Artistas de la platería en el México virreinal

8 febrero, 2021

Por Alma Montero Alarcón.­–

“De unos metales se sirve el hombre para curar de enfermedades; de otros para armas y defensa contra sus enemigos; de otros para aderezo y gala de sus personas y habitaciones…”
Joseph Acosta, Historia natural y moral de las Indias, 1590

Herreros, pintores y escultores arribaron a territorio americano trayendo a cuestas su propio bagaje cultural y artístico, con ellos también vinieron los primeros maestros plateros que pudieron constatar directamente el talento y destreza de los orfebres indígenas. Francisco López de Gómara afirmó al respecto:

“el más primo y artificioso oficio entre los mexicanos es el de platero, y así sacan al mercado cosas bien labradas con piedra y fundidas con fuego… Vacían un papagayo que se le ande la lengua, que se le menea la cabeza y las alas… lo tuvieron a mucho nuestros españoles y los plateros de acá no alcanzan el primor”[1].

Asentados los maestros plateros en territorio americano se organizaron en corporaciones medievales llamadas gremios. Los objetivos de estas organizaciones (que agrupaban por igual a los otros artistas del periodo) eran fundamentalmente dos: protegerlos de competencias desleales (ya que sólo los agremiados podían fabricar y vender los objetos correspondientes a su oficio) y garantizar a la población en general, productos de excelente manufactura. Así, la legislación instituida protegía tanto al fabricante que vendía la manufactura como al cliente que la compraba. Los gremios estaban reglamentados por ordenanzas cuyo fin era dictaminar su organización interna, las condiciones de trabajo, así como evitar posibles fraudes al evadir pagos de impuestos.

Con respecto al gremio de plateros, a juzgar por las disposiciones reales emitidas en los primeros años del siglo XVI, el inicio no fue sencillo. Por Cédula Real, expedida por Carlos V en 1526, quedó prohibido el ejercicio de la platería hasta el año 1559. Sin embargo, es un hecho que en México se realizaron objetos de platería de excelente calidad desde muy tempranas fechas[2].

En 1580 los plateros fueron agrupados de manera definitiva en la calle de San Francisco, denominada al inicio La Esmeralda para finalmente tomar el nombre de Plateros (actualmente esta calle es Francisco I. Madero[3], en honor al prócer de la Revolución mexicana).

Las obras realizadas por los plateros eran solicitadas por la población en general, y, en especial, por la iglesia que requería de custodias, cálices, cruces procesionales y hostiarios, entre otros muchos objetos. Algunas de esas piezas se han podido conservar y muestran, además de la maestría alcanzada por los plateros, la evolución de los estilos y las diferentes técnicas utilizadas en la elaboración de la platería virreinal.

El gremio de plateros llegó a convertirse en el más poderoso de la Nueva España. Tenía como santo patrono a San Eligio cuya fiesta celebraban con gran lujo el 8 de diciembre. Otros santos venerados por el gremio eran San José, Nuestra Señora de las Lágrimas y la Purísima Concepción, el Santo Eccehomo y la Congregación del Santísimo Sacramento[4].

Cruz procesional. Anónimo. Siglo XVII. Plata fundida,  cincelada y pulida. 38 x 31 cm.
Cruz procesional.
Anónimo.
Siglo XVII.
Plata fundida, cincelada y pulida.
38 x 31 cm.

Dentro del gremio de plateros existían varias especialidades: la de plateros propiamente que fundían, repujaban, cincelaban la plata y montaban piedras preciosas. Este gremio de plateros abarcaba también a los batihojas y tiradores de oro y plata, que deben su nombre a que tiraban del metal hasta lograr finos hilos con los que se bordaba sobre todo objetos de uso litúrgico: “es el que tiene por oficio batir el oro y la plata… y reducirlo a hilo”. Por su parte el batihoja golpeaba el oro con mazos “hasta reducirlo a planchas u hojas finas”[5]. Estas hojas de oro fueron utilizadas para cubrir los retablos e innumerables esculturas que tenían la técnica del estofado.

Una característica fundamental del gremio de plateros era su estructura interna piramidal. La jerarquía más alta correspondía a la de maestro, que requería tiempo, conocimientos y destreza, pues era necesario dominar los distintos niveles del oficio.

En la base de la estructura piramidal, y siendo la mayoría, estaban los aprendices que, como su nombre lo indica, se encontraban en una etapa de formación, iniciándose en el conocimiento y aprendizaje del oficio. En la parte intermedia de esta estructura se encontraban los oficiales y, finalmente en el punto más alto, encontraríamos al maestro de un taller gremial.

