Revista .925 ARTES Y DISEÑO

año 11 / edición 44 / noviembre 2024 - ISSN: 2395-9894

Estructuras de poder que nombran o anulan: Angelina Beloff con luz propia

5 agosto, 2022

Por Yazmin Rosales Espinoza.–

Introducción

En el marco de los 100 años del muralismo en México, un movimiento que dota al país de identidad y lo llena de orgullo, resulta importante recordar todas aquellas voces, ideas y personajes que permitieron hacer de este movimiento cultural y social uno de los grandes capítulos de la historia del arte mexicano. Pero aún más importante es nombrar aquellas voces y los esfuerzos que vienen de las mujeres que aportaron con su obra al movimiento y a la época; y pensar en sus identidades. De acuerdo con ello, en esta breve nota hablaré de la artista Angelina Bellof.

“Retrato de Angelina Bellof”, Autor: Diego Rivera, Año: 1918, Técnica: óleo sobre tela, Colección: Museo Estudio Diego Rivera.
“Retrato de Angelina Bellof”, Autor: Diego Rivera, Año: 1918, Técnica: óleo sobre tela, Colección: Museo Estudio Diego Rivera.

La creadora

Angelina Bellof fue una artista decidida y con notable disciplina artística, nació en San Petersburgo en 1879. Hija de padre abogado y madre ama de casa, deja ver en sus memorias, redactadas cuando tenía 85 años, datos que revelan lo que su padre representó para ella, considerándolo como de una gran influencia:

Mi padre para asegurarnos la existencia entró a trabajar como empleado en el Senado… llegaba a casa con enormes legajos que estudiaba por la noche mientras nosotros hacíamos las tareas escolares. Casi siempre eran casos de litigio entre campesinos por el reparto de la tierra, y no en pocas ocasiones mi padre nos leía esos expedientes, deseoso de conocer nuestra opinión sobre sus propios juicios. Él fue quien me inculcó ese profundo sentimiento de la justicia que en tantas ocasiones ha guiado mi pensamiento y mi manera de actuar”[1]

En esa época las mujeres tenían restringido el acceso a la educación superior, pero los padres de Angelina deseaban que se dedicará a la medicina, así que hicieron todo lo posible por proporcionarle educación. Ella sabía que quería pintar, así que, siguiendo ambos apoyos, se inscribió a los “Cursos de Estudios Superiores para Mujeres” y tomó diversas clases de ciencias, mientras que por las noches tomaba cursos de Artes. Posteriormente ingresó a la Academia Imperial de las Artes en San Petersburgo, donde su interés por el dibujo creció.

Al principio, acorde a la época –caracterizada por las restricciones que las mujeres padecían–, el acceso a los estudios de dibujo con modelo al natural le fue prohibido, así que primero realizó estudios sobre naturalezas muertas y en yeso de las obras de los clásicos a las que tenía acceso, no sin de dejar de considerar al dibujo como una disciplina que dota, a quien lo practica, de muchas herramientas para el conocimiento.

Otra de las aportaciones que su padre le heredó fue su fuerte sentido de justicia social, esto la llevaría a participar en una huelga estudiantil, un hecho que marcó su estancia en la Academia.

Durante mi segundo año en la universidad se desató una huelga de estudiantes en protesta contra el gobierno por la muerte de una joven estudiante que había sido encarcelada por motivos políticos en la fortaleza de Pedro y Pablo. Decían que se había suicidado echándose encima el petróleo de la lámpara y prendiéndose fuego. La razón, según contaban, fueron los malos tratos de sus carceleros y el atentado de violación. Yo comprendía la indignación que había provocado aquello, pero no entendía por qué la forma de protesta era dejar de estudiar. Consideraba que se podía organizar una manifestación por las calles contra esta iniquidad.”[2]

A pesar de este incidente continuó con sus estudios, pero, posteriormente, sería expulsada, así que comenzó a estudiar en academias privadas. En 1909 con muchas dudas, pero gracias a la herencia (aunque poca) que sus padres le habían dejado, se mudó a Paris y se inscribió en el taller de Henri Matisse[3], en esa ciudad conoció además a Maria Blanchard[4] y a los mexicanos Diego Rivera[5], German[6] y Lola Cueto[7], (estos dos últimos serán la clave para su llegada a México), entre muchos otros.

