El acto [de fotografiar] busca situaciones nuevas, nunca antes vistas;
se esfuerza por encontrar lo improbable; busca información.
Vilém Flusser, Hacia una filosofía de la fotografía
Publicado: 5 de febrero, 2025
La imagen fotográfica es parte indiscutible de nuestra formación visual; es una herramienta decisiva en el devenir de la cotidianidad desde su invención, concebida por Joseph Nicéphore Niépce[1] en el siglo XIX –y perfeccionada por tantos otros–; ha constituido una de las formas más fiables de registrar y percibir el entorno, o al menos en esa capacidad hemos depositado nuestra confianza. La imagen fotográfica ha sido testigo de prácticamente todo: desde diminutas entidades microscópicas hasta monumentales galaxias. También cada detalle de lo que concierne al ser humano, tanto su hábitat como sus hazañas, e incluso sus desgracias.
Como sabemos, la fotografía se convirtió en un elemento fundamental en la consignación de los acontecimientos y de la historia del ser humano, puesto que, además de ofrecernos la posibilidad de crear testimonio y archivo, era depositaria de la confianza y de la veracidad: lo que la lente captaba y trasladaba a un soporte fotosensible se convertía en una verdad irrefutable. O casi.
Y no sólo eso, en las manos adecuadas también ha sido una herramienta idónea para la creación de obras artísticas. Tras haber rivalizado un tiempo con la pintura, se afianzó indiscutiblemente como un vehículo más de la creación artística, cuya plasticidad sin duda alcanza tintes poéticos. Una vez reconocida por completo en el gremio artístico, desarrolló su propio lenguaje y temáticas.
Hoy en día contamos con equipos fotográficos de alta calidad en nuestros bolsillos, cada vez más poderosos y cada generación más compactos.[2] La democratización de la fotografía ha sido consumada: todos –y con eso podemos afirmar de modo categórico: “todos en absoluto”– podemos hacer fotografías prácticamente a costo nulo. De tal suerte, parece que no hace falta contar con alguna formación para hacer fotografías –en apariencia, el ideal de la empresa que George Eastman[3] fundó al fin se ha cumplido–. La imagen fotográfica se ha vuelto omnipresente, se ha potencializado, sigue apareciendo tanto en los medios tradicionales que todos conocemos como en la sobreabundancia infinita que puebla –hasta la locura– el mundo digital: redes sociales, streaming, medios de comunicación, etcétera.
En un polo del universo de las imágenes mecánicas,[4] se sitúa la prodigiosa velocidad para crear imágenes, así como la voracidad por consumirlas (en las redes sociales les damos una oportunidad de dos segundos); situada en contrapunto, sabemos de la escasa o nula revisión o edición posterior (mucho menos se le dedica a la impresión para su preservación adecuada): nuestras tarjetas de memoria, discos duros y demás dispositivos se saturan de fotografías que nunca —es lo más probable— volveremos a revisar ni mucho menos a emplear. Fotografiamos para jamás volver a ver nuestras imágenes. Fotografiamos como si se tratara de un sucedáneo del momento presente, no para vivir éste. ¿Será que preferimos ver a través de un dispositivo en vez de experimentar el ahora?
Detengámonos a reflexionar sobre el inexplorado y vasto rubro que las imágenes generadas con inteligencia artificial brindan, las recientemente nombradas “sintografías”.[5] Alucinantes e insospechadas creaciones que asombran, puesto que algunas –a causa de lo aleatorio, insólito y extravagante de su composición– parecen haber aflorado de una pesadilla. De manera categórica, afirmamos que distan de ser fotografías, pues se alejan del fenómeno de la luz que incide en un soporte sensible, ya sea químico o electrónico. Además, deberíamos cuestionarnos dónde ha quedado la veracidad, ¿o acaso hemos acordado en deshacernos de ella y aceptar tales imágenes sin reflexionar, sin hacerles digestión? ¿Cuál debe ser la función de las imágenes creadas con la participación activa y cada vez mayor de la inteligencia artificial? Esto no es sólo un cambio tecnológico, y tal vez no lo hemos dimensionado… ¿acaso estamos a las puertas de una nueva revolución en la producción de imágenes? Parece que sí, que tal vez nos encontramos en el umbral: de acuerdo con Klaus Schwab,[6] hemos entrado a la “cuarta revolución industrial”.[7]
A causa de lo anterior, la responsabilidad y la reflexión para crear imágenes de calidad, suponemos, debe ser mayor. ¿Qué diferencia existe entre un profesional de la imagen y un aficionado? ¿En dónde estamos situados y hacia dónde nos dirigimos? ¿Éste es el fin de la labor del fotógrafo como lo conocemos? ¿Qué implicaciones éticas tiene el uso de sistemas de inteligencia artificial para la creación de ideas originales?
