El error, una forma de aprender

Por Blanca Alicia Carrasco Lozano.

Existen muchas formas de aprender, cada día es una oportunidad para ello, creer que todo se dará de manera perfecta y oportuna, de acuerdo con nuestras creencias y posibilidades puede ser una utópica manera de ver las cosas.

¿Cada cuánto te detienes para preguntarte si estás haciendo o no lo correcto?, o ¿Si puedes hacer más o mejor cada actividad en la que te involucras?, o ¿Si eres capaz de regresarte porque te has dado cuenta de que no vas en la dirección óptima para el bien común?

Es imprescindible efectuar un recorrido sobre las maneras de solucionar las cosas o las situaciones y ser conscientes de que a veces perdemos de vista las múltiples formas que puede haber para afrontar algo y que por costumbre o educación sólo nos comprometemos a resolverla de una forma y generalmente sin darnos cuenta. Hay que aprender a ampliar las perspectivas, sin embargo, nos encontramos en un ambiente de aprendizaje en donde se ha perdido la voz y la palabra, se ha perdido la capacidad de asombrarse y en el cual el error es usualmente considerado como algo malo, algo que denota ineptitud de parte de quien lo comete, haciendo que el equivocarse sea visto por nosotros mismos como un tabú. Esta perspectiva sin duda merma nuestra capacidad de actuar de manera poco convencional, de experimentar e incluso de explorar nuevas perspectivas de pensamiento y acción, y termina por encajonarnos en una sola manera de hacer las cosas, sin atrevernos a probar nuevas rutas aún con riesgo de equivocarnos.

Este miedo al error puede ser paralizante y hace que olvidemos que a lo largo de la historia del ser humano encontramos múltiples anécdotas en las cuales el error es fundamental para poder aprender, para poder ampliar las perspectivas, nadie puede pensar en lo que no conoce se necesita de un pensamiento lógico o matemático para considerar que existen situaciones impredecibles y que ellas nos ayudan a trascender, pero ese tipo de pensamiento no es fomentado dentro de la escuela y menos si el objetivo de aprendizaje está inmerso en el área social o artística. Nuestros relatos como sociedad occidental toma como eje ideas cómo las que Sócrates decía, que el hombre puede errar, pero debe aspirar a la verdad objetiva examinando sus errores mediante la autocrítica y la crítica racional empero considero que esta visión nos ha llevado a hacer del error una fuente de angustia, de estrés y hasta de violencia.

Nos han enseñado a poner el error del lado obscuro, del lado de la sombra, de lo oculto y por lo tanto causante de temor (el miedo a cometer errores) no nos consentimos ni siquiera la idea de cometer un error porque nos hemos reducido al valor de mercado (customer value). “Este concepto se basa en la intención de transformar a la persona entera, toda su vida, en valores puramente comerciales… despoja al hombre de su dignidad reemplazándola por completo por el valor de mercado” (Han, 2018)[1]. Por lo tanto, errar también significa pérdida de valor de mercado y por lo mismo algo que hay que evitar, así nos vamos aferrando a ciertas creencias como, por ejemplo, a la consideración de que la creatividad florece cuando no hay crítica, eso es falso, lo que hemos perdido es la capacidad de argumentar y debatir ideas, ahora también le tememos a la discusión, a la diferencia.

Dejamos de lado que los avances realmente originales surgen cuando hay más crítica, no menos. De acuerdo con la psicóloga Berkeley Charlan Nemeth, “los puntos de vista minoritarios son importantes, no porque tiendan a imponerse sino porque estimulan la atención y el pensamiento divergente”[2]. Pero el temor a valer menos, a no ser parte de nuestra sociedad, a no ser una mercancía apetecible de los aparadores nos lleva a erradicar el error de nuestra vida y con ello coartamos un camino de aprendizaje, que podría llevarnos a lugares insospechados.

Es lamentable pero común encontrarnos que en las ciencias se tienda a albergar ideas que se ajusten a nociones preconcebidas y en las que queremos creer. Esto permea las decisiones acerca de cómo verificar esas ideas, se le conoce como sesgo de confirmación. De acuerdo con esto, tendemos a encontrar experimentos y datos que confirmen aquello que ya creemos. En las artes, los pensamientos suelen estar en torno a dogmas políticos, maneras prefiguradas o preconcebidas de ver el mundo y se tiende a expresar opiniones en lugar de una observación veraz de la realidad. Sin duda hay que aprender a ver por nosotros mismos las relaciones entre medios y métodos empleados.

El acelerado siglo XXI trae en si mismo una serie de disyuntivas inherentes a la creatividad en el ser humano y relativamente poco tiempo para dedicarle a pensar en ellas, a comprenderlas, o al menos a conocerlas. Los profesionistas inmersos en los ámbitos del diseño, el arte y la comunicación visual cuya observación, investigación y registro de esta convivencia del ser humano con la creatividad, tendría que ser una piedra angular de su quehacer profesional, se encuentra lejos de llevarlo a cabo e incluso de vislumbrar las razones para darle prioridad ante las emergentes respuestas que buscan solventar la mermada economía de los profesionales de las ideas.

