Año 12 / edición 46 / Mayo 2025 - ISSN: 2395-9894

De archivos presentes en la memoria. Entrevista con Germán Montalvo



Germán Montalvo: Podrían ser Mondrian,[4] Kandinski,[5] Picasso,[6] Mies van der Rohe;[7] hay muchos, y aunque no tienen nada que ver con lo gráfico aparentemente, pero en el fondo sí, Takenobu Igarachi,[8] Adam Fletcher[9] y, en México, por supuesto Vicente Rojo, casi todos los pintores de la generación de la ruptura, Fernando García Ponce[10] y Alberto Gironella.[11] En cuanto a la escultura, pues los antiguos mexicanos: yo creo que ellos son mis santos patronos.

GM: Ya estoy cumpliendo treinta años de trabajo. En 1972 empecé a trabajar en diseño con Laboratorios Orson. Asistía a Lamberto García; él me enseño de alguna manera a usar los instrumentos y a hacer diseño, no desde el punto de vista conceptual, porque ahí era una cosa totalmente mecánica. Con quien empecé a entender el diseño desde un punto más interesante, con imágenes que tienen un fondo intelectual, fue con Antonio España. Estamos hablando de 1973: en ese año murió Picasso; me acuerdo bien porque España decía que había quedado el camino libre, porque era pintor también. Fue una persona muy significativa en mi vida, puesto que era muy fino para desarrollar sus ideas; era un gran torero del diseño y le gustaba aparentar ser diseñador: “Como los toreros hay que aparentar ser torero”.

Antonio era un tipo que ya tenía una trayectoria muy importante, porque era especialista en hacer imágenes para literatura médica; es decir, la literatura que usan los representantes médicos para ofrecer las diferentes medicinas a los consultorios.

GM: Sí. Tenía quince o dieciséis años, pero antes había tenido una experiencia con el manejo de imágenes en alto contraste, cuando tenía doce o trece años, porque mi tío Baltazar trabajaba en una oficina donde hacían historieta y le regalaron un proyector de cuerpos opacos, que es un instrumento, una caja de luz, y lo que hacía era calcar. Entonces ahí empecé a hacer mis primeros dibujos, porque él construyó un cuarto oscuro con puras tarimas, para que pudiéramos hacer imágenes, y empecé a calcar muchas imágenes ahí, sobre todo de los Beatles.[12]

GM: Sí, en alto contraste: ese fue mi inicio como diseñador. La cercanía con mi tío Baltazar influyó de una manera determinante. Él solo tiene seis años más que yo; era muy apegado a él.

GM: Sí. En el barrio jugábamos en los mismos equipos de futbol, y así fue como empezó mi vida en el diseño. Para esas fechas, el alto contraste era todo un lenguaje; era como un puño cerrado. Las imágenes de ese periodo eran las que estaban como héroes, como ídolos: Angela Davis,[13] el Che,[14] Malcom X…[15] todos estos, ¿no? Los propios Beatles, que aparte de ser músicos para nosotros eran unos héroes. Entonces era un momento en que el alto contraste era todo un lenguaje de expresión. Fui desarrollando mi lenguaje. Me gustaba no solamente ver el alto contraste, sino hacer imágenes; después, esas imágenes las coloreaba porque ya estudiaba pintura en la Escuela de Iniciación Artística de Bellas Artes.

GM: En la número 1, que estaba en Donceles. Ahí uno de mis profesores fue el maestro Joaquín Claussell,[16] nieto del que se considera el único impresionista mexicano, entre otros.

GM: Así es. Aunque en esa escuelita estuve solo dos años, aprendí mucho; tuve una formación artística.

GM: No, era de Guanajuato. Se llamaba Miguel Aguilar Terrazas. Se fue a Estados Unidos a trabajar en los años cuarenta. Se fue a sustituir a muchas de las personas que se habían ido a la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando los gringos contrataron mucha mano de obra para el campo. Cuando regresó con el dinero que traía, compró algunos terrenos y se fue al estado de Veracruz a poner un trapiche. Hacía aguardiente clandestinamente en una zona cañera muy cerca de Córdoba. Ahí están los ingenios cañeros, en San José de Providencia; se fue con la familia para allá, con tres de sus hijos.

