Por Daniel Hernández Baltazar[1], Erick Hernández Baltazar[2], Paola Belem Pensado Guevara[3], Abril Alondra Barrientos Bonilla[4], Guerson Yael Varela Castillo [5], Ronald A. Fernández Gómez[6].–
Recientemente, como neurocientífico inquieto y artista amateur, tomé el reto de participar en un concurso nacional de diseño de joyería. La experiencia fue placentera desde tres aristas, la concepción de la idea, la ejecución gráfica, y la interacción con experimentados artistas y orfebres. A mi regreso, invité a colegas con quienes revisamos la fina interacción entre la inspiración, los mecanismos biológicos claves en la labor artística y su contexto psicológico.
El pretexto creativo
La naturaleza es motivo de inspiración para todos, no obstante, quienes basan su labor diaria en la búsqueda de un pretexto creativo, es común que lo encuentren en elementos ya existentes mediante la observación de formas, colores e incluso la percepción de sonidos[7]. En el caso del color, entendido como la cualidad que tiene el objeto para la absorción de diversas longitudes de onda, puede variar dependiendo del clima, e incluso por la cantidad de luz natural asociada a una estación particular del año. Ahora bien, esa característica tan cambiante en algunos objetos es apenas superada como catalizador del proceso creativo, por la forma, la textura, el tamaño, el olor e incluso el sonido que emana del objeto u organismo[8].
Los insectos, por citar un ejemplo, exhiben patrones de color y forma que han capturado la atención de artistas quienes han plasmado estas características en representaciones de arte gráfico, escultura y joyería[9]. Sin embargo, el repudio o fobia que ciertos insectos causan en algunos sectores de la población puede desmotivar a los artistas para tomarlos como referente en sus obras. Por otra parte, en el caso de las aves la experiencia multisensorial se favorece por la coloración de sus plumajes, lo melodioso de sus cantos e incluso por su estrategia de vuelo; no por nada han sido fuente continua para el arte pictórico, musical y terapéutico[10]. Durante exploraciones biológicas donde se carecía de herramientas fotográficas, los expedicionistas contaban con ilustradores quienes con solo una mirada plasmaban en detalle plumajes y colores, como la obra de Louis Agassiz Fuertes[11] quien acompañó las expediciones del Museo Americano de Historia Natural[12] o las pinturas de John Audubon[13], considerado el primer ornitólogo de América, cuya obra ha ilustrado textos y ha sido referencia para guías de campo, e inspirado a una de las sociedades conservacionistas más antigua de América[14].
La vinculación del arte, el diseño y la ciencia se ha convertido en una poderosa herramienta durante el proceso creativo, y como parte de un mensaje de conciencia y educación ambiental[15]. Este enfoque permite aproximaciones multidisciplinarias desde las humanidades y las ciencias naturales para explorar, por ejemplo, los sonidos en aves silvestres[16], o la apreciación “emotiva” del color.
La creatividad y su base neuronal
Los estímulos
El artista debe tener agudeza visual, táctil y auditiva. Nuestra percepción visual depende tanto de la compleja conectividad celular en el ojo y sus proyecciones cerebrales, como de la memoria y el entorno sociocultural de cada individuo[17]. El ojo humano percibe haces de luz de diferente intensidad y frecuencia, lo cual le permite la identificación de formas, texturas, colores e incluso las variantes más sutiles de estos; no obstante, el ojo es la puerta de entrada del estímulo, pero su interpretación se consolida en el cerebro. En términos sencillos, los fotorreceptores son los bastones de la retina que regulan la cantidad de luz que llega hacia la parte trasera del ojo, mientras que los conos están implicados en la percepción del color. Los fotorreceptores liberan el aminoácido glutamato como neuromodulador para comunicarse con células bipolares glutamatérgicas en la capa plexiforme externa del ojo[18]; lo cual favorece que estas células se conecten a las células ganglionares de la retina, y que estas envíen información hacia la corteza visual primaria del cerebro[19]. Curiosamente, los individuos de hábitos diurnos como los humanos poseemos mayor cantidad de bastones que de conos, no obstante, existe una gran concentración y sectorización de conos en la fóvea, lo que en suma es clave para la agudeza visual, percepción de contornos, contrastes y la discriminación del color[20].
