Un problema en el ámbito educativo que se ha identificado históricamente en nuestro país y algunos otros en Latinoamérica se refiere particularmente a la competencia lingüística, entendida como “la habilidad para utilizar la lengua, es decir, para expresar e interpretar conceptos, pensamientos, sentimientos, hechos y opiniones a través de discursos tanto orales como escritos, así como para interactuar lingüísticamente en todos los posibles contextos sociales y culturales” (Pérez y Zayas, 2007 p. 2) a pesar de que su aprendizaje y desarrollo se encuentra debidamente plasmado en el diseño curricular en la educación básica; la realidad es que es considerable el porcentaje de los estudiantes que ingresan a la educación superior y que no cuentan con la habilidad necesaria para elaborar un texto formal o académico.
No es la intención en este momento analizar qué ocurre en el curriculum real durante los ciclos de educación básica; pero considero necesario mencionar las principales dificultades que obstaculizan la producción escrita en niveles superiores (Carlino, 2004):
- No tener en cuenta al lector.
- Desaprovechar la potencialidad epistémica del escribir.
- Revisar sólo la superficie del texto.
- Postergar el momento de empezar a escribir.
Estas razones y algunas otras, que se expresarán posteriormente, generan serios obstáculos en la elaboración de un texto académico y en mayor medida en el caso en particular de los estudiantes de ciertas áreas de conocimiento; en esta ocasión se pretende hacer énfasis en los egresados de ciertas facultades universitarias en las que no se contempla el acompañamiento eficaz para el logro de la competencia escrita, a pesar de que esta habilidad se encuentre como un rasgo formativo del perfil egreso.
En diferentes momentos y en distintas instancias se ha tratado de corregir este fenómeno por medio de los llamados «cursos de redacción y ortografía», mismos que hacen énfasis en la gramática y la semántica, situación que evidentemente no ha corregido el problema real y se observa todavía en los repositorios de diferentes plataformas en la red, así como en portafolios digitales documentos con serias carencias en la calidad narrativa durante el desarrollo formativo de sus respectivos estudiantes.
Situación que se identifica también al término de los estudios de nivel de Licenciatura de instituciones como el Instituto Politécnico Nacional, en el que su perfil general es la formación de ingenieros en distintas ramas, la Universidad Autónoma Metropolitana a pesar de que desde su nacimiento se ha caracterizado por fomentar la investigación, la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y las diferentes Escuelas Normales de la Ciudad de México que forman profesionales relacionados íntimamente con el ámbito educativo se siguen observando documentos recepcionales, (tesis, tesinas y otras opciones de titulación) con estructuras lineales, entendiendo esto como discursos que no presentan contraargumentos, antítesis que contrastan posturas teóricas, diferentes soluciones, etcétera; también se observa una sola tipología textual; es decir, con frecuencia solamente se identifica una narrativa constituida por datos anecdóticos; sin embargo, no existe la expresión clara de una postura y una argumentación sólida que convenza al lector de la misma o por lo menos, darla a conocer.
El fracaso de este tipo de cursos se debe básicamente a cuatro factores:
- No se trabaja la estructuración del pensamiento.
- Se enfocan en el empleo “adecuado” de la lengua.
- En el mejor de los casos se concibe al texto académico como una expresión de lo aprendido y por consiguiente no es empleado como una acción para construir aprendizaje y producir conocimiento.
- Y el último factor es que no se ha comprendido que cada área de conocimiento tiene su propio lenguaje; es decir, existen formas de expresión propias en cada disciplina.
Con respecto al primer factor, es necesario que se identifiquen las tres fases de la escritura: la preescritura, la escritura y la postescritura. La primera, en particular, le permite determinar al escritor –principalmente al denominado “escritor novel”– entre otras cosas, lo que desea comunicar, la intención, el tono, el género literario que se encuentra íntimamente ligado a las habilidades cognitivolingüísticas; es decir la narración, la descripción, la argumentación, entre otras y por último la tipificación del lector al que va dirigido, puesto que esto determina el tipo de lenguaje a emplear.