Ubicados en medio de este escenario convulso, donde la confiable y estética imagen fotográfica de antaño ha dejado de serlo, y apuntando a la búsqueda de desentrañar esta complejidad multifactorial, hemos invitado a reflexionar al respecto a diversos expertos en el área, tales como fotógrafos, investigadores y docentes, en vista de que atravesamos una época vertiginosa, colmada de cambios sensibles y profundos.
Este grupo de colegas ha vertido sus análisis y opiniones en torno a los retos actuales y a las perspectivas que se vislumbran a futuro. Con ello esperamos aportar a la reflexión algunos puntos de vista, depositados cuidadosamente en los artículos que conforman la presente edición 45 de nuestra revista.
Favorablemente, a partir de hoy –en el doceavo año– damos apertura a una nueva época en la vida editorial de .925 Artes y Diseño. Saludamos al horizonte lejano que abre nuevos retos y nuevas perspectivas a esta publicación.
“Por mi raza hablará el espíritu.”
Agradecemos el entusiasmo y la participación de los siguientes colegas: Gale Lynn Glynn, Corinna Rodrigo Enríquez, Arturo Rosales Ramírez, Tiberio Zepeda Prats, Elizabeth Casasola Gómez, Mauricio García Arévalo, Patricia Luna González, Omar Nieva García, Alfonso Heredia Arriaga, Mayra Huerta Jiménez, Asdrúbal Letechipía García y Juan Manuel Sánchez González. ¶
[.925 Artes y Diseño, Año 12, edición 45]
Referencias
- Morán, I. (2023, 27 de marzo). Sintografía: la creación de imágenes con IA ya tiene nombre. Photolari. https://www.photolari.com/sintografia-la-creacion-de-imagenes-con-ia-ya-tiene-nombre/
- Flusser, V. (1990). Hacia una filosofía de la fotografía. Ciudad de México: Editorial Trillas.
- Schwab, K. (2017). La cuarta revolución industrial. Ciudad de México: Debate.
[1] Joseph Nicéphore Niépce (Chalon-sur-Saône, 1765-Saint-Loup-de-Varennes, 1833). Físico, litógrafo, inventor y científico aficionado de origen francés.
[2] Aun cuando no deja de rondarnos la discusión acerca de las carencias, en lo referente a calidad, que la imagen fotográfica ofrece.
[3] George Eastman (Waterville, 1854-Rochester, 1932). Empresario estadunidense, fundador de la Eastman Kodak Company e inventor del rollo de película.
[4] De acuerdo con lo expuesto por Vilém Flusser, Hacia una filosofía de la litografía, p. 17: “La imagen técnica es aquélla producida por un aparato. A su vez, los aparatos son producto de los textos científicos aplicados; por lo tanto, las imágenes técnicas son producto indirecto de los textos científicos”.
[5] Traducción directa del inglés “syntography”. La palabra proviene de la fusión de “synthesis” y “photographer”, y se propone como nombre para este tipo de imágenes creadas con sistemas que utilizan inteligencia artificial. Véase Iker Morán, “Sintografía: la creación de imágenes con IA ya tiene nombre”, en https://www.photolari.com/sintografia-la-creacion-de-imagenes-con-ia-ya-tiene-nombre/
[6] Klaus Martin Schwab (Ravensburg, 1938). Economista y empresario alemán conocido por ser el presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, organización de la que es fundador.
[7] De acuerdo con Klaus Schwab, La cuarta revolución industrial, p. XX: “estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes”.