, es difícil adivinar, presentir, o visualizar un escenario verdadero de las décadas por venir. Tal vez imposible. Sin embargo, hemos hecho el esfuerzo de visualizar, tal vez presagiar –cada uno desde su óptica y desde su área de interés– sobre algunos eventos en las próximas décadas. Agradezco el singular entusiasmo para participar en esta delirante forma de conmemoración de la FAD en Taxco, a Adriana, Mayra, Edith, Ricardo, Bruno, Darío, Carlos, Fanuvy y René. Sirvan estas líneas para extender mi profunda gratitud a todas y todos. Tal vez podamos acertar, tal vez podamos fallar, lo que realmente será valioso es que apostemos a vaticinar el futuro. Intentemos darle forma a la obra: “30 años hacia el futuro, La FAD en Taxco, 2022-2052”. ¶
[Publicado el 18 de noviembre de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 36]
Fuentes de consulta:
- Harari, Y. N. (2018) 21 lecciones para el siglo XXI. Debate, Madrid.
- Rees, M. (2018). En el futuro: perspectivas para la humanidad. Crítica, Barcelona
- Toffler, A. (1970). El shock del futuro. Plaza & Janés, Barcelona.
[1] “Pronto crearemos inteligencias superiores a la nuestra. Cuando esto suceda, la historia humana habrá alcanzado una especie de singularidad, una transición intelectual tan impenetrable como el espacio-tiempo anudado en el centro de un agujero negro, y el mundo irá mucho más allá de nuestra comprensión. Esta singularidad, creo que ya la persiguen una serie de escritores de ciencia ficción. Esto hace que la extrapolación realista a un futuro interestelar sea imposible. Para escribir una historia ambientada más de un siglo, por lo tanto, se necesita una guerra nuclear en el medio… para que el mundo siga siendo inteligible”. Vernor Vinge (Waukesha, 1944). Matemático y escritor estadounidense.
[2] https://www.un.org/es/desa/world-population-projected-reach-98-billion-2050-and-112-billion-2100
[3] Yuval Noah Harari (1976). Historiador, escritor y profesor israelí.
[4] Harari, Y. N. (2018) 21 lecciones para el siglo XXI. Debate, Madrid.
[5] La Guerra Fría es el periodo entre el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y la caída de la Unión Soviética en 1991 que dividió al mundo en el bloque occidental capitalista, liderado por Estados Unidos, y el oriental comunista, encabezado por la URSS. Entre ambas superpotencias existía una tensión permanente, escalada por la carrera armamentista y el desarrollo de armas nucleares. Como temían destruirse, nunca llegaron a una guerra directa, pero sus enfrentamientos provocaron conflictos locales. Tanto Estados Unidos como la URSS intervinieron en la política interna de muchos países para reprimir a la disidencia, reforzar a sus aliados e impulsar golpes de Estado para expandir su influencia. Al mismo tiempo, se combatían a través de la propaganda ideológica y el espionaje a través de sus agencias de inteligencia, la CIA y la KGB.
[6] Alvin Toffler (Nueva York, 1928 – Los Ángeles, 2016). Escritor y sociólogo estadounidense.
[7] Toffler, A. (1970). El shock del futuro. Plaza & Janés, Barcelona.
[8] George Paget Thomson (Cambridge, 1892 – Cambridge, 1975). Físico británico galardonado con el Premio Nobel en 1937.