Por Alberto Valencia Ortega.
En el año de 1997 cuando cursé el segundo semestre de la maestría, el profesor de Caligrafía Claude Dieterich, un calígrafo y letrista profesional, inició su clase con una frase de Alphonse de Lamartine (1790-1869): “las letras son símbolos que transforman la materia en espíritu” en diferentes estilos caligráficos, una frase que sin duda fue muy importante para mí, nunca la olvidé y en la medida que me es posible trato de transmitirla a mis alumnos en la clase de caligrafía que imparto en la universidad; me pareció muy importante al descubrir en esa frase, por demás romántica, dos palabras muy significativas para su estudio, análisis y vinculación entre la caligrafía y la semiótica, “letras” y “símbolos”.
Durante muchos años he practicado la caligrafía de forma profesional, actividad que me ha llevado a estudiar la letra, a tratar de entenderla desde muchas aristas, la forma, la estructura, los rasgos, las proporciones y finalmente la expresividad, un aspecto determinante en la caligrafía, y que está vinculada directamente a la semántica, decidí pues apoyarme en las teorías semióticas para poder analizar y posteriormente estructurar un discurso semántico.
Si bien la letra es una estructura construida de forma gráfica con trazos rectos y curvos que representa un sonido abstracto (significante), no puede estar desvinculada de su significación o (significado) que se genera al momento de la construcción del mismo y que aporta al término “letra-gráfico” (García, F. 2014) su valor sígnico, comúnmente llamado “signo alfabético”. Estos signos componen el alfabeto de una lengua por medio de un sistema llamado escritura y que a lo largo de la historia han pasado por diferentes etapas de desarrollo a partir de sus funciones, iniciando como auxiliares de la memoria o de registro, cómo lo define Gelb (citado en Harris 1999, p. 20) “La escritura, en su sentido más amplio, es un sistema o dispositivo de registro, por medio de marcas convencionales o formas o colores de objetos, realizados por la acción motriz de la mano y recibidas visualmente por otro”, creada a partir de una necesidad y que generó una función lingüística con mayor grado de complejidad en la sintaxis de la comunicación, ésta a su vez, gestó una función cognitivo-epistémica que permite la transmisión del conocimiento y asegura su permanencia a lo largo de la historia, para posteriormente pasar a un plano mucho más complejo como lo es la función referencial o semántica.
Muchas lenguas se han gestado, muchas han permanecido o evolucionado y muchas tantas han desaparecido, para muchos historiadores la escritura no sólo está constituida por los signos alfabéticos (vocales y consonantes) sino también por una serie de signos auxiliares de la escritura como son los signos ortográficos, numerales, etc., (García, F. 2014), es decir todos aquellos signos que ayuden a la construcción del mensaje escrito. Estos signos sólo pueden ser conmutables con miembros de su misma clase AMOR/ROMA y de forma lineal.
Actualmente se han creado una serie de signos gráficos que sustituyen no sólo la palabra, sino que refieren a un sentimiento o a una emoción logrando con ello que cada vez más caiga en desuso la escritura misma –de los cuales no haremos referencia en este artículo–, sin embargo esto da pie a la reflexión de Roland Barthes que hace en el prefacio del libro “La civilización de la escritura” de Roger Druet y Hermann Grégoire en el que apunta: “en la escritura, mi cuerpo goza al trazar, al hender rítmicamente una superficie virgen (siendo lo virgen lo infinitamente posible)” (Barthes, R. 2002).
Para el semiólogo Ferdinand de Saussure con la reunión de las letras se forman palabras, las palabras son unidades de significación que representan la imagen mental de los objetos y que contienen los dos elementos que componen el signo (significante y significado) (Crow, 2007, p. 16), la palabra representa el significante y el objeto representa el significado, esta significación del objeto y la palabra que lo representa es completamente arbitraria. Sin embargo, Saussure deja de lado la estructura formal del signo letra-gráfico por sus estudios puramente lingüísticos.
Roy Harris, lingüista y semiólogo estadounidense, analiza la escritura desde un plano integracionista, considerando al signo dependiente del contexto de producción (Harris, 1999, p. 77), es decir, la palabra “x” significa dependiendo de las condiciones contextuales pertinente para su uso en una situación determinada y atribuye tres factores fundamentales para la construcción del signo, a) los factores biomecánicos, b) los factores macrosociales y c) los factores circunstanciales.
Los factores biomecánicos se relacionan con las capacidades fisiológicas y psicológicas del organismo humano que produce el signo, los factores macrosociales están relacionados con las prácticas culturales y las instituciones establecidas en una comunidad determinada, por último, los factores circunstanciales se relacionan con el contexto y las actividades reales involucradas. La variación de estos parámetros genera las formas características de la escritura.
El rasgo generado durante el proceso de la escritura determinado por los tres factores propuestos por Harris, afectan directamente al signo. Es decir que el uso de herramientas y superficies preparadas para la escritura afecta sustancialmente al signo, las técnicas utilizadas en la generación de la escritura afectan de manera diversa a las formas de la escritura y por consecuencia a la significación del mensaje.