El maestro era el dueño del taller, obraje, oficina o tienda lo que incluía el derecho de venta pública, era también propietario de la materia prima y de los instrumentos de trabajo indispensables para la creación de la obra artística. El hecho de tener instrumentos y utensilios propios para poder llegar a ser maestro restringió, en muchas ocasiones, la membresía del oficio a las familias que tradicionalmente lo habían desempeñado, ya que eran los hijos de los maestros quienes heredaban estos instrumentos de trabajo.

Sin embargo, para llegar al grado de maestro no era suficiente contar con los instrumentos de trabajo pues se exigía tener el manejo del oficio, mismo que se demostraba en un examen que revestía ciertas formalidades, y que culminaba con la expedición de una constancia a manera de título llamada “carta de examen”: “lo característico y peculiar de este sistema de estratificación era que el lugar que en ella ocupaba un individuo condicionaba su posición en las relaciones sociales de producción… la propiedad de los medios de producción dependía en mucho de la capacidad profesional”[6].

Cigarrera. Anónimo. Siglo XVIII. Plata repujada, fundida y cincelada. 9 cm.
Cigarrera.
Anónimo.
Siglo XVIII.
Plata repujada, fundida y cincelada.
9 cm.

Este nos parece un punto interesante pues significó que, aunque dispusiera de los medios económicos, un individuo no podía establecerse como productor independiente si no tenía el título de maestro.

Abundantes son las referencias que existen en los archivos históricos acerca de la manera en que los plateros solicitaban y luego realizaban su examen para el grado de oficial o maestro. Las fórmulas se repiten con frecuencia; por ejemplo el caso del oficial Pedro Nolasco que presentó en el siglo XVIII su examen para convertirse en maestro platero: “En la ciudad de México a veinte y nueve días del mes de mayo de mil setecientos y veinte y tres años… en mi presencia le ordenaron a Pedro Nolasco de Lira oficial de dicho arte de platero ejecutase la formación de un salero y de un cuerpo de pileta de agua bendita con la plata que para este efecto estaba prevenida y el dicho Pedro Nolasco con gran prontitud e inteligencia (los) fabricó… y habiéndole hecho los referidos mayordomos varias preguntas y repreguntas tocantes a dicho arte dijeron haber satisfecho cumplidamente a ellas y estar apto, capaz y suficiente para usarlo y ejercerlo y tener tienda pública[7].

En las ordenanzas dictadas en este periodo se exigían además otros requisitos: “…no ser aspirante al camorreo, no juntarse con gente de baja estofa, ser de genio apacible y sosegado, temeroso de Dios y de conocida calidad, procederes y costumbres”[8]. Como vemos, los requisitos para llegar a ser maestro, al menos los estipulados en las ordenanzas, no eran fáciles de cumplir.

Por su parte, los oficiales eran trabajadores asalariados que habían terminado su aprendizaje: acompañados del maestro a quien servían en su taller, acudían a escribir su nombre en el libro de oficiales, resguardando por el Fiel de Fechas[9]. Los oficiales podían optar por el título de maestro, empresa que como apuntamos no era fácil ya que además del dominio del oficio se requería de un capital importante para abrir un taller. Por tal motivo, muchos oficiales diestros no llegaban al grado de maestros.

En la base de la estructura gremial se encontraban los aprendices, jóvenes en su mayoría (nueve a diecisiete años), que se instruían en el oficio con una enseñanza de tres a cuatro años: “No obstante, el tiempo del aprendizaje variaba de acuerdo con la índole misma de la artesanía. Había ciertos oficios, como el del platero, que requerían más tiempo y cuidado… En varias ordenanzas se fijó el tiempo de aprendizaje”[10].

Los aprendices debían mudarse a vivir en el taller del maestro quien se comprometía a enseñarles todos los secretos del oficio, así como normas morales e instrucción católica. A cambio, el aprendiz debía colaborar en todas las actividades del taller incluyendo las domésticas. Estos acuerdos se celebraban a manera de contrato, por ejemplo, en un contrato del 23 de enero de 1675 en Zacatecas, se estipulan las obligaciones y derechos que tiene el maestro platero Rodrigo de Pereira con su aprendiz Juan de Lascano: “…el dicho Rodrigo de Pereira le ha de dar al dicho su aprendiz, de comer, vestir y calzar, según costumbre y curarle las enfermedades que tuviese, como no pasen de veinte días o sean de las contagiosas… y si durante el dicho tiempo, hiciese ausencia el dicho aprendiz, o se le “juyere”, lo ha de poder sacar o traer de la parte donde estuviere”… Y yo, el dicho Rodrigo de Pereira… me obligo a que en el tiempo de los cuatro años, le enseñaré al dicho Juan de Lazcano (aprendiz), mi oficio de platero, bien y cumplidamente y sin le ocultar cosa alguna de lo que sé y a dicho oficio pertenece”[11].