En el segundo factor, se hace referencia a que se enfatiza en las reglas gramaticales, semánticas y ortográficas pero no se apoya al estudiantado a estructurar el pensamiento y tampoco se le proporcionan estrategias para el desarrollo, como se mencionó anteriormente, de las habilidades cognitivo lingüísticas que le permitirían en un mismo texto describir, definir, resumir, explicar, justificar, argumentar y demostrar, que son capacidades cognitivas que empleamos en nuestro razonamiento cotidiano pero que no se expresan en el discurso escrito.
El tercer factor requiere una explicación minuciosa. Históricamente en las aulas se solicita un escrito para que el alumno en educación básica o el estudiante en Educación superior “demuestre” lo aprendido, lo que algunos autores mencionan como el modelo Decir el Conocimiento (DC), cuando la escritura también debe ser una herramienta para consolidar aprendizaje a lo que se ha denominado Transformar el Conocimiento (modelo TC). La escritura en los diferentes procesos educativos debe favorecer el proceso de conceptualización, se puede identificar, definir y conceptualizar lo aprendido; también explicar procesos (conocimientos procedimentales) y se pueden “objetivizar” aspectos subjetivos como expresar opiniones, plantear puntos de vista, exponer el resultado de un análisis, etcétera. Estos últimos aspectos relacionados a los conocimientos de tipo actitudinal.
Por último, se hará referencia a un aspecto vital que consiste en que cada disciplina tiene un “lenguaje propio”; con esto se alude a la afiliación discursiva que consiste en “utilizar categorizaciones propias del mundo intelectual; movilizar sin asistencia y en nuevos contextos los conocimientos adquiridos; (de)mostrar dominio del trabajo intelectual a través de producciones discursivas propias del sistema comunicativo universitario” (Polet 2002, citado en Casco 2014) y que implica un proceso por un lado de aculturación a los discursos universitarios y otro de “alfabetización”.
El primero se refiere a una ruptura de ideas, creencias y términos adquiridos con anterioridad para transitar al segundo, que se caracteriza por el desarrollo de la habilidad de construir o reconstruir conceptos diferentes que emergen del sustento teórico a lo largo de la trayectoria académica.
De tal manera, que se puede inferir que en el supuesto de que un estudiante pudiera dominar los primeros tres factores como poseer un pensamiento coherente y ordenado, dominar las reglas gramaticales y semánticas de su primera lengua (o posteriores) y que conoce las características, así como los elementos del texto académico es necesario que “aprenda” o que se “alfabetice” de acuerdo con su área de conocimiento. Por ejemplo, que el estudiante de medicina domine el código comunicativo del área de la salud y que maneje en el discurso oral y escrito los términos propios de cada afección y sus síntomas, además de la estructura y la metodología de los textos académicos afines.
En el caso de los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y en el caso particular de los que se encuentran inscritos en la Facultad de Arte y Diseño constituyen una población que se enfrenta a diversos retos que podrían ser una desventaja en su formación si no son atendidos puntualmente y no únicamente con “cursos de redacción y ortografía”.
Las tres Licenciaturas que oferta la facultad son Diseño y Comunicación Visual, Artes Visuales y Arte y Diseño.
En la primera, el objetivo de la carrera es formar a profesionales éticos, críticos y responsables, con una visión humanista que les permita proponer, sustentar, evaluar y decidir soluciones funcionales, creativas e innovadoras para el diseño de la comunicación visual, fundamentadas en el análisis de las circunstancias sociales, políticas, económicas y culturales en los procesos de investigación-producción de la imagen y en la utilización de los conocimientos teórico-conceptuales e históricos, así como con el dominio de las diversas herramientas tradicionales, digitales, híbridas y de nueva creación.