“Camino de Guanajuato”, Autor: Angelina Bellof, Año: 1950. Técnica: Gouache sobre papel, Colección: Museo Mural Diego Rivera.
“Camino de Guanajuato”, Autor: Angelina Bellof, Año: 1950. Técnica: Gouache sobre papel, Colección: Museo Mural Diego Rivera.

La aventurera: su llegada a México

Angelina Bellof es parte de las mujeres pioneras que llegaron a México, a inicios del siglo XX, para incluirse en su universo artístico, en el contexto de la reinstalación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en 1921, y bajo un ambiente cultural y artístico naciente, que en estos años se nutría de aires socialistas[8]. Bellof se mudó al país en 1932, en ese tiempo se le concedió, en una escuela de la SEP, el trabajo de maestra de dibujo. Es justo a partir de esa labor desde donde realizará una de su mayores aportaciones a la época: la metodología de enseñanza del dibujo, que entrelaza sus concepciones sociales y filosóficas, pero, principalmente, desde la que hará manifiesta la importancia de que sea durante la niñez donde deba incorporarse en las prácticas escolares al dibujo como una disciplina más, en tanto, el dibujar, y la observación del medio que se requiere para ello, potencializa la imaginación y la memoria; su segunda gran aportación fue el teatro de muñecos, que también es conocido como teatro guiñol[9].

Dichas ideas, y otras más, quedaron plasmadas en la revista el “Maestro Rural”[10]. En esta publicación resaltó abiertamente que la experiencia del dibujo daba cuenta de la realidad social y del entorno del ser, considerándola como una necesidad de aprendizaje tanto para el maestro como para el alumno.

Dicho método lo concibe y lo divide en tres momentos, considerándolo como de “distintos grados de dificultad:

  1. Adiestramiento y dibujo exacto de Análisis.
  2. Observación y memorización.
  3. Creación por medio de la imaginación y la memorización.”[11]

La enseñanza en la Escuela Rural y el teatro de muñecos, o teatro guiñol, se convirtieron en la actividad por la que más se le reconocería y recordaría, ya que, durante sus años de vida, Angelina Bellof, realizó traducciones, produjo títeres, escenografías, e ilustraciones, demostrando las grandes posibilidades que este recurso ofrece para el conocimiento y el aprendizaje.

“El teatro de muñecos tiene tres tipos que representan plásticamente tres grados: los planos o de sombra, los muñecos de guante que representan el relieve y los muñecos de hilo, cuyas tres dimensiones evolucionan en un espacio total. Estos tres tipos de muñecos pueden ser utilizados por los profesores de acuerdo con el desarrollo psicológico del niño, por ejemplo, el teatro de sombras se acomoda mejor a los primeros años escolares, por la mayor facilidad que requiere su ejecución, posteriormente los títeres de guante serán utilizados para motivar a los alumnos mayores y los de hilo o marioneta para estudiantes de grados superiores.”[12]

El fuerte trabajo pedagógico que desarrolló Bellof en la enseñanza del dibujo, y a través del teatro de títeres, se visualizó en cada una de las primarias, jardines de niños, escuelas rurales, y en las personas adultas analfabetas de todo el país, que tuvieron contacto con sus ideas. Todos los estudios y el trabajo en el teatro de muñecos, la llevó a ser comisionada para que estudiará de manera más profunda sobre el tema de los títeres, de esta forma escribió el libro “Muñecos animados. Historia, técnica y función educativa del teatro de muñecos en México y en el mundo”[13]. Asimismo, en 1945, después de haber formado parte de la creación de la Escuela de las Artes del Libro, llegó a ser parte de la Sociedad Mexicana de Grabadores.

