Año 12 / edición 46 / Mayo 2025 - ISSN: 2395-9894

De la pintura rupestre a la inteligencia artificial

16 mayo, 2025

Quizás estos números son solo una estadística de una de las compañías más grandes del planeta. No obstante, desde entonces la percepción de consumo ha cambiado de modo radical. Si le sumamos que todas las redes sociales basan su éxito en la simplificación, “menos es más. Vídeos más cortos, imágenes concretas, textos reducidos. Igual a más ventas o alcance”, se escucha en reels[1] para emprendedores digitales. De seguro el consumo excesivo de “pequeños contenidos” afecta nuestra conducta cultural e intelectual, ¿o no?

Aquí es necesario realizar un viaja por las representaciones gráficas. En la cueva de Leang Tedongnge, en el sur de la isla de Célebes (Sulawesi en indonesio), República de Indonesia, se encuentra el registro de la primera pintura rupestre (Redacción BBC News, 14 de enero de 2021), con una antigüedad de 45 500 años.

Figura 1. La pintura rupestre más antigua realizada por el Homo sapiens, con 45 500 años. Fuente: Abel G. M. (6 de mayo de 2022).

Esta silueta tiene el propósito de figurar un jabalí: el arte gráfico como reinterpretación del mundo. El cazador ya no es imitador de la naturaleza, sino su antagonista.

Aquella imagen podría verse hoy en día como un dibujo hecho por un niño; empero, su importancia nos remite a la intención de un cazador impresionado por el animal y que, con sus recursos, lo delineó en la cueva. Quizás fuera capaz de identificarlo y tal vez de imitar su sonido, sin la posibilidad de llamarlo “jabalí”.

Figura 2. Tablillas encontradas en Tell Brak, Siria. Fuente: Manguel (1999).

Por su parte, el escrito más antiguo tiene registro en las tablillas de Tell Brak, en el noroeste de Siria y una de las principales rutas de la antigua Mesopotamia (Hirst, 8 de marzo de 2017), datadas en el cuarto milenio antes de nuestra era, descubiertas en 1984 y que en la actualidad se encuentran en el Museo Arqueológico de Bagdad (Iraq Museum, s. f.).

Se trata de objetos sencillos sin especial relieve: una presunta descripción de cabra y otra de oveja con un signo extra —un orificio traducido como el número diez—. Se cree que las tablillas eran portadas por un comerciante que transportaba una decena de cabras y otras tantas ovejas (Manguel, 1999).

Pocos han logrado entrar a la cueva para contemplar el jabalí con sus propios ojos o tocar los relieves de las tablillas. Se trata de un conocimiento que había sido de difícil acceso físico, si bien el autor de estas líneas tuvo la oportunidad de descargarlas vía Google: la humanidad a un clic.

Poco a poco creció la necesidad de mejorar y propagar el conocimiento. Textos en papiro, figuras de mármol, panfletos revolucionarios o discos de vinilo: medios requeridos para cada época y lugar. Aquella misma necesidad se fue expandiendo y quedó obsoleta en anaqueles empolvados, bibliotecas y museos. El contenido seguía siendo físico; el conocimiento requería de los sentidos del tacto y la vista, sumado a la capacidad de pagar por ello.

Con la llegada del siglo XX, la información se masificó y se obtuvo un libre acceso a través de la radio, periódicos y la televisión. Ahora era posible mirar el despegue del Apolo 11[2] en tiempo real. No era necesario esperar las noticias a caballo enviada meses atrás. Con encender un aparato electrónico y acomodarse en el sofá era posible enterarse de las noticias mundiales.

Luego, el concepto de divulgación dio un salto inesperado. Para la década de 1960, el ejército estadounidense implementó un sistema de comunicación interno entre computadoras denominada ARPANET (por sus siglas en inglés: Advanced Research Projects Agency Network) (Facultat d’Informàtica de Barcelona, s. f.), la cual, con el paso de los años, se propagó, estandarizó y se comercializó en el mercado como internet.

Para la década de 1990 ya no había que esperar el noticiero nocturno: con un cable conectado a la red telefónica era posible navegar en los sitios web. Sí: seguía siendo un lujo y de difícil acceso; no obstante, fue cuestión de tiempo para que llegara a nuestras manos por medio de un smartphone.[3]

En 2023, 68% de la población mundial tenía acceso a internet. En México, 97 millones de personas lo usan; es decir, 81.2% de la población de seis años de edad o más (INEGI e IFT, 6 de junio de 2024). Entonces, ¿por qué, si tenemos varias generaciones con acceso ilimitado a conocimiento ilimitado, las estadísticas señalan que la capacidad de análisis y enfoque se reducen cada año?