En otro contrato, se mencionan otras obligaciones de un maestro: “Phelipe de la Peña, que será de edad de 13 años y 6 meses a el cual por verlo en edad competente aprender el oficio de batihoja de panecillo de oro y plata a que se ha inclinado y tiene tratado de ponerlo en la casa y tienda del maestro Miguel de Ledesma y Navarrete maestro de dicho arte… ha de servir a dicho maestro en todo lo que fuera tocante a dicho oficio y asimismo en lo que le ofreciere del ministerio de su casa, dándole cama, casa, de comer y beber y ropa limpia, tratándole bien y enseñándole el dicho oficio con todas las circunstancias, avisos y documentos necesarios… sin reservarle ni encubrirle cosa alguna haciendo que dicho Phelipe de la Peña lo ejecute por su mano, de suerte que no ignore cosa de lo que debe aprender ni el dicho maestro se lo deje de enseñar”[12].

Pinzas para sujetar cigarrillos. Anónimo. Plata fundida y cincelada. Siglo XVIII. 11 x 6.5 cm.
Pinzas para sujetar cigarrillos.
Anónimo.
Plata fundida y cincelada.
Siglo XVIII.
11 x 6.5 cm.

Dichas características hicieron del taller gremial una organización peculiar. Más allá de las relaciones meramente laborales entre maestro, oficiales y aprendices, se propiciaba el surgimiento de otros aspectos como son los morales, éticos y religiosos. Varias de las actividades cotidianas al interior del taller como el hecho de sentarse juntos a la mesa, lo convertían en un espacio doméstico, familiar.

Las autoridades supremas del gremio manejaban los fondos de la corporación y debían ser elegidos por todos los maestros. Tenían la obligación de visitar periódicamente los establecimientos de artesanos, velar por el correcto cumplimiento de las ordenanzas en lo concerniente a la disciplina interior del gremio, a los procedimientos de fabricación, al uso de los materiales y al otorgamiento de multas. Las principales autoridades del gremio eran las siguientes:

Los tesoreros eran los encargados de guardar las contribuciones de los miembros para el sostenimiento de las celebraciones del gremio; o los gastos de las diligencias que tuvieran que realizar las autoridades del gremio; oidor de cuentas que, supervisaba las actividades del tesorero e intervenía en la contabilidad del gremio; los veedores examinaban a los aspirantes. Los alcaldes elegidos por votación presidían al gremio y lo representaban en actos oficiales; finalmente, la Junta de Gobierno formada por los maestros de mayor renombre asesoraba al gremio.

La organización gremial convivía con las cofradías que eran organizaciones de protección social y fomento al culto religioso. El objetivo de estas instituciones de carácter religioso era socorrer a enfermos y ancianos y proteger a los familiares de los agremiados: viudas, huérfanos, hijas que tuvieran que pagar una dote para ingresar a conventos, etc. Cada cofradía tenía un santo patrono, a cuyo honor celebraban grandes fiestas religiosas y profanas. Las comidas, las fiestas taurinas y fuegos de artificio, importantes para la vida cotidiana novohispana eran promovidos en gran medida por estas organizaciones.

Desde 1537 al gremio de plateros se le concedió el privilegio de ocupar el primer lugar en las procesiones del día de Corpus Christi y de llevar la imagen de San Hipólito, patrono de la ciudad: “La conquista de esta ciudad por los españoles fue el día de San Hipólito Mártir, 13 de agosto de 1521… Es esta una de las más lucidas funciones, donde sobresale la riqueza de esta opulenta corte, esmerándose a porfía cada uno en las galas y costo de aderezos, siendo muy común y nada de admirar los estribos, herraduras y todo correaje de plata”[13].

Los plateros también tenían a su cuidado y devoción en la Catedral de México una capilla dedicada a las imágenes de la Concepción, San Eligio y Nuestra Señora de las Lágrimas. El padre Francisco de Florencia describiría en su libro Zodiaco Mariano cómo se encontraba conformada la capilla: “…el uno de los tres altares que hay en ella, y se han hecho a costa de los plateros, está dedicado a una devota imagen de la Concepción de la Santísima Virgen, cuya estatua es como de vara y cuarta, toda de plata de martillo y de lo mismo es la hermosa peana en que estriba. El segundo está dedicado como a su especial patrón, al milagroso platero y santísimo obispo San Eligio, y el tercero a Nuestra Señora de las Lágrimas”[14].

