Creatividad

28 enero, 2014

Por Francisco Mendoza Pérez.

Uno de los principales elementos, tal vez el más valorado y con seguridad el que resulta fundamental para el desarrollo, ejercicio y dominio de las actividades artísticas es la creatividad.

Con ella conseguimos articular, si dominamos la parte técnica de una expresión artística en particular, los contenidos obtenidos en favor de un mayor alcance y profusión. La respuesta creativa puede ser sorprendente –de ello la admiración que provoca en los demás, al momento en que, invariablemente, se advierte el grado de originalidad de un artista.

No son solamente las características técnicas, lo que entendemos como técnica depurada –que puede incluso alcanzar niveles de virtuosismo– sobre las que debe alcanzarse el control, sino que resulta preciso ir aún más allá para llegar a esos niveles magistrales para que pueda, de esa manera, colocarse a una obra en el nivel de lo que podría ser considerado como algo extraordinario.

Sin la vigorosa presencia de la creatividad la obra realizada permanece muda, fría y plena de limitaciones. Lo que tenemos entendido y reconocido como la gran obra de arte resulta de sus atributos que deben mostrarse inusuales, inéditos, extraordinarios. Aún los grandes artistas logran concebir sólo unas cuantas creaciones, que podrán ser consideradas como obras maestras, a pesar, incluso, de su notable desempeño.

No es fácil abordar el asunto relacionado con la manera en que se obtienen respuestas creativas de manera segura e inmediata. Sin embargo, a medida que se estudia más profundamente y de mejor manera el complejo relacionado con los resultados obtenidos por el artista, sí es posible que logren establecerse un conjunto de estrategias usadas por él que podrían ayudar a que se consiga una formulación que nos lleve a establecer una aproximación de carácter más objetivo.

Desde luego, existen unas cuantas personas con capacidades innatas que presentan habilidades, más o menos definidos, en torno a su labor creativa y cuyos perfiles han sido estudiados con el fin de entender la manera en cómo operan y por qué aparecen este tipo de virtudes en los seres humanos –aunque se considera que este tipo de respuestas se presentan también en los animales, bajo ciertas circunstancias y necesidades– sin embargo, ello no resulta suficiente para remitir al reconocimiento puro de dicha manifestación y garantizar que tal proceso le es exclusivo a individuos cuyo pensamiento podría ser considerado de orden superior.

Para el caso de las artes plásticas, la creatividad no sólo es un recurso útil sino que ella resulta necesaria en tanto que permite solventar, de una manera más amplia y eficiente, la problemática de alcanzar mejores niveles de expresión en torno a las ideas y a los contenidos. Mucho se ha estudiado sobre cuáles han sido las cualidades fundamentales que han llevado a los artistas a alcanzar sus objetivos destacándose como algunas de sus posibles causas –tanto de orden social como económico– condiciones de la personalidad relacionadas con la tenacidad, la perseverancia, la audacia, la tolerancia a la frustración (que se tiene frente a innumerables intentos) y las aptitudes. Asimismo, se destacan algunas otras de carácter biológico relacionadas con las condiciones innatas. Por otra parte, otra de las cualidades fundamentales relacionadas con ella está asociada al grado y control que se tiene sobre el poder de la intuición –el cual se canaliza de manera directa con el desarrollo del potencial creativo. Asimismo, para alcanzar una respuesta insólita u original frente a un problema y plantear así una solución inusual, resulta necesario contar con un ángulo de visión poco convencional que permita el manejo de un mayor número de opciones a fin de escoger, la que resulte ser más creativa.

Con frecuencia observamos manifestaciones, por medio de las cuales se pretende alcanzar la dimensión de lo artístico, sin embargo, dichas manifestaciones sólo representan, a lo mucho, algún nivel estético o expresivo dado que no existe en ellas la presencia del auténtico espíritu creador y carecen del sentido innovador, al cual nos hemos referido, lo que hace que resulten de ellas –o que formen en su conjunto– sólo expresiones reiterativas. Para innovar, entonces, resulta necesario tener conocimiento sobre lo que ya existe para no incurrir en el redescubrimiento inocente y desapercibido del “hilo negro”.