Sin afán de generalizar, creo que a veces perdemos el rumbo como profesionistas. “La sociedad de trabajo y rendimiento –señala Byung-Chul Han– no es ninguna sociedad libre. Produce nuevas obligaciones”.[3] Los vertiginosos cambios que experimentamos día con día en el ámbito laboral y personal nos obligan a caminar por veredas poco transitadas anteriormente. “El hipercapitalismo actual disuelve por completo la existencia humana en una red de relaciones comerciales”[4]. Lo que nos ha llevado a vivir un cambio a veces abrupto y otras un tanto imperceptible en la comprensión que el ser humano tiene de sí mismo, ahora es él mismo, quien se explota voluntariamente, creyendo que se está realizando, se mata a base de optimizarse. Y es así como ahora, se considera que ser creador no es una característica de unos pocos grandes espíritus resilientes con un caparazón resistente al error, sino una cualidad común a todos los individuos; sólo el grado y el ámbito de la creatividad son diferentes.

Dentro de esta perspectiva la creatividad ya no depende de un legado genético, ni del medio ambiente o de la educación, hoy en día, recae en el propio individuo en que se conozca bien, para que además compruebe, que todavía no ha dado lo mejor de sí mismo. ¿Cómo prepararte profesionalmente para ser un diseñador o un comunicador visual creativo? Si vivimos en una época donde la creatividad y el pensar fuera de la caja se ha generalizado tanto que ahora forman parte de las habilidades que todo el personal productivo debe desarrollar. Para pensar algo original, tenemos que comenzar en un lugar menos conocido, sin embargo, la educación recibida ha sido estructurada bajo otras premisas que tienen más relación con la obediencia, la sumisión y el seguir las reglas. Así, empieza nuestro trajín con la incongruencia y la incoherencia dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje de las habilidades y destrezas que serán pilares de nuestro desenvolvimiento en el ámbito profesional. En la actualidad dedicamos poco tiempo a pensar, y menos a pensar en nosotros mismos, ya no hay tiempo para ello, como se relata en Momo de Michel Ende[5]. Y el resultado se traduce en que la mayoría de las veces dejamos de ser conscientes dejamos de escuchar y de escucharnos, así que, sin darnos cuenta, cuando decimos que nos comprometemos a realizar algo, intrínsecamente nos comprometemos también, con la forma como creemos que lo conseguiremos. Es imprescindible dar un paso más allá.

Hoy en día, se hace indispensable el estudio formal de un conocimiento que desarrolle al ser humano de forma integral. Los propósitos y objetivos de la actual visión del mundo o al menos la más difundida, se encuentran muy alejadas del verdadero desarrollo de los valores creativos de cada ser. Y también nos aleja de poder entender que la causa de los problemas de un país, –y consecuentemente de este mundo– radica en el relato de cada uno. Por eso, crece la necesidad de fomentar una visión creativa que integre el error a nuestras vidas que nos permita transitar por un mundo más libre al cual podamos consagrar nuestro disfrute de las cosas bellas, y que integre a la cotidianidad, la vida contemplativa.

Integrar la posibilidad de estar equivocado, saber que somos falibles e incluso que el error es una manera de aprender, cultiva lo que el poeta John Keats en 1817, llamó la “capacidad negativa”[6] que a grandes rasgos implica que al darnos cuenta de que el mundo es más complejo de lo que imaginamos y dada la limitación de nuestros sentidos y consciencia sólo somos capaces de advertir una porción muy reducida de la realidad. Esta capacidad negativa es “una aptitud para soportar e incluso aceptar los misterios e incertidumbres”[7], una manera de dar cabida a la casualidad, a lo que no conocemos, al azar y por ende al error o equivocación, y que puede ser desarrollada para erradicar la peor enfermedad que la mente puede enfrentar: la necesidad de certidumbre.

© Ángel Uriel Pérez López, 2019
© Ángel Uriel Pérez López, 2019

Es importante para transformarse, desaparecer las viejas distinciones entre ganar y perder, entre éxito y fracaso. Hay que convertir la vida en un proceso. En este proceso los objetivos y los puntos finales importan menos, urge más aprender información que almacenarla, los medios se vuelven los fines, integrar la frase a nuestras vidas de que el destino es el viaje y lo que importa es el camino, que va más allá de la habilidad. De ahí que se vuelva importante no aferrarnos en demasía a nuestras ideas, ni a sentirnos muy seguros de nuestra verdad, recordemos que nuestra mente aún no tiene la visión clara y perfecta de la realidad. Lo que hoy nos parece vivo y veraz dentro de un tiempo puede ser considerado absurdo y ridículo. Tener a la mano esta capacidad de integrar el error en nuestra vida, nos ayudará a abrir nuestra mente de manera temporal a más posibilidades y nos permitirá generar una tendencia más creativa de pensamiento y podremos desprendernos de actitudes que nos hagan sentir estancados o bloqueados.