Los maestros plateros utilizaron gran diversidad de técnicas para elaborar objetos de uso civil y religioso. Es interesante resaltar que muchas de estas técnicas no han variado en esencia a través de los siglos y es posible observar en los talleres de maestros plateros de la actualidad cómo se va forjando una pieza a la usanza del periodo virreinal.

El arte de la platería en nuestro país es muy rico y resulta prioritario seguir profundizando en su estudio y difusión. De igual manera, es fundamental apoyar todas las acciones que permitan proteger e impulsar a los plateros mexicanos, herederos de una rica e intensa historia en nuestro país ligada al trabajo de la plata. 

(Publicado el 8 de febrero de 2021)

Referencias

  • Ajofrín, F. de. (1964). Diario del viaje que hizo a la América en el siglo XVIII el Padre Fray Francisco de Ajofrín. México, Instituto Cultural Hispano Mexicano.
  • Carrera Stampa, M. (1954), Los gremios mexicanos. México EDIAPSA.
  • Castro Gutiérrez, F. (1986). La extinción de la artesanía gremial. México, UNAM, IIH.
  • Cruz, F.S. (1960). Las artes y los gremios en la Nueva España. México, Jus.
  • del Hoyo, E. (1986). Platero, plata y alhajas en Zacatecas. México, Gobierno del Estado de Zacatecas.
  • López de Gómara, F. (1826). Historia de las conquistas de Hernando Cortés. Tomo I / escrita en español por Francisco López de Gómara; traducida al mexicano y aprobada por verdadera por Juan Bautista de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, indio mexicano; publícala Carlos María de Bustamante. México, Imprenta de la testamentaria de Ontiveros.
  • del Valle Arizpe, A. (1961). Notas de platería, México, Herrero Hermanos.
  • Archivo General de la Nación, Casa de Moneda, vol. 1, exp. 1, foja 3-3v.

[1] Francisco López de Gómara, Historia de las Conquistas de Hernán Cortés, México, 1829.

[2] Esta prohibición quedaba formulada en la Real Cédula de Carlos V desde 1526 hasta 1559. Al parecer esta reglamentación correría la misma suerte que otras tantas que llegaron a la Nueva España y que el consejo popular y la práctica diaria aconsejaba “obedézcase, pero no se cumpla”.

[3] La calle Francisco I. Madero es una de las principales vías de acceso al Centro histórico de la Ciudad de México, comienza a partir del Eje Central Lázaro Cárdenas, para desembocar en la Plaza de la Constitución o Zócalo capitalino.

[4] Carrera Stampa, M. (1954). La mesa directiva del nobilísimo gremio de la platería de la ciudad de México, (1527-1861), p. 163.

[5] del Hoyo, E. op. cit, p. 138.

[6] Castro Gutiérrez, F. (1986). La extinción de la artesanía gremial. México, UNAM, IIH, p. 13.

[7] Archivo General de la Nación, Casa de Moneda, vol. 1, exp. 1, foja 3-3v.

[8] En Carrera Stampa, M. (1954), Los gremios mexicanos. México EDIAPSA, p. 51.

[9] Cruz, F.S. (1960). Las artes y los gremios en la Nueva España. México, Jus, p. 31.

[10]  Cruz, F.S., op. cit., p. 29.

[11] En del Hoyo, E. (1986). Platero, plata y alhajas en Zacatecas. México, Gobierno del Estado de Zacatecas, p. 35.

[12] Citado por Carrera Stampa, M., op. cit. pp. 27-28.

[13] Ajofrín, F. de. (1964). Diario del viaje que hizo a la América en el siglo XVIII el Padre Fray Francisco de Ajofrín. México, Instituto Cultural Hispano Mexicano, p. 57.

[14] Citado por del Valle Arizpe, A. (1961). Notas de platería. México, Herrero Hermanos, pp. 211-212.

Doctora en Estudios Latinoamericanos, con mención honorífica por la UNAM. Es investigadora del Museo Nacional del Virreinato donde trabaja los temas de platería, vida conventual femenina, curaduría en museos y jesuitas. Recibió el Premio Nacional Miguel Cobarrubias por la investigación Monjas Coronadas en América Latina. Coordinó la curaduría de la exposición Plata Forjando México, bajo el marco de los festejos del Bicentenario. Realizó la curaduría de la sección de platería en la exposición Tesoros de México, oro prehispánico y plata virreinal, presentada en Kunsthistorisches Museum en Viena, Austria y el Real Monasterio de San Clemente en Sevilla, España.

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