En el caso de los sonidos, el circuito inicia con la propagación de las ondas a través del aire[21]. En el caso de muchos mamíferos las vibraciones son recibidas por estructuras como las orejas cuya forma, estructura y movilidad conducen el sonido hasta el oído medio; aquí encontramos una delicada membrana, el tímpano, que permea estas vibraciones para generar movimiento en una cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribillo), los más pequeños del esqueleto. Esta cadena de sucesos vibratorios pasa a una estructura multifuncional en el oído interno que nos recuerda a un caracol, la cóclea, fundamental en el equilibrio y propiocepción[22]. Aquí, un tapiz de células ciliadas son las conductoras de esa energía mecánica vibratoria del sonido en energía eléctrica[23]. No todos los cilios “bailan” al mismo son, algunos solo lo hacen a determinadas tonalidades, y en esa “danza” se generan cambios en la membrana celular facilitando la transmisión del impulso eléctrico a través del nervio auditivo que interconecta estructuras del tronco encefálico y el prosencéfalo culminando en proyecciones a la corteza auditiva; facilitando con ello, la discriminación de cualidades del sonido como la intensidad, tono, timbre y duración.
Indiscutiblemente, los estímulos visuales y auditivos juegan un papel central en la consolidación del proceso creativo.
El aprendizaje y el desarrollo de la técnica
La creatividad se pone de manifiesto mediante la realización de un producto, esto gracias a la interacción de diversos circuitos neuronales entre los que se destaca los de la coordinación motriz, el aprendizaje y la memoria[24]. La destreza motora del artista está relacionada con la capacidad de generar movimientos sincronizados, los cuales son posibles por la interacción del sistema nervioso, los sentidos (vista, oído, tacto, olfato) y el sistema músculo esquelético. La motricidad se clasifica en motricidad gruesa y motricidad fina, la primera hace referencia a la capacidad de mover los músculos y mantener el equilibrio, movimientos generales como respirar o caminar, que permiten adquirir agilidad, fuerza y velocidad; y la motricidad fina se refiere a la ejecución de movimientos que requieren alta precisión como escribir, dibujar, pintar, o bien para el moldeado de metales[25].
Estudios científicos han mostrado que varios de los movimientos de esta motricidad fina están controlados por neuronas del tronco encefálico, destacando la participación de las neuronas del bulbo raquídeo rostral lateral, las cuales envían y reciben señales de otros núcleos cerebrales y se encuentran ligadas a la médula espinal que funciona como intermediaria de las neuronas motoras[26]. Por otro lado, la vía del tracto corticoespinal es el principal sistema encargado de la ejecución de movimientos voluntarios que requieren precisión, ajuste y destreza, se origina en la corteza cerebral, donde las neuronas motoras se proyectan para establecer sinapsis con los pares craneales en el tallo y con las motoneuronas de la médula espinal, permitiendo el control motor de los miembros superiores, o bien la activación de las células de Purkinje en el cerebelo, las cuales son responsables de la programación y la planificación motriz fina[27] [28].
No obstante, para una ejecución óptima no es suficiente tener los circuitos neuronales funcionales, sino que se requiere de un aprendizaje previo. En el caso de los orfebres, este tipo de aprendizaje está basado en la transmisión oral del conocimiento y la acuciosa repetición de la técnica[29]. En este sentido, es evidente que la motricidad está ligada a circuitos neuronales de aprendizaje y memoria, tales como los que van de la corteza cerebral al cerebelo, la vía córtico-ponto-cerebelosa, y, entre otros, los que se encuentran en el sistema límbico[30]. De esta forma, un artesano a través de la ejecución continua de un movimiento para realizar una joya mejora su motricidad fina logrando movimientos más precisos; consolidándose así un aprendizaje motor, que le permiten desarrollar su creatividad. Pero, y ¿qué papel juegan las emociones?
Del placer a la frustración durante el proceso de creación artística
La concepción de la psique ha evolucionado a lo largo de la historia, desde los primeros planteamientos realizados por Platón[31] quien la describe como alma, un ente inmaterial y eterno; hasta la actualidad, en donde el término se utiliza como sinónimo de mente. Desde el conocimiento generado por las neurociencias, entendemos que todo proceso mental (a menudo también llamado cognitivo) es el resultado del funcionamiento del sistema nervioso[32]. Teniendo esto en consideración, nos cuestionamos ¿Cómo la mente consolida el proceso de creación artística? y ¿por qué este proceso puede ser tan frustrante?
La primera pregunta implica comprender que para crear algo, es necesaria la participación de múltiples procesos cognitivos, como la atención, el aprendizaje, la memoria, la percepción y la emoción, funciones que nos facilitan la comprensión de la realidad; Picasso afirmaba que el cerebro genera todas las escenas a las que ha estado expuesto, lo que se convierte en una idea que se transformará en un lienzo[33].