Recordemos en todo momento, que los paradigmas terminan dominando nuestro modo de pensar, las anomalías tienden a ser ignoradas o dejarse sin explicación, pero ellas contienen la más rica información, suelen revelarnos las deficiencias de nuestros paradigmas y abrir nuestra mente a nuevas maneras de ver el mundo. Si queremos destacar hay que descubrir, y examinar de forma deliberada justo las anomalías que los demás tienden a descartar.

En este momento histórico, la información es la que genera riqueza, saber cuánto puedes hacer con lo que sabes es una manera de interpretar el consumo, el valor de la propiedad intelectual intangible por sobre el valor de la plataforma física.

Ser un diseñador o comunicador visual en esta época implica ser osado y audaz con las ideas, lograr combinar la disciplina con la flexibilidad de espíritu que nos permita crear algo auténtico, único y expresivo en vez de limitarnos a sólo consumir lo pensado por otros. Para ello es necesario construir espacios colaborativos que nos permitan hacer que sucedan las cosas sin miedo a fracasar o ser ridiculizado, que apelen al sentido de originalidad y despierten sentimientos de rebeldía. Cuyo eje rector sea el amar el aprendizaje por sí mismo, espacios donde se pueda dedicar tiempo a intercambiar conocimientos con otros seres, donde se aprendan técnicas y formas de ejecutarlas, no sólo para los productos de cultura, sino incluir un servicio en beneficio de la comunidad. Estrechar el rezago entre el conocimiento de individuos y sociedades. Mantener resguardados y compartir los valores que los identifican en un lugar donde, al explorar las posibilidades, no haya temor de tener nuevas ideas y buscar llevarlas a cabo siendo capaces de visualizar el esfuerzo que ellas requieren de nosotros.

Agradeciendo, aunque sin conformarnos con los conocimientos que hemos adquirido en nuestro aprendizaje tradicional y escolarizado, consideremos el pensamiento como una extensión de la visión que nos permite ver más cosas en el mundo, y la creatividad como la aptitud para expandir esa visión más allá de los límites convencionales. Las personas creativas pueden examinar un fenómeno desde diferentes ángulos. Ver el cómo en lugar del qué, centrarse en la estructura, en cómo se relacionan las partes con el todo. Prestemos más atención a las relaciones entre las cosas, porque eso nos dará más sensibilidad para apreciar el panorama en su conjunto. Combatir las tendencias generalizadoras del cerebro es una manera de estar más cerca de la realidad. El mayor impedimento a la creatividad es ser impaciente, desear apresurar el proceso para expresar algo y causar sensación.

Si somos capaces de ver en cada error, revés o fracaso como una prueba en el camino, cómo una semilla plantada para su cultivo, que debemos aprender a realizar, comprenderemos que ningún momento se desperdicia y si realmente nos concentramos y ponemos atención aprenderemos las lecciones inmersas en cada experiencia. 

(Publicado el 17 de mayo de 2019)

Referencias

  • Ende, M. (1972) Momo. Alfaguara. Madrid.
  • Greene, R. (2013). Maestría. Editorial Océano de México. México. Pag 226
  • Han, B. C. (2012). La sociedad del cansancio. Herder. Barcelona.
  • Nemeth, C. J. (1986). Differential contributions of majority and minority influence. Psychological Review, 93(1), 23-32. http://dx.doi.org/10.1037/0033-295X.93.1.23

[1] Han, B. C. (2012). La sociedad del cansancio. Herder. Barcelona, p.117.

[2] Nemeth, C. J. (1986). Differential contributions of majority and minority influence. Psychological Review, 93(1), pp. 23-32.

[3] Han, B. C. (2012). Op. cit. p. 45

[4] Han, B. C. (2012). Op. cit. p. 117

[5] Ende, M. (1972) Momo. Alfaguara. Madrid.

[6] Greene, R. (2013). Maestría. Editorial Océano de México. México. Pag 226

[7] Greene, R. (2013). Op. cit.

Diseñadora gráfica egresada de la ENAP (hoy FAD), UNAM, se ha planteado como objetivo de vida resolver necesidades de comunicación de una manera congruente, con una visión del mundo orientada, a que la integridad ambiental, el bienestar social y la eficiencia económica se unan para brindar un buen servicio. Su pauta a seguir son la creatividad intelectual, la conducta responsable, un entrenamiento formal que permite el aprendizaje metacognitivo y autorregulado

Deja una respuesta

EDICIONES

artículo anterior

Observando la realidad a través de la falsedad: El cine de Yorgos Lanthimos

artículo siguiente

Una historia cochinchinesa o la observación de una antigua pieza editorial

otros artículos

Pequeñas grandes cosas

Por Blanca Alicia Carrasco Lozano. Cada día nos despertamos con noticias que dan terror, al menos a mí me ponen a temblar
ir alinicio

Don't Miss