En la segunda, Artes Visuales, es formar profesionales comprometidos con una visión humanística-social de las artes visuales, capaces de comprender los conocimientos que dan fundamento a su acción profesional, así como interesados en promover el desarrollo de habilidades cognitivas y metodológicas en los procesos de laboratorio y para los proyectos de investigación producción, sean éstos individuales o colectivos, para así abordarlos con intención creativa y actitud crítica y reflexiva en la disciplina propia o aquella que resulte afín al proyecto en desarrollo.
Por último, en Arte y Diseño el perfil de egreso menciona que será capaz de ofrecer soluciones integrales a problemas de comunicación visual, con una actitud crítica, reflexiva, propositiva y ética, mediante la aplicación de metodologías y estrategias de producción y comunicación visual para potenciar el desarrollo de pequeñas, medianas y grandes empresas de la región, así como favorecer el emprendimiento de otras y contribuir al desarrollo de proyectos sociales y privados a través del uso correcto de la imagen como experiencia comunicativa y de expresión. Así mismo, propondrá y gestionará proyectos de integración social a través del arte y el diseño, que coadyuven al desarrollo de los diferentes sectores de la sociedad y vinculará las actividades de investigación-producción visual con las principales problemáticas sociales, ofreciendo soluciones pertinentes y trascendentes para el entorno local, regional y nacional. Podrá desempeñarse como productor, gestor, consultor independiente o en agencias de publicidad, televisoras, casas productoras, agencias de consultoría de mercado, despachos de diseño, casas de cultura, museos, galerías o áreas gubernamentales relacionadas con el arte y la cultura.
Con respecto a las habilidades en común, se identifican algunas relacionadas con la expresión escrita y que se pretende logren adquirir y desarrollar en cada una de ellas.
En la Licenciatura de Diseño y comunicación visual, se menciona la habilidad de “expresar claramente sus ideas tanto en forma verbal como escrita”; en la de Artes visuales, poseer “la capacidad de expresión verbal y escrita” y, en tercer lugar, en Arte y diseño “expresar con fluidez sus ideas de forma verbal y escrita”.
Pero en contraparte, la demanda de la elaboración de escritos como el ensayo o informes académicos es escasa. Si bien se entiende el carácter creativo y de producción que permea en estas disciplinas, no se puede ni debe omitirse la necesidad de dar cuenta de los procesos creativos, lo que nos llevaría a la elaboración de escritos que generan conocimiento para y entre los colegas contemporáneos y de las próximas generaciones.
De tal manera se sugiere que en el transcurso de la carrera se fomente el análisis de su propio proceso creador y de los otros, así como dar cuenta del resultado de esa tarea intelectual; también solicitar en la práctica cotidiana que se realice un ejercicio metacognitivo en el cual el estudiante identifique qué aprendió, cómo se define ese aprendizaje, cómo fue el proceso y su utilidad en el futuro, que registre el proceso, la metodología, así como los recursos y que dé cuenta de todo ello en los diferentes medios de divulgación que es la mejor forma de difundir el aprendizaje y por lo tanto, generar conocimiento.
Así que la escritura académica debe entenderse y fomentarse como un medio para difundir conocimiento, pero también para generar el mismo. ¶
[Publicado el 8 de julio de 2024]
[.925 Artes y Diseño, Año 11, edición 41]
Fuentes de consulta
- Carlino, P. (2004 julio-agosto). El proceso de escritura académica: Cuatro dificultades de la enseñanza universitaria. Educere, 8(26), 321-327.
- http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35602605
- Carlino, P. (2005). La escritura en el nivel superior. En Escribir, leer y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica. Fondo de Cultura Económica.
- Casco, M. (2014). Afiliación intelectual y escritura en la universidad: Un estudio de caso sobre la perspectiva de los docentes. Bellaterra Journal of Teaching y Learning Language y Literature (BJTLLL), 7(2). http://dx.doi.org/10.5565/rev/jtl3.574
- Pérez Esteve, P., y Zayas, F. (2007). Competencia en la comunicación lingüística. http://ediagnostikoak.net/ediag/cas/materiales-informativos/ED11_marko_teorikoak/1_Comunicacion_linguistica_eus_y_cas.pdf