Al crear algo nuevo, el sistema nervioso se autorrecompensa a través de liberar dopamina y endorfinas en la vía mesolímbica, constituida por estructuras cerebrales como el núcleo accumbens, el área tegmental ventral y el septum lateral, lo que nos lleva a experimentar placer, y a buscar nuevamente esa sensación. A este fenómeno se le denomina reforzamiento positivo y se ha descrito desde la psicología[34]. Sin embargo, “no todo es miel sobre hojuelas” en la creación artística, lo que nos lleva a abordar la segunda pregunta acerca de la frustración.
La ansiedad es una de las emociones que experimentamos al ejecutar una tarea creativa, la cual implica la activación de una respuesta a nivel cognitivo, conductual y fisiológico, este último implica la activación del llamado eje Hipotálamo-Hipófisis-Adrenal (HHA) a través del cual se libera el cortisol, también llamado “hormona del estrés”, la respuesta del estrés nos permite adaptarnos adecuadamente al entorno, y se han descrito tres principales respuestas conductuales asociadas al estrés (pelear, correr o congelarse)[35]. A nivel cognitivo, durante la ansiedad, se plantean situaciones a futuro, muchas veces empleando el escenario más catastrófico, como aquel en donde tu obra es abucheada, esto genera la activación del eje HHA para finalmente producir una respuesta de congelamiento, que conduce a los “bloqueos creativos” y a la frustración entre los artistas.
Sin duda, la labor de los artistas a menudo implica lidiar con la ansiedad creativa; aún con esto, la capacidad creativa puede potenciarse con hábitos sanos como el ejercicio, la meditación, y la revisión periódica de personal médico especializado en salud mental. Al final de cuentas la creatividad no existe si no hay neuronas que ordenen y manos que ejecuten porque en todo momento “el arte y la naturaleza siempre estarán luchando hasta que finalmente se conquisten uno al otro para que la victoria sea el mismo trazo y línea”, como señaló Maria Sibylla Merian[36]. ¶
[Publicado el 5 de agosto de 2022]
[.925 Artes y Diseño, Año 9, edición 35]
Referencias
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[1] Investigadores e investigadoras por México. CONACyT e Instituto de Neuroetología. Universidad Veracruzana.
[2] Instituto de Ciencias Biológicas. Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
[3] Instituto de Neuroetología. Universidad Veracruzana.
[4] Centro de Investigaciones Biomédicas. Universidad Veracruzana.
[5] Instituto de Neuroetología. Universidad Veracruzana.
[6] Instituto de Neuroetología. Universidad Veracruzana.
[7] Çoraklı, E. (2014). On the beauty of nature, paintings and music. International Journal of Human Sciences, 11(2), 297-313
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[11] Louis Agassiz Fuertes (Ithaca, 1874 – Unadilla, 1927). Pintor, ornitólogo y zoólogo estadounidense.
[12] Cornell University Library. (2022). Louis Agassiz Fuertes. https://rmc.library.cornell.edu/Birds/
[13] John James Audubon (Les Cayes, Saint-Domingue 1785 –Nueva York, 1851). Ornitólogo, naturalista y pintor francés nacionalizado estadounidense.
[14] National Audubon Society. (2022). https://www.audubon.org/about/history-audubon-and-waterbird-conservation
[15] Botella Nicolás, A. M. (2020). El paisaje sonoro como arte sonoro. Cuadernos de música, artes visuales y artes escénicas, 2020, 15 (1). 112-125
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[31] Platón (Atenas, 427 a. C. – Atenas, 347 a. C.). Filósofo griego.
[32] Ustárroz, J. T. (2011). Neuropsicología-Neurociencia y Ciencias “PSI”. Cuadernos de Neuropsicología/Panamerican Journal of Neuropsychology, 5(1), 11-24.
[33] Zeki, S. (2000). Esplendores y miserias del cerebro. Mora, Francisco & José María Segovia de Arana (eds.), Fundación Santander Central Hispano
[34] Lamadrid Palomares, B. E. (2018). Una aproximación a la neuroestética: creación y expresión artística. https://piso9.net/una-aproximacion-a-la-neuroestetica-creacion-y-expresion-artistica/
[35] Puga-Olguín, A., et al. (2020). Trastornos de ansiedad. En: Trastornos Neurofuncionales: Perspectivas Neurobiológicas y de Atención. Herrera-Meza G., Molina-Jiménez T; Tamariz-Rodríguez A., Puga-Olguín A. (Editores). Editorial Universidad de Xalapa A.C. 2020. ISBN. 978-607-8668-41-0. pp. 85-115
[36] Maria Sibylla Merian (Fráncfort, 1647 – Ámsterdam, 1717). Científica precursora de la entomología, naturalista, exploradora, ilustradora científica y pintora alemana.