Entonces ahí mi mamá se casó con mi papá, Galdino Montalvo Olivares. Él era cañero. Nació mi hermano, a los dos años nací yo, y a los seis meses mi mamá decidió irse a la Ciudad de México con su familia, porque mi abuelo ya estaba ahí… (le habían cerrado el trapiche, que era clandestino). Mi madre y mi padre no siguieron juntos y ella nos llevó a vivir a mi hermano y a mí con mi abuelo, que estaba en la colonia Romero Rubio, pero finalmente se establecieron en la colonia Gertrudis Sánchez y ahí hicieron su vida. Es el barrio donde crecí.

GM: No, al mismo tiempo, porque iba a la escuela en las tardes. Terminé la primaria y me metieron a esta escuela; antes había estado en una escuelita del Seguro Social, más chavo, que estaba en la calle de San Pablo.[17] Justo ahí donde están las prostitutas, está la iglesia de San Pablo, y enfrente estaba aquella escuela que daba clases de arte para niños, sobre todo música, danza, pintura; imagínate esa escuela en una zona de tolerancia… fue una cosa muy fuerte para mí.

GM: Tuve un maestro que se apellidaba Bustos; no me acuerdo de su nombre. Era muy interesante, y él fue quien nos dijo a dos o tres compañeros: “Váyanse a la Escuela de Iniciación Artística”. En aquella escuela estaba un grabador importante, del Taller de la Gráfica Popular: Mariano Paredes.[18] Estaba el nieto de Claussell, entre otros; en fin, era algo interesante, porque veías a jóvenes muy virtuosos para la música, la danza, el teatro, las artes plásticas.

Después de trabajar con Antonio España, me fui a otro lugar donde hacían diseño para la presidencia cuando Luis Echeverría:[19] una agencia de diseño que se llamaba Sidiseño. Estaba en un edificio en la calle río Balsas; era terrible, porque el ambiente era muy fuerte y el trabajo era muy complicado: ¡a cada rato bomberazos![20] y no tenía tanta habilidad como los que trabajaban ahí. Era gente muy canija, yo era muy chavo y todos ellos tenían como veinticinco o treinta años… En fin. Ahí aprendí un montón, sobre todo la habilidad para hacer cosas, desde poder tirar una línea perfecta hasta armar una página con tipografía y manejar el Letraset,[21] porque todo era muy rápido.

GM: Cuando llegué con Mariana Yampolsky,[22] ahí trabajaban unos cuates de diseño y me dijeron: “Vente para acá. ¿Qué haces ahí?”. Así llegué a trabajar con Mariana. Ella tenía una experiencia tremenda; armábamos los libros de texto gratuito y ella me tomó mucho cariño y yo le ayudaba mucho.

GM: Dos años, y fíjate que Mariana había mandado a estudiar a Milán a un asistente nuestro, porque el director de esa escuela del libro en Milán era su amigo y había trabajado con Albert Steiner[23] en los años cuarenta.

¡Imagínate con la gente que yo estaba ahí! Cuando regresó Jorge, quien era el asistente, Mariana me dijo: “¿Quieres ir? Yo te recomiendo, pero tú tienes que pagar todo”. Entonces me fui a Milán, a esa escuela, que es una de las más importantes en la formación de profesionales de la gráfica, porque para ellos no existía aún la expresión de diseño gráfico. Después se convirtió en design.

GM: Porque tenía muchos problemas culturales estando allá. Tuve que entender un montón de cosas, desde cómo administrarme para comer. Hubo veces que me quedé sin comer. Las bolsas de los pantalones estaban rotas porque metía las manos. No tenía guantes, y el frío de Milán es muy fuerte; todo el tiempo estaba lloviendo y no me gustaba usar paraguas. Tenía varios sombreritos para el agua. Era muy complicado, muy dura la vida. Por eso es lo que digo que uno aprende: ahí conocí a mucha gente que me ayudó.