La Universidad de Oxford eligió brain rot (“podredumbre mental”) como la palabra del año 2024. Se refiere al deterioro intelectual que llega a causa el consumo excesivo en línea de baja calidad, en especial en redes sociales, las cuales han ganado los mercados laborales y de entretenimiento. Los niños sueñan con ser streamers[4] y creadores de contenido, lo cual alude al deseo de convertirse en el producto final de consumo.

Claro, también hay jóvenes que desean estudiar artes. Pero ¿un escritor puede serlo sin haber leído un libro completo? El portal The Atlantic publicó un artículo de Rose Horowitch (1 de octubre de 2024) en el cual expone la decadencia de lectura en las universidades de alto prestigio.

En ese artículo, Nicholas Dames, profesor de la Universidad de Columbia que enseña la materia Humanidades de la Literatura desde 1998, explica:

Hace veinte años, los estudiantes no tenían problemas en participar en discusiones sofisticadas sobre Orgullo y prejuicio[5] y la siguiente semana Crimen y castigo.[6] Ahora sus alumnos me expresan desde el principio que la carga de lectura parece imposible y el lenguaje de las obras es complicado para ellos.

Horowitch añade que el método de enseñanza básica y media se ha adaptado a síntesis poco especializadas de los temas. En TikTok[7] es posible encontrar resúmenes de menos de un minuto de duración de Anna Karénina de Lev Tolstói, un clásico literario publicado en 1878 y con más de quinientas páginas.

En México, las personas leen en promedio 3.4 libros al año: una diferencia de 0.4 ejemplares en comparación con lo reportado en 2015, cuando se leyeron 3.6 libros (INEGI, 23 de abril de 2024).

Por otro lado, el psicoanalista británico Frank Smith afirma: “En la lectura interactúa la información no visual que posee el lector con lo percibido en el texto”. Es decir, la resignificación del texto se canaliza en la capacidad del lector por su interpretación.

El ensayista y columnista estadounidense Jonathan Malesic (2022) menciona que leer un libro por gusto representa un reto para la juventud. Las redes sociales, los videojuegos y el encierro en pandemia son factores que por sí solos desgastaron a una generación.

“Es tentador lamentar la muerte de una vía confiable de aprendizaje e incluso de placer. Ya creo que los alumnos no lectores responden racionalmente a la visión profesional que les vende nuestra sociedad”, señala.

Ante la nueva oferta laboral, el esfuerzo y conocimiento ya no representan una plusvalía en el trabajador. El consumismo voraz y banal es el producto exquisito para las masas: un ser automatizado.

Para el filósofo, polímata y científico griego Aristóteles (Estagira, 384-Calcis, 322 a. C.), el logos (“verbo” en griego) era el ámbito de la lógica y el razonamiento. Se refería a la capacidad de convencer a una audiencia mediante la razón. El verbo representa la palabra divina, a Dios, y Dios es la razón, la cual radica en el ser humano. En la actualidad, la “razón” es validada por medios sociales: ese mundo digital donde vivimos gran parte del día.

El filósofo y ensayista Byung-Chul Han (Seúl, 1959), profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, sostiene que el entorno digital alisa la realidad y la convierte en dato inmanente: totalmente transparente, enteramente disponible, completamente insignificante.

Por ejemplo, los videos obtienen un mayor alcance en plataformas debido al algoritmo. La necesidad de bombardear al consumidor con videos envolventes permite a plataformas como Facebook e Instagram que un video tenga un alcance de hasta 135% mayor que una publicación con solo texto, mientras que en plataformas como TikTok o YouTube la palabra escrita es prácticamente inexistente. Las cifras de consumo van en aumento: en 2018 el promedio era de 1.5 horas al día, mientras que en 2022 subió a 2.5 horas diarias en consumo audiovisual (Video Marketing Statistics, s. f.). Los trending topics, modas y virilidades mantienen al consumidor absorto frente a la pantalla. Cada minuto hay algo que seguir.

Hace pocas semanas se vivió uno de los trend de inteligencia artificial (IA) más significativos hasta ahora. Por un par de días, el mundo colapsó ante una realidad al estilo Ghibli, un estudio de animación japonés, con sede en Tokio, fundado en 1985 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata. Esto no solo causó controversias en términos legales y comerciales acerca del copyright, sino que escaló hasta temas ambientales, sociales y políticos.