Hasta aquí, sólo podríamos referirnos a la escritura, sin embargo es preciso definir los aspectos o características que definen la caligrafía, para ello podemos sumar o contribuir a la definición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) que dice: “es el arte de escribir con letra bella y correctamente formada según diferentes estilos”, para Claude Mediavilla la caligrafía es “toda aquella escritura o conjunto de signos trazados con la finalidad artística siguiendo un ductus culto y armonioso” (Mediavilla, C. 2005). Estas dos definiciones podrían quedarse cortas al tratar de definir por un lado el concepto de “belleza” pues se podría convertir en algo totalmente subjetivo y por otro lado “signos trazados con finalidad artística” pues a lo largo de la historia hay documentos que están considerados escritos caligráficamente sin fines artísticos.
Sin embargo hay dos palabras importantes en estas dos definiciones, son “estilos” y “ductus”, los estilos caligráficos están determinados por la evolución de la misma escritura, por la personalidad del escriba (intencionalidad estética), la velocidad en la ejecución, las herramientas y materiales empleados; el ductus determina los parámetros para la construcción del signo, tomando en cuenta sus trazos, la dirección de los mismos, la estructura y proporciones del signo así como la inclinación del instrumento, para Roland Barthes el ductus lo construyen “el orden con que la mano consigue los diferentes trazos que componen una letra y la dirección con la que se ejecuta cada trazo.” (Barthes, R. 2002 p.124). Importante definición en donde se toma en cuenta el gesto humano, en donde “la letra manifiesta su naturaleza manual, artesanal, operacional y corporal”.
Parámetro que no había sido considerado por la definición del DRAE ni por el mismo calígrafo Mediavilla, tal vez por su obviedad, es sin duda que el signo debe ser generado de forma manual, esto es muy importante pues el signo letra-gráfico podría estar generado por medio del dibujo (Lettering) o mecánicamente (tipográficamente) siguiendo los parámetros de los diferentes estilos.
Con esto podemos concluir que la misma forma que genera la estructura del signo letra-gráfico realizada:
- De forma manual, no siempre es caligráfica, si ésta carece de un estilo determinado;
- De forma mecánica nunca será caligráfica, aunque tenga un estilo determinado; y
- De forma manuscrita puede ser caligráfica, si y sólo si tiene un estilo determinado. (Valencia, A. 2015)
A lo largo de la historia se han desarrollado una serie de estilos caligráficos ya sea por su evolución en un proceso puramente adaptativo al contexto o por distinción entre grupos socialmente establecidos, esto aporta directamente en la significación del mensaje más allá de la significación lingüística de la palabra misma, no es lo mismo escribir iglesia en Romana cuadrata o en algún estilo de gótica, cada uno de estos estilos refieren a una significación completamente diferente a partir de su estructura formal, vinculadas a un espacio y tiempo, mientras la primera podría ubicarse en la iglesia católica romana, la segunda en la iglesia protestante.
Un segundo ejemplo podría ser la palabra “Amor” caligrafiada en letra inglesa y en gótica de forma, la primera refiere a un periodo artístico del romanticismo sólo porque está vinculado a un momento histórico, en el de mayor uso del estilo, mientras que la otra podría referir por ejemplo al amor “shakespeariano”.
En los dos casos anteriores se limita sólo a la diferenciación de la palabra a partir de los dos estilos caligráficos, sin embargo, podría sumar una serie de aspectos, por ejemplo el soporte o alguna técnica más compleja de representación que agregarían a la estructura de la palabra significaciones distintas en cada sumatoria de atributos.
En conclusión, es posible decir que es de suma importancia tanto conocer y tener muy clara la definición de caligrafía –no sólo por la riqueza en el uso de los instrumentos y materiales al generar el mensaje– como también reconocer la expresividad única que se genera en el mismo acto de la escritura manual. Además de conocer los diferentes estilos caligráficos que se han desarrollado a lo largo de la historia, como ya lo vimos, el estilo influye directamente en la significación del mensaje. Por otro lado, conocer cómo se construye la significación a partir de las teorías semióticas, ayudará a manejar de forma puntual los semas empleados en su función referencial, sirva esta reflexión para despertar la inquietud en el estudio de la significación dentro del trabajo caligráfico y que más estudiantes, profesores, profesionales o maestros calígrafos enriquezcan su práctica con mayor dirección en el sentido del mensaje mismo.
(Publicado el 12 de mayo de 2017)
La imágenes presentadas en este artículo sólo tienen un carácter ilustrativo.
Fuentes de consulta
- Barthes, R. (2002) Variaciones sobre la escritura, Barcelona: Ed. Paidos Ibérica.
- Crow, D. (2008) No te creas una palabra. Una introducción a la semiótica, Barcelona: Ed. Promopress.
- García Santibáñez Saucedo, F. (2014) El diseño letragráfico. Gramática para el diseño de las letras, México S.L.P.: Ed. Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
- Gelb, I. J. (1982) Historia de la escritura Madrid: Ed. Alianza.
- Harris, R. (1999) Signos de escritura, Barcelona: Gedisa, Col. LeA.
- Mediavilla, C. (2005) Caligrafía. Del signo caligráfico a la pintura abstracta, Valencia: Ed. Campgráfic.
- Saussure, F. (1982) Curso de lingüística general, México D.F.: Ediciones Nuevomar.
- Valencia, A. (2015) Una lectura semiótica de la caligrafía, Proyecto aplicativo para obtener el grado de Maestro en Semiótica, Edo. Mex. Universidad Anáhuac México Norte,