Angélica murió a los 90 años y en su trabajo como artista encontramos más de 300 obras, entre las que destacan, aproximadamente 163 grabados, 58 acuarelas, 16 tintas y 75 oleos.

“Máscaras y muñecos”, Autor: Angelina Beloff, Año: 1955, Pintura, Técnica: óleo sobre tela, Dimensiones:  60 cm. Alto y 71 cm. Ancho. Colección: Arte mexicano del siglo XX y XXI, Museo de Arte Moderno.
“Máscaras y muñecos”, Autor: Angelina Beloff, Año: 1955, Pintura, Técnica: óleo sobre tela, Dimensiones: 60 cm. Alto y 71 cm. Ancho. Colección: Arte mexicano del siglo XX y XXI, Museo de Arte Moderno.
Angelina Beloff y su hijo Diego Miguel Ángel Rivera Beloff, 1917.
Angelina Beloff y su hijo Diego Miguel Ángel Rivera Beloff, 1917.

Recordando a Angelina Bellof

La historia de Bellof es un ejemplo de cómo se cuenta la historia de las mujeres de la época y en algunos casos de la forma en que se hace mención sobre su trabajo que queda como la única huella de su existencia, la misma que, en este caso, se nutre gracias a sus memorias ya que en ellas se describe aquel ambiente que fue el estímulo de su imaginación a edad temprana. En ellas se narran sus largas caminatas que aprovecha para dibujar su entorno; a través de ellas sabemos cómo se le procuró el acceso a la educación –que en gran medida se debió a las enseñanzas de su padre– y cuáles fueron los aspectos que le garantizaron el contacto con el arte.

Hasta aquí contamos con elementos para creer saber quién era Angelina Beloff; una historia ilustrativa de una mente generosa y curiosa, pero, pese a este encuentro con su obra artística y sus memorias, poco se ha difundido acerca de su trabajo y, o bien, su nombre siempre se pone en función del de Diego Rivera. Resulta relevante a este respecto mencionar que el arte como otra disciplina humana se estudia con diferentes métodos y herramientas, pero el caso particular de Angelina ilustra la diferencia que puede dársele a un enfoque objetivo por el simple hecho de ser mujer y pertenecer a cierta época, por lo cual es de hacer notar la forma en que desde la cultura se le adjudican términos como “la primera esposa de Diego Rivera” o “la otra Frida Kahlo”.

A propósito de estos términos con los que se le ha etiquetado, la historiadora Louise Noelle, relata:

“Finalmente tenemos que concluir con la propia visión que nos queda de esta mujer de origen ruso, que siempre tuvo una vida difícil, llena de privaciones, en un momento histórico poco propicio. Sin embargo, también se puede decir que tuvo la ‘enorme suerte’ de conocer y convivir con Diego durante más de diez años, con todo y sus interrupciones, lo que fue decisivo en su vida, y no así en la de Rivera, aunque ésta haya sido una de sus relaciones más largas. Nos preguntamos aquí cuál fue la razón de esta prolongada unión, sobre todo conociendo la vida apasionada que después mantuvo el célebre muralista, sabiendo que ella no era ni excesivamente guapa, inteligente, genial o rica y que además era siete años mayor que él ¿sería su bondad y dulzura que se trasluce en el texto, su eterno perdón al descarriado, su postura maternal, interés común? Nunca lo sabremos, por lo que tan sólo queda una especie de nostalgia al saber que no se le podrá preguntar y que en su vida nadie se preocupó demasiado por ella…Todo en un texto de amable lectura e innegable interés, en cuya sección gráfica también descubrimos la imagen real de Angelina Beloff y parte de su quehacer de artista”.[14]

Pero ¿Qué determina nuestra identidad realmente?, Estella Serret define la identidad de la siguiente forma:

“Comenzar a comprenderla como un sitio, nunca fijo, siempre fluctuante, resultado del cruce entre la autopercepción y la percepción social. Toda identidad tiene un carácter imaginario, lo cual significa que se integra por un conjunto de significados, constituidos socialmente y organizados por un orden simbólico. Este hecho implica que las identidades dependen de un agregado de ilusiones para preservar la ficción de unicidad. Lo interesante es que esas ilusiones subjetivas, imprescindibles, son llanamente contradictorias con los procesos fácticos que configuran la subjetividad.”[15]

Es interesante pensar en las remembranzas que se han hecho en torno a su identidad. Tras la poca bibliografía que se tiene sobre ella, los estudios historiográficos se han visto nutridos por los escritos de todas aquellas personas que rodearon su entorno, dotando así a Angelina Beloff de “ciertos atributos”, al respecto, rescato dos comentarios más sobre su identidad, el primero de la revista Monograma de 2019, hecho por la columnista Ana Paula Guerrero Olavarrieta, de la Universidad Iberoamericana:

“Angelina Beloff era una mujer tranquila, discreta y a la vez resignada por el desamor que sufrió de Diego Rivera, el único esposo que tuvo. Ella aceptó que, aunque había llegado a México para buscarlo, Rivera ya había creado otra vida con Frida Kahlo, quien lo acompaño durante su trayectoria como muralista.”[16]

El segundo comentario, que rescato como ejemplo de la construcción de la identidad de Angelina Bellof, corresponde a la Mtra. Laura González Matute, Investigadora de la Coordinación Nacional de Investigaciones, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBA:

“Se le identifica, más que como otra artista, como la esposa que Diego Rivera tuvo en París. Era etiquetada como una creadora mediana, de carácter frágil, lastimada por el abandono del muralista y siempre en espera del reencuentro”.

En el libro de sus memorias, originalmente escrito en francés –por lo que no se sabe si en la traducción se perdió algo más que diera cuenta de su carácter y de su identidad–, se puede leer que pasó por momentos de grandes dudas durante su vida, como cuando mueren sus padres y decide mudarse a Francia; o, también, cuando la incertidumbre de la economía cobra peso sobre ella; así como, cuando evalúa si es correcto regresar o no a su país natal, lo mismo le sucede a su llegada a México.

En la introducción y epílogo de sus memorias, se lee que era alguien tranquila y dedicada a su trabajo, y llama la atención que posteriormente la autora Elena Poniatowska[17] relate en su libro, publicado en 1978, “Querido Diego, te abraza Quiela[18]” –inspirado en cartas apócrifas que la autora imagina–, que la identidad de Angelina Bellof es la de la primera esposa que Diego Rivera deja en Francia.

La relevancia de rescatar estos comentarios sobre la identidad de que se va dotando a Angelina Beloff, no solo es para hablar de ella como mujer en una época complicada para las libertades profesionales y personales que le otorgaba la sociedad a las mujeres, sino también para pensar en cómo es que los relatos y la manera en que se construye la historia van dotando de identidad a los sujetos, además de la forma en que estas identidades se ven inmersas en la cultura y se permean a través del tiempo en las prácticas de lo social, reafirmando estructuras que propician desventajas en el ámbito del reconocimiento social. El caso de Angelina Beloff resulta ser importante porque nos deja ver la sombra bajo la que se estudia la obra artística de una mujer.

Pero esa sombra no es Diego Rivera, Linda Nochlin, en los años setenta desde una perspectiva feminista, en su artículo ‘¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?’, definió algunas de las causas por las que, de manera regular, no han existido nombres de mujeres en el arte. La primera razón, por la que no han resaltado estas “grandes artistas mujeres”, se debe al discurso que los historiadores del arte han hecho, en el caso de Angelina Beloff, su figura es relegada a la de “esposa”, “la amante en espera”, “madre”, “artista mediana”, etc.; y, la segunda razón, subyace al hecho de pensar que cada mujer es una mujer de su tiempo y en función de eso actúa, es decir, su identidad radica en lo que se espera de una mujer en cada etapa de la historia.