Lo más lamentable, a este respecto, resulta cuando la persona, poseída por una especie de “voluntarismo” ciego, olvida la razón fundamental del Arte: La creación –como refería el Maestro Juan Acha, en sus cátedras y en sus textos en torno a la creatividad– , y que, dejándose llevar por sus emociones, se lanza a la aventura quimérica y romántica pretendiendo con ello, colocarse, como por gracia divina, en la dimensión antes referida, buscando trasladar, además –como en una especie de efecto de resonancia, las más de las veces, fallida– pensamientos o “sentimientos” lo suficientemente vagos como para ser incapaces de incorporar en su obra elementos que muestren un intento que esté encaminado en superar sus propios límites.

El alcanzar cierto nivel de creatividad no es, por supuesto, un asunto fácil pero las evidencias saltan a la vista y marcan la diferencia que se establece entre el artista creativo y el que no lo es. No se obtienen los resultados esperados tan sólo con desearlos. Se es víctima, con mucha facilidad de la arrogancia. El artista trabaja entonces buscando el reconocimiento y no la creación. El artista reconociéndose como víctima sostiene que lo es, debido a la envidia o la incomprensión. Resulta necesario intentar cambiar los patrones de pensamiento que se han vuelto costumbre para descubrir o entender cuáles son los determinismos que rigen los principios de la creatividad.

Por su naturaleza, la creatividad, se convierte en un ámbito extenso y la dinámica del pensamiento que le da forma al proceso creativo tendría que estar acorde a los espacios de posibilidad establecidos para que este tipo de manifestación se logre. En este sentido, la estructura de pensamiento tendría que abandonar la rigidez para estar en las condiciones de poder vislumbrar los caminos por los que no se ha transitado.

Brocha 2
El alcanzar cierto nivel de creatividad no es, por supuesto, un asunto fácil pero las evidencias saltan a la vista y marcan la diferencia que se establece entre el artista creativo y el que no lo es.

Es un asunto de elección, pero no sólo de ello, sino que, además, el artista tiene que observar y entender la sustancia de las opciones; estimular la búsqueda; exponerse y aceptar que no es, por sí mismo, el pensamiento ilusionado –reducido al ámbito de las emociones– lo que conduce al arte. Georges Braque, en torno a lo anterior, hace una gran aportación –entre otras– cuando dice “amar la regla que corrige la emoción”. Es obvio que Braque hubo notado que el pensamiento inflamado conduce a menudo a donde conduce el canto de las sirenas. Con gran facilidad se puede uno desviar del trayecto del objetivo. No es sólo el pensamiento estimulado, o sobre-estimulado, lo que lleva a la creación. La creatividad –bajo ciertos términos– es la disociación del pensamiento recursivo, la manifestación del pensamiento divergente y está dirigida a la realización práctica de un producto nuevo y útil, pero si se separa o aísla (como sucede con frecuencia en muchos casos) del pensamiento lógico se da paso a una especie de creación auto-complacida en el sentimiento descarriado que deriva en el extravío o en un expresionismo amorfo consecuente con las visiones e ideas epifánicas.Existe una miríada de enfoques y propuestas en el análisis de lo que es en verdad la creatividad, –dejando de lado prejuicios y categorizaciones vanas– y algunos intentos de explicar a qué se debe que aparezca en ciertos individuos en relación con otros –o sobre la expectativa de esta facilidad mental.

De acuerdo con lo anterior, cabe preguntarse, por un lado: ¿por qué hay pocas personas creativas?, y ¿Cuáles son las razones o las causas aparentes de que ello suceda? La palabra creatividad, en sí misma, como el lexema proveniente del latín no tenía fuerte representación en la visión antigua donde sería útil plantear como evidencia. Citando la línea en la que Platón pregunta, en La República: “¿Habríamos de decir, que el pintor crea algo?” a lo que él mismo responde: “Ciertamente no, el meramente imita”. De acuerdo con lo anterior, el individuo no era visto como la causa directa de la creación sino que este puesto estaba reservado a las entidades divinas y su connotación difería enormemente de lo que hoy se entendería como el proceso creativo –y del beneficio de éste para el hombre en sus actividades innovadoras que no son más que la aplicación de ideas que sirven para formular un producto que surge de la divergencia del patrón de pensamiento recurrente.

El lazo íntimo, y a la vez etéreo, que une a la imaginación con la creatividad, como conceptos deseables en la producción artística, no fue propuesto sino hasta la época del Renacimiento donde el hacedor era visto como el responsable de un don propio y no como la hechura indirecta sino más bien como una obra o manifestación de lo divino. Podríamos entonces sentirnos estimulados a creer que la creación humana partiría entonces del principio de imagen y semejanza, descrito en el antiguo testamento en una imitación de Dios.