Sam Altman, CEO de OpenAI, reveló en su cuenta de X que en tan solo en una hora ChatGPT sumó un millón de usuarios (Morris, 1 de abril de 2025). Hasta el momento no se ha detallado la cantidad de imágenes editadas. Por otro lado, varios especialistas en diseño y animación, como Deborah Szapiro, expresaron su preocupación por la explotación ante el trabajo de Miyazaki: «No lo está replicando ni imitándolo: lo está robando», mencionó para la cadena ABC (Goonetillake, 2 de abril de 2025). Esta preocupación de creadores y artistas resultó irrelevante ante la euforia momentánea de un público extasiado por ser dibujado como Chihiro, personaje de una película de Estudio Ghibli, dirigida por Miyazaki en 2001.

Figura 3. Imagen ilustrativa Ghibli del meme del “novio distraído”, creado por ChatGPT.

En el documental Never-Ending Man (Arakawa, 2016), Miyazaki consideró a la IA como “un insulto a la vida misma. Nunca desearía incorporar esta tecnología a mi trabajo en absoluto”. El ilustrador japonés desconocía que años después las redes sociales se dibujarían como sus ideas, creando una metaficción de su realidad virtual.

Ya no es necesario ser un experto en Photoshop[8] para editar una imagen o tener los conocimientos para realizar un ensayo: los nuevos sistemas de IA son capaces de resolver estos temas al instante.

En 2022, la compañía OpenAI lanzó ChatGPT, sistema de inteligencia artificial autónomo capaz de construir, investigar, analiza y comparar datos en tiempo real. Se trata de un modelo de lenguaje que emplea la inteligencia artificial GPT (por sus siglas en inglés: Generative Pre-trained Transformer) para generar respuestas de alta calidad a diversas preguntas y tareas en lenguaje natural.

Hoy en día existen decenas de sitios o aplicaciones instaladas en celulares que funcionan con la base de la IA, entre las que destacan:

  • OpenAI ChatGPT: herramientas de IA para negocios.
  • Microsoft Azure: herramientas de IA para negocios.
  • YouCam AI Pro: generador de imágenes por IA.
  • HappyFox: plataforma de IA conversacional.
  • Claude: generador de texto, formato investigación.
  • DataRobot: plataforma para modelos predictivos.

En su cuarta versión, esta plataforma gratuita, con versión de paga para empresas que requieren un uso múltiple de dispositivos, cuenta con versión para celular y tiene un formato texto, con respuestas en tiempo real. Pese a que se alimenta de información en la web, varios usuarios ven limitado su formato por la repetición del mismo.

Además, permite:

  • Explorar ideas.
  • Escribir y editar con facilidad.
  • Traducir texto a diferentes idiomas.
  • Generar código y depurar fallos.
  • Analizar datos para detectar patrones y tendencias.

Como colofón, el autor utilizó esta plataforma para crear en imagen y desarrollar en texto formato IA con la siguiente frase: “Pintura rupestre. Un hombre pintado en una cueva mientras la IA lo observa”. En la figura 4 se observan, a modo de ejemplo ilustrativo, los resultados obtenidos.

Figura 4. Imagen creada por ChatGPT el 4 de abril de 2025.

La IA “observa”: aún carece de una apreciación emocional o histórica de la obra, a diferencia del humano, pues solo puede procesar y describir datos e inferencias, escribió ChatGPT.

La IA está en búsqueda de encontrar su propio lenguaje más allá del binario,[9] mientras se va perdiendo la posibilidad de analizar y desarrollar sus ideas. Las opciones se limitan a lo audiovisual para las nuevas generaciones. Imágenes, videos y stickers para ilustrar los mensajes en algunas redes sociales se han convertido en la forma de expresión cotidiana: el lenguaje se convierte en imagen y simplificación del mismo.

La idealización de la IA consistía en que automatizara los quehaceres cotidianos, aquellos agotadores, como barrer o lavar los platos. Sin embargo, nos interesa más su posibilidad de creación ante el arte, lo bello y lo innovador de crear un texto o dibujo inmediato, evitando el esfuerzo mental.

Quizá la IA haya renombrado el concepto de logos del propio Dios. Las reglas del juego se adaptan a una nueva realidad. Pareciera que el ser humano fuera el jabalí pasmado en la cueva y el cazador, un ser digital que expresa su existencia. La pregunta es: ¿quién de los dos saldrá de la cueva, el ser físico o el digital? Esa revelación la resolverá el tiempo. ¶


Lic. en Negocios Internacionales. Estudió diversos cursos y diplomados: Géneros Cinematográficos en CUEC (2015), Producción de Cine en Centro Bicultural Ruso (2015), Diplomado en Creación Literaria en Escuela de Escritores de México (2016), entre otros.
Critico de cine y creador de contenido digital. Ha publicada Los otoños sin mí (2023, Terra Ignota Ediciones). El milenio que se detuvo (2023, Camelot Ediciones), entre otros textos.

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