Germán Montalvo en su época de estudiante de diseño en Milán 1977. Fotografía en archivo electrónico, cortesía de Germán Montalvo. Milán, Italia.

GM: Cuando regresé de Milán, inmediatamente entré a la Imprenta Madero con Vicente Rojo.

GM: Sí hubo que hacer casting. Había mucha gente que quería entrar. A mí me “recomendó” Rafael López Castro.[24] Aunque no lo conocía, lo localicé, fui a verlo y me dijo: “Sí, como no, yo no recomiendo a nadie. Puedes ir a ver al maestro Rojo; creo que necesita un diseñador”. Entonces fui al día siguiente, vio mis trabajos y me dijo: “Está bien, nada más que de sueldo conmigo no puedes hablar; tienes que hablarlo con el gerente, Pepe Azorín,[25] y si quieres a partir de mañana”. Fui a ver a Azorín y dijo: “Si Vicente está de acuerdo, fantástico, porque hay mucha gente que quiere entrar”. Además, me dijo: “Nada más te voy a decir una cosa: si vienes y haces un portafolio en un año, aprendes y luego te quieres salir y consigues chamba en otro lado, yo me encargo de que te lleve la chingada”.

GM: ¡No, bueno…! Empecé a trabajar y ni siquiera sabía cuánto iba a ganar. Me esperé hasta el día 15 para cobrar mi sueldo y fui con la chica que pagaba y me dijo: “Oye, Germán, ya tienes dos semanas; aquí se paga por semana”, y me dio mi sobre. ¡Ganaba el sueldo mínimo! ¡Así era Azorín! ¡Fíjate el colmillo! El sueldo mínimo, y yo decidí quedarme. Al mes me aumentó, pero de todas maneras ganaba muy poco… era como una cuarta parte de lo que ganaba con Mariana Yampolsky.

A pesar de eso, me interesaba mucho el lugar. Era un lugar increíble, ¡increíble! Yo no tenía muchas broncas económicas en ese tiempo. No tenía que pagar renta. Fue el lugar donde yo crecí como diseñador; un lugar sui generis. Pienso que Madero pudo haber sido una de las grandes firmas en el mundo, y en ese momento por supuesto era una de las más importantes en el mundo por todo lo que se producía, por toda la gente que creció ahí; no solamente en el diseño, sino que hubo muchos editores que ahí crecieron; aprendieron mucho ahí. Sin embargo, no se tuvo esa visión y desafortunadamente ya no existe ese lugar.

Ahí me desarrollé mucho, muchísimo como persona. Encontré cualquier cantidad de amigos, no se diga en lo profesional. Todo lo que ahí aprendí, el manejo de las imágenes, la calidad de las imágenes y como sacarles provecho, los trucos fotográficos, manejar la fotomecánica, la relación de la tipografía para diferentes cosas, desde una invitación o un programa de mano para un concierto en la Sala Nezahualcóyotl[26] o un catálogo para una exposición en Bellas Artes, pasando por carteles de diferentes tamaños, revistas, libros. Y además hacer todo con muy poco margen de tiempo y con muy poco presupuesto. ¡Cuando tenías dos tintas era realmente una delicia! Tenía chance de marcar dos colores; la mayoría era de un color. Entonces tenía que resolver con concepto, no precisamente con medios y todo eso, en una dinámica impresionante: uno tras otro, uno tras otro. Llegaba con una orden de trabajo que decía: “Hay que hacer este cartel: aquí están los datos”. Nunca me decían aquí: están los datos y las imágenes; solo cuándo, dónde y a qué hora, el logo que llevaban… Me iba a la biblioteca de Madero, una biblioteca que Vicente Rojo construyó con muchas imágenes, con muchos recortes de revistas culturales literarias y ¡con su visión!

Germán Montalvo, Vicente Rojo (1932-2021). María de mi corazón, 1979. Offset. Imprenta Madero. Ciudad de México. Fondo Refosa Madero, Museo Nacional de Arte.