El Online Dictionary Reference, vagamente traducido, define al término como la habilidad de transcender ideas, tradiciones, reglas, patrones, relaciones o similares y de crear nuevas ideas de significancia, formas, métodos, interpretaciones. Después, este mismo diccionario, propone como usos mutuamente exclusivos a la originalidad, la progresión y la imaginación. Creatividad, en el desempeño de las artes –ejemplificada superficialmente– supone al menos una capacidad para la “re-creación”. La implementación de nuevas formas a partir de las ideas existentes es el particular producto de la innovación toda vez, claro está, de que, después de haber seguido un desempeño vigoroso creativo, la participación de la intuición, la imaginación, el azar y el inconsciente, se encuentren presentes. Es un hecho, y que además ha quedado demostrado a medida que se han ido implementando metodologías y estrategias para garantizar su desarrollo, que la creatividad puede mejorar las técnicas de estudio y enseñanza.

Con referencia al impacto que genera en el individuo la interrelación social desde los niveles básicos de educación, y cuyo efecto resulta –paradójicamente– completamente opuesto a lo deseable, la situación se vuelve más bien lamentable si nos referimos al terreno de los procesos que debieran ser determinantes para incidir en el desarrollo de la creatividad en las personas. Al respecto, podemos citar las interesantes observaciones del Profesor Fernando Alberca, en España quien expone que:

“Si un maestro pide a un niño que dibuje un paisaje y el crío es muy original y pinta todo de negro, el profesor le rectifica; el profesor no está preparado para ser sorprendido y, habitualmente, no le gusta ser sorprendido; el profesor quiere que las respuestas en los ejercicios y en los exámenes se ajusten a lo que dice el libro o él ha explicado, y eso limita el potencial de los niños, los hace más torpes y menos inteligentes porque utilizan poco la imaginación, no se les deja ser creativos, y así pasa que, cuando salen de primaria, y aún más de secundaria, son menos creativos que cuando llegaron a la escuela”

Si partimos del hecho de que esto es una realidad no sólo en Europa sino también en Latinoamérica, podemos entender cómo las ideologías implementadas por el poder público establecen códigos para la sujeción y el control; para la manipulación: directa o indirecta, de las formas de pensamiento más avanzadas imbricando deformaciones, mediante políticas imperantes de mecanización, sobre el espíritu de búsqueda e investigación naturales.

Con frecuencia la curiosidad se advierte como un hecho reprobable. No se da por bien visto en nuestras culturas ni el desarrollo ni las manifestaciones de la imaginación por más que se presuma lo contrario. Existe, por tanto, una condena anticipada a los principios de la originalidad y a los productos de la creación, de ello, quizás, derive nuestra principal limitante.

Tradicionalmente el artista en ese contexto resulta subversivo. No atiende las normas frente a las cuales se rebela. De hecho, esa es una de las características del principio creativo, plantear un sentido “marginal” que aporte mayor flexibilidad al pensamiento. Sin ella la creatividad resultaría imposible.

Fuentes de consulta:

  • Sánchez Burón, A. y De la Morena Taboada, M., »Pensamiento Creativo» (2002).
  • Jodorowsky, Alejandro, »Psicomagia», Editorial “Siruela” (2005).

El autor es Profesor adscrito a la Facultad de Artes y Diseño Plantel Taxco de la UNAM.
Contacto: agtapies@hotmail.com
(28 de enero de 2014)

Licenciatura en Artes Visuales con orientación en Pintura y Grabado, ENAP, UNAM. Estudios de Maestría en Artes Visuales con orientación en Pintura y Grabado, Academia de San Carlos, UNAM. En la actualidad es académico de la FAD en el Plantel Taxco

Deja una respuesta

EDICIONES

artículo anterior

¿Cómo se cocina una revista?

artículo siguiente

Joel-Peter Witkin. Una toma en primer plano

otros artículos

Dinámicas metodológicas en la pintura

Por Francisco Mendoza Pérez. Dimensión. Jerarquía espacial de los elementos contenidos en un espacio pictórico Comencemos refiriéndonos a lo que consideramos, primero
ir alinicio

Don't Miss