Sin embargo, vemos que, en el caso de Angelina Bellof, además de reconocérsele su trabajo artístico y sus aportes a la educación con relación a un contexto específico debería, así mismo, reconocérsele el modo de hacer su vida de acuerdo con los rasgos de su identidad, y no solo como una mujer de una época. Se trata pues de forjar la identidad de una mujer que, si bien obtuvo las herramientas para tener acceso a la educación y que, de alguna manera, contaba con cierta libertad económica, experimentó pasajes en su vida, donde hubo dudas, miedo, desconsuelo; momentos en los que vivió absoluta soledad, elementos que están sujetos a su creación artística y que se corresponden de manera más justa con su verdadera identidad.

“Lo importante es que las mujeres se enfrenten a la realidad de su historia y a su situación presente, sin crear excusas o regodeándose en la mediocridad. Las desventajas, ciertamente, pudieran ser excusas. Sin embargo, no son una posición intelectual. En cambio, al utilizar como una posición de ventaja sus situaciones como desamparadas en el reino de la grandeza y forasteras en el campo de la ideología, las mujeres pueden revelar las debilidades institucionales e intelectuales en lo general. Así, al tiempo que destruyen falsas conciencias, pueden tomar parte en la creación de instituciones en las que el pasamiento claro —y la verdadera grandeza— son retos abiertos para cualquiera, hombre o mujer, con el valor suficiente para asumir el riesgo necesario, el salto hacia lo desconocido.”[19]

Angelina Bellof se adentró a lo desconocido con la única idea en su mente de querer pintar, conocer y expandir el conocimiento –como en aquellos viajes que experimentaba en su infancia–, con la certeza de poder comprometerse con aquello que consideraba justo; abriéndole paso a la idea de considerar, como de suma importancia, al dibujo y al teatro de títeres, en la enseñanza integral. De esta forma, Angelina saltó a un país desconocido con muchas dudas, viviendo su tiempo, pero no comportándose como una mujer de su tiempo; dejando en sus memorias el registro de la clara intención que tenía para su vida, considerando que lo importante es ser libre, pero también, dejando en ellas los elementos suficientes para ser reconocida de manera más justa; para que fuese recordada y nombrada bajo una identidad propia, partiendo de los términos y principios con los que ella se identifica.

“Mientras Diego pintaba sus paisajes puntillistas y otros bocetos, yo hacía dibujos del pueblo a mí modo, con los cuales de vuelta a París hice grabados en metal”.[20]

Dejando así la pregunta en el aire, sobre: cómo se configura el imaginario de la identidad de las mujeres desde las estructuras que las nombran, queda decir que el arte, en el caso de Angelina Bellof, aparece como una manifestación de los recursos visuales, relacionados con los procesos cognitivos y de socialización –con los que ella misma contaba. Será esto, tal vez, el susurro de que existió… dejando pistas de lo que fue, pero no certezas. 

[Publicado el 5 de agosto de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 35]

Fuentes de consulta:

  • Beloff, A. (2000). Memorias. México. UNAM, Coordinación de Humanidades.
  • Cabrera Aquino, G. M. C. (Sustentante: Tesina para obtener el título de licenciado en pedagogía, México, UNAM). (1989). El trabajo pedagógico de Angelina Beloff en el contexto artístico e intelectual de México (1929-1946).
  • Cosío Villegas, D. et. al., (1976). Historia General de México, 2 vols. México, Colegio de México.
  • Guerrero Olavarrieta, A. P. (2017). “Angelina Beloff como misionera cultural: una revalorización de su arte”. Monograma. Revista Iberoamericana de Cultura y Pensamiento, n. 1, pp. 177-193. URL: http://revistamonograma.com/index.php/mngrm/article/view/12.
  • Memorias de la Secretaria de Educación Pública, México. (1993). Talleres Gráficos de la Nación. Tomo 1., p. 338
  • Nochlin, L. (2001). ¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?, Crítica Feminista en la Teoría e Historia del Arte, CONACULTA. FONCA. pp. 17-43.
  • Noelle, L. (1987). Memorias, Angelina Beloff. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas 15 (58), pp.261-263. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.1987.58.1350.
  • Riveros Chávez, M. del C. (2000). (Sustentante: Tesina para obtener el título de licenciado en pedagogía, México, UNAM). Angelina Beloff en México (1932 – 1969).
  • Tepichin, A. M. (2018). “Estudios de género”, en Hortensia Moreno y Eva Alcántara (coords.), Conceptos clave en los estudios de género. Vol. 2. México, UNAM-CIEG.