GM: Yo iba porque era una delicia la biblioteca. Subía y el archivo que había hecho Vicente… ¡impresionante! Eran como diez archiveros, con imágenes superclasificadas; señoras, niñas, ancianas y al revés: señores, niños, ancianos; pies, manos, caras, ojos, bocas, desnudos, paisajes. ¡Impresionante! Además de eso, en diferentes versiones: fotos, grabados, etc. Y en tipografía había fólderes y fólderes con letras de diferentes familias tipográficas. Con esas muchas veces armábamos los títulos para los carteles. Entonces, si teníamos que armar una palabra con algún tipo y solo tenías tres letras, a veces mandábamos a la fotomecánica con ese recorte que había hecho Vicente de alguna revista, porque esa tipografía no nos iba alcanzar. Mandábamos a la fotomecánica a hacer copias para tener las letras necesarias; una vez armado, sacar una copia y montar el cartel: un trabajo enorme; una relación con la tipografía impresionante.

GM: Sí, en el Fondo de Cultura Económica. Él me invitó a trabajar ahí y yo estuve trabajando un año; después me fui a trabajar a Tabasco, con Julieta Campos.[27] Te cuento que desde 1988 empecé a trabajar distinto: hacía las imágenes mucho más sencillas porque no tenía todo el respaldo de Madero. En Madero tenía todo aquel archivo de imágenes y la fotomecánica. Así tuve que hacer las cosas más sencillas, desde mi casa, dibujando incluso algunas veces las letras; hacer fotomontajes, calcar imágenes en papel albanene. Y, bueno, así ha sido un poco mi trayectoria, ¿no? Después puse la oficina de diseño Saluzzo con Martha Chapa[28] y después terminó la sociedad. Más adelante trabajé yo solo en Ediciones Era y tratando de hacer cosas en escultura y talavera o cerámica.

GM: Cuando llegué a Era, en 1993 más o menos, empecé hacer las esculturas, porque fue cuando me dieron la beca del Sistema Nacional de Creadores. Entonces con eso hice varias exposiciones de escultura y empecé a hacer cosas en talavera[29], y a dar clases aquí, en la UDLA. Empecé a dar clases en 1994 de tiempo parcial y ya desde entonces me invitaban a que me quedara a dar clases de tiempo completo, pero no podía.

Desde esas fechas he procurado estar en contacto con el desarrollo del diseño en los campos importantes: señalización en el medio editorial, el cartel y con algunos diseñadores que han dejado su trabajo bidimensional para convertirlo en tridimensional, y en todos los aspectos de la literatura del diseño, que me interesan mucho.

Me he acercado mucho al origen del fenómeno del diseño. Por eso doy la clase de Historia del Diseño en la universidad: todo ese proceso en la corriente artística de principios del siglo pasado.

Germán Montalvo. 40 carteles de Germán Montalvo, 1983. Offset. Imprenta Madero. Ciudad de México. Fondo Refosa Madero, Museo Nacional de Arte.

GM: No: sí hay diseño mexicano. El que está en el Museo Nacional de Antropología es diseño mexicano, diseño gráfico, diseño bidimensional: así, con la capacidad conceptual y formal. Creo que Vicente Rojo es la máxima referencia. Diseño mexicano, cuando se hace un poco con conciencia, hay cosas que, aun en marcas que no son mexicanas, se puede ver que es diseño mexicano. Por ejemplo, las cosas que ha hecho Alka Seltzer es diseño mexicano: no están copiándole a los gringos. Mira, yo hago mucho diseño basándome en algunas formas de síntesis prehispánica, utilizando la fuerza conceptual y formal, y también algunos colores. ¶


Maestra en Artes Visuales con orientación en Arte Urbano, por la FAD. Investigadora en el Cenidiap/INBAL . Autora del proyecto Abrevian ensayos y videos. Administrdora el Grupo Cartografìas de la Investigación artística. Temas: Diseño gráfico. Imprenta Madero. Educación artística. Cartografías y mapeos. Articulos y libros en: Diseño A, Abrevian Ensayos, Círculo de Arte, Catálogo Mueso Cuevas. Videos en: cenidiap.net

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