[1] Bellof, A. Memorias (2000), UNAM, pp.19

[2] Op. cit. pp. 26

[3] Henri Émile Benoît Matisse (Le Cateau-Cambrésis, 1869 – Niza, 1954). Pintor francés.

[4] María Gutiérrez-Cueto Blanchard (Santander, 1881 – París, 1932). Pintora española.

[5] Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez (Guanajuato, 1886 – Ciudad de México, 1957). Pintor cubista y muralista mexicano.

[6] Germán Gutiérrez Cueto (Ciudad de México, 1893 –1975). Pintor, escultor, diseñador de títeres, y titiritero mexicano.

[7] María Dolores Velázquez Rivas, conocida como “Lola” Cueto (Azcapotzalco, 1897 – Ciudad de México, 1978). Escritora, dramaturga, pintora, grabadora, diseñadora de títeres, y titiritera mexicana.

[8] Cosío Villegas, D. et. al., (1976). Historia General de México, 2 vols. México, Colegio de México, p.161.

[9] Cabrera Aquino, G. M. C. El trabajo pedagógico de Angelina Beloff en el contexto artístico e intelectual de México (1928-1946). Tesina para obtener el título de licenciado en pedagogía, México, UNAM, 1989, p.43.

[10] Revista dedicada a la mejora de la calidad de los maestros rurales por medio de consejos técnicos de carácter pedagógico, agrícola, artístico, higiénico y social; donde colaboran distinguidos profesores, agrónomos y especialistas seleccionados en las diversas dependencias de la Secretaría. Memorias de la Secretaria de Educación Pública, México. Talleres Gráficos de la Nación. Tomo 1, 1993, p. 338

[11] Cabrera Aquino, G. M. C. Op. cit., p.63

[12] Cabrera Aquino, G. M. C. Op. cit., pp. 70-71.

[13] Además, colaboró en una colección titulada “Libros del rincón” que editó 30 libros, tres de los cuales fueron ilustrados por ella, ‘El caballito jorobado’, cuento ruso del cuentista Sherjov transcrito al español por Angélica y Germán Cueto, ‘Canción para dormir a pastillita’, original de Miguel N. Lira y ‘El zar saltar’ del ruso Alejandro Puchkin, los mismos que en 1990 se reeditaron por el Centro Nacional para la Cultura y Las Artes con 10,000 ejemplares, y que se encuentra a la venta en algunas librerías Educal.

[14] Noelle, L. (1987). Memorias, Angelina Beloff. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 15(58), pp.261-263. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.1987.58.1350

[15] Tepichin, A. M. (2018). “Estudios de género”, en Hortensia Moreno y Eva Alcántara (coords.), Conceptos clave en los estudios de género. Vol. 2. México, UNAM-CIEG., pp. 137

[16] Guerrero Olavarrieta, A. P. (2017). “Angelina Beloff como misionera cultural: una revalorización de su arte”. Monograma. Revista Iberoamericana de Cultura y Pensamiento, n. 1, pp. 177-193. URL: http://revistamonograma.com/index.php/mngrm/article/view/12

[17] Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor (París, 1932). Escritora, periodista y activista de origen francés con nacionalidad mexicana.

[18] Poniatowska, E. (2021). Querido Diego, te abraza Quiela. México. Ediciones Era.

[19] Nochlin, L. (2001)“¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?, Critica Feminista en la Teoría e Historia del Arte, CONACULTA. FONCA. pp. 43.

[20]   Bellof, A. Memorias (2000), UNAM, pp. 43.

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